El reciente episodio paranormal que protagonizó James Rodríguez puso de moda el elemento fantasma en nuestro fútbol. Al del descenso, al de la promoción y al de las lesiones, tal vez los tres más reconocidos, se sumó uno que andaba traspapelado tanto en los archivos como en la memoria del hincha y que por tratarse de un episodio cómico-deportivo-dirigencial sabemos que nos corresponde a nosotros hacer cumplir el sagrado derecho a la verdad que a todos nos asiste.
Para finales de 1996 Colombia lideraba la eliminatoria a Francia 1998. La olaverdeada de Estados Unidos parecía, solo parecía, haber quedado atrás y la malsana euforia tricolor comenzaba a hacer de las suyas alimentada en parte por el siempre confiable ranking Fifa que nos tenía en un halagador séptimo lugar. En esas estaban cuando Efraín Pachón llegó a las oficinas del ente federativo con el cuento de que se había conseguido dos partidos en Asia para noviembre y que pagaban 40.000 dolaracos por cada uno. Los rivales serían Tailandia y Corea.
Aplicando la criollísima máxima de que «plata sí hay, lo que toca es agarrarla», inmediatamente se dio vía libre al emprendimiento. No obstante, el sonido de la registradora mental les impidió oír a quienes advirtieron que la gira se cruzaba con el partido en La Paz por la sexta fecha de la serie previa al Mundial. Una vez cayeron en cuenta no se asustaron. Recordemos que el arte de aplazar partidos de fútbol ocupa renglón privilegiado en la lista de expresiones de nuestro patrimonio inmaterial, de ahí que, confiados, los «popes» de la Federación llamaron a Pachón
-«Hermanolo, si sos bien despalomao vos, eh, no te diste cuenta que la vueltica donde los turcos, ¿los turcos? eehh jajajajaj, donde las geizas, ¿sí son geizas? ¿geishas? ¿ya las cuadraste? ¿cuántas nos tenes por beneficiario? JAJAJAJAJA, bueno, esa vueltica se nos cruza con el partido en La Paz, decíles que les caemos más tarde, que estamos demorados, que los picaditos los jugamos una semanita después. Vení, vení, traete limoncito, brindá por eso»
Pero no contaban, y Pachón no les había dicho según informó en su momento Semana, que el margen de folclor admitido en esta transacción era mínimo. En el medio había nada menos que un agente Fifa que de entrada les advirtió que cualquier incumplimiento se les iría hondo y hondo era sanción de 200 millones de la época y, lo más grave para estos récordmen de la viaticación, uno o dos años sin amistosos para la selección, hecho que obligaría a clausurar el Orange Bowl y a dejar sin trabajo durante 24 meses a la selección de Honduras que, sin duda, alcanzó a alistar demanda.
Tan oscuro panorama hizo que cundiera el pánico. Pero nunca más de lo debido, pues los entonces dirigentes eran tan emprendedores como recursivos. Esto permitió que uno de ellos sugiriera: «Aahh, mameyhermaaaano, mandamos a cualquier rejuntao y qué, qué van a saber que no son los que son, y si joden pues llevamos pelucas del Pibehermano, ¿vos guardaste alguna? y se la ponemos a cualquiera de estos y sale, es más, pintá con marcador otras dos de negro y se las clavamos a dos pelaos y decimos que uno es René, otro Leonel, ¿vos crees de verdad que esos turcos se la pillan? naaaaaaaahhhh qué vaaaaa, si lo importante es que vaya la titular del comité, a encender a taponazos a esas geyzas, ¿sí son geyzas? ¿gaishas?, bueno, golfas en todo caso, JAJAJAJAJAJ»
Y así fue. Mientras la titular de la selección regresaba de empatar con Bolivia, la titular del Comité Directivo de la Fedefútbol atravesaba el pacífico ansiosos por dejar lo mejor de sí en los diversos escenarios de la noche tailandesa, para lo cual, precavidos, habían prestado sendos kimonos en sus Foto Japón más cercanos «para usar ¡sin nada debajo! JAJAJAJAJA». En el mismo avión, por cierto, iban 18 jóvenes incautos que había logrado reunir Javier Álvarez, superando las reticencias de sus padres quienes no entendían a qué selección se los llevaban si la de verdad estaba en Bolivia. «Mijo, en cualquier caso, prométame que por nada del mundo va a soltar el pasaporte», le advirtieron a más de uno.
