Junior campeón de amarillo

En estos días en que el mercadeo ha colonizado al fútbol, en que para muchos hinchas (nos incluimos) es tan importante saber qué marca vestirá al equipo que seguimos como averiguar qué delantero llegará para reforzar el ataque, no debe sorprendernos que del último título conquistado por el Junior lo que más se recuerde no sea el gol agónico de Ribonetto, ni la goleada a Nacional en el partido de ida, sino el curioso uniforme amarillo con el que los «tiburones» dieron la vuelta olímpica en el Atanasio.

Confeccionado por la misteriosa casa «Runic» (algunos dicen que es árabe, otros que de la China, los más escépticos hablan del barrio «7 de agosto» en Bogotá como su tierra natal), este amarillo quemado sorprendió al público más que acostumbrado a ver al Junior con su tradicional camiseta a rayas o, en el peor de los casos, con una camiseta blanca con vivos rojos o azules. (Lejos estaban aún los días de la recordada camiseta alterna referencia «azul pesadilla».) Sobre su origen, se dijo en su momento que se trataba de un uniforme de entrenamiento al que tuvieron que recurrir los muchachos del «zurdo» a última hora cuando el juez de ese partido, «Artridene» Ruiz, decidió que las franjas verdes del Nacional y las rojas del Junior podrían generar confusión entre los televidentes. Otros, más folclóricos, aseguraron que el amarillo en las prendas históricamente se ha relacionado en nuestro país con la buena suerte -sobran detalles- y que por tal razón no estaría por demás invocar de esta forma a la diosa fortuna en busca de un «empujoncito» adicional.

Sea lo uno o lo otro, lo cierto es que después de ese partido que, entre otras, el Junior perdió 5-2, el amarillo no volvió a la camiseta «tiburona». Puede ser que lo estén guardando para la última fecha del finalización 2008 como último recurso para espantar al fantasma del descenso. .

James Mina Camacho: homenaje a un adelantado

Durante décadas la sobriedad fue la regla en el vestir de los arqueros. Quizás por el altísimo nivel de responsabilidad que demanda su puesto, el golero era el menos indicado para experimentar con nuevas tendencias que pudieran eventualmente revolucionar el arte de atajar. Salvo una que otra golondrina que no hizo verano, fue necesario esperar hasta la década de 1970 (más de 70 años después del nacimiento del deporte) para que soplaran vientos de cambio bajo el arco. Fue así como al tiempo que en Argentina aparecía Hugo Gatti, en Colombia un morenazo caucano, longilíneo y de felinos reflejos sorprendió con su decisión de abandonar los tradicionales tonos oscuros que hasta el momento habían utilizado los cancerberos y cambiarlos por colores vivos, muchos de ellos casi fluorescentes. Y ojo que esta decisión de Mina no fue fruto de un capricho o de una petición de su cónyuge del tipo «ay papi, ponete ese rojo que me enciende», nada de eso. El buen James elaboró toda una teoría sobre los colores y el oficio de atajar. Más de una vez se le escuchó decir que un buso fluorescente en un partido nocturno podía ejercer un influjo lo suficientemente nocivo en la retina del atacante como para hacer que sus remates derribaran aves migratorias en lugar de romper piolas. Tan molesto como el de las plenas de una poderosa Kenworth a medianoche por carretera de la cordialidad.

Fue tanto el empeño que le puso Mina al tema de su vestuario que se alcanzó a decir, esto sin confirmar, que en su mejor momento mandó acondicionar un moderno cuarto oscuro en su residencia en el que se encerraba horas enteras para estudiar el efecto de diferentes tonos de verdes, amarillos y naranjas en el ojo humano. Una vez terminada su carrera, en los estadios del país se volvió cosa común ver a arqueros con pintas estrafalarias, colores vivos y peluqueados de vanguardia. Es por esto que los Caleros, los Higuitas, los Van Estrahalen e incluso, por qué no, los «Chapulines» Campos, tienen todavía hoy una deuda grande con James Mina Camacho, todo un precursor de la moda bajo los tres palos.

Imagen: Cortesía Orlando López..

