Oswaldo Santoya

Recio defensa central sanandresano bastión de la zaga del Cristal Caldas antes de que este fuera el Once Philips y mucho antes de que fuera el Once Caldas que América conoció en la Copa de 2004.

De Oswaldo hay que decir que la suya parecía ser la carrera promedio del irredento central bravero colombiano de no haber mediado un inusual golpe de suerte en forma de excentricidad del inefable “Pacho”. Fue en el primer semestre de 1994 en tiempos del célebre invicto forjado a punta de derrotar extras uniformados cuando se dio a conocer la lista semanal de convocados –esta vez el rival era el Sao Paulo en Bogotá– que en ella aparacieron dos nombres que no estaban en las cuentas de nadie: Nestor Ortiz y Oswaldo Santoya.

Sobre la sorpresiva convocatoria del crédito sanandresano expertos sostienen que este no fue sino uno más de una serie de acuerdos a los que llegaron el gobernador del archipiélago y el entonces presidente Samper luego de que Nicaragua tentara por enésima vez a las islas con mejores perspectivas en caso de que decidieran anexarse al país centroamericano. Los maturanologos, por su parte, sostienen que esta no fue sino una excentricidad más del chocoano a la que no hace falta sobredimensionarla para que no la repita cada vez que retome las riendas de la selección mayor.

Volviendo con el afortunado de turno, hay que decir que su presencia en selección fue tan efímera como un soplido del famoso hoyo del archipiélago. El partido contra Sao Paulo, del que salió lesionado, y una palomita contra Nigeria fue todo el chance que tuvieron los isleños de sentir que al continente los unía algo más que el mero Plan 25. Contrario a lo que sucedería con su compadre Ortiz, Santoya regresaría al Once para permanecer en la fría ciudad surtidora de hidalguía por varias temporadas más. Permaneció inamovible en la zaga caldense hasta que otro desquiciado, Jorge Castillo, se lo llevó para su pomposo DIM siendo este el último registro de este isleño andariego.
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Didio Mosquera

Volante oriundo de Buenaventura con una trayectoria que al menos en los primeros años fue casi idéntica a la del “Tren” Valencia. En efecto, junto con el ya homenajeado Pablo Chaverra, los tres desembarcaron en las divisiones inferiores de Independiente Santa Fe a finales de la década de 1980. Pronto, Didio y Adolfo –la vida guardaba otra senda para Pablo– llegarían no sólo a conformar la legendaria selección Bogotá sub23 de 1991 sino también a hacer parte de la nómina titular del rojo capitalino. Muchos santafereños, no necesariamente los más optimistas, creyeron que de la mano del “Tren”, Didio también despuntaría y que en unos años sería imposible hablar del Adolfo sin referirse a Didio y viceversa.

No obstante estos augurios, la suerte, que es celosa y es mujer, decidió cancelar su saldo con Didio de un solo contado mientras que con el buen “Tren” no tuvo reparo en bendecirlo hasta el hartazgo. Así, mientas Adolfo pronto comenzaría un largo idilio con la fanaticada alimentado con goles de todas las facturas, lo de Didio se liquidaría en una sola tarde. Fue contra el América un domingo por la tarde en El Campín mientras transportaba el balón a más de 60 metros del arco contrario cuando Didio, en súbito ataque de clarividencia, supo que su cuarto de hora en la vida había llegado. Con la sabiduría de una iluminación tan repentina como pasajera y sin mirar siquiera donde diablos andaba parado Niño Didio dejó sus restos en un potente remate que en su trayectoria no encontraría más obstáculo que la red del arco americano. La hazaña de Mosquera recibiría un despliegue importante. Que el gol de la fecha, que venga Didio y nos cuenta de su vida, que si ese es sólo el abrebocas, que si nos recibe en su casa, que ese nombre tan raro de dónde salió, etc. Adolfo, por su parte, esa tarde se duchó y silencioso, emprendió camino a casa disfrutando el no ser objeto del acoso periodístico.

Una semana después, Didio regresó a su parcela en el anonimato mientras que las cámaras y los micrófonos volverían a posarse sobre su paisano. Acostumbrado a esta situación, Didio la afrontó con la tranquilidad de quien está a paz y salvo con el destino. Lo que vendría después es ampliamente conocido al menos en la parte que le corresponde al “Tren”. Por el lado de Didio el balance final de su carrera muestra, además de sus 68 partidos conr Santa Fe, breves estancias en el Tolima y, cómo no, en el Huila. El balance habla también de un solo gol. En casos como el de Didio más que el número importa el artículo. No fue un gol, fue su gol.
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Especiales del Bestiario: Copa Tecate

Bizarro certamen que tuvo lugar a comienzos de 1995 cuando algunos avezados empresarios consiguieron el apoyo de la cerveza mexicana Tecate -que por ese entonces llevaba a cabo un intento, a la postre fallido, de penetrar el mercado colombiano- para la realización de un cuadrangular internacional en Bogotá.

