Ilusionista, prestidigitador y reconocido zar de los tapetes en Bogotá, José Simhon registra también un breve paso por los estadios colombianos bajo el nombre de Raúl Alejandro Naif.
De origen hebreo, el siempre sagaz mago tuvo a bien tomar todas las precauciones para que durante su incursión en el rentado criollo no se levantara la más mínima sospecha en relación con su verdadera identidad. Como primera medida, se hizo pasar no sólo como argentino sino que adujo también poseer nacionalidad palestina lo que lo obligaba a cumplir periódicamente con supuestos llamados –ya veremos luego qué había detrás– a la selección de su país. Con dos años de antelación, Simhon hizo también retirar de la radio, la televisión y de todas las sucursales de Konker cualquier publicidad en la que se apareciera su popular rostro o se hiciera cualquier tipo de alusión a él. Finalmente, recurrió a sendos trucos –valga decirlo, de principiantes– que le permitieron aparecer en varias fotos, en distintos escenarios y en diferentes momentos, luciendo camisetas de varios equipos del continente.
Habiendo abonado ya el terreno, Simhon apareció a comienzos de 2004 de la mano de un empresario que le mostró a la directiva santafereña sendos registros gráficos de un supuesto paso suyo por Deportivo Español en Argentina; Audax Italiano, Santiago Wanderers, Osorno y Puerto Montt de Chile; Victoria y Marathon de Honduras y, el gran gancho, la selección Palestina. Quiso el destino que la recién posesionada directiva roja anduviera en búsqueda de jugadores que por su pasado en selecciones nacionales estuvieran en condiciones de hacer mover el torniquete. Cuando surgió la posibilidad de Simhon no se tomaron siquiera la molestia de verificar su currículum. “No es de la selección Argentina, ni de la brasilera, es de una europea, de Palestina”. Afirmaron al unísono segundos antes de tramitar un jugoso contrato.
Fue así como a comienzos de ese año el popular mago pudo pasarle cuenta de cobro a un par de amigos –el mago Richard, Fabriani y Lorgia, suponemos– quienes se habían mantenido escépticos en relación con los proyectos de José y máximo habían sospechado que se trataría de un novedoso truco que lo ubicaría en la cancha del Campín durante algunos segundos de un partido de los albirrojos. En ningún momento se imaginaron que su debut con la roja no iba a estar mediado por ningún tipo de ilusionismo.
De su aventura balompédica hay que decir que Simhon no logró desligarse del todo de sus demás actividades. Así, las temporadas de descuentos en Konker siempre coincidían con supuestas lesiones o extrañas convocatorias a la selección Palestina. Eso si, durante este año José tuvo a bien cuidarse de no figurar en ningún tipo de publicidad con su tradicional identidad de mago y vendedor de tapetes. A lo sumo atendía en días de mucha congestión durante las rebajas. En esos días no estaba del todo exento de que algún desprevenido hincha santafereño “argentino de Santa Fe” a lo que el buen mago solía desviar la atención del aficionado haciendo aparecer un pony en algún arrume de tapetes cercano.
En conclusión, el siempre generoso rentado colombiano le ofreció a Simhon la oportunidad de marcar dos goles (uno contra el DIM, otro contra el Caldas)en partidos de alta competencia. El arqueo final de su incursión da cuenta también de varias botellas de Vodka que debieron hacerle llegar sus escépticos colegas una vez constataron hasta la saciedad que lo suyo no era un truco pesado y entendieron de una buena vez que el nunca bien valorado rentado criollo –y, sobre todo, la directiva cardenal– suelen ofrecer más comodidades y facilidades a quien se muestre interesado en vivir “the Mustang Cup experience” que el mismísimo Konker de la Caracas a los clientes interesados en un tapete persa. Pareciera como si en ambos casos aplicara el popular «¡Apúrense que estoy botado!¡Y yes y otra vez yesssssss!»..