Leonel y Leonela

En 1989 el Atlético Nacional le dio a Colombia su primer título en la Copa Libertadores. Con un equipo de sólo colombianos, los «puros criollos», generaron un fervor pocas veces visto en el país y, cómo no, en Antioquia.

Como siempre, el fervor del momento dio para todo tipo de excentricidades. Una de ellas (bueno, varias de ellas si se detallan los acompañantes a la derecha de Leonel) quedó registrada en la postal que hoy le presentamos a nuestros fieles y amables lectores.

En efecto, en los partidos que Nacional jugó como local en esa copa, Leonel Álvarez solía saltar a la cancha con su culebra Leonela al cuello. En el primer partido que disputaron como locales, Leonel decidió innovar y prefirió dejar a sus hijos en casa viendo el partido por la TV y llevarse a

la culebra. El partido lo ganaron y eso motivó a Pacho Maturana decirle a Leonel que de ahí en adelante ni se le ocurriera saltar el gramado si no estaba envuelto por el reptil. Obediente, Leonel siguió llevando a la culebra a cada partido que jugaban en el Atanasio reportandole siempre excelentes resultados. Eufórico de haber encontrado por fin la fórmula para robar, no trabajar y ganar, Pacho Maturana no cabía de la dicha. Esta, sin embargo, fue efímera. Al poco tiempo los jugadores descubrieron que de la mano con los triunfos, la culebra también traía lesiones: en todos los partidos en los que animaba la salida, minutos más tarde un jugador salía lesionado. Sin importarle la rabieta de Pacho Leonel prefirió evitarse más problemas con sus compañeros devolviendo a Leonela al acuario que, seguramente, adornaba la sala de su casa. .

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Williers Valencia

De baja estatura y prominente tórax, su presencia era la de un pichón que recién abandona el nido. Su impresionante saltabilidad que le permitía, no obstante sus 1.65, llegar sin problemas y siempre a tiempo donde “cagan las arañas” lo hizo acreedor al apodo de “el caucho”.

Este chocoano fue de esos arqueros sobre quienes los arcos del Campín ejercían algún tipo de influencia mística que permitía transformar un modesto cuidapalos de equipo de media tabla en la reencarnación de la «araña negra». Su presencia en el arco visitante del Campín era sinónimo no sólo de atajadas magistrales y por consiguiente, de una valla invicta durante los noventa minutos. También era sinónimo de una hinchada inyectada en sangre. Williers, como todos los de su estirpe, era un sensei en el difícil arte de simular lesiones, ganar tiempo y cuidar el cero a como diera lugar sin consideración alguna de los traumas y marcas que este exacerbante proceder dejaba en la psiquis de la parcial local.

El país conoció a Willie

rs a finales de la década de 1990 como suplente del Huila. Poco tiempo después, el país lo padecería como titular inamovible del Huila. Habiéndole dedicado sus mejores años a este modesto equipo, abandonó su nido y emprendió vuelo al sur a comienzos de 2002 con destino al Deportivo Pasto. Después de un intermitente desempeño en las primeras temporadas, Williers finalmente se consolidó en el arco pastuso. Llegó a un punto tan alto su desempeñó que a comienzos de 2004 el América preguntó por él. Lastimosamente, una serie de enredos administrativos truncaron lo que hubiera sido el pico más alto de su carrera. Esta frustrada transferencia sin duda lo marcó; no volvió a ser el mismo. Después de ser suplente de Jaime Brand Gómez en el Pasto durante buena parte de 2004, una nueva frustración truncaría su vuelo cuando a comienzos de este año, pese a ser anunciado como refuerzo, finalmente no aterrizó en el Boyacá Chicó. Se perdió su rastro hasta hace pocos meses cuando apareció súbitamente en el arco del Cúcuta Deportivo, club con el que disputa actualmente los cuadrangulares semifinales del torneo de ascenso. .

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Anderson Arend y José "CeClei" Santos

Estas exóticas piezas pertenecen a esa categoría de troncos que, sin razón o motivo aparente, quedaron grabados con hierro caliente en la memoria del hincha.

