La historia dice que este volante de creación no era familiar de Martín, el pelirrojo presentador de Fox Sports, pero la realidad indica que ambos deben venir del mismo árbol genealógico porque nadie los soporta. Martín, mucho más afortunado, solamente es silbado por las multitudes detrás del TV. Leonel en cambio, perdió el 40 por ciento de su capacidad auditiva debido a los sonoros chiflidos que recibió cada domingo cuando Santa Fe perdía partidos de manera copiosa en 1998.
Sin embargo Leonel se las arregló para que su imagen fuera prístina y brillante en su propio terruño. La afamada revista El Gráfico demuestra de alguna manera cómo se comió la gambeta del mediocampista poirque según el pie de foto en la imagen, Liberman «jugó apenas diez partidos en el ascenso. Ahora en Colombia es figura y goleador».
Y todo se debió a una habilidosa estrategia para que se maquillara su rendimiento. Su familia pedía informes de prensa que eran enviados desde las oficinas de Adpostal en el barrio Morato, hasta Buenos Aires. Leonel, que no quería que sus seres queridos se enteraran que no daba pie con bola con el cardenal, le pidió a un hermano menor que le debía 25 mil pesos que cuando llegaran las revistas a casa, recortara las críticas y en ese espacio, pegara textos sobre la carrera de Martín Líberman.
Así, cuando los domingos al calor de un asado hecho con brazos de hombre dueño de casa, la familia Líberman se reunía en la mesa del comedor para leer en voz alta las noticias que llegaban en sendos Nuevo Estadio, Diarios Deportivos y ediciones de El Tiempo, llenas de parches de otras publicaciones.
Entonces, aunque Leonel hubiera jugado atrozmente en El Campín, un cuñado leía, con potente voz de tanguero que «La prestigiosa carrera de Líberman, que abarca la radio y la televisión, lo ha colocado al frente de los más importantes y prestigiosos eventos deportivos durante las últimas dos décadas, incluyendo la Copa Mundial de FIFA (3), la Copa Toyota Libertadores (8), las Olimpiadas (1), y los Juegos Panamericanos (1)».
Todos aplaudían, brindaban con copa de vino y se enorgullecían por ese palmarés brillante del muchacho.
Y esa deuda de 25 mil pesos ayudó para que el embuste se alargara en casa cuando jugó en Argentinos Juniors, Racing Club, Maccabi Petah Tikva, Hapoel Jerusalem, Oriente Petrolero, Santa Fe, Almagro, Liga Deportiva Universitaria de Quito, Náutico, Emelec, Cuenca, Defensor Sporting, Guaraní, Chacarita Juniors, Deportivo Santamarina, América de Río, All Boys y Deportes Arica.
Un día el hermano menor creció, empezó a trabajar y le pagó los 25 mil pesos a Leonel. En ese momento, Líberman se retiró del fútbol. No tenía a nadie más que le ayudara. Ni siquiera su hermano perdido Martín, considerado en varias páginas como el «periodista deportivo más odiado de Argentina».
Nunca más cierto. Es un mal de familia. Un Líberman parece que no sale bien de ningún lado..