Para comienzos de los 80 -tal y como ocurre hoy- lo común era ver camisetas de equipos en su estado natural. La del América, a diferencia de la de su vecino verde que para finales de los 70 vio aparecer los nombres de Sharp, Baboo y Avianca en su pecho, se había mantenido ajena a los tentáculos del mercadeo. Lo único había sido el muy curioso recurso de estampar el nombre del equipo a lo ancho de la indumentaria dirigido quizás a los aficionados en condición de daltonismo.
Pero las fuerzas del mercado pudieron más que los romanticismos y las excentricidades y para 1981 esta popular bebida tipo cola se instaló en la percha americana. Fue, hasta donde tenemos noticia, su primer patrocinador y fue también la primera incursión de Pepsi en el fútbol profesional colombiano del cual se ausentaría hasta el 2006 cuando regresó pero con fondo azul. En la roja su lugar sería luego ocupado, en este orden y en esta década, por Aguardiente Blanco, Popular y Colombiana.
Y si queremos leer el episodio a la luz de la guerra de las colas, tendríamos que cerrar recordando que la respuesta de Coca-Cola se daría con alguna demora, poco más de veinte años.
Con frecuencia en el FPC se fantasea, se sueña despierto,con la llegada de poderosas multinacionales -o desabrochados jeques- a redimir equipos sumidos en la inopia. Un bazar de especulaciones en el que siempre ha habido un lugar para gigantes del nivel de Coca Cola, Parmalat, McDonald’s, Exxon-Mobile, Burger King e Industrial de poleas.
Muchas de estas versiones a través de la historia han tenido como protagonista a la empresa de la bebida más popular del planeta que hoy, en cualquier caso, estaría vetada de nuestros estadios por cuenta del actual patrocinador. El caso es que cuando no existía este obstáculo varias veces corrieron rumores sobre su desembarco que nunca llegaron a concretarse. Y si no se concretaron, se decía en aquellos tiempos, era que a este y a otros tantos colosos corporativos no les terminaba de convencer la cepa de los dueños de X o Y equipo.
De ahí que llame tanto la atención esta foto de 2007, año en que, sin mucho ruido, no sólo Coca Cola patrocinó por primera y única vez a un equipo en Colombia -de nuevo, si nos equivocamos favor corregir- sino que se fijó una escuadra, ese año en la B, cuyo entorno es un solo derroche de polémico emprendimiento en estado puro. Eso sí, no se descarta que se trate de una historia de tumbilis similar a esta.
Según nuestros registros -y si nos equivocamos favor corregir- esta fue la primera selección Colombia en lucir un logo de una marca en su camiseta. Eran épocas en las que la Federación compraba uniformes y ponía el gorrito para juntar pa’l pasaje de los muchachos. Tiempos previos a esta era del emprendimiento, la prehistoria de la responsabilidad social y de la tricolor como vitrina para su empresa.
El caso es que algún adelantado en el seno de la Federación consiguió que Z, la popular marca de aceite de cocina, patrocinara la selección prejuvenil (así se llamaba entonces a la sub17) de Dulio Miranda que disputó el Mundial de la categoría en Escocia. Era un equipo de fuerte raigambre caribeña con Henry «el Ferry» Zambrano (foto), Víctor «el capo del Revertrex» Pacheco y Oswaldo «Nene» Mackenzie como sus principales figuras. Destacaban también Modesto Gaibao, Enrique «el Llanero» Braidy, Leonidas de la Hoz y Alfredo Nieto.
En lo comercial, la estrategia fue con todos los fierros e incluyó este comercial:
En lo deportivo, se empató con Ghana en el debut para luego perder con Portugal y la siempre indescifrable Arabia Saudita. Y aunque no hubo comisión de la verdad, ni se usaba en esa época de informes presentados en letra Comic Sans 18 y a doble espacio por el DT, fuentes que se negaron sistemáticamente a revelar su nombre nos aseguran que mucho tuvo que ver en el regular desempeño de Pachequito and friends la exigencia del patrocinador de proporcionar una cucharada sopera de su producto a los titulares y media a los suplentes cinco minutos antes de cada partido como «revulsivo para potencializar su desempeño».