Llegaron a Millonarios para el segundo semestre de 1995. Pero ojo, no llegaron recomendados por un empresario, o como fruto de la gestión de algún dirigente que había viajado a tierras cariocas en busca de refuerzos. Nada de eso. Una buena mañana de julio llegaron por sus propios medios a probar suerte a la sede deportiva del equipo azul. Al respecto, la leyenda dice que ambos estaban recorriendo América desde la Patagonia hasta Alaska y cuando a mitad de camino se vieron cortos de fondos recordaron que en el colegio habían conformado alguna preselección de fútbol. Estos apuros los motivaron a buscar en las descuadernadas páginas amarillas del hostal en que se hospedaban la dirección de algún club de fútbol de quinta división. No contaban los compadres con que en Colombia no había quinta división, con que en Bogotá a duras penas había dos equipos para ir a probarse y, menos aun, con que en estos dos equipos basta con tener pasaporte de otro color para ganarse por derecho propio un lugar en la titular. Abrieron el directorio y como en orden alfabético Millonarios está primero que Santa Fe, el equipo albiazul salió favorecido. Llamaron, confirmaron la dirección exacta de la sede deportiva y, previa compra de los utensilios necesarios en el Spring Step más cercano al hostal, tomaron el bus que decía “UDCA, Cementerios” que los llevaría a la sede azul. Una vez llegaron, el cuerpo técnico de la época apenas vio los pasaportes de ambos decidió que una prueba futbolística sería una afrenta y acto seguido fueron admitidos en el plantel profesional. El tema económico no representó mayores complicaciones. Cuando el presidente les preguntó a qué aspiraban, ambos coincidieron en que dos meses de hostal, sendos pares de tenis, dos tarjetas telefónicas y una dotación de latas de atún para tres meses sería más que suficiente. Un poco extrañado pero sin sospechar nada, el presidente ordenó tramitar el contrato.

Fue así como de mochileros zarrapastrosos, Arend y CeClein pasaron a ser refuerzos de Millonarios para la temporada 1995. Cuando la revista Millos hizo la acostumb

rada reseña de las caras nuevas para el torneo que comenzaba, ambos aseguraron haber comenzado e las inferiores del Gremio de Porto Alegre. Pudieron haber dicho que en las del Manchester United, igual les hubieran creído.

Sin que ni siquiera ellos mismos se lo pudieran creer, saltaron a la cancha con la azul en un partido contra el Bucaramanga en el Campín que, dato curioso, fue el encargado de inaugurar las transmisiones regulares del fútbol profesional colombiano*. La conjunción de los dos astros que tan buena fortuna les había traído a estos dos aventureros se prolongó unos días más permitiéndole a CeClein (luciendo la no. 15 que sólo semanas antes había lucido el gran Arnoldo Iguarán en su último partido con Millonarios) reportarse en el marcador en ese partido que finalmente terminaría con un insípido 1-1. Pero la suerte no sería sólo para el pelinegro, el “monito” también se haría presente en el marcador con un potente remate fuera del área pocas semanas después en un partido contra el Tolima en Bogotá. Pasó el tiempo y el lugar de los brasileros en la titular fue ocupado por cañoneros de la talla de Héctor Baloyes, Alex Daza y Víctor Medina. Más que satisfechos y agradecidos con la vida , Anderson y CeClein se hicieron a los videos de sus goles y recortaron cuanto registro quedó de su aparición en canchas colombianas para poder documentar a su regreso a casa la que sin duda era la anécdota del paseo. Una vez recolectaron suficiente evidencia, tomaron un Berlinas con destino a Cartagena en donde se embarcarían hacia Panamá. “Pasense por El Salvador, allá fijo también les creen”, fue lo último que les dijo un oscuro empresario, que ya los había incluido en su cuerda, al despedirse de ellos en el tercer puente.

*Este partido fue transmitido a todo el país por ambos canales (UNO y A) cuando estos eran los únicos canales de televisión abierta en el país con cobertura nacional. La transmisión simultánea se debió a que RCN y Caracol, que estrenaban en ese partido los derechos, no habían logrado ponerse de acuerdo sobre cómo se iban a alternar las transmisiones. Esto puede ser la explicación de porque recientes encuestas le dan a Arend y a CeClein un grado de recordación entre la gente superior al de personajes legendarios como el “Tuto” Barrios o el Guri-Guri.
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Especiales del bestiario: Selección Colombia juegos ODESUR`86

Aparecen, arriba de izquierda a derecha: Hernan Torres, Ceferino Peña, Wiston Girón, James Rodríguez. Abajo: Nestor Pizza, Víctor González Scott, Orlando Maturana, Dorian Zuluaga y Jorge Luis Bernal (D.T).

