Tan lejos de Tokio…


El exitoso Caldas también supo morder el polvo alguna vez. Eran tiempos austeros para el entonces Cristal Caldas, que tendría que esperar casi dos décadas para ser campeón de Colombia y de América. En esas épocas, cuando el conjunto albo jugaba en el desparecido estadio Fernando Londoño y Londoño las derrotas y los desastres futbolísticos eran pan de cada día.

En el arco no estaba Henao sino Mina Camacho, y el estandarte del club no era John Viáfara, sino Oswaldo Santoya. El entrenador no era Luis Fernando Montoya, en esa temporada se repartieron las cargas de la crisis Leonel Montoya, Carlos Miguel Dizz y en interinato Janio Cabezas y James Mina Camacho.

Para esa temporada (1988) el Caldas fue penúltimo, seguido muy de cerca por el inefable Unión Magdalena de Carabalí, Roque Pérez y el troncazo argentino Daniel Raschle.

En la foto: Miguel Antonio Rada, Andrés Estrada, James Mina Camacho, Oswaldo Santoya y Álvaro “Polaco” Escobar. Abajo: Luis Carlos Lugo, Juan Carlos Marín, Víctor Arizabaleta, Pablo Betancur y Carlos “La Fiera” Gutiérrez.
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Real Madrid-Kokoriko

Imagen para la posteridad. Ocurrió en el torneo de la Esperanza para juveniles que se celebró en el Valle del Cauca a comienzos de 1993. Sin mucho aspaviento, la famosa pollería patrocinó al Real Madrid de España, una de las atracciones del torneo; algo tan exótico como ver al Inter con el logo de Seguros la Equidad. Llegados a ese punto, es muy factible que el contrato también haya permitido ver en ese año a los pollos asados girando y expeliendo su incomparable aroma melgareño en los bajos del Bernabeu. .

Torneo de las Américas sub23

De lo exótico que se ha visto en Colombia es este torneo que tuvo lugar a comienzos de 1994 y que muy en sus comienzos se pensó como un torneo que con el tiempo se institucionalizaría junto al preolímpico como cita obligada para las selecciones sub23 del continente. Esta vaga idea, sin embargo, no tardó en diluirse y hay que decir como preámbulo de este pequeño homenaje que desde antes de que comenzara el torneo este ya olía a formol. Pese a dicho hedor, el torneo finalmente tuvo lugar en Bogotá, Armenia, Pereira y Tulúa escribiendo así una página dorada en la historia no-oficial de nuestro querido fútbol.


Colombia en Techo. Una imagen para la posteridad.

Fueron muchas las curiosidades que trajo consigo este singular evento. La mayor y más rocambolesca, sin duda, fue la presencia entre las selecciones participantes de la selección Antioquia (departamento del noroccidente colombiano). Una inesperada cancelación de último momento de la Selección de El Salvador –que a su vez ocupaba el lugar, suponemos, de Bolivia- obligó al organizador del evento, Gustavo Moreno Jaramillo, a tomarse demasiado en serio aquel esporádico reclamo de los antioqueños por la federalización. Argumentó también que asi como los galeses y los escoceses pese a ser parte del Reino Unido podían participar en competiciones internacionales con sus respectivas selecciones no veía por qué nosotros no podíamos estar a la altura de los padres del fútbol dando vida a lo que, de lejos, es uno de los hitos más altos de nuestra barbarie dirigencial y propinándole de paso la estocada final a un torneo que incluso antes de semejante despropósito ya lo agobiaban serios problemas de credibilidad.

