En el fascinante mundo de la confección deportiva colombiana son comunes los casos de contratos entre un equipo y una marca (siempre con algún reconocimiento internacional) con final abrupto. Como ejemplos tenemos los casos de Adidas con Millonarios y América a finales de los 90, el de Fila con el mismo América por la misma época y el de Umbro con los azules en 1995 y con el Cortuluá en el 2002. Es justo decir que siempre que esto sucede, las marcas locales (Saeta, Lusti, Torino) aparecen para en cuestión de horas evitar así tener que encomendarle al mensajero del club «buscar 18 camisetas en el Exito mientras vemos qué se hace».
Uno de los casos más recientes de malentendidos entre multinacionales del diseño deportivo y clubes colombianos tuvo lugar a comienzos de 2007 cuando el Junior decidió abandonar la marca local Zodium para firmar con la casa tenística norteamericana Wilson. Como suele suceder en estos casos, lo primero en llegar fueron las camisetas de entrenamiento y los buzos de los arqueros. El paquete con los uniformes de competencia tardó más de lo debido, razón por la que el Junior ser vio obligado a lucir un uniforme de transición durante varias fechas mientras, suponemos, el furgón del servicio de Servientrega con las cajas llenas de uniformes llegaba a la sede «Adela de Char». Pasaron los días y las semanas y nada se supo de los uniformes. Dicen por ahí que las camisetas llegaron primero a algunos almacenes deportivos del centro del país, donde poco o nada le podian ser útiles a los «Tiburones». Después de varias semanas, se agotó la paciencia de los amigos del «Zurdo» y Comesaña (e.g. la familia Char) y se decidió que mientras «se veia que se hacía» se le pediría a la casa bogotana Saeta que los desvarara. Sin remilgos y mostrando gran eficiencia, Saeta pronto tuvo listo un diseño para vestir de urgencia al Junior, todo esto mientras se ultimaban los detalles del contrato con la casa franco-pereirana Patrick.
Junior, con uniforme provisional esperando a Wilson. .