Libardo Aranda

Terminando ya la década de 1990 brotó de los más profundo del Chicamocha un rumor que daba cuenta de la aparición en alguna cancha santandereana de un arquero que a decir de los especialistas en menos de dos años haría de Óscar Córdoba y Miguel Calero dos suplentes de lujo en la selección.

El rumor no tardó en llegar a oidos de los directivos de Nacional que inmediatamente desembolsaron lo necesario para hacerse a sus servicios. La negociación qué llevó a Libardo a Medellín, además de además de engordar las arcas de dos o tres «empresarios», permitió la llegada de por lo menos tres jugadores propiedad del Nacional a reforzar al Atlético (los nombres no los recordamos, si alguien tiene el dato, bienvenido). En Nacional, Libardo recorrió la pista de patinaje del Atanasio en la vuelta olímpica de 1999, en calidad de cuarto arquero.

Pasó el tiempo y los pergaminos con los que había llegado a Nacional poco sirvieron. Para 2000, ya había vuelto a casa coincidiendo su regreso con la llegada de Héctor Burguez. Sin rechistar, Libardo supo que por el momento le correspondía ser suplente. Para el 2001 no hubo grandes cambios en el panorama. Después de algunos partidos como titular, Aranda volió a instalarse en la banca, esta vez como suplente de Leonel Rocco. Después de Rocco, supo ser suplente, entre otros, de Henao y Tuberquia hasta que a finales de 2004 una Berlina del fonce lo arrimó a Tunja en donde, por lo visto, necesitaban un arquero con alguna experiencia siendo suplente de uruguayos para que fuera el segundo detrás de Sergio Miglacio. En el Chicó actuó algunos partidos en los que convenció a todos de que lo suyo no era el saltar a la cancha y posar para la foto. A mitad de año fue licenciado del equipo que para la época ocupaba las últimas casillas del campeonato. Es un misterio su paradero actual. Se presume que regresó a Medellín a vivir de glorias pasadas. .

Para azules bestiaristas

Les recomendamos este sitio: http://azulvintage.blogspot.com . Inauguraron el sitio con el gol de Domínguez a la U de Chile en 1995. No hace falta ser azul para disfrutarlo. .

Una selección bien amparada

Un incunable por donde se le mire. La joya de la corona de nuestra modesta colección. En 1985 las fuerzas vivas de la nación unieron fuerzas para designar una comisión de notables que tendría la misión de encontrar la forma para sacar a nuestro fútbol del abismo en el que se encontraba después de sendos fracasos en las eliminatorias recientes y, especialmente, después de haber abdicado a la sede del mundial de 1986. La comisión, encabezada por Daniel Samper Pizano, comenzó por cambiar el atuendo de la selección: del blanco y el zapote ambos con franja tricolor al amarillo y al rojo como uniforme alterno. Para presentar el nuevo diseño nadie mejor que la diva del momento: la inacabable Amparo Grisales. Pretendía también esta comisíon, como se lee en la breve reseña que por esos días se publicó en El Gráfico de Argentina, «reconstruir la imagen de nuestra Selección para hacer desterrar la relación que se hace del narcotráfico con el fútbol colombiano». Éxito total el de la comisión.

Muchas gracias, enunabaldosa..

Francisco "Pacho" Serrano

El primero de los «Pachitos» de Santa Fe (Wittinghan, Serrano y Delgado) en tener su espacio en esta codiciada galería debutó en 1999 generando gran expectativa entre la parcial por su buen trato del balón y la precisión de sus pases. Al año siguiente, 2000, la joven promesa continuó al alza en un plantel que impotente vio como el gusto por el dinero fácil de Edison Mafla le impediría en las últimas fechas conquistar el ansiado y, a juzgar por el nivel mostrado, merecido título o cuando menos un cupo para la Copa Libertadores. Pero no fue en el equipo del «Guigo» y Tomic donde Pacho alcanzaría el que años más tarde sabríamos que fue su tope. Fue en el 2001 cuando, pese a una lesión que lo alejaría cinco meses de las canchas, se destapó desplegando un fútbol de elegante técnica y jugadas de filigrana.

En el 2002 su rendimiento se mantuvo al alza. Con ocho goles en la temporada terminó de confirmar que estaba listao para emprender vuelo. Todo parecía ir ahora sí viento en popa hasta comienzos del año siguiente cuando una nueva lesión se atravesó en su camino. Tras muchos meses de incapacidad finalmente regresó a las canchas en el segundo semestre en un clásico del que Santa Fe saldría derrotado 2-1. El desempeño de Serrano en el partido estuvo a años luz del que aún permanecía en la retina del hincha. De hecho, el Pachito que se vio en los minutos que pudo actuar el resto de ese 2003 en ningún momento alcanzó siquiera los tobillos de la joven promesa de hacía dos años. Tan paupérrimo fue su regreso que el club cardenal decidió a comienzos de 2004 prescindir de sus servicios. Después de probar suerte en Quindío y Chicó, Pacho terminaría por templar en la Academia Compensar, club en el que, por momentos, dejó asomar aislados chispazos de ese talento que en algún momento derrochó en Santa Fe. Con estos chispazos como argumento, a comienzos de este año partió rumbo a Centroamérica en donde hoy brilla con luz propia en el medio campo del «Águila» de El Salvador. .

