Y vámonos…

Nunca tan comprometedora como las reveladoras imágenes de Jaime Castrillón y la siempre coqueta actriz Yuri Katerine, esta simpática imagen, con un cierto aire nupcial, da cuenta de un grado de cercanía y confianza entre Julio César Falcioni y Mario Hernán Videla hasta la fecha desconocido para el grueso de la afición.

Imagen cortesía de DIABLOAMERICANO..

Jimi Hendrix

Como aquél mítico libro de semáforo titulado “Gacha está vivo”, esta historia nos retrotrae a esos personajes legendarios que lloró el mundo tras su fallecimiento, pero cuyo deceso nunca fue bien confirmado e incluso llegó a ser desmentido en varias ocasiones.

Cuando la psicodelia del rock hacía su aparición con Jefferson Airplane, The Doors y Iron Butterfly, Jimi Hendrix empezó a conmover al mundo por su virtuosismo al tocar la guitarra e incluso incendiarla con gasolina de zippo en infinidad de conciertos como el mítico Woodstock

Y las rotativas se detuvieron cuando el 18 de septiembre de 1970 el cuerpo de Hendrix era encontrado sin vida por una sobredosis de heroína en un hotel de Londres cuando se disponía a grabar su quinto álbum. Pero lo cierto fue que Hendrix estaba mamado de su vida de rock star y se voló de tantas fans y autógrafos por firmar y tomó un vuelo desde el aeropuerto de Heathrow hasta El Dorado. De allí tomó un bus que lo condujo a la señorial Riohacha, donde decidió establecerse para dedicarse a otras actividades.

Allí, en medio del sol picante, se puso a jugar en las calles con una pelota, para olvidar el tema de la guitarra y un ojeador del Cúcuta se lo llevó hacia la capital de Norte de Santander.


Acá, en un rato de esparcimiento en el Kokoriko-Tolima

Feliz por estar de incógnito se le dificultaron las cosas cuando tuvo que hablar para firmar su primer contrato con los motilones. Pensó en contar sus peripecias, su fama mundial y revelar la verdad en un balbuceante inglés. Pero se aterró cuando vio una bolsa de hormigas culonas (traídas por un bumangués amigo de la mesa directiva). Cuando el presidente del equipo se echó una bocanada de insectos dorados y los saboreaba como si fuera maná caído del cielo gritó como poseído “I want ants”.

El aguatero dijo de inmediato “regístrenlo con ese nombre que dijo…como Iguarán, y falseemos un par de papeles, pues parece de más edad de la que aparenta”.

Su carrera prosiguió en Tolima, Santa Fe, Millonarios y Junior, y un paso por el Táchira venezolano. Siguió firmando autógrafos, pero con el apellido “Iguarán” y siempre fue extraño que en las concentraciones de los equipos, tomara el tiple y en vez de tocar “El barcino”, interpretara “Hey Joe” o “Crosstown traffic”.
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Juan Pablo Arango

Hubo una época en la que ser jóven, vallecaucano y talentoso no era suficiente para hacerse a un lugar en la nómina titular del América. Eran días en que por delante de las jóvenes promesas escarlatas siempre habría un «Polilla» Da Silva, un «Palomo» Usurriaga, un «Pitufo» De Ávila e incluso un «Pony» Maturana. Con nombres -y remoquetes- de tantos quilates por delante, lo inteligente para quienes hacían sus primeros pintos en el profesionalismo era echar a andar en busca de nuevos horizontes.

Más que cualquier otro de sus compañeros, Juan Pablo Arango ,delantero, caleño de espíritu aventurero, que después de destacarse en la selección Valle tuvo algunos minutos con el América de comienzos de la década de 1990, llevó al extremo el sabio consejo que una buena mañana seguramente recibió en Cascajal: «vayan muchachos, busquen nuevos rumbos, prueben suerte en otros lares». Atenta nota tomó Juan Pablo de este consejo y, juicioso, se las arregló junto con el bogotano Juan Carlos Niño para embarcarse con destino a China en una época en la que nuestros futbolistas no conocían destino diferente a los internacionales de Avianca.