Aunque pertenecen al mismo lugar, son dos entidades diferentes. Quindío, fundado en 1951 y campeón en 1956 ha sido siempre un club tradicional del país. En cambio el Deportivo Armenia recién vio la luz en enero de 1988 y disputó un par de torneos de ascenso. Pero en un episodio similar al que vivió la selección francesa ante Hungría en el Mundial de 1978, cuando debió vestirse con la camiseta de Kimberley de Mar del Plata -los uniformes de franceses y húngaros eran muy parecidos y se confundían-, el Quindío se tuvo que poner el ropaje de sus hermanos menores de plaza.
Aunque el Deportivo Armenia jamás estuvo cerca de jugar en primera, la foto que consiguió nuestra Unidad Investigativa comprueba que alguna vez jugó en la A. Nunca se supo, eso sí, por qué el equipo que entonces dirigía el «Pecoso» Castro, debió vestirse así para su juego como local en el estadio Centenario. Probablemente Lavatex no llevó a tiempo la tula de los uniformes o, si había crisis, varios de ellos no se alcanzaron a secar a pesar de que los futbolistas, muy juiciosos, los habían puesto detrás de la nevera con el fin de quitarles la humedad antes de disputar su encuentro dominical.
Nadie pareció molestarse ni sentir vergüenza por el hecho. Solamente hubo una persona que protestó airadamente por el cambio de indumentaria: el niño que llora desencantado en los brazos de Franklin Baldovino.
Las invitaciones siempre caen bien, más si el calor es compañero perfecto. Dicen los que saben que habrá fiesta de espuma, francachela y comilona. Un nuevo sitio nocturno abre sus puertas y desde el Bestiario del Balón damos la bienvenida y esperamos un descuento del 10% en consumo, así como mentas heladas al final de la cuenta.
Este bar será inaugurado el fin de semana en Ibagué: sus dueños, Christian Marrugo y Emir González, como consta en el facsímil en el costado izquierdo, darán luz y alegría a una ciudad que, con este lanzamiento, será aún más musical que siempre.
Hubo intentos anteriores y germinados del eje cafetero. Más exactamente el Varta Caldas y el Cristal Caldas, pero sus fanáticos jamás osaron cambiar el nombre de su club por el del patrocinador. Los hinchas a veces gritaban «Cristal», pero se mantenían finalmente en el apellido del sabio inventor del jeroglífico «Oh larga y negra partida», antes de su fusilamiento. Caldas se imponía ante la mayoría.
En 1991 cambió todo en la región cafetera. En el Quindío comenzó la expansión corporativa que hoy avala nombres como el de La Equidad Seguros. Un famoso empresario llamado Iván Botero Gómez decidió darle un gran apoyo al club dándole dinero con patrocinio a cambio de exposición de imagen de su empresa: IBG. ¿Qué comercializaban? Electrodomésticos para el hogar comprados a cuotas. En Caldas se avivaron y como IBG imponía la moda de sponzorización, llamaron de inmediato a la Phillips para que les tirara una luz.
Quindío pasó a llamarse IBG Quindío y el Caldas recurrió al nombre de Once Phillips. Era una guerra entre hermanos. Inconscientes de lo que ocurría los hinchas empezaron a convertirse en el mejor vocero de las marcas que estaban estampadas en el pecho de sus héroes. Durante una noche en la que Santa Fe venció 3-2 al Quindío, los aficionados cuyabros vivaban a su equipo, a pesar de la derrota, con un coro estridente: «¡I-B-G, I-B-G, I-B-G, I-B-G!». En el Palogrande se dieron cuenta y se desgarraban la garganta gritando «Phi-lipps, Phi-llips, Phi-llips».
