Archivo: Sebastián Heredia.
Foto: Kokorikóptero.
Harto se ha criticado a Millonarios y sus intentos de estadio, pero por los lados rojos, su proyecto de hacer una gran sede deportiva, al mejor estilo de los grandes clubes del mundo ha pasado de agache. Al menos hasta hoy.
Santa Fe iba a tener una sede digna, de alcurnia. Claro, eran buenos tiempos: un santafereño era presidente (Ernesto Samper) y la nómina del equipo era balanceada, llena de buenos nombres y con un entrenador como Julio Comesaña que apenas dos años atrás gozaba de las mieles gloriosas llevando al Junior al campeonato y poco después a las semifinales de la Copa Libertadores.
César Villegas, diligente directivo del club cardenal se encargó de revelar en la revista oficial de la institución la locación, que haría morir de vergüenza y envidia a clubes como River Plate, Inter de Milán y Sport Ancash. Lo de Sport Ancash es cortesía de la casa pues en el lacrimógeno texto escrito por el finado ex subdirector de la Aerocivil –en tiempos en los que Álvaro Uribe era el director- expresa que “La ciudad tiene el material humano para tener una institución de primer nivel como el Barcelona de España, el Milan de Italia o el River Plate de Argentina”.
Arriba: Víctor Hugo Ávalos, Wilson Gutiérrez, Farid Mondragón, Mauricio Matallana, Juan Manuel Peña, Nelson Flórez. Abajo: Nelson Hurtado, Francisco Witthingham, Jaime «Choco» Suárez, Daniel Tilger, Rubén Darío Hernández.
El Polideportivo, ubicado en la calle 64 con carrera 30, contaría con 300 parqueaderos, area cubierta para deportes, “área húmeda” (y no se referían a las aguadas definiciones de Jeffrey Díaz en las 18 que vendrían pocos años después, sino al sauna, turco y piscina), área para aeróbicos, cinco canchas de squash, campo de golf de 8 hoyos –qué diría Camilo Villegas pensando que le haría falta un solo hoyito para poder jugar a lo bien- seis canchas de tennis y una cancha de fútbol con medidas reglamentarias en la primera parte del proyecto.
La segunda etapa de desarrollo traería consigo graderías para 5 mil espectadores en la cancha prometida, así como camerinos a todo taco, dos canchas más para poder entrenar, y la sede administrativa, con salón de trofeos, oficinas de presidencia, vicepresidencia y sitios de reposo como salones de juegos con mesas de billar, bolera y sala de videos. -Videos, los de Villegas-. Ah, y el noveno hoyito, este para Camilo, no para César.
Costaba solamente 500 mil pesos afiliarse y toda la familia tendría derecho a pasar un rato más cerca de sus ídolos. Tomarse una piñita colada y discutir sobre los cambios en el equipo con Comesaña en el Sauna, ganarle las flautas para pasar de mundo a Farid Mondragón en Mario Bros 3 –habían comprado un Family con anticipación, ya que no había suficientes afiliados como para el Nintendo-, y hasta compartir un duelo de damas chinas con Eduardo Orozco. Era todo posible.
Se especuló en ese entonces que iban a ser contratados los mismos ingenieros y arquitectos que ejecutaron la edificación del Kartódromo «Los Gansos» de Chinauta, para que el emprendimiento estuviera a la altura de las más grandes obras maestras.
Pero a Villegas lo enguandocaron por estar de “hombre araña” en el proceso 8 mil. Y en “la sombra”, se sabe que la gente que antes se amaba, termina perteneciendo al otro “bandi”. Villegas murió en el 2002, el lote donde se iba a edificar tal magno proyecto adornó la paralela de la 30 con tres bulldozers y las ruinas de una camioneta Citroën Tiburón blanca, tres viejas patrullas de la policía marca Volkswagen Brasilia y un Zastava.
Por eso, cuando al presidente Uribe le preguntan por sus supuestas visitas a Villegas a la cárcel, él debería responder que era “negociando la Citröen Tiburón”. ¿No era por eso, acaso?
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