Contribución: YoSoyElCarlos

En nuestra mediocre historia futbolística al menos hemos tenido la suerte de ver en nuestra selección especimenes que ni en Argentina o Brasil tendrían cabida. Lastimosamente para ellos, se deben contentar con degustar a Zico, Falcao, Maradona, Batistuta, Crespo o Ronaldo, nombres que solo inspiran admiración, mientras que nosotros podemos alegrar una velada de amigos recordando, al calor (¿) de unas cervezas, nombres insignes como el de Eugenes Cuadrado en la selección de Ochoa en las eliminatorias del 86, el Kiko Barrios en la Copa América del 83 o Arley Dinas en las eliminatorias del 2002.

El ejemplo más desopilante fue la selección Colombia que participó en los juegos Odesur de Diciembre de 1986, clasificatorio para los Panamericanos de Indianápolis de 1987. En plena época de Octogonales, fue imposible convencer a los equipos clasificados en llevar a lo mejor que había disponible en el rentado (lástima que no pudimos llevar al Pirata Ferrer!), así que se procedió a la sabia decisión de convocar a lo más granado de los equipos eliminados como Unión, Tolima o Cúcuta.

La nómina base de esa colcha era la siguiente: Hernán Torres en el arco (institución como arquero del Tolima); Alfredo Gonzalez (lateral desapercibido en el Unión). El Chino Gonzalez Scott (ya mencionado aquí), Miguel el Fercho Gonzalez (del Cúcuta, llamado así porque tenía el cabello igual al personaje del Gallito Ramirez; era un patabrava que después del Torneo robó en el Huachipato de Chile) y Seferino Peña (otra institución en Tolima, d

espués ascendió con el Huila en el 92); James Rodríguez (de la recordada selección de Marroquín, pintaba bien pero se quedó en promesas), David Gruesso (salido del América, perdido para siempre en el olvido), Dorian Zuluaga (ya reseñado con sobrados méritos) y Cesar Calero (tuvo una carrera normal en Unión y Junior); el Pony Maturana y Winston Girón (¿?). Viendo esta abigarrada nómina, en realidad no me explico porqué no llevaron a la Piña Mendoza, al Galpón Estrada, a Nestor San Juan o al Paolo Rodríguez, porque perfil sí tenían para integrar este seleccionado.

El DT de esta constelación era Jorge Luis Bernal, también del Tolima y hasta entonces desconocido en el ámbito nacional (bueno, después también siguió casi igual de desconocido.). A pesar de todo, quedaron subcampeones con una buena dosis de huevos, pura garra, corazón y arepa (como las mesas de fritangas), lo que valió para ir a los Panamericanos al año siguiente con un equipo reforzado con jugadores de la talla y clase del Willy Rodríguez. Sin embargo, la suerte se les agotó y quedamos eliminados por México, Guatemala y Paraguay.

De esta curiosa selección no sobresalieron muchos jugadores. Solo Maturana y en algo Calero tuvieron una carrera más o menos decente. El resto es material digno de ser mencionado íntegro en este blog. Al menos pueden decirle a sus nietos «Mijo, yo estuve en la Selección Colombia.».

P.D. Después de arduas negociaciones el equipo de abogados del Bestiario no logró llegar a un acuerdo con los representantes de ODESUR y de la Federación Colombiana de Fútbol para hacerse con los derechos de la foto de esta memorable escuadra. Por este motivo, Bestiario se ha visto obligado a recurrir a este singular recurso fotográfico (inspirado en el album Panini del mundial 2002) para poder llevar a sus fieles lectores el registro gráfico de esta selección.

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El "Tren" bávaro

En 1993 el país futbolístico se vio sacudido por la noticia de la llegada del «Tren» Valencia al Bayern Munich. Inflado a más no poder nuestro vetusto orgullo patrio, el suceso dio para todo tipo de desmanes. La foto que hoy les presentamos y con la que inauguramos nuestra sección «Joyas de la prensa» apareció por esa época en varios medios de circulación nacional y se cuenta entre las demostraciones más sensatas de la euforia que invadió a nuestra prensa, que nunca ha sido amiga de la euforia desmedida.

No sabemos si por un remanente de vergüenza el crédito se lo daban al Bayern Munich.Aunque díficil de creer, el Bestiario tiene claro que la prensa es la fuente de la verdad por lo que le damos el crédito al departamento de prensa del club alemán.