El despropósito duró en Armenia un año. Era común oír en las esquinas diálogos que se prestaban para la confusión: «Frutos, a punto para el IBG», «Are para el IBG». Las señoras, abanicándose y refrescándose con un vaso de Moresco, suponían que la empresa le iba a jalar al tema supermercados y agricultura, sin saber que eran los apellidos de los nuevos refuerzos argentinos del club.
Durante 365 días en Armenia el Quindío no existió. En Manizales se extendió un par de años más.
El extranjero que llegó de visita por esos días se sorprendió al ver en el periódico el titular «IBG 1-1 Phillips». Y el nativo también. El fútbol se había desnaturalizado por primera vez. En 1992, IBG pasó al olvido y Colombiana se hizo cargo del patrocinio.
Eso explica, de alguna manera, que Dalhom o Coopdesarrollo en 1991 no pudieran ser patrocinadores de Millonarios o de Santa Fe por esos años.
La llegada de Croydon, estandarte de la industria nacional, a la camiseta cardenal es un buen motivo para hacer un recorrido por la relación Santa Fe-empresa privada.
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Esta camiseta con caracteres chinos fue utilizada por Santa Fe en un clásico previo a una gira por la China en 1979. Hasta donde sabemos, este fue el único partido en el que se usó el uniforme pues la gira se malogró por la derrota de esa tarde que motivó a los directivos a cancelar el periplo. No sabemos si luego la directiva firmó convenio con el China Town de la 92 con 11 para ofrecerlas como regalo a cambio de un pedido de 12 o más lomos agripicantes.
Madamme Colette
Arriba (de izquierda a derecha): Moisés Pachón, Héctor Jaime Múnera, Astolfo Romero, Hebert Armando Ríos, José Luis Carpene, Gabriel Martínez. Abajo: Hugo Ernesto Gottardi, Sergio Angulo, Hernando «Pimienta» Cuero, Raúl Humberto Grimoldi, Julio César Gaona.
El matrimonio entre el alcohol y el fútbol ha parido toda suerte de criaturas. Desde aquellas de carne y hueso fruto, por lo general indeseado, de una noche de tragos y euforia por un gol en el último minuto, hasta esas obtusas coreografías en las celebraciones de los goles de la selección para ambientar la campaña publicitaria del producto estrella del patrocinador (partidos de preparación previos a USA’94, para más señas). Al respecto hay que decir que, pese a la amplia gama de licores disponibles en el mercado, en nuestro medio han prevalecido los mismos elixires que también hacen parte de la canasta familiar de los hogares colombianos: ron, cerveza y aguardiente. Por eso llama la atención la presencia de un fino champán, Madame Colette, en la camiseta del Independiente Santa Fe por allá en 1985. Dicen, no nos consta, que la oferta de la gente de Colette superó a última hora la del también espumoso Sprint 18..
Arroz Futura
Salido de los mejores cultivos de la hermosa población de Saldaña (Tolima), el desgranado y rendidor Arroz Futura, banquete habitual en las mesas colombianas durante la primera parte de los años ochenta, fue el patrocinador oficial de Independiente Santa Fe hasta 1985, en tiempos en los que Mustafá y su harem no habían acaparado tantas fuerzas con su marca registrada “Arroz Roa” o cuando el sabroso “Arroz Florhuila” no era empacado en bolsa sino en caja de cartón.
En la imagen un hombre que en su primera incursión por Colombia le fue muy bien y en la segunda, muy mal. El atacante bogotano (como Navarro Montoya nació accidentalmente en Colombia, pero es más argentino que el asado de tira) Walter Perazzo.
Caja Social
Pese a que Santa Fe ha estado históricamente más cerca de la pobreza franciscana que del emprendimiento jesuíta, para 1981 se tomó una licencia aceptando el patrocinio de la Caja Social de Ahorros por ese entonces propiedad de la Compañía de Jesús (suponemos, sociedad en comandita). El resultado fue esta camiseta que en la foto luce un equipo al que tal vez la agencia encargada de la publicidad de la entidad financiera no le supo aprovechar todo el potencial que ofrecía para promover sus servicios.
