El Envigado puede que no tenga hinchada, pero algo de tradición ha construido en sus ya 22 años de funcionamiento ininterrumpido, todo un logro para un equipo con origen en la B. Y su historia nace con esta formación, la que ganó la primera copa Concasa por allá en 1991. Patrocinados por Arcolores recorrieron, como corresponde a los equipos de la B, las montañas de nuestra geografía y de nuestros estadios de segundo nivel como lo vemos en esta imagen tomada tras un fuerte aguacero en el Campincito.
No podemos identificarlos a todos y para eso pedimos colaboración. Sabemos que está Hugo Tuberquia y otros nombres que son el abolengo de este equipo encarnado, primeros renglones en la lista de aspirantes a inaugurar con sus pies el hall de la fama del Parque Estadio como «Jeringa» Guzmán, «Sammy» Cárdenas y «Panzer» Carvajal.
Los clásicos de pretemporada hacen parte del paisaje de enero tanto como los lloriqueos del senador Camargo. Sólo que antes no requerían de tanto protocolo y arandelas. Eran más relajados, como este, celebrado en el Olaya a comienzos de 1990 con ambos equipos luciendo atípicos uniformes con predominio del blanco.
Y así como los equipos aprovechan las primeras semanas para ensayar variantes y probar fórmulas, los editores de los noticieros también. Aquí, los del 24 horas se dieron el lujo de incluir a un beodo durmiente y nadie les impidió congelar la imagen del «Pájaro» Juárez cuando extendía la mano y pusieron a Javier Hernández a interpretar esto como un saludo «urbi et orbi» al mundo del fútbol.
En el Bestiario del balón tenemos predilección por los futbolistas que han jugado uno o menos partidos con la selección. Por eso, con frecuencia le pedimos a una de nuestras unidades de acompañamiento psicosocial que visiten sus hogares para departir con ellos y llevarles algo del afecto que en nuestras oficinas provee a borbotones el Vágner del amor.
La imagen que ven corresponde a una visita reciente a los hogares de Jorge Gutiérrez y William Morales, dos debutantes en la selección que, ataviada con indumentaria Kelme, se preparaba para la Copa América de Chile 1991. El caso es que antes de que todos los integrantes del plantel pudieran cantar a todo pulmón «Cuando pa’Chile me voy», el equipo de García decidió entrenar con público en el Metropolitano en los que hicieron prácticas de fútbol contra el Junior y el Sporting. Entonces, sólo entonces, los recién convocados pudieron cumplir su sueño de sacarse una foto con la tricolor. Una tricolor que, cosa curiosa, también decidió lucir el arquero de esa formación, el decano de los suplentes colombianos Eduardo Niño.
La imagen, como les decíamos, la tienen enmarcada y ampliada ambos jugadores en sus hogares, según nos aseguran los de la unidad psicosocial. Dos futbolistas unidos por su perfil mediano, su abnegación y su vínculo casi de sangre con cada uno de sus equipos (Quindío y Santa Fe) a los que un día el destino los premió con una foto que seguro no esperaban.
Gran aporte de «Giovanni».
Edición 20/10/11: Nos confirma una fuente cercana a ese equipo que el de la foto es Jorge «el paisa» Gutiérrez y no Augusto Vargas Cortés, que también hizo parte de esa selección.
Por andar pendientes de la Copa América y del Mundial descuidamos el frente interno. Conscientes de que la gran prensa tenía sus ojos en otra parte, los equipos entonces se prestaron para todo tipo de desafueros. Así, la Copa Postobón tuvo partidos en lugares inhóspitos y en horarios tipo lunes por la mañana.
Y si los directivos andaban desbocados, los utileros también. Como sabían que nadie los iba a ver, que nada de lo que hicieran iba a llegar a los medios, dieron rienda suelta a su niño interior y comenzaron a experimentar con el color. Al menos eso hizo el de Millonarios, que para el partido contra Centauros en Popayán decidió hacer saltar a la cancha del Ciro López a los jugadores con camiseta negra, pantaloneta del mismo color y medias azules oscuras, marcando así un nuevo hito en la historia de una institución que las veces que ha decidido innovar -con gris en 2001 y amarillo en 2010- ha hecho que los más puristas pongan el grito en el cielo. Pero esta vez no. En pleno fervor premundialista a nadie le iba a importar si Millonarios saltaba a una cancha del piedemonte de negro, amarillo o fucsia.
Los contratos de patrocinio a más de un año son tan escasos en la primera B como los pasajes de avión. Un día un equipo está en su estado natural, es decir, sin patrocinio y al día siguiente aparece con jugando con páginas amarillas en lugar de camisetas.
Tal panorama obliga a los equipos a someterse a los caprichos de los pocos que aceptan invertir unos pesitos para que la marca de su empresa llegue a las pantallas de los canales regionales y a las páginas de Nuevo Estadio. Excentricidades como la de la Fábrica de Licores de Antioquia, que en 2008 obligó al Rionegro a lucir un uniforme que a primera vista parece hecho con pancartas sobrantes de las diferentes ferias y fiestas que Aguardiente Antioqueño patrocina en el país.
Pero nosotros, como siempre, preferimos ver el vaso medio lleno y más bien creer que si la FLA mandó a estampar el nombre de su producto de un tamaño legible desde el satélite lo hizo movido por el noble e incluyente interés de llegarle a los aficionados con discapacidad visual, algunas de ellas, seguramente, resultado de consumir la versión adulterada del producto en cuestión.