"Pedro, el buzo"

Mucho más que los líberos, los volantes de marca o los punteros derechos, a través del tiempo los arqueros han sido los llamados a innovar en el, por lo general, recatado mundo de la moda futbolística. Hugo Gatti y su balaca tipo «Bjon Borg», Jose Luis Chilavert y su bulldog, El «Mono» Navarro Montoya y su doble troque conducido por él mismo son ejemplos de goleros irreverentes que intentaron convertir el arco en improvisada pasarela. Todos ellos, salvo Gatti, seguramente tuvieron como, nunca mejor dicho, modelo a Pedro Antonio Zape, destacado arquero colombiano. Orgullo de Puerto Tejada, en sus primeros años sorprendió a críticos de moda y a fanáticos del fútbol luciendo un buzo rosado que además de tener un número poco común -24, aun siendo el titular- lo tenía estampado -en el mismo tamaño- adelante y atrás. Cuentan que los más negados para entender los signos de la moda solían confundirse y en pleno entrenamiento o peor, en pleno partido, de buena fe se dirigían a Pedro con un «psst, psst, Pedro, Pedro, el buzohermano, lo tenés al revés». Zape, buena gente como él sólo, acostumbraba a voltearse para explicar que no era una equivocación sino una innovación que también se le vio a Raúl Navarro, arquero por ese entonces del Atlético Nacional quien lucía un «54» en su abdomen. Más de una vez, terminada la explicación, el juego se reanudó con saque desde la mitad. .

Real Zapote 2007

Si ha habido un equipo en Colombia que ha aplicado al dedillo los principios del mercadeo deportivo es el Real Cartagena. Mientras otros de más tradición apenas incursionan, y muy timoratos, en la materia, el Real ya lleva una buen trecho recorrido. Junto a su tradicional amarillo, al Real se le ha visto también el dorado, el negro, el verde neón y el zapote «Selección Colombia vintage» que hoy les presentamos. No sobra recordar que al mejor estilo del Inter, el Valencia o la Lazio, el Real ha decidido utilizar estos uniformes en máximo dos partidos para así convertirlos en verdaderos objetos de culto que no duran más de mediodía cuando llegan a los anaqueles de la amplia red de tiendas oficiales del equipo de la Heróica. .

El club de Mickey Mouse

Aquí no es importante si Britney Spears cantaba bien o no, o si Christina Aguilera lloraba en cada final de temporada del famoso programa estadounidense. Lo valioso es que la unidad investigativa del Bestiario del Balón se encontró, buscando en el país al mejor estilo del «Viajero» del Noticiero Nacional, esta majestuosa obra de arte realizada en un salón de belleza de la alejada Pivijay (Magdalena). Uno de nuestros integrantes, cortándose su larga cabellera, similar a la de Orlando Rojas, encontró esta fotografía en la reputada peluquería de la alejada población y la adquirió a precio de subasta en Sotheby´s.

Aunque la oficina de nuestra redacción tenga el agua cortada y acabe de entrar el recibo rosado del teléfono por cuenta de esta compra, es un orgullo contar con una de las mejores piezas de ingeniería capilar vistas alguna vez, estampada en la cabeza del célebre Iván René Valenciano. .

Santa Fe-Patrick 1995

En el siempre competido ámbito de la ropa deportiva colombiana, la casa franco-pereirana Patrick es sobre todo recordada por los aceptables diseños con los que vistió a equipos como Pereira, Cali, Millonarios y Santa Fe. Sin embargo, sólo los más acuciosos recuerdan que la primera incursión de esta marca en Colombia, cuando todavía no se había establecido en la Perla del Otún- tuvo lugar en 1995 vistiendo al Santa Fe de Comesaña, Mondragón, Ávalos y Ruben Darío Hernández. En la que fuera su primera experiencia con una marca foránea, el equipo cardenal mostró este sobrio diseño en el que sobresalen los botones en el cuello que le dan un notable aire clásico.

No fue mucho lo que duró Santa Fe con este elegante atuendo en el que un buen observador notará los colores invertidos del escudo. Seis meses después de su estreno, y repitiendo la historia de Millonarios con Umbro y Adidas y de América con Adidas y Fila, por motivos que reconocemos desconocer, el hijo pródigo regresaría a la casa que por muchos años fue sus sastre: la muy capitalina Saeta. Posa para nosotros, Jorge «Salsita» Salcedo.