Después de haber vivido las duras y las maduras, con hoy pintorescos, en su momento dramáticos, llamados a las emisoras deportivas pidiendo consejos sobre cómo sazonar una culebra y en qué término saben mejor los ratones, Juan Pablo regresó en silencio a Colombia. País ingrato, jamás le agradeció a estos dos pioneros, a estos dos jóvenes emprendedores su gesta. Con una hoja de vida díficil de descifrar por los carácteres en los que se registraba su paso por el lejano oriente, debió contentarse con lo que le ofreció el Atlético Huila, que para ese entonces, 1994, apenas se estrenaba en la primera división.

Sin llegar nunca a consolidarse, trasegó también por el Cortuluá y el Once Caldas hasta que en marzo de 1997 lo volvió a picar el bicho de la aventura y animoso atendió el llamado del «profe» Janio Cabezas para encabezar una muy bestiarista cuadrilla de compatriotas de la que hacían parte también César Zape y Stewar Lasso para reforzar a los «Armadillos» de Houston,equipo que si hemos de creerle a la fuente sería el invitado de ese año en la variopinta liga estadounidense. Su llegada a los misteriosos «Armadillos» es el último rastro que se conserva de nuestro homenajeado. Sin embargo, y sabiendo ya de lo que es capaz, los lectores de este espacio no deben estar entre los sorprendidos el día en que en prensa o televisión se anuncie como gran novedad el descubrimiento de un DT colombiano triunfando en la siempre complicada liga bielorusa. .

Las vainas de jugar contra los "rusos"

«Pilas que vamos a jugar contra unos «rusos»», dijo un dirigente de Independiente Santa Fe a sus jugadores a comienzos de los años ochenta, pensando que sería una fenomenal motivación para sus futbolistas enfrentarse a una poderosa selección internacional.

Sin embargo los muchachos bogotanos estaban acostumbrados a otro tipo de estepa cuando se hablaba de los «rusos», porque cuando el plantel terminaba sus entrenamientos matinales ya sabía que si se hablaba de rusos, el cuadro a encontrarse en las afueras del Parque La Florida o en las vecindades del Club de Empleados oficiales, era ver dos arcos de banquitas, un pastizal irregular, varios cascos plásticos, sendas bolsas de sopa y varios juegos de botas Machita con los que la clase trabajadora obrera que ha hecho grande al país, jugaba fútbol en los descansos de duras jornadas a punta de ladrillo, estuco y taladro.


Imagen exclusiva del «Picadito» dominical.

Los santafereños no se preocuparon en demasía por las consecuencias que podría acarrear un juego de esta estirpe: simplemente el único temor para ellos era saber si sus canilleras serían capaces de aguantar un patadón de una bota de caucho color amarilla o si el «tercer tiempo», de quincena invertida en canastas de pola, iba a ir por cuenta de ellos. Incluso les llamó la atención que fueran a abrir El Campín para enfrentarse a un combinado de albañiles. Entonces, en vez de estudiar tácticas y estrategias para contrarrestar al rival, empezaron a buscar terminología adecuada para jugar con ellos. Fue por eso que Bienvenido Arteta, Eladio Vásquez y Miguel Ángel Converti se dedicaron a ensayar expresiones como «chiquita, chiquita», «hágame famoso», «garosiela, garosiela» y «No la envicie», para estar acorde con la ocasión.

Pero cuando saltaron al campo la realidad fue otra: el estadio estaba hasta las banderas y enfrente no estaba el señor Albarracín y un combo de enjutos u obesos obreros. Era la selección de la Unión Soviética que, comandada por el estelar Valery Gazzaev le dio un baile de la madre a Santa Fe, que cayó 5-1.

