Un adiós a la casa de la selección


Las ruinas de un altar de la patria.

La redacción en pleno no lo podía creer. A través del siempre ameno y oportuno Bestiario connetzion nos enteramos de la reciente demolición de la que fue en los últimos 20 años la verdadera casa de la selección: el estadio Orange Bowl de Miami. Sede de 2,354,543 vibrantes confrontaciones contra El Salvador, 1,233,998 contra el seleccionado de Estados Unidos, 342,454 contra Honduras y 34,654 contra Haiti, este gigante florideño fue testigo del debut con la tricolor del 98.3% de los futbolistas colombianos que han merecido ese honor en décadas recientes. Tan instalado estaba en el imaginario de los nuestros, que a más de uno se le escuchó decir «mi sueño es algún día llegar al Orange Bowl (se daba por entendido que su sueño era llegar algún día a la selección)». En fin, el caso es que una vez enterados de la noticia, nos pusimos en la tarea de averiguar más detalles de tan trágico suceso que enluta nuestro balompié. Fue así como nos enteramos de que en los bajos del escenario funcionaba desde hace 15 años una franquicia de la Difútbol que hasta último momento, pabellón nacional izado, se opuso a la demolición. Fuentes sin confirmar hablan incluso de dos secretarias y un funcionario de frondoso bigote y prominente abdomen que optaron por encadenarse a las rejas de la oficina. Se llegó a especular que se trataba de Álvaro González Alzate, versión que fue inmediatamente desmentida por un vocero de la Licorera de Caldas.

Se supo también que a última hora se dispuso el viaje del utilero de la selección a recoger guayos, medias, canilleras, vírgenes, matas de sábila y demás enseres que los integrantes de la selección actual guardaban en uno de los camerinos. A esto hay que sumarle, por último, lo que nos aseguró una fuente muy cercana a la federación: «debo decir que la viabilidad de la selección está en duda. Sin un escenario donde prepararnos y recaudar fondos para otros viajes, veo muy difícil que esto siga, la verdad. No puedo decir más, usted me entiende, es un momento muy complicado». Consultado el técnico Pinto aseguró desconocer la noticia no sin antes negar la que para él es una versión de los enemigos de la selección.

Foto: Bestiario connetzion y Wikipedia..

Adivine el personaje…


Es muy fácil. No es extranjero, jugaba de defensa, fue criado por Carlos Bilardo y le gusta la noche, pero para cazar futbolistas indisciplinados. Adivine y gánese un yoghurt chambourcy con chocolita en compañía del «Manimal» Cortés..

Junior Da Silva

Junto a José Ferreira «Neto» y al chileno Christian Torres, este delantero hizo parte del paquete de refuerzos foráneos que llegó a Millonarios a mediados de 1993. De entrada, a la hinchada le llamó la atención que Da Silva no provenía de algún ignoto equipo del campeonato estatal de Paraná, sino de la siempre enigmática liga suiza. De esto se agarraron empresarios y directivos para anunciar que, junto con Neto, la gran estrella, venía también un «brasilero proveniente de una liga europea». Para no creer.

Confirmando un poco el bombo que había rodeado su llegada, Junior Da Silva debutó con gol en una tarde de domingo en el Campín en la que Millonarios venció al Pereira y que se recuerda también porque José Luis García, lateral azul, hizo su debut bajo los tres palos ante la inesperada expulsión de Eddy Villarraga (ya se habían agotado los, para la época, dos cambios, razón por la que Hernán Torres, arquero suplente, debió permanecer en el banco). Después de su gol inaugural, poco se le volvió a ver a Junior. Millonarios no logró clasificar al cuadrangular final y la cabeza del brasilero fue una de las primeras en rodar en la tradicional poda decembrina. Para fortuna de Da Silva, estaba vigente por esa época la figura de Efraín Pachón en su rol de máximo accionista del Cúcuta Deportivo. Benevolente, Efraín le ofreció al delantero «proveniente del fútbol suizo» un lugar en la delantera del Cúcuta Deportivo en la época en la que la Libertadores era una ruta de flotas para los motilones. En la frontera, el rendimiento del ariete carioca registró una ligerísima mejoría: con dos goles al Bucaramanga en diferentes partidos y uno al Cortuluá puso su granito de arena en el fallido intento de librar al «Doblemente glorioso» de las garras del fantasma del descenso.

Con el equipo en la B, en el Cúcuta de los Pachón no había campo ya para un delantero brasilero con trayectoria europea. Fue así como le cedió su lugar a Arnoldo Iguarán y en una Libertadores partió rumbo a Bogotá, donde se embarcó en un avión rumbo a su tierra natal para nunca más volver. .