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Jugamos con fe y alegría

El Bestiario del balón, siempre fiel a su misión y visión, procura que en lo posible su contenido no trascienda nuestras fronteras. Sin embargo, y tal como en el caso de la muy barrial camiseta Adidas del Strongest boliviano, no podíamos pasar por alto esta rarísima pieza que la siempre acuciosa unidad investigativa del Bestiario encontró en la segunda división ecuatoriana. La prenda en cuestión, con el famoso logo de las pequeñas calcomanías que en los ochenta las damas voluntarias pegaban en la solapa a cambio de una moneda de diez, no es la del equipo que sería el equivalente ecuatoriano al onceno de los jóvenes expósitos del padre Nicoló en Bogotá, tampoco es el atuendo de un equipo conformado con lo más granado de las ONG’s holandesas afincadas en el hemano país, no. El sin muy bizarro uniforme corresponde a la Universidad Católica, equipo que ya se aseguró un lugar en la liguilla que a final de año decidirá quién será el equipo que asciende a primera división ecuatoriana.

¿Pero cómo llego el popular coranzoncito a esta camiseta? No fue después de arduas negociaciones en las que los representantes de Fe y alegría ofrecieron camionados de monedas, no. Todo lo contrario. Detrás del corazoncito está un gesto de altruismo del poderoso grupo Pichincha muy ligado desde siempre al «trencito azul». El grupo, patrocinador del equipo, decidió ceder su espacio en el frente de la camiseta a la conocida entidad benéfica que, suponemos, recibirá además las monedas que en los partidos que la Católica dispute de local le sean arrojadas al referí de turno. Notable.

Con la colaboración de Tierra Generosa..

Cartagena-Neón-2006

La próxima vez que tilde de «vistoso» a un atuendo de un equipo de fútbol, antes de emitir cualquier juicio deberá tener en cuenta el amarillo verdoso fluorescente que lució el Real Cartagena durante algunos partidos del segundo semestre del 2006.

Este diseño, de considerable voltaje y cortesía de la casa ítalo-panameña Lotto, logró, valga la redundancia, dar a luz todo tipo de mitos en torno a los usos y efectos de su luminosidad. Por ejemplo, expertos que se pusieron en la tarea de comparar cifras, aseguran haber detectado un inexplicable aumento en el número de pacientes con daños severos en la córnea atendidos de urgencia en la Clínica Barraquer justo el día en que el Real lució este uniforme contra Santa Fe en Bogotá. Por otro lado, dice también la leyenda que más de una vez cuando fue utilizado en partidos nocturnos, la terna arbitral y el comisario de campo consideraron hasta último momento la posibilidad de prescindir para esa noche de la iluminación artificial. Menos mal hubo quien les explicara el tema de fluorescencia y les aclarara que el brillo de los uniformes sólo alcanzaría para 30 minutos de luz, luz día, claro está.

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Colombia-Comba 1989

Se equivocan quienes creían que Lotto-Panamá era pionero en el siempre competido campo de la copia al carbón de diseños de multinacionales. Como lo muestra esta imagen que data de 1989, la firma pereirana Comba -que, hay que decirlo, siempre estuvo lista en paz o emergencia para hacerle la segunda a equipos y selecciones ante desplantes de marcas con más renombre- ya había recurrido al papel mantequilla como respuesta a un pedido con carácter urgente de la Federación. No sobra decirlo, el diseño que se puso debajo del papel calcante es el de la camiseta Adidas que la selección lució durante las eliminatorias al mundial de Italia 1990. Posa para nosotros Miguel «Niche» Guerrero.

Gracias, DIABLOAMERICANO..

Millonarios-Artesanal-2003

«Venga, vaya a cualquier paguemenos y consígase dieciocho camisetas azules para el clásico del domingo, acá le pedimos a alguien que le pegue unos escudos que tengo en algún lado guardados». Esta seguramente fue la orden del gerente administrativo de Millonarios al mensajero cuando en enero de 2003 surgió la necesidad de vestir al equipo profesional para un amistoso de comienzo de temporada contra el rival de patio. El contrato con Saeta había terminado y todavía estaba lejos el contenedor que de Arabia venía con la nueva indumentaria Runic.

Resultado de la gestión del diligente funcionario fue este uniforme artesanal que luce un energúmeno «Cabezón» Rodríguez seguramente advirtiendole a Peluffo que no está dispuesto a tolerar ni un chiste pesado más de los rivales sobre el pintoresco atuendo que esa tarde se vio obligado a lucir. Peluffo, por su parte, con su gesto parece pedirle el favor a los rojos de que se concentren en el partido y dejen en paz al guajiro y sus chiros. .