Más que un Grammy o un premio Nobel, para muchas figuras públicas no hay mejor reconocimiento a su trayectoria que recibir la llamada de algún productor de Hollywood comunicándole que ha decido hacer una película sobre su vida y milagros.
Seguramente René Higuita alguna vez soñó con contestar el teléfono y que al otro lado estuviera Martin Scorsese, con una propuesta en este sentido. Digamos que, guardadas las proporciones, algo parecido le sucedió en 1997, sólo que el que lo llamó fue el director local Darío Vargas. El proyecto se llamaba “Sangre, sudor y lágrimas” y en el reparto no estaban Jack Nicholson o Catherine Zeta Jones, sino Juan Pablo Franco, como René, Patricia Ércole, como Magnolia, su compañera, Catherine Siachoque, como su primera novia y Andrea Guzmán como otro de los amores furtivos del golero paisa.
La idea, como en el 99% de estos casos, era mostrar “el lado humano” del ídolo, pero como también tocaba mostrar su faceta de futbolista fue necesario, ante la escasa habilidad de Franco bajo los tres palos, procurarse un extra capacitado para protagonizar escenas de alto riesgo como el famoso escorpión.
A la larga, la serie no fue el éxito que se esperaba y pronto desapareció del aire. Quedó, eso sí, una anécdota que vale la pena rescatar: la primera peluca que le dieron a Franco no le quedó bien. Como ya estaba todo dispuesto y no se podía esperar fue necesario recurrir a un extra que terminó siendo, adivinen, el mismo René Higuita que terminó de extra de sí mismo. Una historia que pocos pueden contar.
Adelanto del libro «Bestiario de la TV» próximo a publicarse.
Todo se remonta a septiembre de 1996, cuando después de muchos pomposos anuncios de partidos con equipos de primerísimo nivel, finalmente Millonarios terminó celebrando sus bodas de oro enfrentándose una noche de jueves contra un rival de medianísimo perfil como el Internacional de Porto Alegre en partido que terminó 0-0 con lesión grave de Édison Domínguez.
Pero lo que aquí nos interesa es que, por esos avatares propios de los partidos fuera de calendario, el Internacional terminó luciendo en su pecho el patrocinio de Cerveza Leona, misma marca que para entonces respaldaba a los azules. Hasta aquí, una anécdota más. Lo que no se sabía y que la Unidad Investigativa del Bestiario del balón fue lo que esta travesura de mercadeo le costó al equipo
Resulta que por cuenta de haber lucido, así hubiera sido por apenas 90 minutos, un logotipo tan de la entraña del FPC, una serie de acontecimientos paranormales tuvieron lugar en el seno del club. Dicen en Porto Alegre que durante unos pocos días, fuerzas que los empleados del club describieron como sobrenaturales los obligaron a incurrir en todo tipo de prácticas muy comunes por estas latitudes, pero menos frecuentes aunque no del todo desconocidas en la tierra de la samba.
Por ejemplo, aseguran por lo menos tres fuentes diferentes que pasaron por esos días por las oficinas haber visto al gerente deportivo, medio zombi, pidiendo partidos sin razón, al tiempo que decía ver puntos invisibles entre las AZ y tenía horrendas pesadillas con cuadrangulares de la muerte y fantasmas del descenso.
Coinciden los testimonios en que los de recursos humanos, por su parte, eran víctimas de súbitos ataques de narcolepsia cada vez que intentaban llenar las planillas para pagarle salud y pensión a los futbolistas, mientras que los de mercadeo aseguran que deshicieron sin razón alguna un contrato con una eficiente empresa de boletería, para cambiarlo por uno, bastante desfavorable para el club, por cierto, con una competidora que ofrecía las peores condiciones y el mayor índice de maltrato y tortura posible al hincha.
A su vez, cuentan que los de jurídica durante esos días y sin razón aparente terminaron demandando cuanto partido perdió o empató el equipo con argumentos tan traídos de los cabellos como que el rival había desentonado mientras cantaba el himno o que dos bombillos del marcador estaban fundidos.Del presidente no se supo mayor cosa pues al parecer jamás estuvo en condiciones para presentarse a la oficina, preso de una compulsión etílica que prendió todas las alarmas entre sus más allegados.