Atendido por sus propietarios

Cuando eres periodista y tu selección le mete cinco a Argentina en el Monumental y con eso se clasifica a un mundial, hagas lo que hagas tienes la certeza de que será bien recibido por los lectores. Puedes, por ejemplo, vestir a tres de los más representativos integrantes del equipo de cocineros y ponerlos a preparar, en la cocina del hotel Dann, un suculento sancocho. No hay problema, la euforia del momento hará ver la escena como una cosa de todos los días. El problema viene años después, cuando algún desocupado escarba en el archivo y convierte esa foto en un «boccato di cardinale»..

Radiobestiario deportivo-cultural

Radiobestiario con todo sobre la final:

-Recorrido turístico cultural por el Chicó.

-Música tradicional del Chicó.

-Toda la historia del Chicó F.C. Del Chicó Prostatron al Boyacá Chicó.

-Diego Umaña, más emo que nunca.

-Se mueve la bolsa de jugadores, jugamos a ser directivos capitalinos.

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Felicitaciones al campeón


Nómina alterna del Lanceros campeón: Arriba (de izquierda a derecha): Antonio Toro, Diego Gamboa, Harold Freyle, Mauricio Vargas, Gerson Paz, y Héctor Méndez (delegado). Abajo: Leonardo Huertas, Carlos Salazar, Humberto Caicedo, Andrés Cifuentes, Juan Pino y Byron Agudelo.

El Bestiario del balón, siempre anacrónico, siempre despistado, saluda al Lanceros de Boyacá con motivo de su primer gran festejo después de 15 años de vida deportiva. .

Lewis Hamilton


Lewis Hamilton, haciendo sus primeros pinitos como arquero

Por todos es bien conocido que el Tercer Mundo es el lugar ideal para que figuras de renombre mundial se echen su canita al aire de cuando en vez dando rienda suelta a sus pasiones que por verdaderas son siempre reprimidas. Así, hemos visto en esta sección como el carismático actor Wesley Snipes fue el tormento de más de una hinchada por cuenta de sus zurdas y desatinadas proyecciones al ataque. También descubrimos la verdadera razón por la que el gran «Lucho» Herrera nunca militó en un equipo europeo y nos sorprendimos al enterarnos de que un sumo pontífice impartió doctrina futbolística desde los banquillos del país. Con todos estos datos a cuestas, no tendría por qué sorprendernos que la más reciente figura en surgir en el siempre competido mundo de la Fórmula Uno haya escogido a nuestro rentado para, él también, no dejar morir la que es su verdadera pasión: los tres palos. En efecto, bajo la falsa identidad de José Fernando Cuadrado, el británico Lewis Hamilton ha demostrado en repetidas ocasiones que los reflejos que en las pistas del mundo utiliza para sus arreisgados adelantos, también le sirven para lograr en los estadios colombianos espectaculares atajadas y magistrales salidas que abortan gritos de gol.

Para sorpresa de muchos, el artífice de esta historia tiene nombre propio: Juan Pablo Montoya. Fue al malogrado piloto bogotano a quien, en una conversación casual esperando turno para entrar al baño en el circuito de Valencia, el entonces piloto de pruebas de McLaren le reveló que su vida sin el fútbol carecía de sentido, que de nada servía la adrenalina de los circuitos si esta no estaba acompañada del barullo y la tensión de las canchas.

En un gesto a todas luces inusual en él, Juan Pablo recogió la preocupación de su compañero y recordó que un día de noviembre de 1997, siendo él todavía un ignoto piloto de fórmula 3000, había sido invitado por la directiva de Millonarios a saludar al plantel profesional minutos antes de saltar a la cancha para enfrentar un partido más del torneo adecuación de ese año. Montoya se puso entonces en la tarea de escarbar entre sus papeles viejos con la buena suerte de encontrar el teléfono de la persona que lo contactó para esa ocasión. Conmovido, el piloto bogotano compró una tarjeta de llamadas que lo puso en contacto con las antiguas oficinas de los embajadores, en donde un celador, segundo milagro, le proporcionó los teléfonos actualizados de la sede administrativa azul. Una vez entró la llamada, el revuelo en las oficinas de Millonarios fue absoluto. En un primer momento todos, desde la encargada de los tintos hasta Martín Perezlindo (que pasaba por su liquidación), le advirtieron a quien tomó la llamada que se trataba de una broma de mal gusto. Sin embargo, la conversación fue avanzando y aunque difícil de creer, la cosa parecía cada vez más real: Juan Pablo Montoya, piloto estrella de la escudería McLaren llamaba al equipo bogotano a solicitar una prueba en el puesto de arquero para su piloto de pruebas.