La leyenda cuenta que algunos jugadores intercambiaron pañoletas y botas Machita, por camisetas y guayos de sus pares soviéticos
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Combo Bestiario: Millonarios-Mustang-Cinta aislante, Álex Posada y aceite Topacio

El Bestiario del balón, siempre preocupado por sorprender a sus lectores, los complace hoy con este post dos-en-uno con bonus track.

En primer lugar, para los fanáticos del diseño de prendas deportivas tenemos aquí la camiseta Saeta, versión visitante, que utilizara Millonarios durante el segundo semestre de 2002 con un grueso trozo de cinta aislante negra cubriendo el nombre, no el «cavallino rampante», del patrocinador. Con esta audaz propuesta, el utilero azul de la época respondía a la crisis de ropa deportiva que padeció Millonarios a comienzos de 2003 cuando ya había terminado su contrato con Saeta y aún estaban lejos la provisión de ropa Runic, firma encargada de vestir ese año al equipo. A pocas horas de comenzar la temporada regular, a la crisis de indumentaria se le sumó el vencimiento del fugaz contrato con Mustang una vez terminado el 2002. Con este panorama, no hubo mejor solución que recurrir a la cinta aislante de la caja de herramientas de la buseta del club para sortear el impasse y poder debutar contra el Unión en Santa Marta.

Por otro lado, y pensando en quienes consideran que los varones no deben hablar de moda, modela para nosotros Álex «La piña» Posada, defensa central de buena talla que después de sorprender en el Quindío a finales de los noventa, de ser uno de los artífices del «Londrinazo», de propinarle una descomunal coz a César La Paglia en la libertadores de 2002 que estuvo cerca de dejar fuera de circulación al argentino, y de irregulares campañas con América y Tuluá había llegado a comienzos de ese año como solución en defensa. Nadie se imaginó que esta calurosa tarde samaria –si señores, la misma en que el «Temblor» Valencia tocó el cielo sólo para chamuscarse– sería de debut y despedida para Posada, esta última motivada por la negativa del club a cumplir con las exigencias que hiciera el defensa sobre el vehículo último modelo que consideró era el que se ajustaba a las necesidades de su familia. Depués de la larga para que le representó su intempestiva salida del cuadro azul, militó en el Deportivo Pereira y en el Deportivo Quito de la hermana república del Ecuador. Fuentes que se negaron a revelar su nombre nos aseguraron que hoy vive, lejos del fútbol y cerca del frío, en Canadá.

Y el bonus track: ¿cuántas derrotas de sus equipos doblegados ante el temible tridente que conformaban el otrora poderoso «Ciclón bananero»; el caprichoso devenir de «La loca», la brisa de las tardes samarias junto con el inefable «morrito», que con precisión alemana la «Puya» Zuleta sabía impactar para desubicar incautos goleros, tuvieron como telón de fondo el muro del Eduardo Santos pintado con la publicidad de aceite vegetal Topacio?.

Cuando la Libertadores era apenas una ruta de flotas. II parte.


Los motilones en 1986 no estaban pensando en mirar cómo perforar la defensa de Nacional de Montevideo por los cuartos de final de la Copa, ni mucho menos. Con tal de no ser coleros, todo valía. En este nuevo recuerdo del club nortesantandereano esta bestiarísima alineación del club que, como era su costumbre hasta hace pocos años, era la de acomodarse sin problemas en el último lugar de la tabla, por sus flojísimas respuestas en la cancha y porque los dineros no llegaban en esos tiempos a las cuentas bancarias de los futbolistas. El equipo lo dirigía Jaime Rodríguez y entre otros nombres están los del arquero uruguayo Carlos Arias, Carlos Mario Estrada, Carlos «La fiera» Gutiérrez, Jair Abonía y Rafael Casadiego..

Santa Fe subcampeón de la Copa Conmebol


Plantel de Santa Fe que disputó el partido de vuelta de la final contra Lanús.

