Angel Castelnoble

Guaraní y Olimpia de Paraguay, Wanderers, River Plate, Danubio, Huracán Buceo en Uruguay, EMELEC en Ecuador y Millonarios en Colombia es la hoja de vida de uno de los entrenadores con mayor capacidad de engrupir para conseguir un puesto.

A Colombia llegó en 1997 como entrenador de Millonarios, que iba a jugar Copa Libertadores contra los uruguayos Peñarol, Nacional y Deportivo Cali. Más allá de que sus antecedentes como D.T eran más que cuestionables, la dirigencia azul, en uno de sus tantos desaciertos en las últimas décadas contrató al charrúa que, mate bajo el brazo y caradurismo en todas sus actitudes, uno de sus primeros partidos fue la recordada derrota 2-1 en El Campín contra Peñarol, en la noche del gol estúpido de Pablo Bengoechea a Eddy Villarraga y los guayos blancos (untados de griffin) de John Mario Ramírez.

Castelnoble no duró mucho en el país y aunque sus conocimientos tácticos se destacaban por absurdos, el plantel con el que contaba tampoco le ayudó mucho: Guillermo Castrillón, Hilmer Lozano, Gustavo Quijano y otros granados nombres hacían que los desastrosos planteamientos del uruguayo se cumplieran a cabalidad gracias a aquellos jumentos que alguna vez osaron ponerse la camiseta del club más importante de Colombia.

El tipo tiene un mérito: fue quien hizo debutar a Enzo Francescoli en primera división con el Wanderers, aunque cualquiera se hubiera dado cuenta que Francescoli era un crack. No era necesario ser Castelnoble para eso..

Cristian Reinieri Santamaría

Siguiendo con la serie «flor de un día» nuestro invitado es este volante Hondureño. Llegó a Millonarios a comienzos de 1997 y fue sensación. Figura en varios partidos, entre sus goles se destaca el que le hizo al Cali en el Pascual Guerrero en el primer partido de la Libertadores de 1997. Al cabo de unos meses, el nivel de Santamaria decayó notablemente. Al parecer, cayó en las tentaciones de la noche bogotana y poco a poco se fue apagando. Para mediados de 1997 ya era suplente y fue finalmente licenciado en el segundo semestre de ese mismo año. Su salida de Millonarios marcó el comienzo de su trasegar por el fútbol centroamericano: Sapprisa y Cartaginés de Costa Rica, Olimpia de Honduras y más recientemente Municipal Limeño de El Salvador han sido sus escalas.

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Gabriel García

Uruguayo, llegó a Colombia al Cóndor de la primera B en 2000. Su buen desempeño en la que en esa época era la filial de Santa Fe le permitió ser inscrito en el plantel profesional de la escuadra capitalina para el segundo semestre. Su irrupción en el rentado colombiano fue sorprendente, sostuvo un prolongado romance con las redes que le permitió también sostener un intenso, pero breve idilio con la hinchada. Su condición de homónimo del nobel colombiano dio pie para todo tipo de excesos; «El nóbel del gol» fue el menos sonoro de los apodos con los que se le conoció. Durante varios partidos consecutivos se reportó en los minutos finales consiguiendo valiosos puntos para el Santa Fe del «Pecoso», del Guigo, Leider, el Chigüiro, Julio, Ivan López y cia. No obstante, y como ocurre con todos los romances furtivos, la eferverscencia de los primeros días dio rápidamente paso al tedio y Gabriel desapareció lentamente de las redes adversarias. Emigró al Huila en donde no logró consolidarse. Dejó de ser el «nóbel del gol» para pasar a ser «Gabriel García, flor de un día». Años más tarde se volvió a saber de él cuando apareció como gran refuerzo de la Liga Deportiva Universitaria de Quito. La parcial santafereña no salía de su asombro no solo por la reaparición de quien se creía ya marchito sino por los motivos que motivaron su contratación por parte del club quiteño: con su anterior club, el Melgar de Arequipa convirtió 43 goles en una temporada consagrandose como el máximo goleador de liga en todo el mundo. Con este antecedente llegó a un club en el que ahora busca consolidarse, para comprobar, de una vez y para siempre, que no es flor de un día.