Faltaban los jugadores. Rememoran los entrevistados que de repente su umbral del dolor se vino a pique. Esto se expresó en la cancha, donde cualquier insulto, rasguño o pellizco del rival desembocaba en aterradoras escenas de gemidos, sacudones y estertores que obligaban a decenas de hinchas a encomendar sus respectivas almas a su correspondiente santo de devoción y también en la vida cotidiana, con desgarradores alaridos tras el más leve corte con una resma de papel para la impresora doméstica.
Algo más: en ese lapso ningún cambio de frente les funcionó -de hecho, tres de ellos impactaron inocentes y bellas porristas- y a todos ellos se les olvidó parar el balón. Sin excepción, cuanta bola llegaba a sus pies rebotaba descontrolada terminando la mayoría de las veces en poder del rival.
Así fueron las cosas durante un par de semanas. Aterrados con lo que ocurría, los miembros de la junta tomaron cartas en el asunto. Fue, al parecer, un franquiciario carioca del profesor Salomón el que dio con la causa del fugaz hechizo y también con la pócima para desactivarlo: «que entre los once titulares de ese día se bajen un petaco entero de Leona, cuidándose de en cada botella reservarle el primer sorbo a las ánimas benditas del purgatorio».
Corría el primer semestre de 1996 cuando en el cuadrangular de los eliminados del octogonal que otorgaba al ganador un cupo para la Conmebol, Santa Fe sorprendió cambiando su tradicional atuendo Saeta «always active» por uno de la marca de las tres rayas.
Las grandes innovaciones no se notaron tanto en el uniforme principal como en el alternativo: el que vemos en la primera foto y este tipo «cuello de aguila» que generó escozor entre los más puristas de los santafereños. Una novedad adicional: el apellido de los jugadores estampado en la espalda.
Como suele ser la constante en las incursiones de la marca alemana en nuestro rentado, el matrimonio con los rojos terminó pocas semanas después, tal y como le ocurriría, por esa misma época, a esta marca con América y Millonarios. Para el segundo semestre de 1996, Santa Fe volvería a lucir los diseños «international» de Saeta. ..
Un Radiobestiario en el que se revelan nuevos y sorprendentes detalles de la cotidianidad de quien ha inspirado toda una nueva forma de concebir el tiempo y el espacio.
E incluye también:
-Especial emprendimiento: aplicaciones del FPC para todas las necesidades.
-Cubrimiento integral del eterno regreso del Zurdo López al seno de los Char.
-Devaneo: bazares y plazas de comidas.
-Regresa Miguel Ángel y conceptúa, adivinen, sobre la sexualidad y la azarosa vida de DT en Colombia (dimayorfilia).
En el 2012 la noticia de la llegada de un portero holandés a Tunja para defender el arco del Boyacá Chicó dejó perplejos a muchos. Lo que primero parecía una broma, pronto se confirmó cuando circularon las primeras imágenes de André Krul, joven cuidapalos proveniente de la siempre exigente liga de Malta, recién desempacado en suelo boyacense.
Como era de esperarse, todo tipo de versiones, mitos y leyendas se tejieron en torno al que, para entonces, pues no había llegado George Saunders al América, era el más exótico de los fichajes en la historia del FPC. Que hace rato ya vivía en Villa de Leyva donde pasaba los días entre la búsqueda de boñiga de vaca y la traducción de minutas en el juzgado municipal, que pilas porque ya se sabe a qué vienen los jóvenes aventureros de su tierra aquí, que en realidad era un periodista encubierto escribiendo una crónica titulada: «Cómo es: ser arquero profesional en Colombia» para una prestigiosa revista de Amsterdam.
Tantas preguntas exigían respuestas. Por suerte, un avezado equipo de reporteros de los Países Bajos las recogió y se vino hasta acá ávidos de respuestas. La semana pasada publicaron el resultado de su trabajo en YouTube, pero en el idioma natal del longilíneo golero. Tuvimos que pagarle a Maria Ester un curso exprés con hipnopedia incluída de neerlandés para saber qué diablos había dicho. Una vez lo terminó -y con lujo de detalles- procedió a traducir el documento audiovisual, revelando así un auténtico rebaño de chivas.
Cuando se está en la buena, cuando la rueda de la fortuna gira a favor de nuestros intereses todo sale. Eso lo constató Germán Gutiérrez de Piñeres aquel 20 de diciembre de 1987, día en que Millonarios obtuvo la estrella 12 y en el que el barranquillero pudo dar su segunda vuelta olímpica con los azules. Era, de hecho, el único repitente del título del 78 en el plantel.
