Eduardo Calderón

No era nuestra intención, lo prometemos, pero otra vez un homenaje nos obliga a tocar el bendito tema del Deportivo Cali y sus arqueros. El responsable en esta ocasión es Eduardo Calderón, arquero de la selección Colombia sub17 campeona suramericana en Armenia en 1993. Calderón, junto a otros malogrados como Pana, Velasco, Oliveros y Madrid fue una de las grandes figuras del equipo de «Basilico» Gonzalez que opacó incluso al Brasil de un jovencito que su sola presencia reclamaba a gritos un ortodoncista: un tal Ronaldo Nazario de Lima. Una vez coronados campeones se indagó, como es la costumbre, un poco

más sobre estas jóvenes promesas. Fue entonces cuando se supo que Calderón provenía de la escuela del Deportivo Cali. Campeón suramericano, de la misma escuela de Calero, Mondragón y Córodoba, Eduardo tenía todo para descollar en el arco verde desde muy temprana edad. Sin embargo, quienes hacían estas cándidas predicciones no contaban con que el Cali es el Cali y que tradicionalmente ha sido escenario de los más rocambolescos episodios. En efecto, poco tiempo después de su éxito con la sub17 a Eduardo se le informó que su baja estatura (1.72) no le garantizaba ningún futuro bajo los tres palos. Eduardo, resignado, seguramente buscó la vieja libreta con los teléfonos de Pana, Madrid y Oliveros para así ahogar juntos las penas. .

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Pablo Casquete

Con un apellido que evoca el fragor del combate, hay que decir que junto a Manuel Galarcio en el Bucaramanga de finales de la década de 1990 se encargó de transformar muchos partidos en pequeñas reconstrucciones de célebres batallas. Ambos hicieron historia dentro y fuera de las canchas siendo temidos tanto por delanteros contrarios como por vecinos, comerciantes y autoridades de la ciudad de los parques.

Fruto de la cantera de Boca Juniors de Cali, Casquete llegó al profesionalismo en el Bucaramanga a mediados de la década de 1990 siempre de la mano de Galarcio viviendo verdaderos días dorados a su lado en la zaga canaria.No obstante, el destino pronto los separó; Galarcio

partió al Nacional y Casquete al Junior. Mientras el primero logró a punta de vulgar ramplonería cuajar una carrera con convocatoria a la selección, paso por el fútbol mexicano y espectáculos de quinta como el protagonizado en el 2004 liderando la zaga del Valledupar, la carrera de Casquete se fue dilantando a pasos agigantados como la de Felipe cuando fue abandonado por Emeterio. Una vez salió del Bucaramanga, tuvo un paso discreto por el Junior y llegó después a Santa Fe en donde dejó algo de huella por su limitada técnica y su excesiva belicosidad. Él último registro confiable que se tiene de él es el de su regreso al Bucaramanga en el segundo semestre de 2001. Se sabe que tuvo un paso reciente por la primera B. Su trayectoria permite vaticinar que hoy en día lidera la zaga de algún equipo salvadoreño..

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Oyié Flavié

Único sobreviviente de los Molois, Morulas, Ademolas y Agus que llegaron en la década de 1990 traídos por empresarios que aprovechando el boom africano organizaron sendos safaris con el fin de aprovisionarse de jugadores baratos e ignotos. En principio, el negocio parecía perfecto: en lugar de traer un Liberman de dilatadísima trayectoria en las divisiones de ascenso de la AFA y de la AUF que además de no generar mayor entusiasmo haría que sobre él recayeran inmediatamente todo tipo de sospechas y prejuicios, se anunciarían como refuerzos de comienzo de temporada a exóticos ejemplares oriundos de Camerún o Nigeria, sin pasado y envueltos por un morbo que sin duda movería el torniquete. Además, con la ventaja de que para ese entonces existía la creencia generalizada de que todos los camerunenses jugaban al fútbol como Roger Milla.

Volviendo con nuestro homenajeado, Flavié desembarcó en Colombia a finales de 1997 en Barranquilla como refuerzo del Junior. Un rendimiento apenas aceptable, pero superior al mostrado hasta el momento por sus coterráneos prolongó su periplo colombiano gracias al fichaje del que fue objeto por parte del Bucaramanga. En este equipo permanecería por dos temporadas (1998-1999) marcando algunos goles y con un rendimiento marcado por la intermitencia. Haciendo un paréntesis, hay que decir que en algún momento de su incursión en tierras colombianas que no se ha podido precisar, Oyié fue presa del embrujo de la mujer colombiana quitándole la posibilidad de un regreso a su

