Elías, Correa para los corruptos

El fútbol es una profesión tan corta como malagradecida. Conscientes de esto, muchos de quienes lo practican abonan el terreno mientras están activos en otros oficios o profesiones para una vez llegado el momento del adiós tener escampadero que permita, por lo menos, mantener a raya las culebras de planta. Uno de estos  precavidos fue Elías Correa, recio volante santandereano que dejó lo mejor de su talento en la primera línea del mediocampo cardenal a comienzos de los noventa. Correa, autocrítico, sabía que un jugoso 10% de una eventual transferencia a un Parma o a un Milan definitivamente no iba a llegar a su vida. Por eso, tomó precauciones y desde muy temprano incursionó en la arena política como concejal de Piedecuesta, Santander.

Una vez terminado el período emigró a Bogotá, donde, dado lo discreción que demandaba su cargo, no eran frecuentes sus apariciones en la gran prensa. Por eso, cuando por fin un medio puso sus ojos en él -no importa que fuera la revista del club- le hizo caso a su equipo de asesores encabezado, dicen, por un entonces principiante Ravi Singh, y más que hablar de su desempeño en la cancha, de su sed de títulos o de su inquebrantable compromiso de complacer a la hinchada, prefirió referirse a su floreciente carrera política. «Poneme ahí que quiero ser alcalde de Piedecuesta», dicen que le sugirió al reportero que, sorprendido por el lado B del volante, no tuvo problema en complacer a este caudillo del medio campo.

La carrera -futbolística- de Correa duraría unos años más con pasos por Junior y Tolima. Se retiró a finales de los noventa y por razones que desconocemos abandonó su plan B. Previsivo como era, tenía un plan C: montó, con éxito, una escuela de formación deportiva. No sabemos si en el pensum de su escuela está la materia «Constitución y democracia», pero de lo que sí estamos seguros es que este es un buen momento para que Elías, ahora con el apoyo de la comunidad bestiarista, retome su carrera política y, siguiendo el ejemplo de René Higuita, se lance como candidato para las elecciones del próximo mes de octubre. Ahí le dejamos el eslogan de la campaña.

Lugar equivocado: Valenciano en Millos

Valenciano, goleador de (sobre)peso, deja su huella en el Campín. Nótese como su pie derecho queda enterrado en la gramilla.

Si hay un culpable deportivo de la crisis azul este es Iván René Valenciano. Por alguna extraña razón el barranquillero obtenía un placer suprasexual cada vez que un balón impulsado por él penetraba el arco azul. Su proyecto de vida, su razón de ser en este mundo fue durante muchos años hacerle goles a Millonarios. Y es que su daño no sólo era en cantidad -como en el caso similar de Léider Preciado- sino también en calidad.Goles suyos  impidieron que los azules clasificaran al cuadrangular final durante tres años consecutivos (1991, 1992 y 1993).  Seis años después, jugando con el Medellín, contribuyó con dos pepazos a tumbar una tarde lluviosa en Bogotá el invicto histórico de 29 fechas que habían construido mancomunadamente Jorge Luis Pinto y Luis A. García.

Tantos favores recibidos le fueron luego reconocidos con un contrato que firmó con la administración Jorge Franco en el primer semestre de 2002. Fiel a sus convicciones, Iván René siguió haciendo de las suyas, pero esta vez desde adentro, un «inside job». En el tiempo que estuvo en el equipo de Kosanovic y Gutiérrez de Piñeres no marcó ningún gol y sí erró un penal.  Aun así se fue prometiendo volver. Y, pasa sólo en Millonarios, en efecto, volvió. Con más kilos que credenciales y por pedido de su carnal Dragan Miranovic llegó como refuerzo para el primer semestre de 2005.

Los que lo recuerdan de esos días aseguran que junto a él, el Léider Preciado de hoy bien podría pasar por Belky Arizala.  En esta segunda estancia en filas embajadoras ya no andaba con la fijación tan entre ceja y ceja. Esto le permitió hacer un par de goles, pero sólo uno en partidos oficiales: fue contra el Pereira, por la quinta fecha del Apertura. Días después abandonó la disciplina del club.  Aseguró tener motivos de peso.