Pero su mayor alegría no fue deportiva. Todo estudiante universitario conoce el calvario que es conseguir un lugar para hacer la práctica profesional. Germán, al tiempo que con sus pies repartía muestras de afecto a delanteros rivales, adelantaba estudios de periodismo. Y coincidió que para el octogonal de ese año, se vio en la necesidad también de tocar puertas para ver dónde lo recibirían para hacer sus primeros pinitos en su profesión paralela. Esto lo sabía el equipo de Cromadeportes de Cromavisión, quienes justamente andaban buscando cargacables, joven de los tintos, transcriptor de entrevistas, tramitador, auxiliar de trasteos y paño de lágrimas para jefes (funciones que regularmente cumplen los jóvenes en este rol).
Así, aprovechando la euforia del momento Humberto Salcedo le dio la buena noticia a Gutiérrez de que el dispendioso trámite en el que tendría que gastar sus vacaciones de fin de año estaba resuelto, cosa que agradeció el zaguero azul. Por supuesto, no era el momento de profundizar en lo referente al perfil del cargo que le esperaba a su nuevo «chino águila».
La información la venía manejando nuestra Unidad Investigativa desde hace varias semanas, pero dada su trascendencia quisimos ser muy cautos. No obstante, ante el aluvión de indicios que han llegado a esta redacción consideramos que ya tenemos elementos suficientes para sostener que, así en su momento se haya querido hacer creer lo contrario, en 1986 sí tuvo lugar un Mundial, o una especie de Mundial, de fútbol en suelo patrio.
En efecto, imágenes como la que encabeza este artículo, producciones musicales, elementos de papelería y un último hallazgo que consideramos es la prueba reina, además de testimonios de fuentes que se han negado sistemáticamente a revelar sus nombres apuntan a que el evento, o, por lo menos, algo parecido a él sí alcanzó a desarrollarse y que por oscuros motivos no tuvo el despliegue de la cita paralela desarrollada en México.
Esta es la prueba reina en cuestión, la ficha que faltaba en el rompecabezas:
Se trata de una carta de un sabelotodo de la época –descubierta por Maria Esther y Miguel Ángel en plena celebración del día de la secretaria mientras disputaban una ardua partida de la modalidad «prendas» de este popular juego de mesa– en la que se da como un hecho no solo que la cita orbital tuvo lugar sino que a ella asistió Bolivia.
El caso es que una vez Maria Esther nos la hizo llegar desde el coconitofax del amor hubo gran alborozo en la redacción. Y es que hasta ahora solo teníamos pruebas cuyo origen bien podría ser cuestionado,pues podrían corresponder a montajes posteriores. Pero que un juego de la credibilidad, bagaje y rigor del Sabelotodo dé como un hecho la realización del certamen orbital es razón más que suficiente para asumir que este sí se celebró.
Hasta ese momento el indicio más sólido en nuestras manos y que ya nos había dado la convicción que estábamos tras algo grande era una fotografía que un anónimo nos hizo llegar y, que todo apunta, correspondería al IBC (Centro de Prensa Internacional) .
Sin duda, se trató de un evento no precisamente marcado por el glamour. Y no podía, pues, según coinciden varios testimonios en nuestro poder, toda la plata dispuesta para infraestructura se evaporó segundos después de disponerse las partidas a punta de otrosís, adiciones, contabilidades paralelas y decenas de artimañas y expresiones de la más tradicional y milenaria corruptela, las mismas que enriquecen y a diario revitalizan ese patrimonio intangible que debemos cuidar y promover.
De tal tamaño fue el tumbe que rápidamente el gobierno de turno se dio cuenta de que el país se vería abocado a un ridículo, ahora sí, de talla Mundial. Al haberse esfumado los recursos, había que hacer el torneo «con lo que se tenía».
La alternativa, según se rumora, fue aprovechar el ánimo de reconciliación que invadía por ese entonces al país bajo la batuta de Belisario y su paloma que acababa de patentar. Entonces la opción –dicen que fue sugerencia de Claudia de Colombia y Maria Emma Mejía– fue hacer un Mundial «a la colombiana», con todo lo que eso implica comenzando porque sería, como cualquier corrida de catre que se hace en estos lares, el «Mundial de la paz».
