Más de 200 visitantes ya dieron sus nominados. Espere este lunes 21 los candidatos y el comienzo de las votaciones de los premios preferidos de la familia -del fútbol- colombiana.
Fue como ver a Alfonso Cañón o a Víctor Aristizábal con la azul. John Mario Ramírez, ídolo de buena parte de la hinchada de Millonarios y artífice de los dos subtítulos de los 90, tuvo su desliz en el segundo semestre de 2003 con el rival de patio. Y no fue cualquier puesta de cachos. No. John Mario no sólo se puso la roja para indginación de ambos bandos, sino también para hacerle un gol a Millonarios en el clásico en el que debutó en las filas cardenales.
Como se trataba de un furtivo freelance, la cosa fue más bien breve. Santa Fe, dirigido ese año por Julio Comesaña, no clasificó a los cuadrangulares y para el año siguiente John Mario abandonó en silencio, tal vez con los zapatos -bueno, los guayos- en la mano. Volvió a aparecer en primera división dos años después en el Boyacá Chicó equipo que claramente le causaba menos complejo de culpa.
Cuando se anunció hace unas semanas que el nuevo patrocinador del torneo sería Postobón no faltó quien pusiera el grito en el cielo. Hinchas, periodistas, ciudadanos de a pie y comités de señoras elegantes advirtieron que la presencia entre los equipos participantes de uno vinculado con la empresa que a partir del 2010 respaldará al rentado representaba, cuando menos, un escollo ético, un impresentable conflicto de intereses.
No obstante, en medio del drama nadie cayó en la cuenta de que no era la primera vez que esto sucedía. A los hinchas del equipo sobre el que recayeron todas las miradas les faltó esgrimir en su defensa que en el segundo semestre del 2002 Mustang, patrocinador del torneo, fue también bizarro e improvisado sponsor de Millonarios sin que los bríos del popular corcel de Protabaco hayan servido para sacar a los azules del penúltimo lugar de la reclasificación en el que terminaron ese año.
Baluarte algo silencioso del título americano de 1992, Néstor Fernando Villarreal fue de esos refuerzos que llegó sin hacer mucho ruido y que a punta de un trabajo modesto pero efectivo pronto se ganó los afectos de la hinchada roja.
Ex Independiente, estuvo también en Barcelona de Guayaquil, en Júnior, en el Millonarios de Diego Umaña, en Aldosivi y en el primer Chicó. Pese a esta nutrida hoja de vida, en Colombia se le asocia sobre todo con el rojo, gracias a la campaña exitosa de 1992. Por eso llama la atención esta imagen que debe datar del año 2000 en la que Villarreal posa con la verde durante una breve estancia suya en el lugar de entrenamiento del rival de patio. Hay que aclarar, eso sí, que nunca llegó a jugar un partido oficial con el entonces todavía Súper Depor.
El Bestiario del balón, siempre preocupado porque sus lectores tengan acceso a programas de televisión de la mejor calidad, se permite sugerirles sintonizar Señal Colombia mañana a las 7:30 PM para que disfrutemos y nos instruyamos con el primer capítulo de la serie documental «De Bogotá en las canchas». Este proyecto, que contó con la asesoría histórica del Bestiario del balón gracias a alianza semiestratégica gestionada por Maria Ester y nuestro departamento de educación continuada a través de su oficina de gestión audiovisual (en liquidación), comprende nueve documentales sobre la historia del nunca bien ponderado fútbol bogotano con testimonios de futbolistas, directivos, técnicos e hinchas acompañadas de imágenes de archivo muchas de ellas inéditas.
httpv://www.youtube.com/watch?v=XPsMDVPEDQE
Introducción de la serie.
Las reminiscencias del Olaya, los ídolos foráneos y locales, el fútbol femenino, las glorias trasplantadas y nativas están en esta serie que se ocupa de muchos capítulos que se escapan del alcance del Bestiario, especializado, como ya bien lo saben, en derrotas, fracasos y en figuras de perfil mediano. Aun así, en De Bogotá en las canchas también habrá espacio para las curiosidades que los televidentes con ojo afilado podrán detectar. Les adelantamos una, sin duda un incunable: esta camiseta con caracteres chinos que Santa Fe utilizó en un clásico previo a una gira por la China en 1979. Hasta donde sabemos, este fue el único partido en el que se usó el uniforme pues la gira se malogró por la derrota de esa tarde que motivó a los directivos a cancelar el periplo. No sabemos si luego la directiva firmó convenio con el China Town de la 92 con 11 para ofrecerlas como regalo a cambio de un pedido de 12 o más lomos agripicantes.
El Bestiario del balón registra emocionado la reaparición de un amigo de la casa a quien todos creíamos desaparecido: Luis Enrique «Neco» Martínez. Especialmente complacida se encuentra Maria Ester, quien, además de admirar a «Neco» como futbolista y también como varón, ya no tendrá que seguir con los trámites de la denuncia por desaparición que habíamos decidido interponer ante la unidad de derechos humanos de la Fiscalía. También descansará la unidad élite que habíamos enviado a Turquía, desde donde nos escriben entre pletóricos y malgeniados al enterarse de que el popular «Pollo vallenato» hacía rato había abandonado el país rumbo a Costa Rica.