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Alex Daza

Delantero de amplia recordación por parte de la fanaticada albiazul. Bogotano, comenzó su carrera en el célebre Fiorentina de Florencia, Caquetá en 1994. Al terminar ese año jugó el tradicional torneo del Olaya para Nacional de Eléctricos consagrandose como goleador del evento y llevando a su equipo al título. Su buen papel en el torneo del suroriente bogotano le representó un cupo en el plantel profesional de Millonarios para la temporada 1995, año que fue sin duda el mejor de su carrera. Comenzó marcando algunos goles en el equipo «satelite» que afrontó el torneo local mientras el equipo titular disputaba la libertadores durante el primer semestre. Para el segundo semestre se había ganado ya un cupo en el primer plantel y por lo visto en los primeros partidos, dificilmente lo cedería. Le convirtió en esos primeros meses sendos golazos al Bucaramanga y al Santa Fe, haciendo gala de una excelente fundamentación. Sin saberlo, había llegado a la cúspide de su carrera: el comentarista de los ojos verdes, Carlos Julio Guzmán, se atrevió a bautizarlo «el goleador de la década», mientras que otros más recatados se referían a él como «la amenaza». Pasó el tiempo y Álex nunca volvió a ser el de esos primeros partidos de la temporada 95-96. Pese a esto, su apodo se consolidó, pero con una ligera variación; de la década, porque hacía un gol cada década. Al año ya era objeto de todo tipo de bromas pesadas, insultos y de un rechazo generalizado de la parcial albiazul. Esto sin embargo no fue óbice (nunca lo ha sido, todo lo contrario) para que Daza permaneciera tres temporadas más en el plantel. Se marchó años más tarde para el Caldas, donde ratificó su condición de goleador decaanual.

Militó también sin éxito en el Quindío y regresó a Millonarios en 1999. Permaneció (se padeció) dos temporadas más hasta que partió para el Bucaramanga a comienzos del 2001 siendo esta la última camiseta que vistió.

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Freddy Castañeda

Apodado «El pirri» (no, no es el mismo) fue la promesa del equipo albiazul en la época de Miguel Augusto Prince. En una encuesta hecha a los jugadores en la que se les preguntaba por cuál de los jugadores jóvenes del plantel mostraba las mejores condiciones, Castañeda fue el escogido. Jugó algunos minutos siempre en las postrimerías del partido. Estas breves oportunidades, teniendo en cuenta que ya tenía esa maldita aura de futura promesa, siempre resultaban insuficientes pues dificilmente tocaba el balón más de una vez. Desapareció del panorama al terminar la temporada de 1996.

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Álvaro Aponte

Sería imperdonable no dedicarle un espacio del bestiario al máximo autogoleador del fútbol colombiano. Este defensor central vallecaucano ha militado en (tome aire): América, Unión, Santa Fe, Cortuluá, Tolima, Cúcuta, Millonarios, Chicó, Pumas, Centauros y otra vez Cortuluá, club en el que se espera, no es seguro, termine su carrera habiendo ya ascendido al cuarto piso. Sobre sus condiciones se puede decir que es un defensor central con buen cabeceo y aceptable velocidad. Sin embargo, esto pasa a segundo plano a la hora de hablar de la virtud que lo hizo acreedor a un sitial de honor en los anales de nuestro balonpié: su increíble capacidad autogoleadora. Obviamente, cada autogol tiene su historia entre trágica y cómica y Aponte es toda una antología andante del autogoleo. Para este espacio rescataremos solo una de sus autoejecutorias, que compartimos a continuación.
Álvaro Aponte llegó a Millonarios a mediados de 1997 en medio del escepticismo sobre su nivel (venía del Cúcuta, colero del campeonato) y alguna prevención en relación con su ya conocida habilidad. Pasaron los partidos y Aponte fue despejando las dudas que se tenían sobre su nivel mostrando un nivel aceptable que le permitió consolidarse en la titular del onceno capitalino. La hinchada poco a poco fue olvidando el asunto y se acostumbró a ver a Aponte liderando la zaga albiazul. Sin embargo, no eran pocos los hinchas que aun guardaban un macabro temor pues habían transcurrido más de dos meses y Aponte no se había hecho autopresente en el marcador. Avanzó el campeonato (adecuación, se llamó ese segundo semestre de 1997) y Millonarios llegó a una instancia definitiva en la que definía ante el Cali el ganador del primer torneo que tendría como premio un punto de bonificación que se haría efectiva en los cuadrangulares finales. Millonarios con la victoria, lograría el primer lugar de su grupo y la consabida bonificación. A pocos minutos del final, Millonarios ganaba 1-0 en una noche lluviosa (como siempre que juega el Cali en Bogotá) y se aseguraba la preciada bonificación. Faltando pocos minutos un lateral del Cali incursionó por su banda y envió un balón rasante al corazón del área. La suerte de ese balón no podía ser otra que las piernas de Aponte. El sino trágico de su destino volvía a aparecer en forma de autogol. El temor que la hinchada venía albergando se hizo realidad: el autogol de Aponte no fue el descuento de una cómoda victoria 3-0 como locales, ni el que enviaría por el retrete una guerreada victoria en campo ajeno. No, llegó en el único momento en que no podía llegar, cuando más dolió. Con ese punto de bonificación la historia habría podido ser otra y a Millonarios no le habría tocado ese cuadrangular en el que Bucaramanga goleó a Junior en Barranquilla en un partido que aún no se sabe si en efecto se disputó y que privó al equipo azul de disputar el título.
La vida siguió, Aponte militó varias temporadas más en Millonarios y no volvió a marcar autogoles. De nada sirvió, refrendó su fama cuando menos debía hacerlo y eso fue suficiente.
Con información de códigof.