Esta fue la oportunidad en la que Colombia estuvo más cerca de llevarse esta especie de Copa Uefa suramericana, creada por la Confederación Sudamericana de Fútbol a principios de los noventa y por la que desfilaron toda suerte de extraños clubes como Huila, Quindío, Deportivo Español (Argentina), Porongos (Uruguay), Independiente Petrolero (Bolivia), Sportivo Alagonao (Brasil), Sampaio Correia (Brasil), Huracán Buceo (Uruguay) y Deportivo Sipesa (Perú).

Era común que estas nobles instituciones tomaran los cupos de clubes con más historia y que se negaban a atiborrar su calendario de partidos con esta competición. Esa renuncia de los equipos más importantes a disputar el torneo fue la daga que terminó acuchillando un torneo que, de haberse hecho con la seriedad necesaria, hubiera sido muy atractivo.

De hecho Santa Fe logró su cupo para participar en la Conmebol gracias a un extraño método de clasificación: en el torneo colombiano 1995/1996 se dio un incentivo para aquellas instituciones eliminadas del octogonal. Aquellos que habían quedado ubicados del noveno al duodécimo puesto se iban a luchar la clasificación a la perrateada Conmebol y los cardenales se ganaron el cupo al vencer a Medellín, Huila y Tulúa, sus adversarios de ocasión.


Upegui y Villamizar luchan contra Gonzalo «El Pejerrey» Belloso en la final

Ya en disputa del torneo, Santa Fe arrancó su camino hacia la final enfrentando al Táchira de Venezuela, con el que empató 2-2 en Venezuela y venció 3-0 en Bogotá. El siguiente escollo fue el Bragantino de Brasil, al que se le ganó 1-0 en El Campín y se eliminó con un sufrido empate a cero como visitantes.

Las semifinales ya trajeron más emoción: el Vasco Da Gama peloteó a los rojos en Río de Janeiro pero apenas pudo sacar una escasa diferencia de 2-1. En Bogotá el rojo ganó 1-0 con gol de cabeza de Robert Villamizar y la definición por penales fue la manera de dirimir el clasificado a la final: un súbito apagón de luz que retrasó el juego media hora y el yerro de Edmundo ante Rafael Dudamel en el punto blanco dejó a los hombres dirigidos por Pablo Centrone listos para chocar con Lanús, el otro finalista, que había sacado del camino a Rosario Central.

En el sur del gran Buenos Aires los granates de Héctor Cúper ganaron 2-0 (Mena e Ibagaza) y en Bogotá, en un marco impresionante (al estadio no le cabía un alfiler) las cosas parecían tomar un rumbo diferente cuando Pacho Wittingham, a los dos minutos de juego, convertía un penal claro a favor de los rojos.


Cúper celebra la obtención de la Conmebol en el camerino norte del Campín

Los 88 minutos restantes los habilidosísimos Gustavo Díaz y Farley Hoyos, los sanguíneos Roberto Vidales y Jorge Salcedo y el incomprendido goleador Silverio Ramón Penayo, chocaron contra la muralla de Carlos Ángel Roa, portero de Lanús y quien fuera arquero de Argentina en el Mundial de 1998, gran figura del juego.

¿Y es que Santa Fe cómo pretendía ser campeón con Penayo, Díaz y Farley Hoyos en ataque? Fue una de las formaciones menos brillantes del rojo en su historia, pero su enjundia los tuvo ad portas de la hazaña.


Síntesis de la Revista El Gráfico de la final.

Felicitaciones

El Bestiario del balón, siempre ajeno al discurrir de otras disciplinas deportivas, hace una excepción para saludar a la selección Colombia campeona mundial B de waterpolo en Kuwait. Por más que nos desgañitemos buscándolo en el fútbol, dificilmente encontraremos en nuestro querido balompié un logro tan supremamente cargado de aroma Bestiarista como el que hoy nos brinda este combinado que por un momento nos hizo recordar a su predecesora, la también muy bestiarista selección Colombia campeona mundial B de hockey sobre ruedas en Bogotá en 1989.

