De lo exótico que se ha visto en Colombia es este torneo que tuvo lugar a comienzos de 1994 y que muy en sus comienzos se pensó como un torneo que con el tiempo se institucionalizaría junto al preolímpico como cita obligada para las selecciones sub23 del continente. Esta vaga idea, sin embargo, no tardó en diluirse y hay que decir como preámbulo de este pequeño homenaje que desde antes de que comenzara el torneo este ya olía a formol. Pese a dicho hedor, el torneo finalmente tuvo lugar en Bogotá, Armenia, Pereira y Tulúa escribiendo así una página dorada en la historia no-oficial de nuestro querido fútbol.
Colombia en Techo. Una imagen para la posteridad.
Fueron muchas las curiosidades que trajo consigo este singular evento. La mayor y más rocambolesca, sin duda, fue la presencia entre las selecciones participantes de la selección Antioquia (departamento del noroccidente colombiano). Una inesperada cancelación de último momento de la Selección de El Salvador –que a su vez ocupaba el lugar, suponemos, de Bolivia- obligó al organizador del evento, Gustavo Moreno Jaramillo, a tomarse demasiado en serio aquel esporádico reclamo de los antioqueños por la federalización. Argumentó también que asi como los galeses y los escoceses pese a ser parte del Reino Unido podían participar en competiciones internacionales con sus respectivas selecciones no veía por qué nosotros no podíamos estar a la altura de los padres del fútbol dando vida a lo que, de lejos, es uno de los hitos más altos de nuestra barbarie dirigencial y propinándole de paso la estocada final a un torneo que incluso antes de semejante despropósito ya lo agobiaban serios problemas de credibilidad.
Una vez hizo su arribo por el muelle nacional la última de las selecciones participantes, el torneo comenzó el cinco de febrero en Bogotá. Ese domingo, sin embargo, el tradicional Nemesio Camacho “El Campin” no abrió sus puertas. El escenario encargado de albergar la “fiesta sub23 de las Américas” fue el recién acondicionado estadio de Techo (antiguo hipódromo que llevaba el mismo nombre). La selección anfitriona, encargada de enfrentar en la inauguración a la siempre respetada Trinidad y Tobago, era dirigida por Pedro Sarmiento y Norberto Peluffo y contaba con futuros valores como “Guigo” Mafla, Harold Lozano, Ricardo Pérez, Oswaldo Mackenzie y Henry Zambrano junto con otros elementos de perfil más bien mediano como Miller Durán, Manuel Martínez y León Atehortúa. Un contundente 3-0 a favor de los locales marcó la inauguración del recién acondicionado estadio enclavado en el occidente capitalino. Este partido también quedó en la historia por haber sido el primero y, hasta la fecha, último partido de alguna trascendencia que se ha disputado en este pordebajeado escenario que hoy luce una gramilla junto a la cual la del Eduardo Santos es una auténtica mesa de billar.
Así tituló el Diario Deportivo después de que Colombia goleó 4-0 su «similar» de Antioquia. Y después acusan a este medio de suspicaz.
Lo que vino después fue lo típico de cuantos torneos internacionales se han disputado en este rincón del continente: un grupo descaradamente fácil para Colombia (Antioquia, Trinidad y Tobago y Ecuador) con un calendario diseñado para que fuera físicamente imposible que no llegara a disputar la final (la semifinal fue nuevamente contra Ecuador), las selecciones tradicionalmente poderosas del continente sin las figuras que todos anhelaban ver en ese momento y, para terminar, un arbitraje bastante cuestionado en el partido final en el Colombia derrotó 3-2 a la Uruguay de Víctor Púa.
Quienes dicen hablan mal de la Copa América de 2001 es porque no recuerdan la Copa de las Américas. Para torneos sobre medidas este. Sin duda.
El «Choco» Suarez en un pasaje del clásico del norte de Suramérica..