Contribución: Maximus
A nadie le gustan las falsas esperanzas. Mi abuelo, sabio como él, cada vez que los contrarios acechaban nuestro arco, visiblemente resignado decía: “este partido se perdió”. El sabía que generar falsas esperanzas era de pésima educación. Es mejor fracasar desde un principio. Al final casi siempre uno se reencuentra con la estúpida realidad y queda como queda uno después de las conversaciones que empiezan “si me ganara el baloto yo haría muchas cosas. Por ejemplo…”.
Corría el primer semestre de 2003. Las eliminatorias para el mundial de 2006 no empezaban aún, –no hay que olvidar que nuestra selección había sido prácticamente eliminada de antemano en el momento en que se escogió a Francisco Maturana como director técnico, sin más meritos que una seguidilla de fracasos por todo el continente y una oscura pero diciente aparición en ‘Condorito’–. Así, con la selección dando tumbos, la afición pudo, sin mayor problema, concentrarse en el rentado local y en la Copa Libertadores de América. Sin distracciones. Excepto el llanto de Daniel en Protagonistas de Novela y las vicisitudes de guarichas que hoy son presentadoras y lobazos que hoy son lobazos.
Por su parte, la Copa Mustang I de ese 2003 rompía fuegos a principios de febrero, cuando el certamen “continental” se encontraría ya en pleno desarrollo. Así, a nadie le sorprendió ver salir al América de Cali visiblemente fuera de forma a jugar contra el Santos ese 5 de febrero. El primer rival de los escarlatas era el Santos Diego, Robinho y Ricardo Oliveira, entre otros. El marcador final fue un 5-1 en el Pascual Guerrero con un proverbial baile de Robinho a un Iván López que todavía es visitado por el volante gaucho en sus pesadillas. Pasaron las semanas y el rojo vallecaucano empezó a mejorar su juego. Después de la derrota en Cali vino un empate a uno en la visita a Nacional de Ecuador y luego, con un hat trick de Julián Vasquez, el rojo derrotó 4-1 a 12 de Octubre de Paraguay, campeón de la competitivísima liga guaraní en el Clausura 2002 derrotando al todopoderoso Libertad. En resumen, y con el perdón de los más fanáticos, un equipo malo. No obstante, la prensa, y no sólo la colombiana, parecía gratamente impresionada; los locutores de Fox Sports Américas se refirieron en más de una ocasión al América como “candidato”.
Después de otra debacle ante el Santos, le correspondió al cuadro caleño despachar al Racing de Gerardo Bedoya –con amonestación, cómo no, para el de Ebejico, quien siempre veía la disciplinaria en los clásicos vallecaucanos– por la vía de los penales. Después de Racing, la recordada serie contra River en la que el “Pecoso” Castro –como siempre un hombre recto, buen competidor y nada mañoso– fue expulsado en Cali después de intentar un alargue extra rápido de cabello a Hussain en plena pista atlética del Pascual. Esa fue la noche del 4-1 que sigue siendo, a la fecha, el último gran recuerdo del hincha rojo (sólo comparable con la partida de Manuel Galarcio). En las otras series, el Medellín había también se las había arreglado para llegar a las semifinales a costillas de Cerro Porteño y el encopetado Gremiode Porto Alegre. Las llaves de las semifinales terminaron confeccionadas de la siguiente forma: Boca-América y Santos-Medellín.
Tal panorama hizo que la moderada prensa colombiana se deleitaba con lo que podía ser una “final colombiana”. El “Pecoso”, cauteloso como sólo él lo es, decía que era “lógico” desde el punto de vista arbitral y comercial que la final fuera Santos-Boca. Sólo por temas arbitrales y comerciales, por supuesto. No había necesidad de recurrir al manido “X es colombia en la Copa Libertadores” porque eran dos los equipos colombianos en esta instancia definitiva. Todo un motivo para volver a inflar el orgullo nacional. En medio de la expectativas, las preguntas de siempre: ¿Sería esta la quinta final del América? ¿ Se volvería a asomar la maldición de ‘Garabato’? ¿Impediría don Garabato que el América esta vez si se llevara la Copa?
El resto es historia. Partido de ida en la Bombonera y un lapidario 2-0 en contra. “Vamos a los penales” decían los hinchas y la prensa. “En el Pascual los llenamos”, “ese Tévez no es gran cosa”.
En efecto, ocho días después hubo penales. Schiavi y Delgado fueron los encargados de rubricar desde el punto fatídico el 4-0 que hizo rodar por el retrete a la tan anhelada final colombiana. Al vergonzoso 3-0 con que terminó la primera mitad hay que añadirle que la defensa americana sencillamente no vio a Carlos Tévez. Tanto así, que fue sustituido en el minuto 50 por la obvia ventaja que su presencia suponía. A Cangele, su reemplazo, tampoco es que lo hubieran visto de a mucho. El “Pecoso” en el banquillo esta vez no tuvo oportunidad de aplicar su revolucionario tratamiento a ningún contrincante. Nadie iba a quedar incluido en la Lista Clinton. Nadie hablaba la de la maldición de Garabato. El resultado hablaba por sí solo.