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Roberto Cabañas

Entre las curiosidades de nuestro rentado, el fugaz regreso a la actividad de Roberto Cabañas marcó un hito difícil, muy difícil de igualar. De dilatada y exitosa trayectoria, Cabañas militó entre otros en Cerro, Cosmos de NY, América, Brest, Lyon, Boca, Barcelona, Libertad y Medellín, equipo en el que se retiró a mediados de la década de 1990. A comienzos de la década de 2000 y por motivos que aún son motivo de todo tipo de conjeturas regresó al fútbol vistiendo la camiseta del Real Cartagena. Algunos aseguran que fue el resultado de una apuesta al calor de unos rones con algún directivo del equipo, otros insisten en que su precaria situación económica motivó esta decisión mientras que no faltan quienes responsabilizan a una coqueta cartegenera a quien Cabañas quizo impresionar. Sea cual fuera el motivo, a sus 39 años luciendo una avanzada calvicie y un prominente abdomen Cabañas jugó algunos partidos logrando incluso hacerse presente en el marcador y sembrando de paso dudas sobre la seriedad de nuestro torneo.

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Karol Wojtila

En sus tiempos libres, y utilizando una identidad secreta, Vladimir Popovic,  haciéndose pasar por yugoslavo para no despertar sospechas, Karol Wojtila dirigió en Colombia varios equipos logrando dar rienda suelta a una siempre reprimida pasión por el balón. No lo hizo mal, fue campeón con Santa Fe en 1971, dirigió a la pareja Redin-Valderrama en el Cali entre 1985 y 1986, conquistando dos subtítulos al que se le suma el que consiguiera años más tarde con Millonarios.

Diversas fuentes aseguran que no fue nada fácil para el buen Karol llevar a feliz término esta aventura. El principal obstáculo se presentaba los domingos, cuando debía estar por la mañana, en Roma  en el tradicional saludo «urbi et orbi» y por las tardes dirigiendo desde un banco en Neiva, Cúcuta o Ibagué. Esto, sin embargo, tuvo una solución: Wojtila tomaba él mismo el volante de un papamóvil hábilmente disfrazado de vehículo de servicio público intermunicipal-léase Autoboy- que abría paso al bus que llevaba a los jugadores hacia el estadio. Los informantes, que se negaron a revelar su nombre, nos sugirieron revisar con cuidado las grabaciones de las transmisiones desde la plaza de San Pedro, pues aseguran que el personaje que aparecía por el balcón era en realidad un primo de Wojtila quien modulaba al tiempo que sonaba por los altavoces un mensaje que previamente grababa Karol, siempre precavido, los sábados en la mañana.

Fue este mismo primo el que descendió del 747 que supuestamente trajo a Wojtila de visita apostólica a Colombia en 1986. Ni siquiera el mismísimo cardenal Mario Rebollo Bravo, percatose del “cambiazo” que tuvo lugar en la plataforma de El Dorado, en donde esperaba, recién llegado de Cali, el original y vaporoso Karol, quien aprovechaba así el receso del campeonato en 1986 para recorrer el país bajo su segunda identidad.

John Freddy Van Strahlen

Arquero bogotano, en sus comienzos fue eterno suplente de Landaburu en el Bucaramanga. Su máximo logro fue el de poner en aprietos a los narradores a la hora de pronunciar su apellido. Hay que decir, sin embargo, que esto no ocurrió muchas veces pues fueron pocos los partidos en los que pisó el gramado. Después de varias temporadas en el banco del Bucaramanga con algunas apariciones en la titular llegó al banco de Millonarios en 1994. En los pocos partidos en que reemplazó a Villarraga no logró demostrar sus condiciones. Después de su paso por Millonarios este eterno 22 emigró al fútbol venezolano, pasó por el banco del DIM y terminó su carrera en el Huila, equipo en el que por fin pudo enfundarse el buzo «1» en algunos partidos. Actualmente es entrenador de arqueros del Bucaramanga (no solo de los suplentes, también del titular). .

Carlos Fernando Navarro Montoya

La inclusión de este arquero colombo-argentino en este página obedece a los méritos que hizo cuando pasó por su país natal (¿?) apenas comenzaba su carrera. En efecto, Navarro Montoya nunca se arrepintió de esos desvaríos tan propios de la adolescencia que lo hicieron viajar a la tierra en donde vio la luz para defender el arco de la selección Colombia en los dos partidos del repechaje contra Paraguay de la eliminatoria de México 86. Su incursión en tierras colombianas también incluyó un paso corto pero sustancioso por Santa Fe. Emigró arrepentido y denunciando manejos oscuros que años más tarde saldrían a flote. Por estas denuncias fue acusado de apátrida. A juzgar por lo que fue su paso por canchas colombianas era fácil pensar que nos encontrábamos ante un mercenario de antología. Finalmente no fue así y de esta torpeza juvenil solo quedó el impedimento que años más tarde no le permitió llegar a la selección Argentina. .