La razón por la que Carlos Bejarano se fue a Guinea Ecuatorial

Todo coincide: la fecha de realización de esta pesadísima broma antecede a aquella en la que Carlos Bejarano decidió aceptar la oferta para conformar la selección de Guinea Ecuatorial que disputó la eliminatoria a Brasil 2014 junto con  Jimmy Bermúdez, Jhonnier González, Roland De la Cruz, César Rivas, Yoiver González, Danny Quendambú y Fernely Castillo.

Tal vez lo estaba dudando. Quizás un impulso moral de última hora lo hizo sentir traidor a la patria, la disyuntiva no era fácil. Pero después de vivir algo así cualquiera pierde la fe en sus compatriotas y automáticamente se le disparan las ganas de hacerse matar por cualquier bandera menos la de un país que te somete a semejante ridículo en el prime time dominical.

Torneo de las Américas sub23, nuevos hallazgos

Ya en su momento habíamos reseñado ese esperpento que fue el Torneo de las Américas sub23,certamen celebrado en febrero de 1994 que reunió en el país a la élite de la categoría, incluyendo por supuesto a los grandes: Uruguay, Argentina, Brasil y Antioquia.

Pero había muy poco soporte audiovisual, aspecto fundamental para terminar de convencer a los que, con toda la razón, permanecían incrédulos. Por suerte nuestra recién creada unidad de big data dio con este registro de los goles de la final, partido que tuvo todos los ingredientes que los cánones de los partidos contra Uruguay señalan: equitativa repartición de pata, gresca y memorables correteadas.

Bonus track: el debut internacional de Juan Carlos Henao que tuvo que usar el discado directo nacional para comentarlo con su familia en Medellín porque entonces no había todavía celulares en Colombia.

 

Exclusivo: Andre Krul habla de su paso por Colombia

Después de conocer en detalle cómo transcurría la vida del arquero-viajero y emprendedor holandés Andre Krul en Tunja, ahora aparece este video en el que el personaje, ya tan del corazón de la comunidad bestiarista, nos cuenta detalles hasta ahora desconocidos de su travesía.

Oscar Iván Zuluaga y su faceta bestiarista

1) se echa gomina para jugar fútbol.
2) juega con pantalón de sudadera puesto y no es arquero.
3) usa la camiseta vieja de Colombia.
4) usa la camiseta dentro del pantalón de sudadera.
5) le echa Griffin a los tenis antes de jugar.
6) aunque es de derecha, le pega de zurda.
7) no se puede desmarcar de un tipo que juega con bluyín puesto.
8) tiene policía en el fondo de la cancha pero no sale en tanqueta.
9) juega en el parque un picado y organiza rueda de prensa para contar incidencias del partido.
10) es político y juega fútbol -sabemos que eso es imposible-.
11) en el fondo sabe que perder -los comicios- es ganar un poco.

Por fin Envigado encuentra su nicho

No nos metamos mentiras: Envigado siempre ha ejercido una poderosa fascinación sobre el gringo. Si lo quieren comprobar, bien puedan constatar las cifras de turistas monos y foráneos que anualmente visitan el municipio en plan de desandar los pasos de uno de sus más famosos y polémicos hijos, el mismo que fuera amo y señor de La Catedral.

No nos metamos mentiras: más de veinte años han transcurrido ya desde que el equipo Naranja llegó a primera división -sí, con una breve interrupción promediando la década pasada- sin que haya logrado formar una copiosa hinchada. Estudios recientes aseguran que bastaría un camión Wuling con platón para movilizar a la totalidad de la parcial envigadeña, es tan escasa su población que la alcaldía ha llegado a considerar la posibilidad de reservar al varón y a la dama más caracterizados y con mejor genética de la misma para garantizar así su preservación hacia el futuro.

Pero tal vez lo anterior no sea necesario pues, para dicha de los dueños del equipo, los dos fenómenos mencionados colisionaron gracias a una inesperada e irrepetible alineación astral. Un grupo de gringos que a buena hora descubrió el noticiero de Teleantioquia notó que Envigado además de locaciones para turismo hipster-undergound contaba también con un equipo de talante alternativo. Fue, como tenía que ser, amor a primera vista.

Ahora viene echar raíces, alimentar este amor objeto de plegarias tipo «no matter you win or you loose that matters me a shit, we are the band of the endurance and we will not abandon». Sería inconcebible que los gringos no se dieran cuenta del potosí que tienen en sus manos.