Poltergeist III

La foto data de 2008. Hacía apenas algunos meses que Millonarios no clasificaba a unos cuadrangulares semifinales, su presidente, Juan Carlos López, todavía gozaba de algún margen de credibilidad y la hinchada disfrutaba de una sorprendente campaña en la Copa Suramericana de la mano del acriollizado Mario Vanemerak. Una vez el obturador se abrió de nuevo, las desgracias llegaron por docenas: los azules no volvieron a oler una semifinal, fueron eliminados de la Suramericana, su técnico se dedicó a sacarle tocos a las puertas de los camerinos del país y su sede se convirtió en punto de romería de chepitos de todas las calañas.

Javier Fernández, un narrador posmoderno

httpv://www.youtube.com/watch?v=xYOklTpX28s

La narración posmoderna, sobre todo si de prosa se trata, se caracteriza, entre otras, por prescindir del tiempo lineal. Pasado, presente y futuro se barajan dando paso a la circularidad en el relato: hoy puede ser mañana, ayer ya fue pasado mañana. Pues bien, hasta hoy nos enteramos de que estas vanguardias literarias le apuntan a colonizar otras narraciones, en este caso la deportiva.

Javier Fernández, créalo o no, fue uno de sus abanderados. La prueba es este fragmento de narración del histórico gol de «Neco» Martínez contra Polonia en la gira «sparring» (o mirar y no tocar) que hiciera la selección de mayores días antes del Mundial de Alemania 2006, certamen del que fue eliminada con lujo de detalles. Como verán, sorprendido por la hazaña del buen «Neco», Fernández no quiso quedarse atrás y sacó de la manga su propio as narrando el gol de una forma nunca antes vista: en pretérito imperfecto para luego brincar sin despeinarse al presente subjuntivo, y de ahí si desbocarse en su empalagoso relato.

Una lástima que el buen Javier haya abandonado estas sendas de innovación para inscribirse, poco después, en una escuela tan retardataria como insoportable: la de los diminutivistas.

Pablo «Sansón» Abdala

Ricardo Lunari no solo le dejó gratos recuerdos y un subtítulo a Millonarios. También a Pablo Abdala, amigo personal del rosarino. La historia es bien singular. En su mejor momento, cuando el talento que desplegaba cada domingo lo elevó a la feliz categoría de Dios (e) azul, Lunari, seguramente consciente de que nada de lo que pidiera le sería negado, decidió recomendar traer de refuerzo a su compadre. Dicho y hecho, al mono había que complacerlo, días después del vistobueno de Ricardo, Pablo desembarcaba en Bogotá con una frondosa melena que denotaba una intensa -y seguramente secreta- admiración por Carlos Valderrama.

Tuvo suerte Abdala -que había militado antes en Rosario Central y en San Marcos de Arica-, pues llegó en tiempos de vacas gordas, fueron unos meses -de esos que poco se han visto en las últimas décadas por las toldas azules- en que todo salía, todo era armonía, tanto que hasta él encajó, rindió y celebró con su carnal el subtítulo de 1996. A esa altura, ya había decidido  reinventarse y rebosante de amor propio se despojó de la melena (fuentes poco confiables aseguran que se trataba más bien de una peluca del Pibe  y que fue sólo cuestión de quitársela y botarla a la caneca).

Como es bien sabido, Lunari fue pronto requerido de nuevo por la Católica de Chile y no pudo permanecer con el equipo de Prince. De nada sirvió la colecta que de muy buena fe hicieron los hinchas (confiamos en que pronto, vía wikileaks, se conozca el destino que tomó ese dinero). Pese a la partida de su mentor en canchas colombianas, Abdala -insignia de la selección palestina junto a José Simhon– decidió permanecer.

Abdala, despojado de la peluca.

