
A la hora de escribir la historia de los refuerzos de madera que han anclado en los equipos capitalinos bastaría un sólo formato en el que «Arsenio Benítez» o «Silverio Ramón Penayo» podrían llenar el mismo espacio en blanco sin alterar el hilo narrativo del texto. Ambas son historias con un sorprendente discurrir paralelo: no hay que olvidar, por ejemplo, que los ya citados Benítez y Penayo fueron casi contemporáneos, como también lo fueron Cotera y Tomic o Catagena y Lobinho. Dos caminos tan paralelos tenían que tener un punto de encuentro y este tiene nombre propio: Marcelo «Pato» Guerra.
Al llegar a Millonarios en el segundo semestre de 2000 hubo un dato de su frondosa hoja de vida (Wanderers, Progreso, Peñarol, Aucas, de nuevo Peñarol): la anterior escala del «Pato» había sido en «Juventud de las piedras», de la segunda división charrúa. Al salir a flote este dato, muchos temieron que el nuevo refuerzo azul fuera, en efecto, de piedra. A otros, más optimistas, los reconfortó que «El pato» no viniera de «Juventud leñadora».
Un gol de tiro libre al Huila y uno en el parque estadio no fueron suficientes para garantizar la continuidad del tibio mediapunta uruguayo. Así, cuando muchos creían que «El pato» había emprendido su regreso a la República Oriental, una hábil gambeta de su vivaz empresario lo dejó instalado en Santa Fe, como gran refuerzo de los rojos para el segundo semestre del año. En Santa Fe, Marcelo sólo aportó argumentos para demostrar cuán acertada fue la decisión de los directivos azules al dejarlo ir. Hay que decirlo, eso sí, Guerra hizo historia al tiempo que aportó su granito de arena en el siempre noble propósito de construir lazos de hermandad entre las hinchadas; nunca un refuerzo foráneo había concretado la gesta de fracasar en ambas orillas el mismo año. «El pato» lo logró y por eso hoy es un personaje con una popularidad que muchos envidian en la capital.
A finales de 2000 regresó a su país natal en donde trasegó por el siempre glorioso Tanque Sisley, Rentistas y Sudamérica. Marcado –e inspirado– por la genial movida de su empresario cuando lo puso en Santa Fe, regresó a Colombia a finales de 2005 con la idea en mente de conseguir como empresario la dicha que en la cancha le fue negada.

Exclusiva del Bestiario: «El pato» con Yohner Toro haciendo sus primeros pinitos como empresario..













