Calero Induarte

Durante los ochenta y los noventa, cuando eran aún más tímidos los asomos del marketing en nuestros clubes fue moneda común ver a los arqueros vendiendo por su cuenta el buzo sin que el patrocinador que había comprado el espacio para los diez restantes remilgara. Un poco más común fue ver a los arqueros luciendo en los partidos del rentado los buzos que se habían traído como souvenir de la más reciente convocatoria (hubo también algunos osados a los que se le vio con buzos de la selección sin jamás haber sido convocados).

Esta foto de Miguelito Calero cuando defendía el arco del Deportivo Cali en 1994 luciendo un buzo Umbro –muy común en los arqueros de las selecciones de la época– con un estampado artesanal de «Induarte» –firma que, tras agotadoras jornadas de negociación, llegó a un acuerdo para patrocinar al jóven arquero– da cuenta de ambos resabios. .

Orlando "La Garza" Garcés

Espigado defensa central que compartía con las estrellas de las portadas la obsesión por no revelar cuantos eran los abriles que cargaba a cuestas. Después de una dilatada trayectoria en nuestra divisional de ascenso, llegó a Santa Fe proveniente de Girardot para el segundo semestre de 1996. Su debut –2-0 contra el Cali y fin del invicto del poderoso equipo del «Pecoso»– fue promisorio: «un gran futuro le espera a este jóven valor que hoy apareció en la zaga santafereña», dijeron algunos cronistas, «qué buen central ese pelado», comentaron por su parte los hinchas. Lo que sólo algunos pocos sabían era que el de «La Garza» –como fue bautizado el central de Pradera– era un caso similar al de María Goretti, famosa por parecer de 20 cuando su edad real doblaba esta cifra. Igual que la diva, la cédula de la «Garza» revelaba algo que su fachada se empeñaba en ocultar: había nacido en 1970 y eran 26 los años que acumulaba el día de su debut.

Alternando con otros referentes del pasado reciente cardenal como Adelmo Vallecilla, Óscar Upegui y Diego Tello, Garcés se mantuvo en el primer equipo hasta comienzos de 1999 cuando inició una carrera descendente con escalas en Neiva –ciudad a la que suele ir a templar lo más granado del fútbol capitalino– y Santa Marta, en donde puso su granito de arena para el primer descenso del Unión. Hace poco se publicó una lista con los más veteranos de la primera B en la que la «Garza» brilló por su ausencia. Con base en esto podemos deducir que su carrera, como la de la fugaz presentadora de Chispirrinmiringuirichi, comenzó tarde y terminó temprano. .

Cristian Torres

Delantero chileno que llegó a Millonarios en el segundo semestre de 1993 procedente de La serena como parte del mismo paquete del que también hacían parte Jose Ferreira «Neto» y Junior Da Silva. Llegó referenciado como un gran cabeceador, virtud respaldada por su nada despreciable estatura. Pese a que el paquete estaba conformado mayoritariamente por cariocas, transcurridas pocas semanas después del desembarco en Bogotá quedó claro que el elemento chileno predominaba. De Cristian podemos decir que un gol, de cabeza contra el DIM en Bogotá, en la última fecha del finalización 1993 fue su gran aporte a la causa azul.

Para 1994 el gran «Moisa» Pachón adquirió para el Cúcuta el mismo paquete ahora al alcance del equipo motilón gracias a la baja de Neto. En la frontera se repitió la historia de la capital y hoy, ningun parque de la capital nortesantandereana lleva el nombre del espigado delantero chileno pese a que más de un gol si hizo mientras vistió la rojinegra. Después de Cúcuta regresó a su tierra, al O´Higgins para más señas, de donde emigraria nuevamente, esta vez a México donde pasó con más gloria que pena por el León, el América y el Monterrey. .

José Alfredo Tursi

No pareciera tener lugar dentro de este espacio ya que este arquero argentino que llegó en 1988 procedente de Chacarita Juniors al doblemente glorioso Cúcuta Deportivo tuvo más de una buena atajada en este país. Incluso su debut fue contra Millonarios en Bogotá en un juego que culminó 0-0 y que dejó a las claras las virtudes y condiciones que tenía Tursi.

