Aroma y ¡Tenga!

Varios de los conspicuos lectores del Bestiario del Balón han sido vistos en comprometedoras situaciones en el famoso café con piernas bogotano, echándose un canita al aire como cualquier buen futbolista que se respete. Sin embargo la imagen que a continuación presentamos todavía nos sorprende: Fernando “Pecoso” Castro terminó mal parqueado en esta fotografía, tomada en el local “Sex & Cream”.

Seguramente que el buen “Pecoso” estaba acompañando a una tía o a alguien de su familia a una despedida de soltera o algo así. Al menos la cara que tiene en la fotografía no delata algún disfrute, contrario a la mujer de gafas, que ríe escandalizada o la pareja que está tras el entrenador del Caldas, que comenta el vigor del bailarín (nótese la secreteadera del hombre de camisa de rayas y el ademán de “labio mordido” de su consorte.

¡Cuidado lectores del Bestiario!. Así como esta imagen ha revelado un detalle curioso en la vida de un hombre común y corriente, nuestra unidad investigativa ya ordenó poner cámaras en “Apolo´s Men”, debido a ciertos rumores maledicientes que han trastornado el PBX de nuestra redacción, con respecto a ciertas actividades extemporáneas de varios conocidos.

¡El Bestiario está vigilando!
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Alejandro Richino (P.F)

Basta ver su expresión para entender que su amargura no la podía paliar ni siquiera cuando le “sacaba la leche” a los jugadores de fútbol cuando hacía las funciones de preparador físico. Ese tal vez era su gran error: le pedía tanto a los jugadores en las prácticas y calentamientos, que cuando los conjuntos que él preparaba físicamente salían al campo, lo hacían fundidos cual motor de SIMCA 1204.

Recordar el pésimo estado fìsico de la Selección Colombia en las eliminatorias hacia el 2006 cuando en el primer partido contra Brasil, el equipo se quedó sin piernas a los 45 minutos y después en Bolivia, nadie dio pie con bola en el 4-0 ante los bolivianos. No tiene nada de raro que haya hecho correr a los futbolistas los 20 pisos del hotel sheraton de La Paz, con el fin de que los pupilos estuvieran bien físicamente para jugar en el suplicio del Hernando Siles Suazo.

Fue el profesor de educación física que todos odiamos en tiempos de colegio: gesto adusto, más amargo que el mate uruguayo (lugar de su nacimiento) y con una increíble suerte para conseguir “coloca”, el nefando P.F. logró, con sus extraños métodos, pasarle una aplanadora a cualquier conjunto de atletas.

Con Luis Cubilla y Ángel Castelnoble como entrenadores, estuvo con Olimpia de Paraguay, ganador de la Libertadores del 90. Ese fue su único gran mérito, porque de resto, sus futbolistas, esos a los que le gustaba maltratar con quince tandas más de piques cortos a pleno rayo de sol, eran casi cadáveres cuando les tocaba jugar.

Francisco Maturana lo tuvo en Millonarios (herencia de Ángel Castelnoble, nada más y nada menos), y era de esperarse que esta conjunción iba a ser tan desastrosa como efectivamente lo fue: sumados los yerros de planeación del filósofo de Yondó, estaba la desastrosa preparación física de los jugadores azules, cortesía de Richino. Y con Selección Colombia los resultados en eliminatorias tanto de 2002, como de 2006, así como su gestión de P.F. en Perú y Costa Rica demuestra su capacidad para, como diría Pablo Morillo de Simón Bolívar “destruir en tres horas el esfuerzo de cinco años”.

Los jugadores lo detestaban, la prensa lo aborrecía pero él seguía ahí, como el Destroyer de “Qué nos pasa” acabando hasta con la vitalidad de un Sequoia.