tierra natal o de un reencauche en la liga salvadoreña. Siguiendo con su trayectoria, después de su paso por la filas canarias vino un breve paso por el Quindío en 2000. Un par de anotaciones fueron suficientes para llamar la atención de los siempre acertados directivos Santafereños que decidieron incluirlo como refuerzo para el 2001. Flavié pudo de esta forma hacer algo de historia al ser el primer africano en militar en los equipos de la capital. Su desempeño no obstante fue un poco menos que lamentable saliendo del equipo a los pocos meses encabezando una de las tradicionales “podas” que suelen tener lugar en el equipo cardenal cuando las cosas no marchan bien. El destino lo llevó de regreso a casa al Bucaramanga para el segundo semestre de 2001 en donde logró reivindicar parcialmente su maltrecha imagen. Gracias a esto, el Pasto se fijó en el para el 2002. Su paso por el equipo pastuso le sirvió apenas para que al año siguiente el Patriotas de Boyacá se fijara en él permitiéndole hacer un poco más de historia al ser el primer africano en militar en el “gran ascenso” colombiano. De las llanuras africanas al altiplano cundiboyacense, Oyié logró encontrar una línea de rendimiento bastante aceptable en su paso por el equipo de don Miguel Ángel. Sin embargo, fiel a su espíritu nómada, Oyié prefirió buscar para el año siguiente algo un poco más cercano a su lugar de origen y se instaló en la cálida Villavicencio para jugar en 2004 con Centauros. Este paso por el estrafalario conjunto es el último registro que se tiene de la trayectoria de un jugador que mal que bien, supo como hacer historia en el rentado colombiano.
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Jhon Mario y su Mustang

Siguiendo con la saga inaugurada por el «Muelas» León y su matsuri blanco, aquí encontramos otro jugador de aquel Millona

rios de 1994 aficionado a la gasolina, al alquitran y las altas velocidades. Favorecido por el Divino Niño, vemos en esta foto que data de 1995 a Jhon Mario Ramirez presentando en sociedad su nuevo auto y su nueva moto, cortesía de la resvista Deporte Gráfico. .

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José Fernando Hernandez

Otro buen ejemplo de fidelidad y nobleza que a diferencia de otros pares suyos en el tema de la eterna suplencia tuvo alguna recompensa. Como el mejor de los amigos, entre 1987 y 1994 (con una breve interrupción en 1992 cuando probó suerte en el Real Cartagena) Fernando siempre estuvo ahí para decir “presente” cada vez que su equipo lo necesitó. Abnegado como el “Bocha” Jiménez, su corazón no albergó odios ni rencores cada vez que la llegada de otro arquero lo obligaba a regresar al banco de suplentes del que se había levantado para ir a hacer lo suyo en el arco cada vez que el fantasma de la crisis rondó las toldas cardenales.

Su carrera comenzó con pergaminos siendo suplente del mundialista Fernando Alvez en su breve paso por Santa Fe. Después vino la excentricidad al ser suplente durante tres años de otro suplentazo memorable: Eduardo Niño. En 1990 con una fugaz titularidad que le duró un año creyó en vano que su destino sería otro. Estaba equivocado, en 1991 debió cederle su puesto al crédito de Canelones, Carlos Arias. Apagando uno que otro incendio, Fernando hizo méritos para ser transferido al Real Cartagena en 1992. El vacío que dejó en el banco cardenal fue grande. Tan grande que para 1993 José Fernando renunció a cualquier ambición personal para estar una vez más ahí sentado siempre listo ante cualquier eventualidad En 1994 comenzó el año con la resignación d

e quien ha descubierto una nueva forma de ver el fútbol y la vida desde el banco que sólo unos cuantos Calles, Chimás y Nazariths iluminados comprenden. Sin embargo, 1994 fue un año difícil para el Santa Fe. Las crisis vinieron una tras otra y no tardó en caer la cabeza de Carlos Arias que había comenzado la temporada como titular. A mitad de año el hedor a formol ya se había apoderado del equipo y Fernando Hernández una vez más estuvo ahí, en la mala, para tratar de rescatar algo del mancillado orgullo cardenal. Esta fue también su última temporada en Santa Fe. Su último partido en Bogotá defendiendo el arco rojo estuvo perfectamente acorde con el perfil mediano que siempre manejó: un intrascendente 1-1 contra el casi descendido Bucaramanga. Su despedida se sellaría con otro clásico del pasado reciente de Santa Fe: una derrota 2-0 contra América en Cali.

Pero Fernando era ante todo un tipo de la casa. Por eso no tuvo problema en responder favorablemente al llamado que se le hizo desde El Cóndor de la primera B en la época en que todavía era la filial de Santa Fe. Allí fue finalmente titular inamovible. Situación con la que no logró sentirse nunca del todo a gusto. No era lo mismo, la banca le coqueteaba durante todo el partido minando su concentración. Esa fue la constante durante las temporadas que ocupó estuvo en el Cóndor. Después de esto, Fernando no tuvo problemas en despedirse del fútbol activo con la tranquilidad que acompaña al iluminado. .

