No me rendiré, voy a llegar…


Erika Márquez es recordada por haber sido una de las villanas de la primera (o segunda tal vez) versión del reality «Protagonistas de Novela». Colombia la odiaba y las señoras en la fila del mercado decían que era una «arpía», cosa distinta a las loas que recibía el robocop actoral Jáider Villa, del que decían que era «un berraquito, porque no se la deja montar de Daniel y Ana Karina».

Los caminos del señor destinaron suerte diversa para todos. De Óscar Bríñez (un clon de Yulián Anchico), primer eliminado de ese show no se volvió a saber nada. Ana Karina, tras demostrar su amor en un video a un sujeto que no era su amado Pedro, hoy presenta farándula en RCN. Jáider, ya se sabe: ganó por berraco, no por buen actor. Y la odiada Erika, que recientemente salió en una atrevida sesión fotográfica en SoHo, anda feliz en Nueva York. Pero los tiempos que hoy vive Érika ya no son tan hermosos y campiranos como los de hace un tiempo. Ella también, al mejor estilo de Jáider, supo ser una berraquita.

Por eso, hace ya unos años, fue candidata a Miss Tanga Cundinamarca y posó para el lente del gran maestro Luis Álvarez (veterano fotógrafo de deportes y modelos de contraportada) para engalanar la sección «Deportivísima», todo un himno de buen gusto y garbo que nos regala el Diario Deportivo cada amanecer..

El gol fantasma, versión Selección Colombia


En la TV de los ochenta era complicado ver partidos a varias cámaras con repeticiones cuadro a cuadro nítidas o presentaciones de goles al estilo «Fútbol de Primera». No. La cosa era más básica: Tres cámaras para filmar matrimonios (de las de cassette de Beta y que pesaban tanto o más que un betamax Sanyo) y rezar para que los camarógrafos no se despistaran o para que no entraran en paro y dejaran a todo un país sin poder ver los goles de la jornada, como ocurriera con el paro de Telecom en 1992.

Si todo salía bien, había que esperar que el clima diera una mano. De lo contrario era mejor imaginarse el tanto por el relato de radio. En el partido Colombia-Argentina jugado por la disputa del tercer lugar de la Copa América en 1987 (aquél partido del golazo de «Barrabás» Gómez a Islas), pocos recuerdan el gol del descuento argentino, porque en los videos de la época no se pudo divisar claramente cómo fue, debido a una densa neblina que caminaba campante por el césped del mítico Monumental de Núñez.

La imagen muestra muchas cosas raras que en su momento la niebla ocultó: Claudio Caniggia, autor del 2-1, jugaba con el extraño número 3. El pelo de René Higuita no era tan largo y el «Pibe» Valderrama cubría un palo. Diga que no pudimos acercar más la imagen porque, de haber sido posible, se podrían ver claramente las caras de Mario Jiménez y Jorge Porras, suplentes en ese equipo inolvidable..

La Santa Sede


Archivo: Sebastián Heredia.
Foto: Kokorikóptero.

Harto se ha criticado a Millonarios y sus intentos de estadio, pero por los lados rojos, su proyecto de hacer una gran sede deportiva, al mejor estilo de los grandes clubes del mundo ha pasado de agache. Al menos hasta hoy.

Santa Fe iba a tener una sede digna, de alcurnia. Claro, eran buenos tiempos: un santafereño era presidente (Ernesto Samper) y la nómina del equipo era balanceada, llena de buenos nombres y con un entrenador como Julio Comesaña que apenas dos años atrás gozaba de las mieles gloriosas llevando al Junior al campeonato y poco después a las semifinales de la Copa Libertadores.

César Villegas, diligente directivo del club cardenal se encargó de revelar en la revista oficial de la institución la locación, que haría morir de vergüenza y envidia a clubes como River Plate, Inter de Milán y Sport Ancash. Lo de Sport Ancash es cortesía de la casa pues en el lacrimógeno texto escrito por el finado ex subdirector de la Aerocivil –en tiempos en los que Álvaro Uribe era el director- expresa que “La ciudad tiene el material humano para tener una institución de primer nivel como el Barcelona de España, el Milan de Italia o el River Plate de Argentina”.