Su marchita cara se fue de este país y con ella, la fuerza vital de todos los futbolistas que pasaron por sus entecadas manos. Una lástima. Toda una generación de jugadores que prometía dejó sus músculos en los entrenamientos y no en la cancha, por las exigencias de Richino, un maestro en esto de ser capataz despiadado.
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Junior (sudadera) Adidas, 1994

Entre los equipos que, además del Caldas, han sido notables benefactores de nuestra muy solicitada sección «Adelante con la moda», el Junior de Curramba ha sabido ganarse su espacio. Esta vez, cualquier observador perspicaz notará que la sudadera que orgulloso luce el «Bombardero» –quien por esos días anduvo de coqueteos con Boca– tiene las tradicionales tres rayas de la multinacional alemana. Si algo conoce sobre confección deportiva en Colombia, el mismo observador recalcará que por esos días la firma encargada de vestir a los «tiburones» era la barranquillerísima «Dida». Pues bien, ocurrió que para agosto de 1994 el Junior se vio obligado a desplazarse a un frío Buenos Aires para disputar contra el Vélez de Chilavert la semifinal de la Copa Libertadores. Como es apenas natural, entre el stock de productos de la firma currambera no había prendas para invierno; si acaso impermeables con flotador incluido para no naufragar en los fieros arroyos de la arenosa, pero nada que salvaguardara del frío del invierno austral a los muchachos de Comesaña. Esto obligó a las directivas a encargar de urgencia chaquetones para todo el plantel a una firma que de una u otra forma ya les era famiiar: A-dida-s.

Entrados en gastos, además de las chaquetas de invierno (negras con vivos verdes, por cierto) los directivos decidieron darse la pela y aprovisionar a los muchachos con elegantes sudaderas que llevaban el escudo del equipo adherido seguramente con espadadrapo o alfileres. El desliz, sin embargo, no pasó a mayores: en la cancha del Amalfitani Valenciano y su combo fueron fieles a Dida; sin ninguna A inicial ni S final.

Gracias enunabaldosa..

Joaquín Pitre

Lateral vallenato del Deportivo Cali que supo presentarse en sociedad el domingo de pascua de 1996 en un Millonarios-Cali disputado que fue también el primer partido que por razones televisivas se disputó a mediodía en el Campín. Después de campeonar con el Cali del «Pecoso», calladito, Pitre supo mantenerse en el plantel azucarero hasta 1999. Sin llegar nunca a consolidarse en la titular, Joaquín supo sin embargo consolidar su nombre en la planilla de pagos del «Depor».

Ajeno a premios, a porcentajes por concepto de transferencias y a sanciones pecuniarias por indisciplina, por un momento pareció más un bien inmueble del club. Por eso lo acertado del magistral remoquete con el que se le conoció: «El pu-pitre». Para constatarlo, que mejor que el dictamen de nuestro corresponsal «Cafefo» sobre su desempeño durante 1997: «Tuvo apenas sieste apriciones en la era Rueda. Sólo fue titular en cuatro juegos. En el análisis estadístico de local, en un partido en el Pascual dejó a medias su participación puesto que tuvo malas entregas, bien en los anticipos [N de la R: no se aclara qué tipo de anticipos, si a los rivales o de las quincenas] y regular en el mano a mano». Reforzó al Pasto en el 2000 y dejó su último rastro en el Huila de 2002. Hoy su apodo ocupa un bien merecido lugar en el top3 de los mejores sobrenombres en la historia de nuestro fútbol. .

El gran Felipe Nery Franco

Estandarte y símbolo de este espacio, el gran Felipe Nery Franco no podía estar ausente de nuestra estelar sección «BetaBestiario». Gracias a la invaluable colaboración de Juanefe, les traemos este registro de un Unión-Cúcuta disputado en 1987 con dos goles del célebre «apóstol» para el triunfo bananero 3-1 sobre el Cúcuta. Comentan Iván Mejía Álvarez y el todavía joven Adolfo Pérez. Patrocina «Aleta», confecciones deportivas..

Yo amo al "Coroncoro"

La euforia desatada por la clasificación de Colombia a Italia’90 invadió todos los rincones de la vida nacional. Fue en este contexto que se dio el primer desnudo artístico a cargo de un futbolista. El episodio en cuestión tuvo lugar cuando Luis Carlos Perea abandonó las páginas de las publicaciones deportivas para posar en traje de Adán junto a Fanny Mikey en el afiche promocional del «Yo amo a Shirley», simpático montaje a cargo de Fanny y su gente del Teatro Nacional. A juzgar por la sonrisa de ambos, no invitó Caracol sino el popular «Coroncoro». .

