«Diga güisqui», profe

Dicen que cada vez que Eduardo Lara sonríe, el diámetro la barriga del «Cachaco» Rodríguez pierde un centímetro. Pues bien, el buen «Cachaco» puede estar tranquilo, su patrimonio más valioso no está en riesgo. Esta imagen corresponde al más esmerado intento de Lara por sonreír de la última década, en la celebración del título de Toulón. Pero por más que se esforzó, no lo logró. Apenas alcanzó a ofrecernos un desabrido rictus.

Dime pajarito II

¿Qué le estará diciendo Bambuco a la niña?

Si lo tiene, tráigalo

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El «famoso Pelé» siempre ha mostrado una debilidad por las grandes corporaciones y sus chequeras generosas. La habilidad que mostró para gambetear rivales le ha faltado llegada la hora de enfrentar jugosas ofertas, como aquella que hace poco lo erigió como imagen oficial de un medicamento para la disfunción eréctil. Pero esta faceta de impulsador platino no la adquirió, como fácilmente se podría suponer, al colgar los guayos.

Desde que era jugador activo, «O Rei» ya  andaba cerrando tratos con empresas como Gillete, que en 1969 lo puso a invitar fanáticos colombianos al Mundial de México y a, literalmente, «torcer la jeta» para animarlos. No es este el momento para profundizar en su potencial salino, está claro. Aun así, sí queremos utilizar esta tribuna para saber en qué andan, qué ha pasado con los ganadores de esta promoción. Cuéntennos, con toda confianza y con beneficio de inventario, qué ha sido de ustedes. ¿Concretaron su proyecto de vida? ¿Conquistaron sus metas, formaron una familia, sembraron un árbol y escribieron un libro? ¿Han estado a salvo de los caprichos del destino y en sus hogares no ha faltado ni la salud ni el dinero ni el amor?¿Aquel viaje a México marcó, para bien, por supuesto, su paso por este mundo?

John Edison Castaño

Todavía hoy nadie sabe qué salió mal. Dónde estuvo el error. El caso es que a comienzos de 1985 John Edison Castaño pintaba como el gran redentor del fútbol colombiano, como el llamado a llevar de cabestro a nuestro fútbol de la inopia a la gloria.

Fue la estrella del equipo juvenil que en Asunción, a comienzos de 1985 y dirigido por Luis Alfonso Marroquín, mostró por primera vez un estilo propio, patentado, no pirateado. Pero ni el más acérrimo de los pesimistas se habría imaginado que lo que parecía la alborada de un astro era en realidad su ocaso. Pero así fue. Tras el torneo de Asunción “Castañito” –de entrada se falló con el apodo- nunca volvió a ser el mismo.

Pese a que no existían canales privados ni TV por cable, pese a esto, igual sobre su casa se posó un enjambre de reporteros. Con el mismo estilo invasor que hoy conocemos, periodistas de todas las calañas ávidos de notas de color escudriñaron hasta el último rincón de su hogar. En los corrillos callejeros de fanáticos la especulación sobre su destino inmediato encabezaba el orden del día: ¿Sería Italia? ¿España? ¿Alemania?

Eso sí, mire usted, nadie lo bautizó como “Maradonita”. La razón es que el pesado apodo ya lo llevaba sobre sus débiles hombros Alex Cortázar, otro malogrado talento tempranamente oxidado por la salina expectativa del pueblo colombiano.

Pronto fue llamado a la selección mayor. Hizo parte, junto a Navarro Montoya y al “Pibe” Valderrama de esa peculiar convocatoria que hiciera el médico Ochoa para el repechaje contra Paraguay en los estertores de la eliminatoria de México’86. Pero no brilló. Tampoco meses después en el Mundial de la Unión Soviética, su presencia en ese torneo fue tan vital como una tarjeta visa en un tour por los países de la cortina de hierro. Luego, los dolorosos y con toda: cayó en lo más profundo de la suplencia de un América que tenía con qué armar 4 equipos de primerísimo nivel. Tal vez esto, más unas dosis del cariño jarocho que recibió en sus días felices, lo llevó a conocer, con las peores guías, las realidades de la noche.

Con el Pereira quemó sus últimos cartuchos en 1996.

