
Lo dijo en su momento el gran Joaquinito: «En Comala comprendí que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver.» Le ha hecho falta a muchos futbolistas, tan proclives al apego a glorias pasadas y a los buenos tiempos idos, escuchar las palabras del genio de Úbeda. En la lista podemos incluir a Julio César Falcioni cuando a finales de 1991 regresó a la tierra que lo consagró como uno de los mejores arqueros del continente en calidad de refuerzo del Once Philips. Respondiendo a un llamado de su antiguo compañero, Gerardo González Aquino, por ese entonces estratega del Once, Falcioni decidió regresar a Colombia después de desteñidos pasos por Gimnasia y Esgrima de la Plata y Vélez Sarsfield.
Como suele ser la regla con estas segundas partes, el Falcioni que se vio en el Fernando Londoño no parecía el mismo que años antes se había visto en el Pascual. Tan mal andaba Falcioni por esos días que hasta el «Chonto» Herrera –que nunca se destacó por sus dotes goleadores– en un partido que el Once perdió 3-1 contra Nacional supo vulnerar su cabaña. Terminó el torneo con el Once eliminado del octogonal y con Falcioni de regreso a Argentina en calidad de ex futbolista..