Millonarios-Wala 1997



Síntoma del desgreño administrativo que para 1997 ya era la regla en Millonarios, fue ver a los azules luciendo diseños de cuatro marcas diferentes en un sólo año. En medio de los diseños de las tradicionales Saeta y Torino y del fugaz diseño de Adidas –que había sido estrenado en el segundo semestre de 1996 y que en algunos partidos fue desempolvado durante 1997– apareció, sólo para el partido contra Nacional de Montevideo por la primera fase de la Libertadores, este diseño de Wala, casa bogotana con sede en la localidad de Kennedy. Para más variedad, este diseño, copia casi al carbón del Torino-1996, se utilizó en ese partido con una pantaloneta Saeta. Desfilan para nosotros: John Mario Ramírez, Hílmer Lozano y Ricardo «Gato» Pérez. .

Alonso “Cachaco” Rodríguez

En sus ratos libres podría asesorar a políticos que salieran “quemados” en elecciones de Senado y Cámara porque su especialidad como entrenador de fútbol, fue siempre apagar incendios.

Como si fuera un elemento de utilería en Santa Fe, cada vez que un técnico famoso fracasaba por esa extraña condición que ha dejado a los rojos bogotanos ayunando título durante más de 30 años, los dirigentes levantaban el tubo y lo llamaban a su casa, o al teléfono de los vestidores. Como si estuviera siempre listo, como un obeso pero obediente Boy Scout, el “Cachaco” acudía siempre, vestido con sudaderas anacrónicas, gorrita de larga visera y papada monumental.

Pero más allá de que siempre se le trató como “interino”, el “Cachaco fue uno de los últimos entrenadores en darle felicidad a los fanáticos santafereños, con el subcampeonato conseguido en 1979 por los cardenales, a donde llegó de urgencia para reemplazar a Leonel Montoya que fracasó con el equipo). En ese conjunto estaban James Mina Camacho, Bienvenido Arteta, Lenis Faillace, Eladio Mideros, Rubén Flotta, Moisés Pachón y Ferney Balanta entre otros.

La única vez que nuestra memoria nos deja visualizarlo como técnico en funciones fue en el Deportivo Pereira de 1988, con el que consiguió un cupo en el octogonal final de ese año.

A mediados de 1997 tuvo su última aparición bomberil en el banco cardenal en el interregno entre Pablo Centrone y Finot Castaño. Hasta hace poco estaba como entrenador de la escuela de fútbol Parmalat..

Néstor Pizza

Su apellido es credencial suficiente para pertenecer a a este selecto club. Sin embargo, no es este el único mérito en su haber. Fue también Néstor un eterno suplente, un central bastante limitado y, muy en sus comienzos, una promesa en el Deportes Tolima de Jorge Luis Bernal (si, el mismo) y en la selección que nos representó en los ODESUR’86 que tenía como base a los pijaos y a Juan Topo como seleccionador.

Defensa, lateral y volante de marca, a este antioqueño en raras ocasiones se le vio otro número diferente al cuatro en su espalda. Técnica no derrochaba y sus movimientos se parecían más a los del «Gringo» Palacios que a los de Andrés Escobar. Sin embargo, un as bajo la media cargaba Néstor: esporádicos latigazos que, aun cuando en muy contadas ocasiones iban a templar a las redes contrarias, bastaron para hacerlo famoso y temido entre quienes osaron alguna vez cortar la trayectoria de uno de estos obuses.

Formado en las inferiores del América, club con el que se estrenó en el profesionalismo, depués del Tolima-ODESUR llegó a Millonarios en donde supo ser suplente de oro de Conde, Cuesta, Pimentel y Gamero. Titular indiscutido del equipo alterno junto a Jair Abonía, Luis Quiñónez y en contadas ocasiones Alirio Girón, sólo hasta 1991 con la llegada de Retat pudo durante algunos meses ser titular del primer equipo haciendo pareja con Cerbeleón. En Bogotá estuvo hasta finales de 1992 cuando el Unión Magdalena se fijó en él. Pocos meses después, se volvió a saber de él cuando apareció su foto junto a la del arquero paraguayo Claudio Ibarra y a la del delantero argentino Pedro Manuel Olla en una contraportada del Diario Deportivo que reseñaba los jugadores despedidos del Unión por bajo rendimiento. Pocos se despiden del profesionalismo con foto a full color en el primer Diario Deportivo del país.

Después de un corto periplo por la B, Pizza colgó los guayos. Hoy se dedica a la formación de nuevos valores en la naciente escuela Galápagos de la capital..

Tréllez no pudo ser gardel

En una época en la que la cuota colombiana en el fútbol argentino se limitaba al criollísimo «Mono» Navarro Montoya y en la que la que en la revista El Gráfico y especialmente en su «tapa» sólo tenía cabida lo más selecto del fútbol gaucho, la repentina aparición de un colombiano en la portada del entonces semanario alcanzó a ser catalogado en su momento como una de las grandes gestas del fútbol colombiano.