A propósito, amables lectores: ¿que títulos, eventos y jugadores B han nutrido nuestro fútbol?

Foto: El Tiempo.

Especiales del Bestiario: Estadio Romelio Martínez

Una muestra de la bella arquitectura del Romelio Martínez

Contribución: Abra
Escenario predilecto en la ciudad de Barranquilla para el popular “carrusel»: procedimiento poco ortodoxo que por años ha mantenido familias enteras, pagado universidades, cancelado culebras, sostenido amantes y generado algunos numeros rojos en la contabilidad del municipio, es considerado una de las obras maestras más antiguas del rebusque costeño con alcance nacional.

Del escenario de esta práctica -patrimonio inmaterial de la nación- es bueno decir que hasta 1986 era el principal escenario deportivo de la ciudad, el resto eran mangas para la practica del béisbol y el fútbol con cocos y a pie limpio.

Fue construido en el año de 1934 con motivo de los Juegos Atléticos Nacionales de 1935 y respondía al nombre de “Estadio Municipal”. Su capacidad inicial era de 10.000 espectadores. Antes de la construcción de este estadio se utilizaba la cancha del estadio Moderno para la práctica del fútbol en la ciudad. Se dio a conocer en el plano internacional con motivo de los los V Juegos Centroamericanos y del Caribe realizados en 1946, evento en el que Colombia se descachó y fue campeón, invicto, de fútbol ganando los 6 partidos que disputó.


Fritos y demás viandas se consiguen en las afueras del mítico escenario

La hoja de vida del querido «Romelio» no fue ajena a los procesos de contratación que tan atareada mantienen a la Contraloría General de la Nación.Fue a comienzos de la década de 1970 cuando las frecuentes romerías de hinchas junioristas obligaron a la administración municipal a pensar en una ampliación del escenario con la construcción de nuevas graderías. Sin embargo, un ligero error de cálculo en los diseños, resultado seguramente de un Tres Esquinas de más la noche antes de entregar la licitación, obligaba a reducir el ancho de la calle 72 (aledaña al estadio) para poder concluir las obras. Después de muchas deliberaciones, también con Tres Esquinas de por medio, cómo no, se decidió demoler la tribuna nueva aún inconclusa. Esta decisión fue motivo de de fuertes críticas y la prensa local pronto la bautizó «tribuna de la vergüenza». Vergüenza que no se le vio a los contratistas cuando meses después se les vio ingresar con carretillas a la sucursal bancaria donde les fue consignado el dinero del contrato.Después de este incidente se decidió construir el estadio Metropolitano, cuyas obras terminaron en 1986.

Entre las gestas de las cuales ha sido espectador el «viejo y querido», sobresale la del 31 de marzo de 1981, cuando Junior y River plate empataron a cero goles. El mismo día en que el arquero del Júnior, Juan Carlos Delménico, le atajó un penal a Daniel Passarella y el árbitro le anuló un gol a Tutino. Al terminar, el técnico del club de la banda cruzada, Ángel Labruna, le dijo a los periodistas que había recopilado abundante información sobre su rival gracias a sus “enviados especiales”. Con una sonrisa picarona en el rostro, después explicó que éstos no eran sino los técnicos argentinos que trabajaban en ese entonces en Colombia.


Esta fue una de las últimas formaciones del Junior que jugara en el Romelio Martínez

Este partido debemos traerlo a colación, pues fue también escenario de todo tipo de artimañas con el fin de indisponer al equipo contrario en su concentración. Sucedió aquella vez que los riverplatenses, de entrada, se quejaron por el excesivo calor de Barranquilla. Su idea, una vez llegaran al hotel, era tomar un refrescante baño, pero tarde se percataron de que no había servicio de agua en los alrededores, a duras penas un feroz arroyo en el que ni el más valiente de los riverplatenses se atrevió a chapotear. Dicen las malas lenguas que para algunos jugadores del Junior esta terminó siendo un arma de doble filo si tenemos en cuenta que el fétido hedor que invadió los predios del arquero visitante (el gran Ubaldo Matildo Fillol)mantuvo a raya a la delantera tiburona.