Sin que nadie lo supiera –las esperanzas depositadas en él ya se habían evaporado- involucionó: pasó de promesa cotizada a futbolista a destajo, refuerzo de cuarto renglón en la lista de anual de altas y bajas. Tuvo múltiples escalas: Nacional, Racing de Avellaneda, Santa Fe, Caldas, Cali, Quindío, Huila y, por último, Pereira. Los últimos ahorros de su efímera gloria se los gastó en una frustrada candidatura al concejo de esta ciudad en 2007.

El fútbol en Bogotá antes de la apertura

Lo primero es agradecer a nuestra unidad de paleontología audiovisual (en liquidación) que pudo rescatar fragmentos de esta pieza tras permanecer casi 20 años sumergida en el fondo de la represa del Muña.Corresponde a la final del torneo Nacional sub23 de 1991, al partido de vuelta en el que Bogotá derrotó a Antioquia 3-0, resultado que le permitió dar la vuelta olímpica.

Para ese entonces, Colombia no era un país exportador de jugadores, por lo que los jóvenes talentos se demoraban en debutar como profesionales y mientras tanto terminaban su formación en un torneo que se daba el lujo de meter 45 mil almas al Campín. Era una época en la que un jugador de 22 años era considerado joven. Hoy, a esa edad, ya se es adulto mayor de la profesión. Eran tiempos en los que la tribuna Occidental del Campín tenía más espacio para la gente y menos para los lagartos VIP, había hinchas dispuestos a enarbolar una bandera con los colores de Millonarios y Santa Fe juntos, pocos se sabían el himno de Bogotá, aunque, valga decirlo, este sonaba por las mismas cornetas estrenadas en los años 40 por las que muy pronto se anunciarán las nóminas de Colombia y Francia en la inauguración del Mundial sub20.

Capítulo aparte merecen los encargados de la transmisión: el gran Andrés Salcedo y el comentarista de los ojos verdes, Carlos Julio Guzmán. Las diferencias en este campo son más que evidentes, sobre todo llegada la hora de los remoquetes. Sólo diremos que algo va de  Juan Carlos «Billy the kid» Niño, Álvaro «Chanel» Torres, Francisco «Duque de la destrucción» Wittinghan y «Minía» y «Adriancho».

Formaciones:

Bogotá: Villarraga; Cortés, Ramírez, Varela y Romero; Niño, Díaz y Torres; León, Pérez (De Avila) y Wittinghan.

Antioquia: Tuberquia; Gaviria, Fernández y Muñoz (expulsado); Alvarez, Quintero (García) y Aguinaga; Vélez y Hoyos (Pérez); Carvajal (expulsado) y Echeverry.

#marcabogota

Los chicos del hula-hula

Arriba: Ricardo "Gato" Pérez, Pedro Sarmiento y Arley Dinas. Abajo: Giovanni Hernández y Juan Pablo Ángel.

En el periodismo como en el fútbol hacer una de más es arriesgado. Por eso muchos prefieren asegurarla, hacer la fácil y no exponerse a que un impulso creativo termine con efecto boomerang. Eso seguramente pensó el periodista de Deporte Gráfico cuando le pidieron que se «inventara alguna cosa, algo locato pero no chifloreto» con los entonces pelados de la selección preolímpica que semanas después fallarían en su intento de clasificar al torneo de fútbol de los Olímpicos de Atlanta.

La fácil en este caso era proveerse de sendos hula-hulas  y hacer una versión viva de la bandera Olímpica y a eso recurrió el reportero. Para la anécdota quedará que en el Preolímpico, celebrado en Argentina,  estos mismos jugadores vieron, inertes, como se movían las cinturas de sus rivales, incluidos los venezolanos que en el primer partido derrotaron -en hecho para entonces histórico- uno a cero a los de Sarmiento.

Radiobestiario de Copa América (y víspera de Mundial)

Y con todo lo que usted necesita saber para ser un buen anfitrión del Mundial sub20 que ya se asoma.

Espere también:

-Carpinteros y contadores en todo el  continente, pasados de tragos, vociferan «yo jugué una Copa América. Y fue en Colombia, aunque no me crean».

-Ricardo Orrego usaba pinzas para dejarse crecer la calva.

-El ingeniero del Pascual toma cholado para paliar su desasosiego. Y, a propósito, pasamos cuenta de cobro.

-Anchico hace el camino de Chaca.

-Carullos y parche Invitro entre los hinchas colombianos en Argentina.

-Conozca los Guarinocitos y sus tiernas barriguitas.

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Pesados anfitriones

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