El pánico escénico pronto pasó factura. El primer partido terminó con derrota 3-1 contra la siempre complicada selección tailandesa, mientras que en el segundo fueron cuatro los que nos empacaron los coreanos, frente a un solitario descuento de nuestra parte obra de Juan Guillermo Villa extra escogido para jugar con la falsa cabellera de Leonel Álvarez. Versiones sin confirmar señalan que en el tercer tiempo, a cargo de la plana dirigencial, maratonistas etílicos y todos con doctorado en filología del lenguaje de los cuerpos además de gratas revelaciones en la siempre difícil prueba del masaje tailandés, se pudo remontar apenas simbólicamente marcador.
Así formaron contra Corea: Darío Aguirre; Diego Alzate, Rafael Vásquez, Osman López, Brahaman Sinisterra; Alexánder Orrego, Rubén Darío Velásquez -que para entonces no había debutado como profesional-, Ancizar Valencia, Jhon M. Ramírez; Wálter Escobar y Hugo Gallo. Entraron Ricardo «Gato» Pérez por Gallo (14 ST), Juan Guillermo Villa por Jhon Mario Ramírez (18 ST) y Misil «Soy jugador de selección, los clubes son poca cosa para mi» Restrepo por Velásquez (26 ST).
Nadie, por supuesto, iba a tener la lucidez de interpretar lo ocurrido como una señal, nadie iba a sugerir que los siete goles en dos partidos que le hicieron a Javier Álvarez en su falso debut como DT nacional bien podían ser un signo de los tiempos, un augurio de tiempos peores que se aproximaban como en efecto ocurrió.
Consumada la debacle deportiva, quedaba el desquite en Western Union. Confiados en que los 80.000 dolaracos estarían esperándolos a su regreso, volvió la delegación solo para encontrarse que el girito estaba embolatado. Y entonces los reproches: «Hermano, ¿vos estás seguro que les diste bien la cédula?¿Vos ya revisaste en monigrán, en güesteriunion?, Preguntá en adpostal, quien quita, ¿tenés moden? metete a interné a ver si aparece ahí.» Aahhhh berrionda vida… ¿Será que a estos vergajos les dio por pitufear y van a mandar el billete pedaceado?
La plata se embolató, cosa que dejó al Comité descuadrado al punto que, para cubrir ese hueco, para pagar la fisioterapia de recuperación activa post masaje tailandés no tuvieron reparo en embarcarse en otra aventura similar un año después. De nuevo, un amistoso metido entre dos fechas de eliminatoria.
Pero esta vez el escenario era más cercano, Nueva York, lo que limitaba el margen de acción y los hacía más propensos al escrutinio. De ahí que optaran por una escuadra incluyente. Los adultos mayores tuvieron su cuota: Jairo Ampudia, así como los niños y niñas de Colombia gracias al llamado de Giovanni Hernández . Ambos tuvieron su oportunidad en el segundo tiempo. Ampudia, no hizo otra cosa que posar para un fotógrafo personal que contrató -faltaba más- para registrar cada segundo de este momento Kodak de su ya declinante trayectoria.
Aprovecharon también para llevar a los originales René y Leonel con la siempre taquillera excusa de hacerles un homenaje, además de un titular de la escuadra auténtica como Harold Lozano Lesionado (su segundo apellido).
El encargado ahora de dirigir sería Juan José Peláez, escogido entonces por ser el asistente de Hernán, pero sobre todo por su bigote al que sendas gotas de camomila en pleno vuelo le darían el mismo tono del de su jefe. Esto, sumado a otras gotas, pero estas de limón para aclarar temporalmente sus ojos, aniquilarían cualquier duda que pudieran tener los empresarios sobre la verdadera identidad del DT.
Decíamos que la nómina estuvo marcada por la inclusión. Fue una de esas «mezclas de juventud y experiencia» que tanto gustan por estos lares. Saltaron a la cancha René Higuita, Flaminio Rivas, «Chaca» Palacios, Alexis Mendoza y John Wilmar «Pelusa» Pérez; Leonel Álvarez, Hárold Lozano, Jhon Mario Ramírez, Arley Betancourt, Ricardo «Gato» Pérez y Luis «la Puya» Zuleta. Ampudia y Hernández entraron en el segundo tiempo, mientras que Óscar Fernando Cortés fue el último en tener su «palomita». El marcador final, en línea con el ánimo del encuentro, fue un fraternal 2-2.
Como siempre, no sobra recordar que aprender de los errores no ocupa renglón alguno en la lista de virtudes de los colombianos, de ahí que es altamente probable que pronto volvamos a tener selecciones fantasmas. La próxima tendrá la ineludible misión de incluir al gran marginado de las dos anteriores, borrado aun pese a su condición de integrante natural de cualquier convocatoria del tercer tipo: el «Fantasma» Ballesteros.