Fotografía del Romelio tomada con el «Kokorikóptero» del Bestiario del Balón

También hay que hablar del domingo 25 de Agosto de 1968, cuando se enfrentaron Atlético Júnior e Independiente Santa Fe en un «Romelio» lleno hasta las banderas. La razón fundamental de aquel lleno a reventar en la «Arenosa» se debió, en buena parte, al estreno en las filas del equipo barranquillero del bicampeón mundial, Manuel Francisco do Santos, más conocido como ‘Garrincha’.


En el pasto pelado del escenario barranquillero, Garrincha estuvo defendiendo en una ocasión la camiseta del Junior.

Pero no todo lo ocurrido en el que fuera el máximo escenario de los barranquilleros fue color de rosas. A Eduardo Julián Retat le debe producir urticaria cualquier alusión al Romelio Martínez.En este escenario, un 12 de mayo de 1968 en un partido en el que Junior derrotó dos goles por uno al Independiente Santa Fe, el argentino al servicio del equipo «Tiburón», Oswaldo Pérez, supo propinarle un violento guayazo en la rodilla. El impacto en un primer diagnóstico lo mantuvo alejado de las canchas por varios meses. Más adelante sería el detonante de su retiro definitivo de la actividad.

Por último, no podemos dejar de recordar algunos datos curiosos del «Romelio». Por ejemplo, que igual que su hermano mayor, también fue una vez «casa de la seleccción» durante la eliminatoria del campeonato mundial de Inglaterra 1966. Fue también fortín de los tiburones en las campañas que le dieron al Junior sus primeros dos títulos profesionales en 1977 y 1980 y testigo de su participación de las Copas Libertadores de 1971, 1978, 1981 y 1984. Y no fue estadio «de un sólo local». En él supieron ser locales en diferentes momentos del campeonato profesional de fútbol de Colombia, equipos como Deportivo Barranquilla, Sporting, Libertad y más recientemente el Unicosta de Barranquilla. En la actualidad alberga los partidos de local del equipo Barranquilla Fútbol Club de la primera B profesional.

El nombre del estadio es un homenaje a un reconocido futbolista barranquillero de las décadas de 1930 y 1940 que murió en un accidente aéreo el 15 de febrero de 1947. Romelio Martínez hizo parte de la selección Atlántico que participó en los juegos nacionales de 1932 y 1935, del Sporting de Barranquilla, del Juventud Júnior y de la Selección Colombia de 1938.

Fue declarado monumento nacional por medio del Decreto 1802 del 19-Oct-1995. Un poco opacado por el Metropolitano, el «Romelio» pese a todo se las ha sabido arreglar para seguir siendo escenario de gestas memorables. En efecto, el año pasado en una olla gigante instalada en su gramilla se cocinó sancocho más grande del mundo. El evento contó con el aval de los representantes del libro Guiness para Latinoamérica y el Caribe. También es utilizado como sede para veladas boxísticas, conciertos y eventos del Carnaval de Barranquilla.
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Colombia-Comba 1989

Se equivocan quienes creían que Lotto-Panamá era pionero en el siempre competido campo de la copia al carbón de diseños de multinacionales. Como lo muestra esta imagen que data de 1989, la firma pereirana Comba -que, hay que decirlo, siempre estuvo lista en paz o emergencia para hacerle la segunda a equipos y selecciones ante desplantes de marcas con más renombre- ya había recurrido al papel mantequilla como respuesta a un pedido con carácter urgente de la Federación. No sobra decirlo, el diseño que se puso debajo del papel calcante es el de la camiseta Adidas que la selección lució durante las eliminatorias al mundial de Italia 1990. Posa para nosotros Miguel «Niche» Guerrero.

Gracias, DIABLOAMERICANO..