El partido contra Santos, por la tercera fase de la Libertadores marcó el punto más alto de la relación entre el Once Caldas y el Contact. Plenamente conscientes ya del impresionante potencial de esta herramienta, los directivos no se pusieron con consideraciones estéticas de ninguna índole y, desbordados, subastaron, cuentan, en un puesto alquilado de una plaza de mercado paulista hasta el último centímetro de una camiseta que, sin querer, inauguró y dejó listo para patentar el concepto de las «páginas negras».
Todos estaban contentos: las alforjas llenas de reales que llevarían de vuelta a Manizales caían de maravilla en medio de tantas penurias. El único que habría preferido seguir recibiendo cheques sin fondos fue el utilero, que tuvo que pasar, nos informan, dos noches en vela dedicado a las manualidades, esto es: a recortar y pegar rollos enteros de contact para dejar listo el display.
Tremenda rareza. Teníamos registro de un fugaz patrocinio de Turbana, cuando a los verdes les tocó despachar en el colombianísimo Orange Bowl por la sanción que la Confederación le impuso al país a finales de 1990, pero no sabíamos, la verdad, que el Auto Spa de Island Park había llegado a un acuerdo con los directivos de Nacional para un patrocinio fugaz en la modalidad «one night stand».
Suponemos, por el trofeo de la Libertadores estampado en la camiseta Torino, que fue por esa época del exilio forzoso. Deducimos, y aquí les pedimos su colaboración, que fue con motivo de alguno de los partidos de la Libertadores de este año, aunque no descartamos que haya sido para un amistoso. Llama poderosamente la atención que para ese entonces ya existiera el concepto de Spa para autos, lugar en el que, suponemos los lavaban con sales minerales y les aplicaban reflexología en las llantas. Quizás contaba también con un Auto Spa Jr., especial para los TYM Miniautos, otro aliado estratégico fugaz que tuvo Nacional por esos años.
Colombia llegó a Chile con el título suramericano en sus maletas pero sin los uniformes oficiales. La idea era que, al llegar, Adidas se encargaría del tema. Pero no. Se vino el primer partido contra Bahrein y nada que aparecía la indumentaria. Suponemos que hubo desespero ante la perspectiva de tener que recurrir al traje de Adán, hasta que a alguien se le ocurrió poner a prueba el nivel de hospitalidad del equipo local y pedirle prestados sus uniformes. Para la época, recordemos, la segunda camiseta de Colombia era roja, muy similar a la chilena.
No sabemos sí a las buenas o a las malas, el caso es que los chilenos aceptaron despojarse de su ropa de trabajo y prestársela a los colombianos. El utilero, de afán, le cosió unos escudos que tuvo que dibujar en técnica flumaster y listo, a cantar los himnos.
Pero el lío siguió. Llegó el siguiente partido contra Alemania Oriental y los de Adidas nada que aparecían. Esta vez los chilenos, aún bajo el efecto de los olores corpóreos criollos (salpimentados con el de los bareiníes), se negaron terminantemente a repetir el acto de desprendimiento. Quedaba la alternativa de usar un viejo juego de uniformes que el utilero había traído, suponemos, para proveer de piyamas a quien se lo solicitara. Pero estaba el lío de que los uniformes eran marca Comba o Torino o Wala, pero no Adidas y ya había un acuerdo que obligaba al equipo de Finot Castaño y Hugo Gallego a lucir la marca alemana. Recursivo, el utilero, que dominaba ya la técnica flumaster, propuso calcar el logo de cualquier revista y hacer él unas falsas marquillas. Sin alternativa mejor, se le dio vía libre. El resultado sirvió para salir de apuros, pero no para evitar la multa que luego haría llegar la FIFA por lucir publicidad en la camiseta. Era fácil esquivar la sanción: el utilero bien podría haber argumentado que se trataba de arte puro, técnica flumaster.
Puede que en los anales del fútbol colombiano el Once Caldas de este primer semestre de 2011 no tenga un espacio. Sus letales contragolpes, su maestría para invertir las reglas y la lógica y convertir, todavía no sabemos cómo, su propio estadio en un infierno para… ellos mismos no serán suficientes. En unos pocos meses ya nadie recordará el desborde de su médico por la banda derecha del Mineirao, vital en el triunfo heróico sobre el Cruzeiro.
En cambio, el Once sí ha logrado, una vez más escribir un capítulo, y con letras de molde, en la historia del diseño y la confección deportiva. Tras su errática relación con Adidas, para esta Copa el equipo de Manizales nos mostró una propuesta audaz, de vanguardia: la implementación, hasta la fecha sin precedentes según lo confirmó nuestra siempre acuciosa unidad investigativa, del popular papel contact en su uniforme.
El caso es que el descubrimiento de este recurso, abrió los grifos de la creatividad y del emprendimiento de sus directivos. Atrás quedaron los aburridos días del monopatrocinio, abajo la unisponsorización, gracias al Contact el Once se pudo dar el lujo no sólo de darle una manito a Publicar S.A y darle un nuevo aire a las páginas blancas -hasta ahora reservadas sólo para teléfonos residenciales- sino que introdujo una nueva línea: la de las páginas negras, que estrenó en su partido contra Santos.
Pero de esto hablaremos después. Esta vez el diseño que hemos decidido homenajear fue el que abrió la pasarela. Se trata de una arriesgada apuesta cromática resultado de la fusión entre la casa peruana Walon y la empresa de telecomunicaciones colombiana UNE que lucieron los muchachos de Osorio en su partido contra Universidad de San Martín. Sobre un fondo blanco se anuncia, con asterisco incluido y términos y condiciones del servicio, una súper promoción: banda ancha por sólo $29.900 mensuales. Y fue un éxito. Tanto que, aseguran, ante el suceso de la promoción hay quienes aseguran que en el segundo tiempo a algunos jugadores se les vio la cifra $19.900. Todo gracias a la magia del contact.