Una vez hizo su arribo por el muelle nacional la última de las selecciones participantes, el torneo comenzó el cinco de febrero en Bogotá. Ese domingo, sin embargo, el tradicional Nemesio Camacho “El Campin” no abrió sus puertas. El escenario encargado de albergar la “fiesta sub23 de las Américas” fue el recién acondicionado estadio de Techo (antiguo hipódromo que llevaba el mismo nombre). La selección anfitriona, encargada de enfrentar en la inauguración a la siempre respetada Trinidad y Tobago, era dirigida por Pedro Sarmiento y Norberto Peluffo y contaba con futuros valores como “Guigo” Mafla, Harold Lozano, Ricardo Pérez, Oswaldo Mackenzie y Henry Zambrano junto con otros elementos de perfil más bien mediano como Miller Durán, Manuel Martínez y León Atehortúa. Un contundente 3-0 a favor de los locales marcó la inauguración del recién acondicionado estadio enclavado en el occidente capitalino. Este partido también quedó en la historia por haber sido el primero y, hasta la fecha, último partido de alguna trascendencia que se ha disputado en este pordebajeado escenario que hoy luce una gramilla junto a la cual la del Eduardo Santos es una auténtica mesa de billar.


Así tituló el Diario Deportivo después de que Colombia goleó 4-0 su «similar» de Antioquia. Y después acusan a este medio de suspicaz.

Lo que vino después fue lo típico de cuantos torneos internacionales se han disputado en este rincón del continente: un grupo descaradamente fácil para Colombia (Antioquia, Trinidad y Tobago y Ecuador) con un calendario diseñado para que fuera físicamente imposible que no llegara a disputar la final (la semifinal fue nuevamente contra Ecuador), las selecciones tradicionalmente poderosas del continente sin las figuras que todos anhelaban ver en ese momento y, para terminar, un arbitraje bastante cuestionado en el partido final en el Colombia derrotó 3-2 a la Uruguay de Víctor Púa.

Quienes dicen hablan mal de la Copa América de 2001 es porque no recuerdan la Copa de las Américas. Para torneos sobre medidas este. Sin duda.


El «Choco» Suarez en un pasaje del clásico del norte de Suramérica..

Arley Dinas en Boca

Rodeado de un cierto aire de clandestinidad, el paso de Arley Dinas por Boca ocupa un lugar indiscutido en el top 3 de las incursiónes exóticas de colombianos en el exterior. Contrario a lo que sucede la mayoría de las veces, Arley Dinas no llegó a Boca ni cuando su carrera apenas comenzaba, ni como resultado de una millonaria transferencia, ni con la atención de todo el país futbolístico puesta sobre él, ni mucho menos pensando en una futura transferencia a Europa. No, Dinas llegó en el segundo semestre del 2002 al Boca de Tabarez en silencio, a última hora, prestado gratis y cuando su carrera ya daba señas de estar en franco declive. Se rumora que su llegada a Boca fue resultado de una noche de tragos en la que algún advenedizo osó poner en duda la omnipotencia de su empresario. Quienes sostienen esta versión aseguran también que el diálogo de aquella noche transcurrió más o menos de la siguiente forma: «¿ah si? dígame un jugador de los míos que ya esté de salida, bien limitado…», «¿Dinas? Listo, va a ver que mañana mismo se lo pongo en Boca».

Como resultado de esta ingenua provocación el club de la riviera contó con los servicios de Dinas en dos partidos de la Copa Suramericana (ambos contra Gimnasia y Esgrima de La Plata). Dos partidos que sirvieron sólo para que la parcial xeneize desempolvara el recuerdo de Tréllez y no el de Bermúdez o el de Bermúdez y para que pocas semanas más tarde Arley saliera de Boca por la puerta de atrás. La misma por la que ingresó.

Con la colaboración de Enunabaldosa..

Unión La Cartagenera

El siempre sufrido Unión Magdalena, que en este 2005 casi es trasladado a Valledupar y después de dar varios tumbos terminó en la B, ya sabía de antemano lo que era jugar con diferente sede e hinchada. Muy al estilo del Cúcuta cuando jugaba en Girardot u Ocaña, los bananeros tuvieron como lugar de asiento a Cartagena, en el campeonato profesional de 1991.

Local, no en el Eduardo Santos, sí en el Pedro de Heredia, el llamado Unión La Cartagenera fue auspiciado durante ese año por la “Lotería La Cartagenera?

?? y entre las condiciones del contrato con el club estaba el cambiar de sede natural.

