
El primero de los «Pachitos» de Santa Fe (Wittinghan, Serrano y Delgado) en tener su espacio en esta codiciada galería debutó en 1999 generando gran expectativa entre la parcial por su buen trato del balón y la precisión de sus pases. Al año siguiente, 2000, la joven promesa continuó al alza en un plantel que impotente vio como el gusto por el dinero fácil de Edison Mafla le impediría en las últimas fechas conquistar el ansiado y, a juzgar por el nivel mostrado, merecido título o cuando menos un cupo para la Copa Libertadores. Pero no fue en el equipo del «Guigo» y Tomic donde Pacho alcanzaría el que años más tarde sabríamos que fue su tope. Fue en el 2001 cuando, pese a una lesión que lo alejaría cinco meses de las canchas, se destapó desplegando un fútbol de elegante técnica y jugadas de filigrana.
En el 2002 su rendimiento se mantuvo al alza. Con ocho goles en la temporada terminó de confirmar que estaba listao para emprender vuelo. Todo parecía ir ahora sí viento en popa hasta comienzos del año siguiente cuando una nueva lesión se atravesó en su camino. Tras muchos meses de incapacidad finalmente regresó a las canchas en el segundo semestre en un clásico del que Santa Fe saldría derrotado 2-1. El desempeño de Serrano en el partido estuvo a años luz del que aún permanecía en la retina del hincha. De hecho, el Pachito que se vio en los minutos que pudo actuar el resto de ese 2003 en ningún momento alcanzó siquiera los tobillos de la joven promesa de hacía dos años. Tan paupérrimo fue su regreso que el club cardenal decidió a comienzos de 2004 prescindir de sus servicios. Después de probar suerte en Quindío y Chicó, Pacho terminaría por templar en la Academia Compensar, club en el que, por momentos, dejó asomar aislados chispazos de ese talento que en algún momento derrochó en Santa Fe. Con estos chispazos como argumento, a comienzos de este año partió rumbo a Centroamérica en donde hoy brilla con luz propia en el medio campo del «Águila» de El Salvador. .