Pero por desgracia, en lugar de forjar con buen rendimiento un nombre y lograr así un lugar en el corazón de los hinchas, Abdala fue víctima del efecto Sansón y pronto entró en declive. Su logro más destacado en el semestre siguiente fue haber hecho parte del paquete de cuatro díscolos que Rafael Sanabria expulsó en un clásico capitalino en que Millonarios, con siete, perdió 0-1 frente a un Santa Fe con nueve (gol de Cristopher Moreno en el minuto 8 del segundo tiempo).

Fue licenciado días después en una de tantas podas que suele haber en Millonarios y abandonó el país. Regresó a Chile donde fue una especie de Ricardo Lunari -no tan fugaz, eso sí- de Cobreloa. Y con melena, cómo no.

Abdala, en sus días de mechas y gloria en Cobreloa.

El misterio del manoverguismo azul

Esta vez la unidad investigativa no respondió a las expectativas. Mató el tigre y se asustó con el cuero. Las fuentes fallaron. Los expertos también. Nadie se atreve a explicarlo pero ahí está, lo pueden ver: es una extraña tradición, un lúbrico ritual, que, como lo muestran ambas imágenes, obliga al jugador de Millonarios ubicado en la mitad de la fila inferior de la formación a aparecer en la foto agarrando su miembro con la mano derecha.

En cambio de verdades, sobran hipótesis. Que se trata de una secreta logia -la de los manoverguistas- que por décadas ha existido dentro del club azul, que el santo y seña que utilizan sus miembros para identificarse es este y  que es, de paso, la culpable de la larga sequía. Otros hablan de una táctica, que el tiempo ha desmotrado fallida, para -de forma inconsciente- intimidar desde el comienzo a los rivales con gestos de este tipo. Por último, no faltan los que creen que no hay que hilar tan delgado y que el gesto lo explica una enfermedad venérea causada por la hermandad de leche que suele caracterizar a cualquier plantel profesional.

Ante la incertidumbre, invitamos a nuestros lectores a ser miembros honorarios del club de amiguitos de la Unidad Investigativa y ayudarnos a resolver este caso.

Caster Semeneya

El del arbitraje en Colombia es un género flexible. Esto lo saben sus protagonistas y también  la atleta surafricana Caster Semeneya quien en los últimos años ha dado rienda suelta a su pasión por el pito en las canchas colombianas bajo la masculina identidad de Ímer Machado.

Movidos por las energías sinérgicas que emana el Vágner del amor –de vacaciones en un corralito de nuestra redacción- los integrantes de nuestra unidad investigativa han dado con una pieza clave que terminará de esclarecer el polémico caso de la atleta muchos creen que en realidad es atlet@.

Y tienen razón los que han dudado. Este hallazgo lo confirma. Estamos en condiciones de asegurar que  desde hace ya varios años, Semeneya ha aprovechado su condición limítrofe para venir constantemente a Colombia a dirigir partidos de primera división, pues lo de ella, está claro, siempre ha sido el no tomar equipo, con irregulares resultados.

Semeneya, traicionada por el subconsciente, da por finalizado un partido en plena competencia atlética.

Pero más allá de las críticas a Caster por sus errores de apreciación,su porte y  por su evidente muestra de no conocer la idiosincrasia local al aceptar presentes incómodos, como aquella camiseta que un intuitivo y coqueto Carmelo Valencia le ofrendara, nadie puede poner manto de duda sobre su condición atlética y despliegue físico en el terreno. Es tal su velocidad, que son frecuentes los pedidos por parte de los futbolistas, beodos la mayoría, del tipo “profe, bájele un poquito, tómela suave,  mire que creímos que el nectar azul no daba guayabo”.