El equipo tuvo un campeonato irregular, sin ser malo. No le alcanzó entonces para llegar a los octogonales y se quedó en el noveno puesto de la clasificación. Dirigidos por Daniel Silguero y con el concurso de hombres como Héctor Ramón Sosa, Marcelo Ibáñez, Luis Norberto Gil, Jorge Rayo, Eugenes Cuadrado, Guillermo “Efectividad” Serrano y Teddy Orozco, este fue uno de los habituales ejemplos que indican que el cambio de lugar de origen, no siempre garantiza el éxito deportivo.
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Victor Álvarez, "Batey"

De la cantera de «Los Gatos», el país entero supo de sus condiciones en los clásicos que domingo tras domingo disputaba el onceno del «Gato» Aguirre contra la temible Furia Latina, dirigida en ese entonces por Emilio Iriarte. Una vez salió del aire «De pies a cabeza», Batey olvidó la frontera entre la ficción y la realidad y Santa Fe, equipo que lo acogió en sus divisiones inferiores, también. Creyó entonces Batey que todos los partidos de su vida serían como los de la serie (que pasara lo que pasara tenían siempre un final feliz) y que todos los rivales serían del talante de Furia Latina. Después de un rápido ascenso (que, insistimos, habla muy mal de los procesos de selección de talentos de las inferiores rojas) a Víctor le llegó el día de su debut como profesional en 1999 en un anodino partido contra el Huila. No fueron pocas las caras de asombro y tampoco faltaron las risas socarronas cuando por los altavoces del Nemesio se anunció la presencia en el banco de suplentes de un tal «Víctor Álvarez». La prensa, atenta como siempre, ya se había percatado del suceso y se había encargado de generar algo de expectativa. Esto permitió que los hinchas más informados le informaran al resto que se trataba del célebre actor juvenil.

Ingresó al campo faltando pocos minutos y a duras penas tocó el balón. Delante suyo ya no estaba un arrejuntado de extras sin parlamento, no. Ahora la cosa era a otro precio, delante suyo estaban jugadores no solo reales, sino con el bagaje de un Edú Aponzá o de un Arley Mancilla, por poner dos ejemplos. Un par de minutos en dos o tres partidos más le sirvieron a Batey, y a Santa Fe, para darse cuenta que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Los hinchas de Millonarios, mientras tanto, agradecían que Manuel José Chávez si tenía clara esta distinción.

Aseguran haberlo visto hace poco en la Academia Compensar de la primera B..

Fútbol colombiano, chamo

De todo le ha pasado al glorioso Cúcuta Deportivo. A finales de los 80 y comienzos de los 90 anduvo errante por diferentes plazas buscando calor y abrigo. El calor, sin duda, lo encontró en Girardot (Cundinamarca) donde jugó algunos partidos, pero no halló abrigo. Sólo y desamparado decidió, en un acto de desespero, buscar fortuna más allá de las fronteras. Fue entonces cuando decidió, a comienzos de 1991, instalarse en San Antonio del Tachira, Venezuela. Esto permitió el hermano país fue sede de algunos partidos del torneo profesional colombiano, como lo demuestra este recorte de la Revista Millos de febrero-marzo de ese año escribiendose así una página más de las excentricidades de nuestro querido rentado..

Roberto Cabañas

Entre las curiosidades de nuestro rentado, el fugaz regreso a la actividad de Roberto Cabañas marcó un hito difícil, muy difícil de igualar. De dilatada y exitosa trayectoria, Cabañas militó entre otros en Cerro, Cosmos de NY, América, Brest, Lyon, Boca, Barcelona, Libertad y Medellín, equipo en el que se retiró a mediados de la década de 1990. A comienzos de la década de 2000 y por motivos que aún son motivo de todo tipo de conjeturas regresó al fútbol vistiendo la camiseta del Real Cartagena. Algunos aseguran que fue el resultado de una apuesta al calor de unos rones con algún directivo del equipo, otros insisten en que su precaria situación económica motivó esta decisión mientras que no faltan quienes responsabilizan a una coqueta cartegenera a quien Cabañas quizo impresionar. Sea cual fuera el motivo, a sus 39 años luciendo una avanzada calvicie y un prominente abdomen Cabañas jugó algunos partidos logrando incluso hacerse presente en el marcador y sembrando de paso dudas sobre la seriedad de nuestro torneo.

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