Desde el comienzo algo olió raro. Pese a lo llamativo de los equipos que desde diciembre habían anunciado su presencia: el Vélez Sarsfield recién coronado campeón del mundo, la selección mexicana del “Chapulín” Campos, la selección polaca y el local Millonarios al cuadrangular se le dio el mismo cubrimiento que se le suele dar por esa época al nunca bien valorado octogonal del Tabora. Fue así como en diciembre, los pocos que leyeron en algún recuadro que a Bogotá vendría el Vélez campeón intercontinental de Bianchi, Chilavert, Flores, Assad, “El negro” Gomez y Roberto Trotta además de la selección mexicana de Campos creyeron que se trataba de algún error fruto de la confusión del encargado de los despachos de AP por aquello de la similitud entre la altura de Bogotá y el DF y que la sede del cuadrangular tendría como sede la ciudad de México. De esto siguieron convencidos los pocos que tenían noticia del evento cuando en los primeros días de enero no apareció ninguna información al respecto.

Sin embargo, a finales de enero un pequeño aviso apareció en las páginas interiores del Diario Deportivo anunciando el cuadrangular internacional Copa Tecate con la participación de Vélez, la selección Polonia, Millonarios y un bizarro “combinado mexicano”. A cuentagotas se supo que en efecto el cuadrangular tendría lugar en Bogotá, que Vélez traería a buena parte de sus figuras y que Millonarios lo asumiría como parte de la preparación para la Libertadores de 1995. Lo que no quedaba claro todavía era el tema del “combinado mexicano”.

A una semana de comenzar el torneo, el evento tuvo algún despliegue en la prensa capitalina. Sobre el cuarto participante, el enigmático combinado, se supo que sería un arrejuntado de jugadores de la liga azteca con el “Chapulín” en el arco. Este último fue incluso objeto de un artículo de una página que con motivo de su próxima visita a Bogotá le dedicara el Diario Deportivo. Un nuevo aviso, también en el DD; días antes del evento anunciaba que el cuadrangular lo abrirían el viernes los partidos Vélez-Combinado mexicano y Millos-Polonia.

Llegado el día de la inauguración, los escasos enfermos que esa fría noche se agolparon en las gradas del Campín vieron salir por el túnel al que supuestamente era el tan mentado combinado mexicano luciendo un uniforme blanco y azul muy oscuro. Rápidamente se percataron de que el arco no lo ocuparía el legendario “Chapulín” sino que este sería ocupado por un portero barbudo luciendo un buzo de algodón a rayas que resultaba bastante familiar. Se trataba, no podía ser otro, del popular arquero argentino-boliviano Carlos Leonel Trucco. Esto sirvió también para desbaratar de una buena vez la farsa que se había tejido en torno al “combinado mexicano”. El equipo que saltaba a la cancha era el Pachuca, que por esa época militaba en la segunda división mexicana. Por su parte, Vélez tuvo a bien seguir esa costumbre que tienen los equipos foráneos de lesionar a sus principales figuras días antes de venir a Bogotá. En efecto, el Vélez que saltó esa noche al Campín pese a tener en su alineación a Trotta, a Zandoná, a Basualdo, a Assad y al “negro” Gómez no tenía a sus dos estrellas del momento: el gran Jose Luis Chilavert y el “Turu” Flores.

La primera jornada dejó a Vélez y a Millonarios como ganadores de sus respectivos partidos (Millonarios se impondría, casi a la medianoche, 3-0 sobre Polonia. De acuerdo con la programación, estos serían los protagonistas del encuentro de cierre del cuadrangular el domingo siguiente. Fieles también a la tradición que obliga a todo equipo del sur del continente que disputa un amistoso en Colombia a protagonizar actos bochornosos tres jugadores de Vélez se hicieron expulsar en los primeros diez minutos del partido. Con ocho jugadores en el terreno, con Sandro Guzmán en el arco y el “Turco” Assad en la banca sin que finalmente ingresara, un opaco Vélez fue presa fácil de un Millonarios que con un 3-0 se coronó como flamante campeón del Copa Tecate 1995. Torneo que nació y murió donde habita el olvido.
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Óscar Millan

