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Militó también sin éxito en el Quindío y regresó a Millonarios en 1999. Permaneció (se padeció) dos temporadas más hasta que partió para el Bucaramanga a comienzos del 2001 siendo esta la última camiseta que vistió.
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En sus tiempos libres, y utilizando una identidad secreta, Vladimir Popovic, haciéndose pasar por yugoslavo para no despertar sospechas, Karol Wojtila dirigió en Colombia varios equipos logrando dar rienda suelta a una siempre reprimida pasión por el balón. No lo hizo mal, fue campeón con Santa Fe en 1971, dirigió a la pareja Redin-Valderrama en el Cali entre 1985 y 1986, conquistando dos subtítulos al que se le suma el que consiguiera años más tarde con Millonarios.
Diversas fuentes aseguran que no fue nada fácil para el buen Karol llevar a feliz término esta aventura. El principal obstáculo se presentaba los domingos, cuando debía estar por la mañana, en Roma en el tradicional saludo «urbi et orbi» y por las tardes dirigiendo desde un banco en Neiva, Cúcuta o Ibagué. Esto, sin embargo, tuvo una solución: Wojtila tomaba él mismo el volante de un papamóvil hábilmente disfrazado de vehículo de servicio público intermunicipal-léase Autoboy- que abría paso al bus que llevaba a los jugadores hacia el estadio. Los informantes, que se negaron a revelar su nombre, nos sugirieron revisar con cuidado las grabaciones de las transmisiones desde la plaza de San Pedro, pues aseguran que el personaje que aparecía por el balcón era en realidad un primo de Wojtila quien modulaba al tiempo que sonaba por los altavoces un mensaje que previamente grababa Karol, siempre precavido, los sábados en la mañana.
Fue este mismo primo el que descendió del 747 que supuestamente trajo a Wojtila de visita apostólica a Colombia en 1986. Ni siquiera el mismísimo cardenal Mario Rebollo Bravo, percatose del “cambiazo” que tuvo lugar en la plataforma de El Dorado, en donde esperaba, recién llegado de Cali, el original y vaporoso Karol, quien aprovechaba así el receso del campeonato en 1986 para recorrer el país bajo su segunda identidad.

Arquero bogotano, en sus comienzos fue eterno suplente de Landaburu en el Bucaramanga. Su máximo logro fue el de poner en aprietos a los narradores a la hora de pronunciar su apellido. Hay que decir, sin embargo, que esto no ocurrió muchas veces pues fueron pocos los partidos en los que pisó el gramado. Después de varias temporadas en el banco del Bucaramanga con algunas apariciones en la titular llegó al banco de Millonarios en 1994. En los pocos partidos en que reemplazó a Villarraga no logró demostrar sus condiciones. Después de su paso por Millonarios este eterno 22 emigró al fútbol venezolano, pasó por el banco del DIM y terminó su carrera en el Huila, equipo en el que por fin pudo enfundarse el buzo «1» en algunos partidos. Actualmente es entrenador de arqueros del Bucaramanga (no solo de los suplentes, también del titular). .

La inclusión de este arquero colombo-argentino en este página obedece a los méritos que hizo cuando pasó por su país natal (¿?) apenas comenzaba su carrera. En efecto, Navarro Montoya nunca se arrepintió de esos desvaríos tan propios de la adolescencia que lo hicieron viajar a la tierra en donde vio la luz para defender el arco de la selección Colombia en los dos partidos del repechaje contra Paraguay de la eliminatoria de México 86. Su incursión en tierras colombianas también incluyó un paso corto pero sustancioso por Santa Fe. Emigró arrepentido y denunciando manejos oscuros que años más tarde saldrían a flote. Por estas denuncias fue acusado de apátrida. A juzgar por lo que fue su paso por canchas colombianas era fácil pensar que nos encontrábamos ante un mercenario de antología. Finalmente no fue así y de esta torpeza juvenil solo quedó el impedimento que años más tarde no le permitió llegar a la selección Argentina. .

Irrumpió en el fútbol profesional con el Cucúta en 1994. Rápido y buen defensor central, fue el orgullo y la esperanza de su ciudad. Si la memoria no nos falla, inmensa fue la alegría del pueblo nortesantandereano cuando «Bolillo» Gomez lo llamó a la selección para un amistoso previo a la Copa América de 1995. En medio de la expectativa que había generado, sobrevino la tragedia: Ronald tuvo una apendicitis, bajó su nivel y desapareció un buen tiempo del panorama. Después retornó, estuvo en Santa Fe y en el Cali en donde dejó claro que la fatídica lesión había dejado una huella imborrable. Después se estuvo probando en Millonarios a comienzos de la década de 2000 sin conseguir un cupo en el plantel profesional. .

Reconocemos no tener muchos datos sobre la trayectoria de este baluarte juniorista. Sin embargo, su desempeño en las canchas pasa a un segundo plano ante su arrolladora presencia. El día en que la Real Academia de la Lengua decida incluir la palabra «corroncho» en el diccionario esta deberá ser la foto que la ilustre, no joda. .