Y es que tienen numerosos incentivos para sacarle jugo a su nueva pasión: solo es que corra la bola en las redes de la hipsteridad mundial para que una camiseta de Envigado se convierta en un bien incluso más preciado que un saquito de lana adquirido en las rebajas del Tía de 1943 o un monociclo que fuera propiedad de Wes Anderson. Incluso, bien podrían vender en Brooklyn jugo de naranja orgánica edición Envigado FC junto a un librito con diez consejos prácticos para vivir reciclando y en armonía con el planeta escrito por Néider Morantes, el Messi alternativo. Sea lo que sea,  tienen que apurarle, porque corren el riesgo de que pronto ser fanático del equipo del Parque Estadio se  vuelva demasiado mainstream.

La única vez en la vida que Pimentel tuvo la razón

El dueño-conductor-mensajero-presidente-técnico-médico-chef-abogado del Boyacá Chicó Eduardo Pimentel siempre ha hecho pucheros al final de cualquier jornada anodina de fútbol porque supone habitualmente que su equipo no pierde a menos que un árbitro lo robe o lo perjudique. Desde siempre fue así, aunque en la final del torneo apertura del año 2008 sus reclamos cargados de respeto, donaire y buenos modales, realmente tuvieron justificación.

El equipo que está condenado a vivir crisis de identidad profundas por la extraña dualidad de su nombre (Boyacá y Chicó quedan a 150 kilómetros de distancia) sacaba un importante empate en el Pascual Guerrero de Cali ante el América en el primer partido de la final de ese campeonato. El resultado era buenísimo, pero Chicó quiso un poco más. Por eso acudió al baúl del recuerdo y quiso hacerle recordar a Fram Pacheco, recio volante de marca, que él alguna vez había usado la número 10 de Ricardo Bochini cuando estuvo en Independiente de Avellaneda. Justo, en los segundos finales, Pacheco definió una jugada a tres toques con gran maestría, abriendo el pie (para darle al balón y no a los adversarios como es habitual en el buen Fram) y cruzando la pelota al segundo palo de Adrian Berbia.

Era el triunfo soñado, la hazaña del club humilde sobre el poderoso. Pero el árbitro Wilmar Roldán, en una decisión que aún hoy causa extrañeza, pitó el final del juego cuando el volante del equipo boyacense iba a patear a puerta. A pesar de los reclamos airados, el gesto soberbio de Roldán dejó en claro que él era un cultor de la famosa frase de Diego Umaña: «más reversa tiene un jet». Después Roldán se quedó esperando a que lo recogiera la tanqueta para sacarlo del estadio pero le comunicaron por lo bajo que tendría que tomar taxi a la salida del Pascual: ningún hincha iba a agredirlo. Chicó no los tenía en las tribunas. Incluso algunos hinchas americanos, contentos con el inesperado favor, se ofrecieron a llevarlo al aeropuerto e incluso se especuló que por la acción, Wilmar recibiría las llaves de la ciudad.

Chicó fue finalmente campeón por penaltis en el encuentro de vuelta. Por fortuna, porque de lo contrario, Pimentel seguiría reclamado por esa noche en la que el juez central decidió ser el tipo más cumplido del mundo a la hora de marcar el cronómetro con el tiempo exacto que había determinado para la adición.

Postales de la inopia: Sporting de Barranquilla 1991

El fútbol tiene dos caras: la de las grandes estrellas con sus lamborghinis, palacetes y french poodles transgénicos contrasta con la de las penurias de miles de equipos y millones de jugadores a lo ancho del planeta considerados plaga para las centrales de riesgo de sus respectivos países. Colombia como bien sabemos no es la excepción. Si las mediciones para establecer el coeficiente de Gini que mide la desigualdad de un país incluyeran también las cifras del FPC seríamos reyes indestronables de este ranking.

Y esto es de vieja data. Desde el comienzo mismo del profesionalismo en nuestros estadios ha habido unos pocos muy boyantes mientras el resto vive a la caza de un mecenas o en la eterna tarea de convocar a las fuerzas vivas de la región para que, con un un patrocinio una rifa de bomberos o un bingo organizado por la liga de señoras elegantes puedan llegar a fin de mes.

Exponente de este último grupo era el Sporting de Barranquilla para mediados de 1991 tal y como se cuenta en este informe de Notivisión. Para entonces el fallido segundo equipo de Barranquilla ya era un enfermo termina al que le daban esporádicas e inocuas aspirinas en forma del delirante optimismo del DT encargado, Julio Romero, bombero del equipo y segundo en la línea de sucesión del papá de Maxi Flotta.

Pero ocurría que ese año fue el último en el que no hubo descenso. Así que las vacas flacas del equipo de Romero pastaron pese a todo con bastante confort y libres de angustias. Terminado el torneo al equipo que fuera la casa matriz del gran Chedy Devenish, se le aplicó la eutanasia en forma de venta de la ficha a empresarios cartageneros. No les dolió. Nadie lloró.