Cuentan, por ejemplo, que se estableció que a los equipos se les pagaría el dinero que les corresponde por participar a 2.300 días y solamente los viernes de 4:23 a 4:24, luego de que estos radicaran la cuenta de cobro según formato y una larga lista de papeles que incluían, entre otros, certificado de buena conducta en los jardines infantiles de cada uno de sus integrantes; a los buses de las delegaciones se les otorgaría inmunidad especial en materia de revisión tecnomecánica lo que garantizaría por lo menos dos recalentadas por trayecto y tres demostraciones de pericia del conductor frenando su vehículo a punta de caja ante el recalentamiento de los frenos; por último, en los camerinos no habría agua y sería preciso promover la tradición local del baño de gato, ojalá en dinámicas grupales para favorecer la unidad de los planteles y, de paso, la libre circulación del amor universal. Recordemos que sería el Mundial de la paz.
Semejante panorama no le gustó ni cinco a la FIFA. Pero ellos podrán ser lo que sea: calvos, bandis, barrigones, fanáticos de Arjona, pero su palabra se respeta. El compromiso, adquirido en 1974 era que Colombia haría un Mundial y lo iban a mantener costara lo que costara. Un solo lío: nadie estaba dispuesto a venir.
Entonces sugirió un nuevo camino intermedio: nuestro Mundial de la paz se haría, sí, pero tendría «vocación local, con espíritu cósmico-universal» y paralelo a este se celebraría uno en México, este sí bajo la batuta de Adidas, Coca Cola, ISL y demás piezas del siempre perverso engranaje capitalista. Desde el comienzo estuvo claro que los equipos clasificados serían autónomos en su decisión de a cuál asistir. No hubo pues sorpresa cuando se reveló que 24 de los 24 preferían la tierra de Cantinflas. Ante este panorama, el máximo ente rector del balompié mundial dio libertad total, carta blanca absoluta, a nuestros directivos para que hicieran lo que quisieran con su torneo, eso sí, «en la más absoluta discreción» para no perjudicar la marca.
Y así fue. Ya metidos en el cuento, sin un peso, pero sí con el orgullo patrio intacto y, además, herido y en plena ebullición, cuentan que lo que tuvo lugar fue un torneo invitacional alterno -en todo el sentido de la palabra- bolivariano y ecológico de banquitas -expresión lúdica de arraigo mucho más local que el perverso invento del imperio británico compañero-, con mayor énfasis en el tercer tiempo y en las demostraciones de danzas folclóricas, habilidades artesanales y cuenteros de los intermedios.
Como suele ocurrir, si bien los invitados hasta última hora anunciaron sus titulares, al final la mayoría de ellos sospechosamente se lesionaron y terminaron viniendo nóminas mixtas (en el sentido pleno de la palabra). Un testigo nos aseguró que minutos antes de darse el chiflido inicial canceló Ecuador y fue necesario recurrir a Honduras, sempiterno aliado de la improvisación patria. Al parecer, el único periodista extranjero acreditado fue, precisamente, el de Sabelotodo Inc.
Hasta aquí todo cuadraba. Pero quedaba una rueda suelta. ¿Por qué diablos sí ese fue el Mundial que finalmente se hizo el tema oficial seguía siendo tan crítico del mismo?
La misma fuente que nos filtró la foto del IBC nos confió la respuesta: el telegrama en el que se le informaba a Gloria Eliana del cambio de orientación, hasta hoy permanece, sin reclamar y dirigido a su niño interior, como lo pudimos constatar, en el Telecom de la quebrada La Miel, en inmediaciones de La Dorada, para ese entonces capital alucinógena de Colombia.
Edición popocha del podcast que le pone el sabor a su almuerzo:
Esta semana:
-Antología de grandes calvos del FPC: dignos y vergonzantes.
-Especial: los 101 perros de Freddy Montero. Todo lo que siempre quiso saber y nunca se atrevió a preguntar. Aullidos para pasar la pena, gran danés colgando cuadros y transmilenito canino en su ciudadela perruna. Imperdible.
-La Madre Laura inminente patrona de la selección y la colisión del ámbito sagrado con el perritu. Predicciones aterradoras. Niños abstenerse. Incluye «hija laura no existís».
-George Saunders entre chocorramos y botellas de Napoleón añejado en cisterna caleña.
-Investigación: la cámara de criollización del Parque Jaime Duque. Criollizaciones análogas y digitales, extremas y mediocres.