Sin embargo, no todo fue negativo. Julián Vásquez fue uno de los máximos anotadores del torneo con ocho tantos. Con nueve se situaron Marcelo Delgado (que anotó tres en la serie de la final) y Ricardo Oliveira, el mismo que después fracasaría en el Valencia.
Medellín, por su parte, batalló hasta el gol de Leo que sentenció el 2-3 a los 87 minutos del partido de vuelta. En el de ida Santos se había impuesto 1-0 con mucha dificultad. El campeonato sería de Boca, y contrario a lo que después se insinuó, Santos recibió medalla de subcampeón en las narices de Carlos Bianchi.
Así, el destino tuvo a bien decidir que la final colombiana no iba a ser en ese 2003. Tenía, sin embargo, reservadas mejores cosas para Colombia en el 2004. Sólo en el 2004.
La gesta roja
Contribución de «Anónimo»
Después de haber conseguido en 2002 su anhelada tercera estrella, al «Poderoso» le correspondió medirse en la primera fase con Boca Juniors de Argentina, el Colo Colo chileno y el Barcelona de Ecuador. En su debut ante boca en la mitica bombonera, todo permitía presagiar una masacre digna del libro Guinness. Pero no fue así. Medellin salió a jugarle a Boca de tu a tu, perdiendo sólo por 2 goles a 0 y con penal desperdiciado por Tressor Moreno cuando el partido estaba 1 a 0. Para el siguiente partido, contra Barcelona de local, con dificultad y gracias a un golazo de «Choronta» Restrepo, Medellín vencía a los vecinos por 1-0. Animados por esta victoria, Medellín viajó a Santiagoa jugar contra Colo Colo. A pesar de buen juego exhibido, el partido terminó con una derrota por 2 goles a 1. En el siguiente partido, contra Boca en Medellín, un gol en la agonía del partido de David Montoya le dio el triunfo al rojo y aumentó las esperanza de clasificar a la siguiente estancia. Con este panorama viajó el DIM a Guayaquil donde goleó al Barcelona por 4 goles a 2. Este resultado, unido a un empate entre Colo Colo y Boca en «La Bombonera» le permitió al «Milancito» clasificar a octavos. Faltaba un partido, de trámite claro está, ante Colo Colo. Este terminó con victoria cómoda del DIM 2 goles a 0.
En los octavos el rival fue el Cerro Porteño. En el partido de ida jugado en territorio paraguayo, los rojos se escaparon con la victoria por la mínima diferencia, otra vez gracias a David Montoya. Por su parte, en la vuelta, Medellín se complicó más de lo que debia y perdió por 1-0. En la definición por penalties, David González empujó al «Rojo» a la siguiente fase igualando de paso su mejor actuación en copa conseguida en 1994. El siguiente rival fue Gremio de Porto Alegre, en Brasil. Mostrando un juego excelente, Medellín sacaba un valioso empate 2 a 2 que le permitía llegar tranquilo a la definición en casa. En la vuelta, un gol del «Camello» Serna le daba la ventaja al «Poderoso», pero un gol de Gremio sobre la hora hizo pensar que la serie se definiría por la vía de los fatídicos penales. Sin embargo, el minutos de dios cuando ya todo terminaba William Vasquez Chacon le daba la clasifcicación a Medellín a semifinales.
La ilusión era evidente. Incluso este servidor, hincha del rival de patio, quería que Medellin lograra la Copa. El rival en la semifinal era el otrora equipo de Pelé: El Santos de Brasil. En la ida, en tierras cariocas, Medellín perdió 1-0, resultado que ilusionaba a la sufrida parcialidad roja. En el partido de vuelta, con casa llena, a los 13 minutos Tressor Moreno empata la serie y parecia que Medellín se llevaria por delante al Santos. Pero dice un dicho que cuando el pobre saca a secar lo ropa, fijo empieza a llover. Fue así como una falta que era casi un tiro de esquina la cobra el rival y el balón le pega sin querer al grandulon defensa de Santos, Alex y se transforma en la ventaja transitoria. Medellín sin embargo siguió peleando, pero otro duro golpe para la causa se produjo cuando Fabiano pone el partido 2-0. Con este panorama, se necesitaban ahora 2 goles para ir a los penales. Faltando 10 minutos «Mao» Molina empató el partido y sólo faltaba un gol para ir a la lotería de los cobros desde los doce pasos.El público, hasta ese instante apagado, comenzó a alentar al equipo con el clásico «si se puede». Al final, no se pudo. La estocada final llegó a los 87 minutos con gol de Leo y el sueño lastimosamente terminó. Nuevamente faltaron los 5 centavos para el peso.
Como consecuencia de esta gran actuación, se vendieron jugadores a diestra y siniestra. Algunos triunfan en el exterior y a otros les tocó regresar. Lo cierto es que los directivos se lucraron. Y de qué manera.
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