Arriba: Víctor Hugo Ávalos, Wilson Gutiérrez, Farid Mondragón, Mauricio Matallana, Juan Manuel Peña, Nelson Flórez. Abajo: Nelson Hurtado, Francisco Witthingham, Jaime «Choco» Suárez, Daniel Tilger, Rubén Darío Hernández.

El Polideportivo, ubicado en la calle 64 con carrera 30, contaría con 300 parqueaderos, area cubierta para deportes, “área húmeda” (y no se referían a las aguadas definiciones de Jeffrey Díaz en las 18 que vendrían pocos años después, sino al sauna, turco y piscina), área para aeróbicos, cinco canchas de squash, campo de golf de 8 hoyos –qué diría Camilo Villegas pensando que le haría falta un solo hoyito para poder jugar a lo bien- seis canchas de tennis y una cancha de fútbol con medidas reglamentarias en la primera parte del proyecto.

La segunda etapa de desarrollo traería consigo graderías para 5 mil espectadores en la cancha prometida, así como camerinos a todo taco, dos canchas más para poder entrenar, y la sede administrativa, con salón de trofeos, oficinas de presidencia, vicepresidencia y sitios de reposo como salones de juegos con mesas de billar, bolera y sala de videos. -Videos, los de Villegas-. Ah, y el noveno hoyito, este para Camilo, no para César.

Costaba solamente 500 mil pesos afiliarse y toda la familia tendría derecho a pasar un rato más cerca de sus ídolos. Tomarse una piñita colada y discutir sobre los cambios en el equipo con Comesaña en el Sauna, ganarle las flautas para pasar de mundo a Farid Mondragón en Mario Bros 3 –habían comprado un Family con anticipación, ya que no había suficientes afiliados como para el Nintendo-, y hasta compartir un duelo de damas chinas con Eduardo Orozco. Era todo posible.


Se especuló en ese entonces que iban a ser contratados los mismos ingenieros y arquitectos que ejecutaron la edificación del Kartódromo «Los Gansos» de Chinauta, para que el emprendimiento estuviera a la altura de las más grandes obras maestras.

Pero a Villegas lo enguandocaron por estar de “hombre araña” en el proceso 8 mil. Y en “la sombra”, se sabe que la gente que antes se amaba, termina perteneciendo al otro “bandi”. Villegas murió en el 2002, el lote donde se iba a edificar tal magno proyecto adornó la paralela de la 30 con tres bulldozers y las ruinas de una camioneta Citroën Tiburón blanca, tres viejas patrullas de la policía marca Volkswagen Brasilia y un Zastava.

Por eso, cuando al presidente Uribe le preguntan por sus supuestas visitas a Villegas a la cárcel, él debería responder que era “negociando la Citröen Tiburón”. ¿No era por eso, acaso?

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Ahora que la Libertadores volvió a ser una ruta de flotas…


Tras la derrota contra el Pereira 2-0 como local, los hinchas cucuteños despidieron el bus del equipo lanzándole sendos conos con sobrados de raspado y algunas latas de cerveza clausen, patrocinador motilón de 1992, en tiempos en los que jugaban Daniel Gómez, Carlos Laje y Oswaldo Rafael Ozzán. Los fanáticos todavía recuerdan con alegría aquel conjunto de héroes que perdió la semifinal de Copa frente a Boca Juniors en una densa neblina que cubría La Bombonera y se resisten a creer que por culpa de la administración conjunta Sarmiento-Maño, su club vuelva al sótano, hecho que parecía extirpado de la memoria.

Hoy duele no ver más frecuentemente el pescadito de Fundavi que con tanta habilidad imitaba Matías Urbano, o las atajadas de «Rufai» Zapata que hoy pierde el tiempo viendo «Betty la fea» en Bucarest. ¿Dónde está Walter Moreno? ¿Y Pajoy? ¿Y Bernal?

Las críticas golpean sin piedad sobre Castellanos, Portocarrero -con razón- y a Banguero. Pero, querido amigo cucuteño. Recuerde que hubo tiempos peores.

