A quienes creian que los excesos periodísticos eran patrimonio de paises como el nuestro, esta puesta en escena de la revista El Gráfico puede alcanzar a sorprenderlos. Fue en 1998 cuando Óscar Córdoba estaba recien desembarcado en Buenos Aires y comenzaba a destacarse en el arco de Boca. Para borrar esa imagen de arquero atajador pero impreciso cultivada a punta de episodios como el de la final de la libertadores de 1996 en el Monumental de Núñez, Córdoba llegó a tierras gauchas dispuesto a todo. Incluso a poner en tela de juicio su honra y buen nombre por culpa de los caprichos de un fotógrafo desubicado.
Gracias, enunabaldosa..