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Alexander Cortázar

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Surgió en 1987 con el equipo de la Escuela Carlos Samiento Lora patrocinado por el Deportivo Cali que participó representando a Colombia en un mundialito infantil en Caracas. Al ver su talento, muchos creyeron que se trataba de un talento superlativo. No tardaron (oh extraña costumbre) en salar con el mote de «el maradonita» colombiano a este niño de escasos 13 años. Terminado el campeonato, Alexander viajó a Italia a probarse, no con el Ascoli, ni con el Lecce, no, con el Napoles para cerrar así con broche de oro la salada. El viaje de Cortazar fue reseñado junto con el del Pitufo De Avila y el del ciclista Fabio Parra por la revista Semana en un artículo sobre los deportistas colombianos que emigraban al exterior.

Durante unos meses el país entero centró su atención en este joven prospecto vallecaucano creyendo que nos encontrabamos ante un fenómeno de la talla de Garrincha, Pelé o Maradona. La euforia, como siempre, duró poco. Alexander viajó y, como siempre, fue rápidamente olvidado. De él poco se volvió a saber. Se sabe que no prosperó su incursión por la bota itálica y que regresó a un país que pronto se olvió de su «maradonita». Poco se volvió a saber de él años más tarde cuando ya no era un niño, ni mucho menos un «maradona». Algunos dicen que estuvo unos meses en Millonarios en busca de una oportunidad que le fue negada. Otros lo vieron deambular por los equipos del Valle del Cauca. En lo único en que coinciden las versiones es en que llevaba una vieja revista Semana bajo el brazo.

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Roberto Alfonso Cañón

De la misma estirpe de Mario Coll, Jaime Rafael Morón y César Zape, el país lo conoció en la seleccción juvenil campeona del juventud de América de 1987. Desde temprana edad, el diminutivo se ensañó con él, «Cañoncito» fue bautizado apenas apareció en el panorama.Otros, más adelante, prefirieron llamarlo «Robertico». Hoy todos coinciden en que a duras penas fue un «jugadorcito».

Debutó con Santa Fe a finales de la década de 1980. En 1991 alcanzaría el cenit de su carrera cuando un magistral cobro suyo de tiro libre dejó estático a Hernan Torres, arquero del DIM en esa época,y le dio el p

ase a Santa Fe a los cuadrangulares semifinales. En el equipo cardenal jugó 208 partidos reportándose en el marcador en 45 oportunidades. Desempeño aceptable pero para nada comparable con el de su progenitor. Su carrera se apagaría rápidamente despues de sendos pasos fugaces por el Bucaramanga , el DIM y el Cúcúta Deportivo. Se reporta también , sin que se haya podido confirmar, un paso por Unión Magdalena.

Casos como el de «Cañoncito» confirman que en el fútbol no se cumple el conocido adagio la astilla y el palo. También confirma que el gen del talento con el balón es recesivo. A la mano está el ejemplo de Radamel Falcao García que, sin duda, le salió a la mamá. .

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Con la mirada altiva

Mucho se ha hablado de la penetración en el fútbol colombiano de esa raza pujante, madrugadora, que empuja desde abajo, que está cambiando todo*. El Bestiario, que nunca ha sido de in

miscuirse en política ni en asuntos que no tengan que ver con el balón, se limita a aportar esta imagen captada en el estadio Pierre Lora Muñoz de Yopal, Casanare.

*Agradecemos a la Orquesta sinfónica de Chapinero por la inspiración.
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Monumento a la redundancia

Se ve cada cosa en el periodismo deportivo colombiano. En esta ocasión traemos a nuestros lectores estos dos ejemplos de derroche creativo a la hora de bus

car recursos para hacer más ameno y llamativo el perfil de un jugador.Bonner Mosquera y Jorge Ramoa quienes llevaban la cintilla en la manga en el Millonarios de 1996 y en el Bucaramanga de 1994 fueron las víctimas de turno..

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Camiseta Konga selección sub-23

Con este uniforme de entrenamiento, diseño de Umbro, que luce en esta ocasión Óscar Pareja y que fue utilizado por la selección sub23 en un partido en Cali contra Costa Rica como parte de la preparación para los panamericanos de Mar del Plata’95 inauguramos nuestra sección «adelante con la moda». Como se puede ver, el nombre del malogrado jarabe del grupo Santodomingo adornaba la parte frontal de la camiseta contraviniendo las disposiciones de la FIFA

que prohíben cualquier tipo de patrocinio en las camisetas de las selecciones así se trate de un partido amistoso. Esto sin embago no fue impedimento, ¿cuándo lo ha sido?, para que nuestros probos directos se pasaran por su ancha faja el reglamento tal y como ya había ocurrido en ocasiones anteriores.
Dato adicional: en este partido salió expulsado Arley Betancur cuando decidió practicar con un jugador tico la patada voladora que más adelante sacaría a relucir en los panamericanos y que impacataría en la humanidad de un referí..

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