En estos días en que el mercadeo ha colonizado al fútbol, en que para muchos hinchas (nos incluimos) es tan importante saber qué marca vestirá al equipo que seguimos como averiguar qué delantero llegará para reforzar el ataque, no debe sorprendernos que del último título conquistado por el Junior lo que más se recuerde no sea el gol agónico de Ribonetto, ni la goleada a Nacional en el partido de ida, sino el curioso uniforme amarillo con el que los «tiburones» dieron la vuelta olímpica en el Atanasio.
Confeccionado por la misteriosa casa «Runic» (algunos dicen que es árabe, otros que de la China, los más escépticos hablan del barrio «7 de agosto» en Bogotá como su tierra natal), este amarillo quemado sorprendió al público más que acostumbrado a ver al Junior con su tradicional camiseta a rayas o, en el peor de los casos, con una camiseta blanca con vivos rojos o azules. (Lejos estaban aún los días de la recordada camiseta alterna referencia «azul pesadilla».) Sobre su origen, se dijo en su momento que se trataba de un uniforme de entrenamiento al que tuvieron que recurrir los muchachos del «zurdo» a última hora cuando el juez de ese partido, «Artridene» Ruiz, decidió que las franjas verdes del Nacional y las rojas del Junior podrían generar confusión entre los televidentes. Otros, más folclóricos, aseguraron que el amarillo en las prendas históricamente se ha relacionado en nuestro país con la buena suerte -sobran detalles- y que por tal razón no estaría por demás invocar de esta forma a la diosa fortuna en busca de un «empujoncito» adicional.
Sea lo uno o lo otro, lo cierto es que después de ese partido que, entre otras, el Junior perdió 5-2, el amarillo no volvió a la camiseta «tiburona». Puede ser que lo estén guardando para la última fecha del finalización 2008 como último recurso para espantar al fantasma del descenso. .