Él hizo parte de aquel recordado Cúcuta que clasificó a los octogonales de 1988, pero en su último trayecto por canchas colombianas, este hombre, que supo alguna vez pelearse con Fabián Cancelarich cuando ambos disputaban el puesto como arqueros en Ferrocarril Oeste, metió dos perlitas más que jugosas en sus últimos pasos por Colombia.

Fue víctima de una de las goleadas más grandes de 1988 cuando, bajo un aguacero torrencial en el recientemente inaugurado Centenario de Armenia, el Quindío le propinó una estruendosa goleada a los cucuteños por marcador de 7-2. Uno de los goles lo hizo Norberto Peluffo, desde 70 metros, aprovechando que Tursi se andaba secando la cara con una toallita.

La segunda fue en la primera fecha del octogonal contra el América. Los cucuteños perdieron 3-1 en el General Santander. Dos penales cuestionables tenían abajo a los locales, pero un descuento de Saavedra, también de penal, apretaba las cosas. En pleno solazo cucuteño, Tursi salió a cortar por aire un balón dividido. La pelota le pasó al lado de su cuerpo y Hernán Darío herrera venció el arco motilón. Ese fue su último juego en nuestro país y se desconoce su actual paradero.
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Viejos conocidos II

Cortesía de los desatinos de la familia Char, otra encuesta para nuestros visitantes:

¿Quién reemplazará al «Zurdo» en el Junior?
Option Votes %
Dragan Miranovic 5 8.8
Norberto Peluffo 10 17.5
Julio Comesaña 38 66.7
Javier Castell 4 7
Carlos»Papi» Peña 0 0
Alexis Mendoza interino durante un mes mientras regresa el «Zurdo» 0 0
Total votes: 57

¿Quién reemplazará al «Zurdo» en el Junior?

Option Votes %

Dragan Miranovic 5 8.8

Norberto Peluffo 10 17.5

Julio Comesaña 38 66.7

Javier Castell 4 7

Carlos»Papi» Peña 0 0

Alexis Mendoza interino durante un mes mientras regresa el «Zurdo» 0 0

Total votes: 57

Especiales del Bestiario: Kickboxer Betancourt


Arley, haciendo su ingreso trifunfal a la comisaría.

En un gesto que provocó rechinar de dientes y vestiduras rasgadas entre quienes no hablan de la situación del país pues estan bien y trabajando para mejorar, Arley «Carequita» Betancourt dejó muy en alto el nombre de un país injustamente estigmatizado por las pilatunas de unos pocos desadapatados.

Ocurrió el 22 de marzo de 1995, cuando a Colombia le correspondió enfrentar a México por la semifinal del torneo de fútbol de los juegos Panamericanos de Mar del Plata. Promediando la segunda mitad (minuto 68 para más luces), con el partido empatado a un gol, el referí costarricense Ronald Elías Gutiérrez amonestó a nuestro pupilo por lanzar una pelota lejos de donde se desenvolvían las acciones en lo que él interpretó como una maniobra para ganar algunos segundos en beneficio de los intereses colombianos. Por algún motivo que aún no se ha podido aclarar, el gesto del juez tico no fue del agrado de «Carequita», quien, contrariado, se valió de una patada voladora y de un recto de derecha al tabique de Gutiérrez para dejar claro que no comulgaba con la decisión del colegiado.


Arley, demostrando sus dotes.

Después del partido, la seccional tercera de la policía marplatense acogió a Arley para que presentara su versión de los hechos denunciados por un ciudadano costarricense, mayor de edad y árbitro de profesión con única señal el cartílago nasal recién suturado. En su declaración, Arley dejó entrever un sincero arrepentimiento y responsabilizó al ímpetu de sus veinte años de su desmedido proceder.

Con la colaboración de Enunabaldosa..

Los colombianos de Boca Juniors

Era uno de los equipos listo a ser favorito para ganar el título de 1993 en Argentina y en sus huestes, Boca Juniors ya sabía lo que era contar con el buen servicio colombiano, antes de la gloriosa era Bianchi: John Jairo Tréllez y Carlos Fernando Navarro Montoya fueron la magra cuota nacional de un conjunto que, aunque lleno de figuras, fracasó bajo la conducción de César Luis Menotti.

Arriba, de izquierda a derecha: Alejandro Mancuso, Luis Medero, John Jairo Tréllez, Carlos Fernando Navarro Montoya, Raúl Noriega, Carlos Mac Allister. Abajo, en el mismo orden: Diego Soñora, Sergio Martínez, Alejandro Farías, Alberto Márcico, Marcelo Tejera.
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¿Y qué pasó con Castañito?

