Corría el segundo semestre de 1985. En Medellín, Lorenzo Carrabs guardaba celosamente las llaves del arco verdolaga respaldado por el cariño de buena parte de la afición. Así las cosas, al joven Higuita –que venía de despuntar en el suramericano juvenil de Asunción– se le advirtió que todavía debía esperar si quería llegar al arco del Nacional. Mientras tanto, en Bogotá, el arco azul andaba algo desguarecido por la lesión de Alberto Pedro Vivalda. Mario Jiménez, suplente de carrera, no desentonó y como buen suplente se lesionó apenas recibió su esperada oportunidad. Detrás de Jiménez estaba el gran Ruben Cuevas para quien tres partidos al año ya eran demasiado. Esta serie de acontecimientos obligaron a los directivos azules a proveerse de urgencia de un cancerbero adicional siendo Higuita el elegido.
Gracias al suramericano de ese año Higuita no era ningún desconocido para la fanaticada. Tanto que aun tratándose de un arquero suplente su llegada ameritó portada –con puesta en escena incluída– de la revista del club. René debutó, casualmente, contra Nacional en Bogotá en un partido que se saldó con empate a un gol. Víctor Lugo, a los ocho minutos del primer tiempo tuvo la fortuna de inaugurarlo. Después disputó dos partidos más, contra Pereira en la querendona morena y trasnochadora y contra Unión en Bogotá. En el primero recibió dos goles (2-2 terminó el partido) en el segundo salió con su arco invicto (2-0 ganaron los azules). Para ese momento Vivalda ya se había recuperado y regresó a la titular. Higuita permanecería en Millonarios hasta el final de esa temporada. La inesperada muerte del mayor accionista azul, Edmer Tamayo, impidió que siguiera en el plantel para 1986 y René regresó a Medellín. Lo esperaba la gloria.
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