Como lo muestran las imágenes, el despliegue dado a «la Turbina» fue generoso. El trato que le dio la revista a Tréllez fue el mismo que se le daba a un nuevo valor en ascenso o a la figura del momento después de varios partidos «rompiéndola». El artículo –motivado por el alto número de jugadores extranjeros que comenzaban a llegar a puestos que habían sido patrimonio de los jugadores locales– hablaba, entre otros, del millón trescientos mil dólares que había desembolsado Boca para hacerse a sus servicios y de la necesidad de un compañero para «Manteca» Martínez (un recuadro está dedicado al chileno Ivo Bassay que días después también concretaría su llegada).


Tréllez en la Boca, posa para el Gráfico recién desempacado.

El artículo no escatimaba tampoco en elogios para «Jota jota Gol»; hablaba de un delantero «zurdo, hábil, de muy buena pegada y experto ejecutor de tiros libres». Daba cuenta también del brillante palmarés del nuevo refuerzo xeneize: goleador histórico de Nacional y baluarte del plantel campeón de la Copa Libertadores de 1989. A juzgar por la información que aportaba el artículo, Boca no se había equivocado cuando prefirió al de Turbo y no a un ignoto delantero del Cruzeiro conocido en su barrio y en su casa como «Ronaldo» que le fuera ofrecido al mismo tiempo que Tréllez al club de la Ribera.


Menotti, técnico de Boca, le da la bienvenida a Tréllez. No se conservan registros de la despedida.

Un gol contra Mandiyú de Corrientes, otro contra Gimnasia y Esgrima de la Plata y uno más contra Banfield fue el gran aporte de la Turbina a Boca. En el Gráfico, por su parte, se reforzaron los filtros de la portada. .

Nuevo patrocinador

Por muchos años apoyando el fútbol bogotano a través del club deportivo que lleva su nombre (propietario de los derechos deportivos de buena parte de los futbolistas que pasaron por los clubes capitalinos en los noventa), el Bestiario del balón –siempre preocupado por atraer la pauta de los mejores– le abre un espacio a creciones Irma y con ellos, ese toque de elegancia y distinción que tanta falta hacía en nuestro espacio. .

Especiales del Bestiario: El mito Parmalat

De los mitos que más carrera hizo entre los amigos del fútbol durante los noventa fue el de la inminente irrupción de la empresa italiana en el ámbito futbolístico local. En una década en la que los balances de la empresa parmesana no conocían la tinta roja y la expansión a nuevos mercados era la regla, fue también cosa común que de la mano con la inversión en pasteurizadoras, descremadoras y embotelladoras invirtieran algunos pesitos también en la compra o patrocinio de algún equipo de fútbol local. El caso del parmalat, que gracias al espaldarazo de la firma de Tanzi pasó en pocos años de ser un chico del calcio a uno de los grandes de Europa, sumado al caso de Argentina –con Boca– y al de Brasil –con Palmeiras– llenaban de razones a quienes creian que el pudín, los flanes y la leche deslactosada llegarían a Colombia con un club de nuestro medio como punta de lanza para conquistar al siempre exigente paladar lácteo de los colombianos.

Los rumores en este sentido circularon por dos vertientes. La primera, daba cuenta del interés de la Parmalat por patrocinar a un equipo grande. Los rumores se concentraron fundamentalmente en Millonarios y en menor medida en Santa Fe. Sobre el primero hay que de decir que un lugar común en las disertaciones entre hinchas lamentando la nube negra que se ha posado sobre el club azul en las últimas décadas es la rasgadera de vestiduras por una supuesta negociación malograda en el último minuto que le habría garantizado a Millonarios un jugoso patrocinio durante un buen período de tiempo cortesía de los animalitos de peluche que tanto good will le han traído a la quesera italiana.

La segunda, que se apoyaba en el caso del Parma, hablaba del interés de la empresa por hacerse a a un club chico para impulsarlo y al cabo de dos o tres temporadas llevarlo a la élite del fútbol colombiano. Los protagonistas en este caso fueron el hoy desventurado Cortuluá y el hoy renombrado Lanceros de Boyacá. Quienes sostenían que el equipo corazón sería el que finalmente conquistaría el corazón de Tanzi aseguraban que la mediación de Faustino Asprilla sería más que suficiente para que el equipo del centro del Valle fuera el favorecido. En la contraparte estaban quienes –como lo certifica este artículo de la revista Deporte Gráfico– estaban convencidos de que el equipo insignia del departamento potencia lechera del país sería el elegido. Especulaciones fueron, chismes vinieron hasta bien entrada la década sin que nada se concretara. Finalmente, y sin mucho aspaviento, la firma italiana terminaría por montar su propia escuela de formación para los niños y jóvenes de la capital a cargo de viejas glorias como Juan Carlos Sarnari, Luis Gerónimo López y del gran Alonso «Cachaco» Rodríguez. Mientras esto sucedía el Lanceros pronto pasaría a ser Lanceros Fair Play, para después transformarse en el recordado «Chía Fair Play». Al Tulua, por su parte, le esperaba un camino de bienaventuranzas. .