Tal como el fútbol, el cine también tiene su serie B. Para el caso colombiano, sería imperdonable hablar de cine «Serie B» sin profundizar en la obra de Jairo Pinilla, director de largometrajes, hoy de culto, como «27 horas con la muerte», «Área maldita» y «Funeral siniestro». Pues bien, sin tener aún muy claro de qué tipo es el vínculo entre el apellido Pinilla y el fascinante mundo de lo B, hay que decir que si hay un futbolista que sea símbolo de la primera B, al menos en Bogotá, este es Raúl Pinilla, calidoso volante de creación que surgiera de las divisiones inferiores de Millonarios a finales de los noventa que por esos misterios que abundan en el fútbol y en los que no es bueno ahondar, esta es la hora en que sólo ha podido desplegar su talento en la serie B de nuestro rentado.
Contemporáneo de otros que con mayor o menor suceso supieron beber de las mieles del profesionalismo serie A como Gustavo Quijano, Freddy «El pirry» Castañeda y César Rodríguez, a Pinilla le ha correspondido cursar una maestría en paradores rojos, canchas con altorelieve y baños de gato al terminar los partidos. Todo esto, pan de cada día en la primera B, categoría que lo acogió después de que vio como se le cerraban las puertas en el club donde se formó y que hoy es reconocido en todo el mundo por los centenares de jóvenes valores que han pasado por las narices de sus miopes cazadores de talentos.
Pinilla, en sus años de promesa azul
De su trayectoria en la antigua Copa Concasa debemos resaltar que su buen desempeño en ese efímero y floripondio proyecto llamado Unión Soacha, le sirvió para ser llamado como refuerzo de Seguros La Equidad, primero para el tradicional hexagonal del barrio Olaya y después para su debut en la categoría de ascenso comenzando el 2003. Con la Equidad, trise ironía, estuvo hasta el día en el que este equipo consiguió su ascenso a la primera división. Con algo de justo desasosiego a cuestas, aterrizó a comienzos de 2007 en Academia FC, en donde supo aportar su talento al de jóvenes promesas como Ricardo Laborde y llevar al «equipo mandarina» a la final del primer torneo, instancia en la que se hizo presente con un gol en Envigado en el partido de vuelta.
A esta altura de su carrera, es de verdad un misterio apenas comparable con el de la fórmula de la pócima que le permitió al protagonista de «27 horas con la muerte» resucitar después de un día y unas horas en el más allá, la razón por la que este buen jugador no ha podido abandonar la serie B. No es en todo caso un tema de talento, que le sobra, y hay que decirlo, tiende a escasear en su pariente cineasta. Por lo pronto, y en esto si coincidiendo la obra de Jairo, Raúl va en camino de convertirse en un auténtico futbolista de culto. .