Aun así, no le ha tocado fácil a Caster en lo que tiene que ver con su socialización gremial. Bien conocidas, y no vamos a profundizar en esto, son las activides recreo-culturales de los réferis colombianos que incluyen incursiones fugaces al otro género con desfile incluido. Pues bien, al parecer son frecuentes las quejas de sus colegas por falta de juego limpio, pues para este tipo de eventos, en los que hay premio para el ganador, Semeneya, ahí sí, recurre a su faceta más femenina, con wonderbra, mascarilla de tomate chonto y exfoliación a base de fragmentos de roca volcánica. “Declárenla fuera de concurso, no es justo. Nos da sopa y seco en el manejo de pasarela”, aseguró un colegiado que prefirió mantener en reserva su nombre.

En medio de todo, el hallazgo más sorprendente de nuestra unidad tiene que ver con una presunta red de tráfico de orines. Cuenta la fuente que Semeneya, aprovechando que tiene acceso a los controles antidoping que  tienen lugar en los estadios del país, suele llevar a los controles su propio frasquito y que, desprovist@ de pudor o vergüenza, suele pedirle a los jugadores sujetos al control “un chisguetico aquí también para un compa que es científico”. Las muestras, pensó bien, las utiliza luego en los controles a la que el/ella es sometid@ en las pistas del mundo. Precavid@, evita pedirle muestras-souvenir a jugadores desbordantes de testosterona como, póngale, Eyner Viveros. Su estrategia pasa más por recolectar orines de, diga usted, un Giovanni Hernández, para producir aún más incertidumbre entre los científicos que están en la tarea de decidir el asunto de su sexo convencid@ de que la duda en este caso es su aliada.

"¿El pito o la pista?, esa es la cuestión", parece preguntarse Caster.

No sabemos en qué parará esto. Nuestro llamado es a la tolerancia y al respeto por la diferencia. Queremos, de corazón, y en esto son vitales las enseñanzas que, con inmenso afecto, nos ha impartido el Vágner del amor, lo mejor para Caster. Que se aclare de una buena vez su caso ante las autoridades del atletismo y que pese a que ya se conoce la verdad no se le impida seguir desarrollando esta otra faceta de su personalidad como lgbt de negro en los estadios del país.

Hallazgo parecido: John Jairo Capella

«Álvaro, tenemos que hablar», homenaje a Álvaro de Jesús Gómez

Quién sino este espacio consagrado a los signados por el número 2, a los que se han hecho millonarios morales a punta de acumular 95 centavos que nunca alcanzan para el peso para rendirle un justo homenaje a Álvaro de Jesús Gómez

Homónimo de otro que en política se doctoró en segundos lugares, este técnico antioqueño acaba de coronar su propia triple corona: lograr el título de la Primera B con tres equipos diferentes para días después, y todavía con confeti en el pelo, enterarse de que él no subirá, que deberá permanecer, como fiel ascensorista, sentado y callado en el butaco.

Primero fue el Centauros, en 2002 donde la mañana después de celebrar el ascenso, aseguran fuentes en Villavicencio, tuvo que abrirle en calzoncillos y chanclas a un agente inmobiliario que venía, junto con un barrigón uruguayo de nombre Luis Cubilla, a ver  el apartamento que el club le asignaba  al técnico de turno. La historia se repitió tres años después en Cúcuta, cuando, días después de celebrar el ascenso, se encontró con que el espacio en el parqueadero marcado con un “DT” estaba ocupado. Pronto se enteró de que el dueño del carro era Jorge Luis Pinto.

La experiencia más reciente ocurrió hace unos días cuando, luciendo unas elegantes Ray Ban para disimular los estragos de la celebración, ingresó a las oficinas del Itagüi sólo para encontrarse cara a cara con Carlos Mario Hoyos. “Vi a Hoyos en la sede, yo creo que pasó a saludar”, le comentó luego a un amigo con la ciega ingenuidad del papá que ve en las jeringas en el cuarto de su hijo un precoz interés por la medicina.