Lateral bogotano de la cantera de Maracaneiros que irrumpiera como grata revelación en el 2000 con el Millonarios del “Flaco” Rodríguez. Cuando muchos exigían para él una oportunidad en la selección al año siguiente Millan recaló en el América. Tradicional cementerio de promesas, en el América Oscar no tardó en desaparecer del panorama. Una expulsión en Bogotá después de un conato de bronca con Juan Carlos Jaramillo fue su ejecutoria más sonada con los diablos rojos. Disminuido, pronto abandonaría las filas escarlatas rumbo a Barrranquilla para militar algunos meses sin la más mínima notoriedad en el Junior.

Recaló al año siguiente, 2002, en el Quindío en donde estuvo hasta finalizar el apertura de 2003 sin ser ni la sombra del jugador que se vio en Millonarios.

Para el segundo semestre de 2003 su amo y mentor lo llevaría al Tolima que ese año saldría campeón del finalización. Sin aportar gran cosa, Óscar logró colarse en la foto del plantel campeón de ese torneo. Cuesta abajo en su rodada, su destino para el 2004 fue el Tuluá del “Tino” Asprilla. Una vez más la intermitencia fue su característica. El Tuluá no logró safarse del descenso y sin querer queriendo la B esperaba con los brazos abiertos a quien hace cuatro años era uno de los tantos “laterales del futuro” que ha parido y malogrado esta tierra. La B sería el destino de Óscar para 2005 pero no con los colores del equipo corazón sino con los del Patriotas de Boyacá. Un descalabro en la última fecha le impidió al Patriotas y a Millan, de aceptable campaña, darle un segundo equipo a Boyacá obligando de paso a Óscar, con 26 abriles ya a cuestas, a prolongar un año más su estadía en ese infierno que es la divisional de ascenso criolla.
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Medalla de la Orden Francisco Foronda a Javier Adolfo Martínez Corral

Para el Bestiario del balón –siempre preocupado por el bienestar de sus homenajeados- ha sido motivo de inmenso regocijo la noticia dada a conocer hace unos días según la cual el defensa atlanticense Javier Martínez se confirmaba como nuevo refuerzo del incauto Defensor Sporting de Urguay. Se trata de un logro tan significativo que la redacción de este espacio no dudó ni un instante en otorgarle a Javier la segunda medalla de la orden Francisco Foronda. Las siguientes son las palabras pronunciadas por nuestro jefe de redacción, Tulio Triviño, en el acto de imposición de la medalla que, sobra recordarlo, está destinada a los futbolistas colombianos que han sabido dar ejemplo a las nuevas generaciones en el difícil arte de ordeñar finanzas de clubes foráneos:

“Cuando salió del Millonarios del “Duce” Miranovic a finales de 2004 muchos creyeron que su carrera había llegado a su fin y que gracias a esta decisión innumerables ligamentos, incontables tibias y un número no menos despreciable de peronés de los delanteros rivales se encontraban ahora a salvo y listos para seguir enriqueciendo el mejor espectáculo del mundo. Sin embargo, quienes creyeron que la carrera del crédito de Santa Lucía había llegado a su ocaso, ignoraban olímpicamente el talento con que Dios bendijo no a Javier sino a su equipo de empresarios. Gracias a ellos, Javier logró hacerse a un cupo en el Melgar de Arequipa en donde supo, igual que en Junior, Centauros y Medellín (entre otros) dejar su impronta de juego brusco al tiempo que supo grabar en la memoria de la fanaticada un repertorio de rechazos carentes de cualquier técnica, estilo o buen gusto que hasta el mismísimo Mauro Laspada envidaría.

Habiendo abandonado suelo peruano Martínez aplicó la del hijo pródigo y regreso al club que lo vio nacer para el fútbol: el Girardot F.C. Parecía regresar con la actitud del Salmón que busca el lugar donde nació para poner fin a sus días (como futbolista, sobra aclarar). No obstante, en el equipo cundinamarqués, que venía de ser colero de la B en 2005, Javier no alcanzó siquiera a debutar. Después de varios intentos fallidos sus empresarios le avisaron que alistara maletas y pasaporte. Destino: Defensor Sporting de Uruguay.

Para terminar, no dudamos que Javier sabrá devolverle a los hermanos de la República Oriental un poco, sólo un poco, de la medicina que con dolor nos obligaron a ingerir los Patos Guerra, los Wilson Nuñez, los Quagliattas
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Sergio Joao

Contribución de Dr. Orlack.