Por eso, para el recuerdo, la nómina del Cúcuta 1996/1997 que se fue a la B tras dos fracasos en el banquillo -el primero de Gustavo D´Simone y el segundo de Sergio Santín-

Arriba, de izquierda a derecha: Omar Franco, Álvaro Aponte, Asdrúbal Alzate, Arnoldo Iguarán, Darío «Chusco» Sierra, Guido Torres. Abajo, de izquierda a derecha: Oyarbides Cassiani, Oscar Ortiz, Óscar Alegre, Luis «Liso» López, Manuel Martínez..

Leonel Líberman

La historia dice que este volante de creación no era familiar de Martín, el pelirrojo presentador de Fox Sports, pero la realidad indica que ambos deben venir del mismo árbol genealógico porque nadie los soporta. Martín, mucho más afortunado, solamente es silbado por las multitudes detrás del TV. Leonel en cambio, perdió el 40 por ciento de su capacidad auditiva debido a los sonoros chiflidos que recibió cada domingo cuando Santa Fe perdía partidos de manera copiosa en 1998.

Sin embargo Leonel se las arregló para que su imagen fuera prístina y brillante en su propio terruño. La afamada revista El Gráfico demuestra de alguna manera cómo se comió la gambeta del mediocampista poirque según el pie de foto en la imagen, Liberman «jugó apenas diez partidos en el ascenso. Ahora en Colombia es figura y goleador».

Y todo se debió a una habilidosa estrategia para que se maquillara su rendimiento. Su familia pedía informes de prensa que eran enviados desde las oficinas de Adpostal en el barrio Morato, hasta Buenos Aires. Leonel, que no quería que sus seres queridos se enteraran que no daba pie con bola con el cardenal, le pidió a un hermano menor que le debía 25 mil pesos que cuando llegaran las revistas a casa, recortara las críticas y en ese espacio, pegara textos sobre la carrera de Martín Líberman.

Así, cuando los domingos al calor de un asado hecho con brazos de hombre dueño de casa, la familia Líberman se reunía en la mesa del comedor para leer en voz alta las noticias que llegaban en sendos Nuevo Estadio, Diarios Deportivos y ediciones de El Tiempo, llenas de parches de otras publicaciones.

Entonces, aunque Leonel hubiera jugado atrozmente en El Campín, un cuñado leía, con potente voz de tanguero que «La prestigiosa carrera de Líberman, que abarca la radio y la televisión, lo ha colocado al frente de los más importantes y prestigiosos eventos deportivos durante las últimas dos décadas, incluyendo la Copa Mundial de FIFA (3), la Copa Toyota Libertadores (8), las Olimpiadas (1), y los Juegos Panamericanos (1)».

Todos aplaudían, brindaban con copa de vino y se enorgullecían por ese palmarés brillante del muchacho.

Y esa deuda de 25 mil pesos ayudó para que el embuste se alargara en casa cuando jugó en Argentinos Juniors, Racing Club, Maccabi Petah Tikva, Hapoel Jerusalem, Oriente Petrolero, Santa Fe, Almagro, Liga Deportiva Universitaria de Quito, Náutico, Emelec, Cuenca, Defensor Sporting, Guaraní, Chacarita Juniors, Deportivo Santamarina, América de Río, All Boys y Deportes Arica.

Un día el hermano menor creció, empezó a trabajar y le pagó los 25 mil pesos a Leonel. En ese momento, Líberman se retiró del fútbol. No tenía a nadie más que le ayudara. Ni siquiera su hermano perdido Martín, considerado en varias páginas como el «periodista deportivo más odiado de Argentina».

Nunca más cierto. Es un mal de familia. Un Líberman parece que no sale bien de ningún lado..

El estadio azul: de 1989 a 2003(II)



Primera entrega multimedia

El cuento venía desde 1989 cocinándose a un fuego muy bajo. Eran otros tiempos, otras economías y claro, otros socios. La idea era exactamente la misma que la que se planteó 14 años después, más exactamente en el 2003: edificar un gran coliseo digno de un equipo campeón, el 13 veces ganador del torneo colombiano, con suites de lujo, gran tablero electrónico, capacidad para 60 mil espectadores.

