Fue ascender y se perdió el rumbo. Humildes como ellos solos, los dirigentes del Centauros de Villavicencio se enceguecieron el día que ganaron el cupo en primera división. Su arribo a la división de honor y un buen torneo inicial hicieron creer a los directivos que el equipo podía ser campeón. En el Meta incluso, se decía que «Centauros no paraba hasta que llegara a Tokio», sede de la extinta Copa Intercontinental de Clubes. Barcelona tomó nota de este duro adversario, Real Madrid empezó a llamar a sus contactos en Colombia -los mismos que le vendieron a Edwin Congo- para que les llevaran informes sobre ese coloso futbolístico y por Milan decidieron llamar a la selección de Bolivia en 1994 para consultarles sobre si era fácil ganar en Villavicencio, como lo hicieron los bolivianos en 1994 durante un amistoso con Colombia.
El terror de los rivales llevó a pensar que el deporte del coleo, muy practicado por esos lares, era la manera con la que el equipo celeste se hacía infranqueable. Luis Cubilla fue a entrenar al club a comienzos de 2003 (como siempre ocurre, a Alvaro de Jesús Gómez lo echaron logrado el ascenso) pero salió corriendo al ver que su cuerpo no cabía en Capacho´s y le dejó el puesto a Diego Umaña que triste, nunca se adaptó a la ciudad. Alexis García terminó agarrando a Centauros cuando estaba ya en las últimas y no pudo salvarlo del descenso.
De Centauros ya no se recuerda ni su nombre. No queremos saber cómo fue la reacción de la señorita lacrimógena y que capaba trabajo cada vez que jugaban Jersson González, Herly Alcázar, Oswaldo MacKenzie, Guillermo Hernando, Francisco «Miyuca» Mosquera el día que le dijeron que Centauros se iba a jugar a Popayán.