En 1998 este ex militante de la selección brasilera –en 1994 tuvo su chance con la verdeamarela junto a Aldair, Mazinho y otros mediocres que supieron aprovechar una temporada de gangas y becas del “scratch” – tuvo a bien salir coronarse como “pichichi”, “cappo canonieri”, “striker”, como quieran llamarle, de la Copa Libertadores de América jugando para el siempre aguerrido Bolívar de la Paz. Se trataba, no está por demás recordarlo, de una época en la que Fox sports no había asumido la transmisión del evento por lo que las únicas imágenes se podían ver de los partidos en los que no participaran los equipos colombianos, eran cortesía de Carlos Julio Guzmán o de Javier Fernández el tristemente célebre “cantante del gol” en sus secciones deportivas. Estos eruditos en su afán de hablar basura y de aligerar el tiempo en t.v – que aunque siempre dicen que es muy corto, suelen utilizarlo de la peor forma posible- aseguraban que Joao era un nuevo genio que acababa de parir la tierra de la samba.

Para el segundo semestre de 1999 tuvo a bien desembarcar en las huestes del América de Cali prometiendo, como prometen todos, goles, sacrificio, jogo bonito, folha secas, etc. Para desgracia de la parcial americana, este carioca de rutilante hoja de vida no fue la excepción e incumplió sistemáticamente con todas sus promesas. Tuvo, eso si, el agravante de que a lo largo del semestre se le dieron todas las oportunidades que se le pueden dar a un jugador –caso sólo comparable con las 1687493675 oportunidades, todas desaprovechadas, que se le dieron a Mauricio Romero “Romerito”- demostrando en todas y cada una de ellas que el propósito de su periplo colombiano había sido el de añadir un sello más a la colección que guardaba en su pasaporte y de paso aprovechar para turistear un poco y aprender a bailar salsa en algún oscuro hacinadero de Cali tan famosos en época de feria.

En uno de los últimos partidos de su tour por el Valle y Colombia jugado en una noche lluviosa de miércoles Joao se destapó con sendas anotaciones que le sirvieron al América para empatar a dos tantos con el Deportivo Pasto en Cali. Cuando circuló el dato por «Todo fútbol» fueron muchos los escépticos. No fueron pocos los que creyeron que se trataba de un error o que era el resultado de una noche de tragos de el corresponsal con este “Baijinho trucho” en la que el cronista había salido perdedor en una apuesta por lo que debía asignarle al carioca los dos siguientes goles del América en el torneo. Días después se pudo confirmar que los goles habían en efecto habían sido autoría de Joao pero que en todo caso no le habían servido para salir airoso de la “poda” que tenían preparada los dirigentes. Días después Joao saldría del América por la puerta de atrás y sin tiquete de regreso.

Tiempo después de haber robado en Colombia se supo que de los diez goles que Joao marcó en la Libertadores, que cinco fueron en un solo partido, que otros cuatro los anotó jugando como local –es bien sabido que el tema de la altura no es mentira– y que sólo una vez anotó por fuera de casa. Como Oleg Salenko en el mundial de Estados Unidos a quien los ahorros de una sola tarde de inspiración le alcanzaron para colarse entre los máximos goleadores del certamen.

Hace poco en el canal FX, se emitió un programa que en el que personas del común compiten para protagonizar una película XXX con verdaderas estrellas del género. El ganador gozaba de un asombroso parecido con el homenajeado. Tarde se habrá dado cuenta Sergio de que su talento no residía en sus piernas.

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Cartagena Gold

Otro ejemplo de vanguardia en el diseño deportivo criollo. En una época mojigata en la que la mayoría de los equipos se resistía a abandonar sus colores tradicionales, el Real Cartagena sorprendió en el segundo semestre de 2002 con esta combinación de dorado y negro diseño de la casa bogotana Saeta resultado de una curiosa afinidad que por el dorado evidenciara la tradicional textilera bogotana. En efecto, la tonalidad que se ve en este uniforme fue la misma que Saeta utilizó para una horripilante variación de la camiseta de Millonarios de ese mismo semestre que para fortuna de quienes aún creen en el buen gusto no llegó a ser parte de la indumentaria del equipo profesional. Para terminar hay que decir que además de este negro-dorado, Saeta vistió en ese mismo semestre al equipo de la heroica con un innovador diseño “all black” que pronto tendrá también su espacio. .