José Cuadrado, en vísperas de un Gran Premio

Todavía perplejos, directivos, funcionarios y miembros del cuerpo técnico decidieron acceder a la petición de «Monty». Días después desembarcó, con pasaporte colombiano a nombre de José Cuadrado y haciendo gala de un impecable español vallenato -preferimos, por petición de la fuente, no revelar los detalles de cómo se hizo a este documento-, el buen Lewis. Una vez instalado y vestido de cortos, en menos de media hora Hamilton demostró que su talento y reflejos eran igualmente aptos para los arcos que para las pistas. Para dicha de su mentor, Juan Pablo Montoya, el hábil moreno fue inmediatamente contratado como tercer arquero embajador. Tan contento estaba el bogotano, que en un acto de desprendimiento, le prometió a Hamilton que todos los pasajes para visitar su tierra a los que tenía derecho en su contrato, se los cedería a él para que tuviera más oportunidades de, por lo menos, sentarse en el frío cemento de El Campín.

Fue en uno de esos viajes que una inesperada lesión de Héctor Burgues le abrió las puertas del fútbol profesional, tercermundista, pero profesional, a Hamilton. El inglés, que por esa época poca atención recibía en la «gran carpa» se concentró en la identidad que había sembrado del otro lado del Atlántico y rápidamente demostró ser un arquero con inmenso futuro. Tanto, que al año siguiente, con la anuencia del team McLaren y su capo Ron Dennis -desde el comienzo enterado de toda la situación- Lewis optó por tener de base a Bogotá, en donde las oportunidades de saltar a la cancha como titular «embajador» se fueron multiplicando. Ocasionalmente, y sólo cuando era estrictamente necesario, «cruzaba el charco» entre semana para fugaces sesiones de prueba en circuitos como Valencia, Jerez de la Frontera y Estoril (como dato curioso, su carisma le sirvió para ser elegido «pasajero simpatía del año» por las azafatas de Air Comet Plus).

Para el 2007 el panorama cambió drásticamente para nuestro íntegro deportista. La escudería, ahora germana, lo puso en una grave encrucijada ofreciéndole el puesto de piloto titular con la condición de que redujera al mínimo sus escapadas a estadios tropicales. Para fortuna de Lewis, en Millonarios apareció la figura de Eduardo Blandón, otro joven y talentoso arquero con pinta de titular. Bastó una llamada desde Woking, sede de la escudería, a Bogotá para aclarar el futuro de Hamilton. En esta comunicación se acordó, con el visto bueno de la directiva azul, que Blandón atajaría los partidos que tuvieran lugar en fines de semana de Gran Premio mientras que Hamilton tendría a cargo el arco en partidos a disputarse los miércoles y los fines de semana en los que no se disputaran competencias del calendario de la Fórmula Uno. El acuerdo funcionó y sin duda el mejor librado fue Lewis, quien ha logrado, de forma magistral, consolidarse de forma simultánea como la gran revelación de la «Gran Carpa» y del «Coloso de la 57».

Con la colaboración de Aníbal Palomino..

Especial Millonarios y Adidas


El modelo que lucieron los azules en 1996.

Concidiendo con el anuncio de la firma del contrato entre Millonarios y Adidas por medio del cual la empresa germana fabricará la indumentaria azul por los próximos cinco años (comenzando en 2009) el Bestiario del balón, siempre fiel a su misión, les ofrece este recuento de la relación entre azules y alemanes.

El primer capítulo de esta historia tuvo lugar en 1984, año en el que por primera vez se vio el logo de Adidas en la camiseta azul. Recordemos que eran otras épocas, eran días en el que el mercadeo y el fútbol todavía no se habían encontrado -al menos en Colombia- y a nadie se le había ocurrido que vender en las tiendas deportivas camisetas iguales a las que usaba el equipo profesional podía ser no sólo una buena idea sino también un buen negocio. Para esos días, lo común era que el club adquiriera un paquete de uniformes y sudaderas (el uniforme de entrenamiento solía ser uno viejo de competencia) al que se le estampaban o cosían el escudo del equipo y los respectivos números. Por esta razón, era común verle a un equipo varios uniformes de diferentes marca y diseño en una misma temporada. En el caso que nos compete, Millonarios tuvo a bien adquirir, seguramente en Cali, donde se fabricaban uniformes de esta marca para todo el mundo, un paquete de camisetas y sudaderas Adidas azules para que las lucieran Valderrama, Espíndola y Vivalda, entre otros. Estos uniformes de dotación se utilizaron hasta bien entrado 1986. Cabe anotar que el América también utilizó durante estos años varios diseños Adidas. El Cali, por su parte, prefirió Le Coq Sportif.


Arnoldo Iguarán, muy galante con el uniforme Adidas y la señorita Bogotá 1986, Ana María Campillo.