Por ejemplo: tremendo afro de Rolando Tovar pudo haber sido también una invitación a dejar crecer sus ahorros o, caso contrario, una excusa para sugerir que en otras entidades su platica se perdería como billete metido en la manigua de esta cabellera. También podrían haberle sugerido a los futuros clientes que otras entidades bancarias daban incluso menos seguridad que la que alcanzaba a aportar en el arco el gran Mina Camacho en un partido nocturno. Por último, podrían haber dicho en una cuña que el dolor de perder de un sopetón los ahorros de toda una vida por confiar en cooperativas de barrio era incluso superior al de un patadón de los que muy bien sabía propinar Radamel García.
Los contratos de patrocinio a más de un año son tan escasos en la primera B como los pasajes de avión. Un día un equipo está en su estado natural, es decir, sin patrocinio y al día siguiente aparece con jugando con páginas amarillas en lugar de camisetas.
Tal panorama obliga a los equipos a someterse a los caprichos de los pocos que aceptan invertir unos pesitos para que la marca de su empresa llegue a las pantallas de los canales regionales y a las páginas de Nuevo Estadio. Excentricidades como la de la Fábrica de Licores de Antioquia, que en 2008 obligó al Rionegro a lucir un uniforme que a primera vista parece hecho con pancartas sobrantes de las diferentes ferias y fiestas que Aguardiente Antioqueño patrocina en el país.
Pero nosotros, como siempre, preferimos ver el vaso medio lleno y más bien creer que si la FLA mandó a estampar el nombre de su producto de un tamaño legible desde el satélite lo hizo movido por el noble e incluyente interés de llegarle a los aficionados con discapacidad visual, algunas de ellas, seguramente, resultado de consumir la versión adulterada del producto en cuestión.
Sabido es que comienza la Copa América y la Selección Colombia por este motivo recibe beneficios vertidos de la mano generosa de la marca de cerveza que tiene uñas afiladas. El Bestiario del Balón tenía intenciones de cubrir la Copa América pero faltaba una mano amiga que colaborara con el patrocinio. Fue ahí que apareció la Cerveza Andina, la cerveza que «refresca, descansa, reanima y fortifica», como lo dice en este aviso nuestro admiradísimo Hernando «Mono» Tovar, gloria santafereña campeón con el equipo rojo en 1960 e integrante de la Selección Colombia en el Mundial de 1962.
El aporte no alcanzó para viáticos jugosos, hoteles de primera clase en Buenos Aires o para que nuestra redacción se trasladara en charter al evento. 15 botellas de Andina fueron cedidas a manera de canje. Las otras 15 del petaco hubo que pagarlas.
Tremenda rareza. Teníamos registro de un fugaz patrocinio de Turbana, cuando a los verdes les tocó despachar en el colombianísimo Orange Bowl por la sanción que la Confederación le impuso al país a finales de 1990, pero no sabíamos, la verdad, que el Auto Spa de Island Park había llegado a un acuerdo con los directivos de Nacional para un patrocinio fugaz en la modalidad «one night stand».
Suponemos, por el trofeo de la Libertadores estampado en la camiseta Torino, que fue por esa época del exilio forzoso. Deducimos, y aquí les pedimos su colaboración, que fue con motivo de alguno de los partidos de la Libertadores de este año, aunque no descartamos que haya sido para un amistoso. Llama poderosamente la atención que para ese entonces ya existiera el concepto de Spa para autos, lugar en el que, suponemos los lavaban con sales minerales y les aplicaban reflexología en las llantas. Quizás contaba también con un Auto Spa Jr., especial para los TYM Miniautos, otro aliado estratégico fugaz que tuvo Nacional por esos años.