Agradecemos a Link por rescatar esta perla del cruel olvido..

Calendario Bestiario del balón 2006

Respetuosamente nos permitimos ofrecer a nuestros amables lectores el calendario oficial del bestiario para el año que se avecina por sólo $10,000. Con lo más selecto de nuestro archivo y una frase célebre para inspirarnos cada mes.

Interesados hacer click acá para llenar el formulario de preventa..

Francisco Cassiani

Recio defensa central, pasó a la historia por su apodo: «Pacho pistolas». Hermano menor de Giovannis, también defensa central de algún suceso en el América y en el Nacional, el país futbolero lo conoció a comienzos de la década de 1990 cuando se ganó, a pulso o a bala, no importa, un lugar en la zaga juniorista después de haber sembrado sus primeros pinitos en el Cúcuta y en el Envigado.

Su apodo se debe a su costumbre de asistir a los entrenamientos con un arma al cinto para, una vez terminaba el entreno, descargar, con o sin motivo, el proveedor mediante sendos disparos al aire que, sumados a su tosca presencia, sembraban el terror y el pánico entre el pueblo barranquillero. Gracias a ese exótico gusto de Bolillo Gómez por los centrales guapos, braveros y poco talentosos (tipo “Chaca” Palacios) Pacho tuvo la oportunidad de “mojar” selección Colombia en no pocas ocasiones entre 1995 y 1998. Fue uno más de los jugadores que como “Tyson” Hurtado, gracias a la benevolencia y a la falta total de rigor del Bolillo en las convocatorias, llegaron a donde, de otro modo y en otro contexto, no hubieran llegado ni con los favores de San Guchito.

Este cuarto de hora le valió para ser transferido a Rosario Central en 1998 ayudado también por esa extraña conexión entre el glorioso canalla y el equipo barranquillero que ha permitido un constante intercambio de jugadores entre ambas escuadras (Gaona, Fawcett). En el sur, de acuerdo con los colegas de enunabaldosa, cumplió sin sobresalir. Después de Central vino el declive. Fue a Chile, a Wanderers, en donde dejó huella gracias al autogol que selló la caída de su equipo 6-0 contra la U de Chile. Empacó maletas y tomó rumbo al norte, a Perú donde reforzó al Alianza Atlético en 2001 en la final del torneo apertura. Después de disputar siete partidos en tierras incas, regresó a Colombia como refuerzo del Pereira. Desafortunadamente, ya nada era igual, Bolillo ya no estaba y comenzaron a escasear los técnicos que se dejaban seducir por centrales braveros como los de su estirpe. Terminó su carrera en el Atlético Huila sin lograr reverdecer nunca más los laureles de aquella época dorada de revólveres y “Bolillos”.

Dato adicional: Comenzando su carrera, estuvo en la formación del Cúcuta que prefirió retirarse antes de de sufrir una ignominiosa goleada cuando ya perdía 5-0 en El Campín contra Millonarios en 1988.

Con la colaboración de Muerte al Julgo
y La Rompieron..

Especiales del bestiario: Hans Schomberger

Desde donde se le mire era un bicho raro. De nombre y apellido foráneo (su familia paterna provenía de Austria), su origen no era humilde. Su interés por la ingenieria electrónica y los sistemas tampoco le permitían encajar en el estereotipo de los futblistas con apariencia de modelos y provenientes de la clase media, media-alta (Mondragón, «Gato» Perez, Juan Carlos Jaramillo, Juan Pablo Ángel). Su estampa era la de un exótico ñoño al que la providencia lo había bendecido otorgandole la misma dosis de talento en la cabeza y en los pies. Además de bogotano, era también hincha reconocido de Millonarios (se rumoraba incluso que su hermano pertenecía a la barra «Comandos azules»): personificaba el sueño del hincha. Era el redentor, «uno como yo», que había bajado de las gradas para ponerse los cortos y redimir al equipo. Un caso único. Un himno a la esperanza. Demasiado bueno para ser verdad.

Todos estos rasgos le permitieron sobresalir desde temparana edad. Muchos hinchas aberrados, de esos que no se pierden partido de la sub-9 en busca siempre del advenimiento de una jóven figura en el equipo, habían anunciado ya su llegada de la mano con uno que si cuajó: Andrés Chitiva. Pero, no podría ser de otra forma, los ojos estaban todos puestos en el «alemán» y no en el «chino». El rumor de la aparición de una exótica estrella juvenil no tardó en esparcirse por los corredores del Campín. Dos años antes de su debut ya se hablaba de «un chino con apellido raro que dizque juega como un hijueputa».