La respuesta nos la tiene Danilo Gómez,en esta nota de Noticias a propósito de su paso a Racing de Avellaneda en 1989..

Ricardo “El Colorado” Henao

Lucas Jaramillo, el recordado pseudofutbolista, le dijo alguna vez a un periodista con el que estaba en desacuerdo que “para hablar de fútbol, había que ser jugador profesional, o haberlo jugado”. Con todos los dimes y diretes que se podrían escarbar en cuanto al profesionalismo del recién casado ex delantero de Santa Fe, y guiándonos por esa premisa, el único capaz de lanzar conceptos claros y precisos debe ser Ricardo Henao, que más allá de su faceta habitual como comunicador, supo vestirse de cortos en el profesionalismo.

Es que pocos saben que mientras el mozalbete alegre, pupilo de Javier Hernández Bonnet en el noticiero 24 horas, seducía las cámaras al lado de “las Arangos”, aprovechaba los fines de semana para irse a jugar con el Once Caldas el campeonato de 1989.

Como volante de marca enjundioso que fue, su juventud se delata en la imagen, donde porta la casaca blanca del bienamado Cristal Caldas, por su jovial sonrisa y el rubio en su pelo, muy inclinado a deducir que algún tinte se echaba. ¡Cosas de los jóvenes!

Pero contó con mala suerte en el campo deportivo pues aquel Caldas que dirigía el Chiche Dizz hizo una pobre campaña que lo dejó por fuera de las semifinales del torneo. Y para completar, el asesinato de Álvaro Ortega conspiró para que Henao tomara rumbos diferentes al que le marcaba el destino, que era jugar fútbol.

Ya se entiende por qué en el programa “Fuera de lugar” el “Gato” Pérez y él se la llevan tan bien. No hay Mejía, Peláez o Vélez que valgan. Solamente Henao y el “Gatico” son las voces autorizadas para hablar sobre fútbol en este país, según la maravillosa lógica vertida de la sabia y generosa escuela del pensamiento denominada “Lucasjaramillística”.
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Ángel David Comizzo

El “Flaco” o “Locomizzo” (de los peores apodos espetados alguna vez por Mario Alfonso Escobar, solo comparable con el de Jairo “Picardía” Castillo), se bajó en Cali para hacer historia en el América de 1993 que conducía Francisco Maturana. Y a fe que su huella quedó impresa, aunque no de la manera que él quería, tras su paso por canchas colombianas.

Repasemos: Wilmer Cabrera le metió dos autogoles en un mismo partido, Santa Fe aprovechó todas las ventajas que daba en los centros cruzados y le metió un inolvidable 5-2 en Cali, durante su debut atajó un penal al “Teacher” Berrío y luego se fue expulsado del campo por agresión, igual que en un juego en Ibagué contra Tolima y en otro contra Sporting Cristal en Copa Libertadores…

Su pelo, liso, brillante y sedoso como el de los comerciales de Pantene, se alborotaba cada vez que caía dentro de su portería, doblegado ante esa patética y común adversidad de verse derrotado con la camiseta de los “Diablos Rojos”.

En una entrevista a Clarín habló de su paso por Colombia y de una frustrada (por él) transferencia a Millonarios en 1988: «Fui por cinco meses al América para jugar la Copa Libertadores. Era un gran equipo y fue la base de la selección colombiana que goleó 5-0 a la Argentina. Ahí conocí a Pacho Maturana, un gran técnico y un gran tipo. Llegué a River, por la insistencia del Flaco Menotti, yo me iba a Millonarios de Bogotá; ya tenía todo arreglado. Pero apareció la diosa fortuna y una madrugada, a las cuatro arreglé mi incorporación con Santilli. Ese mismo día viajaba a Colombia…”

Su mejor partido en nuestro país está enmarcado entre los enfrentamientos bizarros de la historia de la Copa Libertadores: fue en El Campín, en un juego de desempate en posiciones de la fase inicial de grupos de Copa Libertadores entre América y Nacional. Ganaron los rojos 4-2 en un partidazo donde se lesionó de gravedad el célebre «Canino» Caicedo y Wilson Pérez le metió un gol de setenta metros a Omar Franco.

¡Ojo! ¡su mejor partido y le hicieron dos!
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