Juan Carlos Jaramillo

Clásico centrodelantero gratamente recordado por las fanáticas y de no muy grata recordación por los fanáticos azules. Con una importante trayectoria en divisiones inferiores y registrando –cosa curiosa en el medio– un breve paso por el equipo de las Fuerzas Armadas mientras prestaba su servicio militar, Jaramillo apareció en el panorama a comienzos de 1999 en el Millonarios de Jorge Luis Pinto. Después de un primer semestre con esporádicas apariciones en las postrimerías de los partidos, la desinteresada confianza que sobre él depositara el sucesor de Pinto, Luis García, le permitió consolidarse a finales de ese año como una de las gratas revelaciones azules junto a Andrés Pérez y a Andrés Chitiva.

La temporada 2000 con sólo siete celebraciones –cinco por torneo, dos por merconorte– no fue suficiente para confirmar lo mostrado en 1999. Pese a esto su cotización entre la fanaticada femenina de Millonarios seguía disparada. Los fanaticos, por su parte, comenzaban a mostrar algunas reservas. El año siguiente comenzó mal para Jaramillo: una grave lesión lo envío directo al quirófano. Al finalizar el año reaparecería convirtiendo en Guayaquil el gol de Millonarios en el 1-1 contra Emelec por la final de la Merconorte. Recuperado de su lesión, mostrando algo del nivel que había mostrado en aquel 1999 algunos optimistas creyeron que ahora si había llegado la hora del rubio delantero bogotano. El 2002 comenzó bastante bien para Jaramillo. Cuatro goles en las primeras fechas del torneo con el tragicómico Millonarios de Kosanovic, Franco y Gutierrez de Piñeres generaron más de un conflicto conyugal entre la fanaticada. La debacle azul de ese año obligó a más de un jugador a buscar nuevos rumbos. El destino de Juan Carlos fue Emelec, aprovechando la grata recordación que de él se tenía en el puerto por lo de la final de la Merconorte. En Guayaquil tuvo un rendimiento aceptable pero no suficiente para garantizar su permanencia. Su regreso al año siguiente a Bogotá marcó el comienzo de su debacle. Luciendo una cabellera rubia y larga hizo delirar una vez más al público femenino, el masculino, por su parte, optó por bautizarlo “Señorita Bogotá”. Con tan sonoro remoquete a cuestas Jaramillo tampoco contó con muchas oportunidades en el Millonarios de Peluffo. Las que pocas que tuvo, hay que decirlo, las dilapidó sin piedad. Un gol en el último partido del primer torneo contra Junior fue el balance de su regreso a casa.

Después de este fallido regreso, sendos semestres sin éxito en los clubes bogotanos: Santafe (segundo de 2003), de nuevo en Millonarios (primero de 2004) y en el recién ascendido Chicó (segundo de 2004). Contra todo pronóstico, el 2005 sería un buen año para Jaramillo. En el modelaje y en los comerciales de televisión finalmente encontraría su lugar bajo el sol.

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Tuluá Cerveza Corona

Una más de la fantástica saga “Cortuluá Libertadores 2002”. Seguramente con la intención de estar a la altura del evento, el presidente de Cortuluá, Oscar Ignacio Martán, gestionó un patrocinio cualquiera de los equipos grandes tradicionales envidiaría: Cervecería Corona. Hechas las gestiones pertinentes, el nombre de la tradicional cerveza mexicana y el de otro de sus productos, “Negra Modelo” pronto aparecieron sobre el glamouroso uniforme Umbro que recién estrenaba el equipo corazón. Pasó el tiempo y el equipo de Mayer Candelo, Hector Hurtado, Alex Posada y Oscar Díaz se desmoronó rápidamente.

El final del primer semestre encontró al Tuluá eliminado en primera ronda de la libertadores, en los últimos lugares del rentado y con mucha tinta roja en sus balances. Interrogado sobre el destino del dinero del patrocinio mexicano que harta falta estaba haciendo, Martán, sonrojado, afirmó que aprovechando el viaje a México a enfrentar al América en el último partido de Copa indagó ante las directivas de Cervecería Corona por el dinero que supuestamente le debían por el patrocinio. La respuesta de los mexicanos fue contundente: “revisamos bien y no hemos autorizado ningún patrocinio a ningún Tuluá”. Avergonzado, Martán reconoció entonces haber sido víctima de unos empresarios que le aseguraron se representantes de la cervecería mexicana. Los mismos que encargaron al buzón de mensajes atender las cada vez más recurrentes llamadas de un desesperado Martán que, impotente, veía como se convertía en protagonista y artífice de uno de los más tragicomicos embustes de nuestro nunca bien valorado rentado criollo.

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