
Nunca le dijeron en la casa que era poco carismático y eso fue un error craso. Tal vez lo engañaban diciendo “Arturito, eres el más lindo y más popular de todos, así nadie te determine”. Y su trasegar por el fútbol fue un poco así: seguramente que si se suma el archivo fotográfico de todos los medios de comunicación en el país, el registro de Arturo Boyacá no supera las 15 fotos, la mitad de ellas, en formato polaroid.
Boyacá supo estudiar en Alemania los vericuetos de la dirección técnica, pero al parecer jamás aprendió el idioma nativo y de ahí sus bajísimos rendimientos como entrenador profesional. Tolima, Quindío y Santa Fe fueron sus nichos de “trabajo” e incluso, como lo indicaba su carácter mercenario, fue asistente técnico de Dragan Miranovic en Millonarios. La dupla se encargó de destruir al club azul en el aspecto deportivo. Claro, es que un serbio puteando en su idioma natal a Bonner Mosquera y Boyacá gritándole “Achtung” al “Cabezón” Rodríguez en los entrenamientos enloquece a cualquiera.
Alguna vez dijo una de las frase más brillantes que haya espetado un entrenador promedio como él. Cuestionado por su malísima campaña en Santa Fe e interrogado por un periodista que buscaba que le explicara la poca confianza que jugadores, directivos e hinchas tenían hacia él, comentó en forma brillante: “Las cosas serían diferentes si en vez de ser Boyacá, mi nombre fuera Boyakoff. Todos me creerían”.
Por la maestra declaración fue sometido a mofas infames y hasta a insinuaciones tales como que Arturo negaba sus entrañables raíces.
Pero a pesar de su paso nebuloso por el fútbol, dejó un legado académico: Una encuesta realizada por la Universidad de Compostela entre varios inmigrantes colombianos dejó como resultado un gran aporte para la lengua española al encontrarse 10 sinónimos de la expresión “Arturo Boyacá”. Anodino, baladí, gris, tibio, mediano, módico, chisga, lánguido, deslucido, promedio, fueron las respuestas de los que integraron el muestreo..