Hans, en su faceta más ñoña.

En efecto, su ascenso fue meteórico. Muy jóven ya había tenido sus primeros roces con el plantel profesional. Después de algunos tímidos acercamientos al plantel profesional con Maturana, a comienzos de 1999 Jorge Luis Pinto lo tuvo entre las novedades juveniles de la pretemporada. Tenía para ese entonces 18 años y era la edad justa para cumplir con la naciente norma que obligaba a que un jugador menor de 20 años estuviera así fuera un minuto en el campo de juego. Orgullosos, y con la soberbia propia de quien ve convertirse en una bella adolescente a la niña que todos los demás consideraban fea, los mismos hinchas que hacía unos años habían anunciado su alumbramiento veían cerca, por fin, la llegada del llamado a salvar a la institución.

El día esperado finalmente llegó. Fue, otra vez, en un anodino partido contra el Atlético Huila que Millonarios empataba faltando pocos minutos. Había, sin embargo, en la tribuna muchos que no lo conocían creyeron que la voz oficial del Campín había sido presa de un súbito y peculiar ataque esquizoide que lo había llevado a sentirse por unos segundos en el olímpico de Munich cuando anunció que a la cancha ingresaba Hans Schomberger. Su cabellera rubia, lacia y abundante en forma de hongo concentró todas las miradas. Hay que decir que fue un debut más bien modesto y que en algunos pasajes dejó ver algunas leves pinceladas de su talento.

No obstante, no hay que olvidar que este es un país lobo, chauvinista, eurocentrista y acomplejado. Caldo de cultivo ideal para que un «monito» con apellido raro recibiera la maldición gitana que trae consigo la atención del periodismo nacional. En efecto, el titular de El Tiempo el lunes siguiente fue: «Un tal Hans Schomberger». Muchos noticieros le atribuyeron a él la jugada del gol de la victoria azul (en honor a la verdad, el balón pasó por sus pies varios minutos antes de penetrar el arco opita). Los reportajes estuvieron a la orden del día; su origen Austríaco salió a relucir y no fueron pocas las desfachateces que si dijeron al respecto:»el niño cantor de Viena», «el nuevo Mozart del balón», se cuentan entre las menos atroces.

En medio de tanto despliegue sobresale un artículo de «Deporte gráfico» titulado «fútbol de pilos» sobre los jugadores que combinaban fútbol y estudios. Este artículo se esforzaba por mostrar la faceta más ñoña de Schomberger: aparecía en una foto frente a un computador, con sus gafas puestas. En otra se veía departiendo con sus compañeros como si estuvieran en una reunión de un trabajo en grupo.

Después de su debut, el desempeño de Hans fue más bien intermitente. Fue titular en el partido siguiente contra Santa Fe sin que pudiera demostrar más de sus condiciones. Después, solía ingresar al terminar los partidos y en varias ocasiones, mostró con fútbol el porque de tanta expectativa.Parecía que ya iba cuajar. Desafortunadamente, una pubalgia lo alejó un buen tiempo de las canchas. Tiempo durante el cual su compañero de camada, Andrés Chitiva, le dio buen uso al cupo que Hans dejaba libre como sub-20 para así también también ocupar su rincón en el corazón de la hinchada. Hans regresó meses después y siguió con su desempeño intermitente. A comienzos de 2000, cuando aún no se consolidaba, el nefasto presidente de Millonarios de ese entonces lo incluyó en una extraña y turbia negociación, como todo en él, que lo transfería a la filial del Racing de Santander. Conociendo al personaje, no fueron pocos los que sospecharon que en realidad el tierno Hans había sido vendido a una red de trata de blancos. Finalmente no fue así. Sin embargo, afirman quienes conocen, que lo oscuro y torcido de la negociación hizo que Hans viviera días que en poco se diferenciaban con los que deben vivir las víctimas de este atroz delito. Decepcionado, Hans regresó a Colombia y tomó la decisión de abandonar el fútbol y dedicarse de lleno a sus estudios de ingeniería electrónica en la Universidad Javeriana.