Mucha suerte para «Neco», ganador desde ya del premio «Fannyloreneada del año» en los premios Bestiario del balón 2009.
Atendiendo la sugerencia de nuestro visitante frecuente «Hágame Famoso», damos inicio con este post a la categoría «Pibe bárbaro» dedicada a todos aquellos hijos de la patria a quienes la prensa deportiva puso -irresponsablemente, en la mayoría de los casos- en primera línea de sucesión al trono que todavía hoy ocupa Carlos «el Pibe» Valderrama.
Y nadie mejor para abrir esta saga que quien fuera el primero en recibir esta designación y además tocayo de Valderrama: el «Pibe», pero del barrio obrero, Álex Escobar.
Contrario a la historia de varios de los sucesores del Pibe, nominados cuando Valderrama ya se había retirado o estaba en el ocaso de su carrera, sobre la espalda de Escobar cayó el peso de ser sucesor del diez samario cuando este se encontraba en la cúspide. Aunque ya había habido quienes lo insinuaran, la designación se aceleró cuando el «Pibe» sufrió una grave lesión en un partido contra Suecia en Miami parte de la pintoresca etapa de preparación previa al Mundial USA’94. Frente a la perspectiva de tal vez no poder contar con Valderrama en el Mundial, fue necesario mirar entre los volantes de creación del torneo local y entre ellos brillaba Escobar.
Así, con la reluciente chapa de «sucesor» (o reemplazante, como quieran) del Pibe llegó Álex a la selección que afrontaba la exigente -para el bolsillo de los viaticantes- etapa de preparación. De inmediato, todos sus movimientos, en la cancha y fuera de ella fueron infame y milimétricamente comparados con los del siniestrado: «que mire que el Pibe la para mejor», «¿si ve? el Pibe daba tres pasos con el balón y este man 2.8», «cómo hace de falta la rascada íntima del Pibe, qué fraude Escobar que se rasca es la oreja, no, así no se puede».
Como era de esperarse, la lupa de la óptica Pescaíto con la que se observó su paso por la selección no permitió valorar el talento del diez del América y una vez recuperado Valderrama, Escobar tuvo que hacer maletas, despedirse de sus compañeros y cancelar el pedido que a última hora y en un intento desesperado por complacer a los críticos había hecho directamente a la fábrica de Igora Royal.
En pocas palabras, a Escobar le tocó la díficil tarea de ser sucesor de un monarca en ejercicio, un imposible físico y lógico. Fue como una especie de príncipe Carlos de nuestro fútbol, que se volvió viejo de tanto esperar su turno y con la desgracia añadida de que cuando por fin llegó su hora ya todos andaban buscando un príncipe Guillermo. Ni modo.
Todo se remonta al 2000 cuando terminó el vínculo entre Millonarios y la Organización Ardila Lülle y a los azules les tocó salir a la calle a buscar patrocinador. Pronto apareció la antigua empresa coreana de electrodomésticos Goldstar bajo su nueva denominación de LG dispuesta a bajarse de unos buenos pesos para a cambio poder estampar su logo, rojo, en la camiseta azul. La conmoción fue inmediata. Ligas de hinchas defensores del honor, la dignidad, pero sobre todo la tradición y las buenas costumbres, pusieron el grito en el cielo ante lo que consideraron, con algo de razón, una afrenta para una hinchada en ese entonces ya agobiada y doliente.
De nada sirvieron los clamores y la hinchada tuvo que soportar el punto rojo durante todo un año. Algunos optaron por ocultarlo cosiendo encima (bueno, poniendo a la mamá a coserle encima) un parche con el escudo de los entonces Comandos Azules No. 13. Pero la cosa podía ser peor. Al menos en la camiseta titular predominaba el azul, cosa que no ocurría con la alterna de color blanco. Por suerte -hasta donde tenemos registro- durante el año no fue necesario utilizarla.
Para el 2001 se fue LG y llegó Comcel y fin del problema. El fantasma, no Ballesteros ni del descenso, esos llegarían después, reapareció a comienzos de 2003 cuando se rumoró que LG regresaría con su punto rojo a una camiseta que hasta bien entrado el semestre (mayo, para más señas) no tuvo marca. Después de intensas negociaciones finalmente se acordó que el punto en la camiseta azul sería blanco. Tal vez por descuido, no sabemos, no se aclaró cuál sería el color del punto en la camiseta alterna que justo tuvo que usar Millonarios en la sexta fecha del apertura cuando le correspondió visitar en el MACAL de Villavicencio al recién ascendido Centauros. Fruto de este descuido fue la camiseta que vemos en la imagen en la que un voluminoso punto rojo se hace aun más visible gracias al fondo blanco de la camiseta. Un rojo escarlata que por suerte encandelilló a hinchas mareados por las curvas de la vía al llano (y muchos también enguayabados) impidiendo que fueran plenamente conscientes de la mancha en la honra azul que fue esa tarde ese punto rojo.