Sin embargo, y pese a que de dientes para afuera lo niegue, Gómez, el colombiano que más millas ha acumulado en el programa de fidelización de expreso Brasilia, ya ha desarrollado todo tipo de neurosis por culpa de estos traumas. Entre ellas está la de dirigir en las finales con una hoja de vida minerva al cinto o la de convertir en tradición familiar el “día de las bolitas”, que es cuando todos se juntan en  la víspera del partido de vuelta de la final para empacar en plástico de este tipo muebles y enseres de la casa. Pero sin duda la que más llama la atención es la de evitar a toda costa tomar en arriendo apartamentos en edificios con ascensor.

Paradójico y lo que quieran, Gómez más que nadie sabe que el triunfo es traicionero y que nada como un buen subtítulo para garantizar la estabilidad y tranquilidad familiar. Pero es terco y no aprende. Cada vez que es contratado por un equipo de la B lucha hasta alcanzar el éxito. Una victoria que en lugar de la posibilidad de dirigir en la A y suprimir así de una buena vez  el mareol de su botiquín le significará una llamada de un directivo embriagado de éxito que,una vez más y como todos, le saldrá con un fulminante: “Álvaro, tenemos que hablar”.

Medellín- «A mil» 2009

A comienzos de 2009 Bill y Hillary -como hoy con Santa Fe- estuvieron cortejando al Independiente Medellín. Esto hizo que las empresas que lo respaldaban huyeran con solo oír mentar el apellido de la popular y exitosa pareja. Mientras se concretaba el tema de ingresar a la lista de los afectos del expresidente y la Secretaria de Estado, el «Poderoso» pasó las duras y las maduras, pero, antioqueños al fin y al cabo, no se vararon y en lugar de echarse a la pena o de pedirle limosna al alcalde o gobernador de turno, tomaron la ruta del emprendimiento.

La solución tenía dos pasos y se enfocaba en los países en los que el DIM disputaría ese año partidos de la Copa Libertadores. Lo primero era  mandar bloquear el acceso desde ese país -Brasil en este caso- a cualquier artículo que medio hiciera alusión a las aproximaciones de los Clinton. Para eso se recurrió a un acuerdo de cooperación  con el gobierno chino. Para estar seguros, también, dicen, se mandaron recoger de las librerías para extranjeros todas las revista y periódicos colombianos que hablaran del tema.

La segunda parte comenzaba por mandar traer unas páginas amarillas de la ciudad en la que se disputaría el partido. Una vez llegaban, el jugador con peor desempeño en la práctica del día estaba obligado a abrir una página al azar y llamar a ofrecerle la posibilidad de poner su nombre en la camiseta a la empresa en la que cayera el dedo. El elegido debía recitar, en su mejor portugués, algo así como «en el día de hoy le vengo ofreciendo una súper promoción: el combo libertador-DIM- Un chisgononón que le permitirá a su marca estar en nuestra camiseta y en los millones de televisores de los hinchas que seguirán el partido por sólo mil dolaritos» en el fondo, el plantel preguntaba: «¿a cómo?» y el jugador, sin que el del otro lado de la línea alcanzar a reaccionar respondía: «a mil».

Después de tres días con sus noches en este plan, finalmente consiguieron llenar el espacio y esto a punta de empresas con secretarias colombianas que lograron convencer a sus, desde luego, incrédulos jefes. El trámite, bueno decirlo, se hacía en la calle, con un vendedor de minutos contratado para la operación. Esto para hacerle el quite a eventuales reclamos cuando las empresas que aceptaran se fueran, junto con el equipo, al fondo de la lista de Bill.

Lo cierto es que para el partido contra Sao Paulo (1-1, resultado final) el experimento de emprendimiento deportivo-comercial funcionó. El resultado, la camiseta que ven en la foto con el nombre de cuatro ignotas empresas paulistas.

P.D: Tan concentrados estaban en la búsqueda de clientes que se les olvidó mandar a estampar el logo del torneo en la manga. La solución de última hora fue repartir bandas de capitán a los once titulares para que sujetaran el parche. El lío fue que algunos, ante la emoción de saltar al gramado del Morumbí, se pusieron primero la banda y después la camiseta.