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Rubén Cuevas

Arquero bogotano, ingeniero industrial de profesión, que fuera pilar del titulo de la zona centro del campeonato nacional de segunda división conquistado por Millonarios en 1985. Ese mismo año (su año sin lugar a dudas) tuvo también la suerte de atajar algunos partidos con el plantel profesional ante sendas lesiones de Alberto Pedro Vivalda y Mario Jiménez, titular y suplente de la época. Su cuarto de hora se dividió en tres partidos –todos ellos disputados con un vistoso número 30 en su buzo– entre agosto y septiembre. El primero contra el Cúcuta en Bogotá que se saldó con empate a uno; el segundo, otro un empate a un gol también en Bogotá contra América y el tercero la tradicional derrota azul 2-1 contra Tolima en Ibagué. En actitud algo severa, los cuatro goles encajados en tres partidos hicieron que Eduardo Luján Manera desistiera de mantener a Rubén a cargo de la cueva azul y se decidiera a darle la oportunidad para el siguiente partido –contra Nacional en Bogotá– a un recién llegado joven antioqueño de cabello ensortijado que venía de sorprender en el suramericano juvenil de Asunción y que aún no debutaba como profesional. Seguramente desconcertado, Rubén no alcanzó a dimensionar el logro que había alcanzado en tan poco tiempo como profesional: ser el primer suplente de René Higuita.

Terminado este año, no se volvió a ver a Rubén ni en el banco, ni en la tribuna ni mucho menos en la cancha. Con el tiempo, y a medida que «El loco» se daba a conocer como uno de los grandes del mundo en esta posición, la satisfacción de Rubén de la mano con la fama de José René. Sereno, y tras un breve paso por la suplencia cardenal, se retiró de la actividad para, suponemos, retomar la ingenieria. Recientemente reapareció en USA como arquero del equipo colombiano en la bestiarísima World Masters Cup junto a estandartes de este espacio como Dorian Zuluaga y Roberto Vidales.

Para que su nombre quede inscrito entre los más grandes que pisaron una cancha, hay que añandir que en un preliminar en El Campín entre las inferiores de Millonarios y Santa Fe, previo a un clásico de 1984, Cuevas atajó con el mismo atuendo de la foto y con tenis Croydon Pisahuevos. Toda una pinta de hombre de micro metido en el rectángulo de 70 X 110..

Córdoba en el Far West

A quienes creian que los excesos periodísticos eran patrimonio de paises como el nuestro, esta puesta en escena de la revista El Gráfico puede alcanzar a sorprenderlos. Fue en 1998 cuando Óscar Córdoba estaba recien desembarcado en Buenos Aires y comenzaba a destacarse en el arco de Boca. Para borrar esa imagen de arquero atajador pero impreciso cultivada a punta de episodios como el de la final de la libertadores de 1996 en el Monumental de Núñez, Córdoba llegó a tierras gauchas dispuesto a todo. Incluso a poner en tela de juicio su honra y buen nombre por culpa de los caprichos de un fotógrafo desubicado.

Gracias, enunabaldosa..

Sporting-Pool Apuestas del Caribe, 1991

Equipo en decadencia es fuente de patrocinios de lo más pintorescos. De esto no queda duda después de ver al «Pool apuestas del caribe» en la camiseta del un Sporting de Barranquilla que para el segundo semestre de 1991 ya andaba por sus últimos estertores. Es deber nuestro aclarar que los de este pool no fueron pioneros en este campo. «Apuestas la fortuna» ya había sido durante un buen tiempo inquilina de este espacio en el que también se vio el logo de Gino Gabuchi. Tambien conviene recordar que a medida que fue empeorando el cuadro del paciente, el patrocinio del pool se transformó en un novedoso modelo de gestión sin parangón incluso hoy en el nuestro rentado y en el mundo: el patrocinio se atomizó otorgándole a cada chancero miembro del pool la camiseta de uno de los integrantes del once titular. Conviene averiguar si las últimas quincenas de Chedy Devenish y cia. fue cancelada con sendos talonarios de chance.
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Colombia-América 1989

En plena eliminatoria a Italia 1990 la selección Colombia disputó un partido amistoso contra el América del médico Ochoa en el metropolitano. Hubo goles de varias facturas, penal cobrado por Higuita, un marcador electrónico que servía y una camiseta Adidas de la selección que muchos todavía añoran..