Finalmente se puede decir que a Schomberger lo traicionó su origen. De no haber sido por su sonoro apellido y su cabellera, ahí si de niño cantor de Viena, su debut hubiera pasado tan desapercibido como el de Deibis Palacios, el otro sub20 del equipo. A esto hay que añadirle la perversa figura del presidente azul que aseguró el futuro de su familia gracias a él y a Chitiva en detrimento de las ya muy saqueadas arcas azules. Sin él y sin su afán por transferirlo para quedarse con su tajada, «el comandito» hubiera seguramente gozado del tiempo necesario para consolidarse como ídolo de la hinchada.

Hoy en día despliega su talento en los torneos interuniversitarios como figura del equipo de fútbol de la facultad de Ingeniería de la Pontificia Universidad Javeriana. .

Allan Valderrama

Otro más que cuando llamaban a su casa preguntaban siempre por «el hermano del Pibe». Pobre Allan. No queremos ni imagirnarnos como se le revolvían las tripas cuando impajaritablemente en cada una de las pocas entrevistas que concedió el entrevistador de turno recurría a cualquier eufemismo más o menos elaborado para preguntarle, en relación con su hermano, qué fue lo que salió mal con él. Y de alguna manera, tenía razón en hacerlo pues es evidente que Allan Valderrama podría ser un interesantisimo objeto de estudio para cualquier interesado en el enigmatico y, en casos como este, erratico comportamiento de los genes.

En efecto, si se hiciera una lista de las virtudes del Pibe esta serviría sin problema como lista de las carencias de Allan. Él era un jugador de fuerza, enjundia y temperamento. Sin duda, la musa de la técnica y de la filigrana que iluminó a su hermano en una noche samaria iba de afán y prefirió pasar de largo por el lecho del buen Allan. Así las cosas, si el «Pibe» se dio a conocer por sus pases cortos y milimetricos, Allan aún es recordado por sus célebres taponazos y «ollazos» que remataron los pocos bombillos que aún quedaban en los vetustos marcadores electrónicos del país. Y si el Pibe fue un visitante poco asiduo de los boletines de penas y castigos de la comisión arbitral hay que decir que en esa época los formatos de los informes los mandaban a hacer con el nombre de Allan ya impreso.

Pero la madre naturaleza es sabia y, parcialmente, justa y hay que reconocer que Allan gozaba de una virtud (una, al menos) de la que carecía su hermano: así como era capaz de derribar sin problemas un pato migratorio que se cruzara en la trayectoria de un bartolazo suyo, de cuando en vez le sonaba la flauta y su media distancia y sus tiros libres llegaron a ser un arma que algo de inquietud generaba en el técnico rival.

Allan tuvo también una misión encomendada por su hermano: reivindicar la estirpe ante la fanaticada albiazul. Hay que recordar antes el breve y desafortunado paso del Pibe por Millonarios, cuando apenas comenzaba su carrera. El aún tierno Pibe, incomprendido en una ciudad fría y hóstil, no fue de los afectos de Jorge Luis Pinto quien terminó echandolo, entre otros motivos, por haberse presentado a un entrenamiento con un guayo en un pie y un «tenis» en el otro. Con la misión entonces de limpiar el apellido llegó Allan a Millonarios en 1992. Al respecto hay que decir que la fanaticada albiazul sentía al ver el apellido Valderrama en la alineación y en los pocos partidos en los que utilizó la «10» algo parecido a lo que la teleaudiencia experimentó cuando Don Román llegó a la vecindad en reemplazo de Don Ramón. No era lo mismo ni era igual. Aun así, se puede decir que Allan vivió el tope de su carrera en 1994 cuando fue subcampeón con Millonarios siendo titular inamovible.

Además de un breve paso por el América, militó también en Junior, Caracas F.C., Unión Magdalena, y Unicosta, club en el que le dijo adiós al fútbol activo. Rumores aún sin confirmar insisten en una reciente y fugaz reaparición suya en un club de la primera B.

Allan, celebrando la permanencia del Unicosta en primera división. 1997.

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Pequeños, pero sencillos agradecimientos

Desde esta humilde tribuna enviamos un sincero agradecimiento a la gente de «Fútbol Total» por el espacio que nos dedicaron en su última edición. Que sea la oportunidad para agradecer también al «Hincha azul» autor del blog de Millonarios en El Tiempo.com, al Diario Deportivo y al Colombiano de Medellín por las líneas que nos han dedicado..