
Algo poco frecuente en las delegaciones argentinas que han visitado este país es la falta de espirítu deportivo e hidalguía a la hora de asumir las derrotas. Una rarísima excepción a la entereza con la que los hermanos gauchos suelen asumir sus derrotas cuando ocurren en esta esquina privilegiada de Suramérica ocurrió a comienzos de 1993 durante el Torneo de la Esperanza celebrado en el Valle del Cauca. Este torneo (el mismo en el que participó el ya mítico Real-Kokoriko) reunió equipos juveniles de Europa y América y sirvió como fogueo para la selección Colombia sub20 que se preparaba para el mundial de Australia de la categoría.
Las imágenes que acompañan este texto corresponden al último partido de la primera fase disputado en Buga entre la selección Colombia y los juveniles de la banda cruzada. Una serie de decisiones arbitrales que no fueron del agrado de los gauchos generaron una reacción algo desmedida por parte de los impetuosos juveniles riverplatenses que, liderados por Matías Biscay, se enfrentaron no con el juez, ni con los juveniles colombianos sino con el pueblo vallecaucano (con el refuerzo de la fuerza pública) que atendió la invitación de los argentinos para ingresar a la cancha y dar inicio a un memorable derroche de puños, patadas y mordiscos.

Un agente del orden intenta reducir al enardecido riverplatense
La velada terminaría en la estación de policía más cercana a donde fue conducido buena parte del plantel de River Plate para responder por los cargos de lesiones personales y daño en bien ajeno. Fue necesaria la intervención del cónsul para liberar a los muchachos de los cargos y permitir así su rapido regreso Buenos Aires. Las reacciones al día siguiente fueron de antología: acusaciones de «malcriados» y «patanes» surgieron por doquier; hubo amenazas de elevar sendas denuncias ante la la CONMEBOL, la FIFA y la OTAN; el país entero de pie mostró su indignación ante el infantil proceder de quienes habían sido acogidos con los brazos abiertos en esta tierra cálida, hospitalaria y madrugadora. Hasta el obispo de Buga aseguró que la excomunión podría caer sobre estos enemigos de la moral, el civismo y las buenas costumbres. Voces delirantes llegaron incluso a sugerir el alistamiento de un escuadrón de nuestros vetustos Mirages para que se desplazaran al sur a resarcir la honra de la nación.

Una semana después, superado ya el diferendo binacional, nada se volvió a saber de las amenazas que hablaban de llevar el caso ante la FIFA ni mucho menos de las denuncias penales. Todo pasó rápidamente a ser un desvirolado episodio más entre tantos que han tenido como escenario nuestros gramados que hoy el Bestiario, fiel a su misión, rescata del cruel olvido.
P.D. Según la leyenda, en esta nómina figuraba el «Burrito» Ortega. Sin embargo, hemos podido confirmar que no había ningún Ortega en la delegación..