¿El diseño? Exactamente igual al Monumental de Guayaquil y su ubicación estaría acorde con el avance de la ciudad hacia la Sabana: se recuperarían los bellos terrenos del Hipódromo de los Andes, perdidos a manos de la manigua. Pero eso era 1989, cuando Millonarios contaba con un equipo ganador y que parecía irse encumbrando hacia lo más alto, gracias a su magnífica primera fase en la Copa Libertadores de América.


Mapa con la ubicación del Estadio Azul

Pero 1989 y 2003 son muy diferentes: mientras que de las canteras azules aparecían jugadores como Nilton Bernal y Cerveleón Cuesta, en 2003 Wilberto “Temblor” Valencia y Julián Martínez, ganador de un reality, era la cuota de las inferiores. Si antes los extranjeros del club eran Sergio Goycochea, Darío Campagna, Mario Vanemerak y Óscar Juárez, al pobre Norberto Peluffo en 2003 le tocaba lidiar con un número 10 que calzaba 42 y que ni apellido argentino tenía: era un tal Esteban González. Martín Perezlindo era el otro foráneo, con logros de periódicos amarillentos en selecciones juveniles argentinas y Racing Club. Muy poco a decir verdad.

Pero como si se tratara de un extraño error de calendario o algún fallo del famoso Y2K, 1989 y 2003 se unieron en el tiempo para hacer realidad el sueño de un estadio digno para Millonarios.


Facsímil del formato para comprar una suite en el estadio azul. Se pagaba un 15 % para separarlo y 18 cuotas mensuales sin intereses. Una cuota extra (el 10 % )al firmar escrituras

Fue en un bar del exclusivo sector de la 93 en el que se aprovechó para lanzar la nueva camiseta y para claro, empezar a vender las suites del “Estadio Azul”. Mientras unas mujeres de trusa bicolor danzaban con un bailarín disfrazado de árbitro y que parecía sacado de un casting de película soft porno de “The Film Zone”, se explicó que el estadio quedaría ubicado en un gran lote de Siberia, a las afueras de Bogotá, por la calle 80. Norberto Peluffo, tal vez tan aterrado como los espectadores por esa inexplicable danza entre un réferi y dos artistas con negligé, comentó muy en broma y poco en serio que si este estadio se construía, “tocaba traer a Madonna o a Michael Jackson”.

5000 parqueaderos, suites que contaban con alfombra, muros en estuco y vinilo, baño enchapado en su zona húmeda, salidas hidráulicas para instalación de cocineta y ductos para instalación de TV, locales comerciales que garantizaban la venta hasta de un enano vietnamita y mucho más eran los beneficios de edificar el proyecto del estadio de Millonarios.


Foto tomada desde el Kokorikóptero del Bestiario sobre la maqueta de una de las suites.

Pero la gente empezó a pensar que los locales comerciales tendrían tanta afluencia de clientes como el Aeroburguer de Guaymaral y analizó que irse a Siberia para ver a Millonarios contra Quindío un miércoles por la noche sería jartísimo sin contar con que muy compleja misión sería regresar a casa dado el nulo sistema de transporte del sector. Muchos “tontonieles” que pagaron de contado sus suites pensaron que iban a hacer el negocio del año: en sus lujosos habitáculos, alquilarían y subarrendarían partes del lugar para que aquellos a los que se les fuera la flota, pudieran tener una cálida noche de hospedaje con chocolate en agua y sándwich de calado en las bellas suites.

Como suele ocurrir con las iniciativas dirigenciales en Millonarios, las ideas quedaron congeladas en Siberia, Rusia. Y hasta mejor. ¿Quién iría a un Millonarios-Centauros de Copa Colombia al Estadio Azul?.

Adivine el personaje…


Es muy fácil. No es extranjero, jugaba de defensa, fue criado por Carlos Bilardo y le gusta la noche, pero para cazar futbolistas indisciplinados. Adivine y gánese un yoghurt chambourcy con chocolita en compañía del «Manimal» Cortés..