Diez años después, en 1996, se volvió a ver a los embajadores luciendo las tres rayas. Fue después del subtítulo obtenido a mediados de ese año, cuando una firma, dicen, poseedora de la franquicia de la marca alemana ofreció confeccionarle los uniformes a los azules. Para esos días Nacional, Santa Fe, Cali y por pocos partidos el América lucían la marca en sus uniformes. Según coinciden las fuentes, no había contratos, valga la redundancia, millonarios de por medio; simplemente la marca poseedora de la franquicia se comprometía a proveer a los equipos y de paso aprovechaba para sacar a la venta una no muy numerosa cantidad de camisetas. Fútbol y mercadeo apenas comenzaban sus coqueteos.

Este segundo capítulo no duró mucho. En primer lugar, se asegura que los fabricantes de los uniformes incumplieron con el envio de las cajas con la indumentaria, motivo que les sirvió a los directivos azules para dar por terminado el contrato a finales de año y regresar a la siempre noble y fiel casa bogotana Saeta. En segundo lugar, un breve repaso a las estadísticas nos muestra como Millonarios no logró ganar ni un sólo partido mientras utilizó esta camiseta. En el fútbol es bien sabido que las cábalas ocupan un lugar preponderante y si después de nueve fechas no se ha ganado ni un sólo partido luciendo la camiseta que justo se estrenó cuando comenzó la racha lo más probable es que estas terminen sus días en una hoguera de sándalo, muérdago y serpentaria. Y algo de mufa si debía tener la camiseta. La noche de diciembre en que Millonarios estrenó indumentaria Saeta en reemplazo de la Adidas, los azules comodamente derrotaron 3-0 al Unión Magdalena en el Campín. Dato curioso, ese uniforme tenía el escudo impreso al revés, seguramente un consejo de algún asesor místico para terminar de romper el malefecio. Al año siguiente los uniformes Adidas se le vieron a los azules en un par de partidos más, uno de ellos contra Quindío en el Campín. En ninguno de ellos se llevaron los tres puntos.


El popular «Huevito» Gil, también luciendo la marca alemana.

Una década y un poco más después, Adidas regresa, ahora sí con todos los fierros comerciales y de mercadeo, a vestir a los azules. Sólo por si las moscas, y esperando también que sirva para acabar con 21 años de sequía campeonil, fuentes cercanas al club aseguraron que el agua de la primera lavada de los uniformes será bendita.
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Deforme su criterio, escuche Radiobestiario

Esperado, valorado y muy vilipendiado, aquí está su Radiobestiario semanal. En esta edición:

-Rompemos las reglas: hablamos de política e invocamos a los antiguos espíritus del mal.

-Bolillo llega a Santa Fe a enseñar a orinar por dentro.

-Las puertas de las finales siempre se le cierran al DIM en el último minuto. Pobre «Caretorta».

-«Yo a este hombre lo quiero mucho», se escuchó en un estadio del país. Conozca al autor de la declaración.

-Se viene una final «bacana», sepa por qué.

-En el Wilfredo Rincón del recuerdo: Maturana en Millonarios.

-Se mueve el mercado de pases. En Pereira se prepara un nuevo Rey de Copas. Tiembla el papa negro.

Escúchelo aquí:

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Cuando no se necesitaban recogebolas…

La tribuna alta del Estadio San José de Armenia era todo un monumento al juego limpio, al juego sin detenciones y veloz por el que ha promulgado siempre la FIFA en cuanto concilio pseudovaticano organiza en Zurich. Qué mejor que un muro de fuerte ladrillo para evitar tanto balón refundido debajo de vallas publicitarias o que quede en manos de «ball boys» mañosos y desprejuiciados que, a cambio de unos guayos AS regalados por el director deportivo de un club cualquiera, refunda la pelota cuando el equipo visitante va perdiendo. Con este modelo la velocidad del juego era rapidísima, casi como el micro. Faltaban los pro-keds, las medias amarillas, la pantaloneta pegada, una que otra «pascuala» y listo. Ni Bibiano Mena, gloria micrera del pasado, soportaría tanto vértigo. Incluso como elemento de seguridad contra barras bravas aguanta, más que la malla o el acrílico.

Pero como es costumbre en nuestro país, las soluciones siempre son a medias. El muro nunca era alto así que para detener un juego complicado, el visitante mandaba a patear balones a tipos estilo Alan Valderrama para que la pelota se fuera hasta la Plaza de Bolívar.

La imagen, en la que vuela José Laurenti, bestiarista arquero quindiano de comienzos de los ochenta, es clara. Con un mural así, ¿pa qué recogebolas?.

Más información sobre el San José de Armenia en este especial. .