El ¿último? show de René

Todo cambió esa tarde de Nápoles con la inesperada devolución del «Coroncoro» Perea.  Antes de aquellos sucesos, René Higuita había sacudido al  fútbol -colombiano y del mundo mundial- por cuenta de un innovador gracejo que consistía en agarrar el balón con los pies desde su arco y llevárselo al tiempo que driblaba rivales  hasta poco más allá de la línea de la mitad para dicha del público y mala cara de los cardiólogos que gozaban de un domingo libre. Miles pagaban la boleta sólo por ver dicha maroma teniéndoles sin cuidado el desarrollo o desenlace del partido. Gastroenterólogos, en cambio, recomendaban presenciarla como sustituto de purgantes.

Entre la primera vez que lo hizo, por allá en 1987 y el fatídico episodio del mundial italiano, mucho se especuló en el país con la posibilidad de que una de sus excursiones terminara con el balón en el arco contrario. Colombia entera fantaseó con este escenario y con la manera cómo se celebraría la hazaña. Hubo de hecho un momento en que se deseó con más fervor el gol de Higuita que ganar Miss Universo o que a Carlos Julio lo sacaran del estudio. Era tal el impacto de su revolucionario estilo, que por ese motivo fue bautizado «el Loco», incluso le alcanzaron a decir «el Show», apodo que heredaría el recordado Miguel Calero luego de que pasara lo que pasó.

Y es que tras la eliminación de Italia 1990 por cuenta de un fallido show, el mencionado anhelo se convirtió en trauma en cuestión de segundos. Y entonces la negación. Nadie quiso volver a poner el tema, todos negamos que éramos de un país que alguna vez quiso echarle en cara al mundo tener un arquero capaz de hacer goles con balón en movimiento sin dejar de ejercer su función. El show de René pasó a ocupar un lugar en la bodega de hechos vergonzantes de los que no se habla delante de la visita junto a la pérdida de Panamá y el fallido Mundial 86 (que, no obstante, sí se realizó).

Consciente de todo esto, Higuita, recursivo, varió su repertorio. Incursionó entonces en el cobro de tiros libres con bastante éxito. Pero antes, quiso darle una despedida digna al que había sido su sello. Fue en junio de 1991, en un amistoso contra el DIM en el Atanasio Girardot, poco antes de que la selección, ahora dirigida por el «Chiqui» García, viajara a la Copa América de Chile.  Luego de intensas pesquisas, nuestra subdivisión de piruetas contraculturales y patrimoniales no encontró una ejecución más reciente que no fuera en partidos de despedida previamente libreteados.

James Rodríguez también hace goles de derecha

Aunque en la memoria de todo el mundo James Rodríguez es más zurdo que el Ché Guevara, también se ha dado el lujo de anotar golazos con la pierna diestra. Hay que agregar que este James del que hablamos es el papá del James que todo el mundo conoce. Wilson James Rodríguez, jugador que anduvo por Cúcuta, Tolima y Cali metió este bombazo contra el Caldas. Iván Mejía en su sección del «Show del gol Criptón» le dedicó una frase gentil: «este muchacho juega muy bien».

Todavía faltaban dos años para que el James de hoy naciera.

JamesRodriguezPadre
James papá en 1989 haciendo su mejor esfuerzo para lucir el bigote que entonces exigía el reglamento.

Un gol con «síndrome Naty Botero»

Hay mujeres que se ven hermosas cuando están lejos de nuestro panorama, pero la perspectiva de belleza se modifica a medida que se acercan a nuestros ojos. Bien es sabido de aquellas féminas que de acuerdo al lenguaje masculino tienen un «muy buen lejos». El oasis de la distancia hace que su aspecto sea esplendoroso pero al acercarse termina siendo una mujer normal, no tan despampanante como se imaginaba.

A este extraño caso de sofisma se le ha bautizado como el «Síndrome Naty Botero». Belleza y normalidad pueden convivir a medida que se aproxima la víctima de este síndrome a su objetivo masculino. Pero no es un problema exclusivo del sexo opuesto. En materia de goles también ha pasado más de una vez que uno advierte el final deseado de un gol que pinta para ser hermoso pero que al final, termina siendo una anotación común y corriente. Uno, al predecir el final imaginando una conclusión ideal -un balazo al ángulo con estirada elástica del arquero- es quien se equivoca: el desenlace de la escena es un puntazo deforme y un arquero despatarrado.

Este gol tipo «Naty Botero» fue narrado en precisa forma por William Vinasco, acompañado del joven Adolfo Pérez durante el mítico especial de los 500 goles.

Nota de la redacción: el síndrome «Naty Botero» también se denomina «síndrome de las gafas negras». Hay mujeres que con antiparras oscuras se ven deseables y suculentas, pero cuando el sol se va y ellas se las quitan, es probable que la magia de su encanto desaparezca.