Cuando no se necesitaban recogebolas…

La tribuna alta del Estadio San José de Armenia era todo un monumento al juego limpio, al juego sin detenciones y veloz por el que ha promulgado siempre la FIFA en cuanto concilio pseudovaticano organiza en Zurich. Qué mejor que un muro de fuerte ladrillo para evitar tanto balón refundido debajo de vallas publicitarias o que quede en manos de «ball boys» mañosos y desprejuiciados que, a cambio de unos guayos AS regalados por el director deportivo de un club cualquiera, refunda la pelota cuando el equipo visitante va perdiendo. Con este modelo la velocidad del juego era rapidísima, casi como el micro. Faltaban los pro-keds, las medias amarillas, la pantaloneta pegada, una que otra «pascuala» y listo. Ni Bibiano Mena, gloria micrera del pasado, soportaría tanto vértigo. Incluso como elemento de seguridad contra barras bravas aguanta, más que la malla o el acrílico.

Pero como es costumbre en nuestro país, las soluciones siempre son a medias. El muro nunca era alto así que para detener un juego complicado, el visitante mandaba a patear balones a tipos estilo Alan Valderrama para que la pelota se fuera hasta la Plaza de Bolívar.

La imagen, en la que vuela José Laurenti, bestiarista arquero quindiano de comienzos de los ochenta, es clara. Con un mural así, ¿pa qué recogebolas?.

Más información sobre el San José de Armenia en este especial. .

El Giocondo

Conocido también como «El Mono Liso» es un verdadero incunable en la historia del fútbol-arte colombiano. El lienzo, encontrado en cercanías del Estadio de Lens, mientras la Selección Colombia jugaba contra Inglaterra y sellaba su eliminación, muestra la figura de un crack costeño con un inexplicable aire de melancolía en su mirada.

Aunque se dice que el modelo se le vio alguna vez en la siempre tentadora Montpellier, se afirma que el original tenía crespa y blonda pelamenta. El artista que captó la obra descubrió una faceta extraña: el pelo liso, caído sobre los hombros y lejano de ser el afro que se estilaba usar en los años setenta y ochenta, da un aire enigmático y de misterio.

Algunos boicoteadores intentaron dañar la obra a patadas durante poco más de 16 años. En Colombia, lugar de donde emergió el cuadro, se hicieron serias tareas de restauración para preservar perpetuamente el lienzo a pesar de los años y las cicatrices en las pantorrillas. Se trataron de hacer copias burdas del original como «Angustias» (un plagio de «El grito» de Edward Munch»), y esculturas como «El David Ferreira», pero todo fue en vano. Ninguna igualó al «Mono Liso».

La magnánima creación reposa tranquila entre Barranquilla y Estados Unidos.

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¿De parte de Dios o del Diablo?

Pocos seres humanos se han dado el gusto de tomarse una foto con el Santo Pontífice de la Iglesia Católica. De los que recuerda nuestra redacción y que sean oriundos de nuestro país, los únicos que coronaron visita papal fueron Juan Guillermo Ríos y Antonio José Caballero, pero es una empresa difícil.

Sin embargo hubo alguien que los sobrepasó. Nuestro bien conocido crédito Nelson Rivas la volvió a sacar del estadio. No solamente le bastó con conseguir un traspaso del Cali a River Plate. También parece chico que Nelson hubiera podido conseguir pasaporte comunitario y jugar con el poderoso Inter de Milán.

Pero Rivas no tiene límite: aunque su compañero, el bravo Marco Materazzi se pidió salir a la derecha del padre, en una producción fotográfica realizada por el Inter en sus 100 años de historia, Rivas con una pilatuna de primaria lo hizo quitarse de ese lugar.

Rivas le dijo :»Ve Marco, que por ahí anda Zidane todo rabón a buscarte». Materazzi se quitó y Nelson se ubicó justo en el puesto que Marco guardó desde las 7 de la mañana para salir al lado del Papa. Esta es la imagen que certifica primero, la habilidad de Rivas en estas trapizondas (verlo a mano derecha de la imagen, detrás de Joseph), y la cara de decepción de Materazzi (en la esquina derecha, casi alzando la trompa para alcanzar a salir en la imagen), que fue engañado con el más pueril de los trucos.

Eso sí. Rivas es un berraco pero hay que decir que nunca logró fotografiarse con otro amigo de esta casa: Karol Wojtila..