En estos tiempos de incertidumbre en los que el concepto de familia es cada vez más confuso, resultan casi naturales los disfuncionales núcleos familiares híbridos. Se hace hecho más natural ver a padres que cuidan de hijos que no son suyos, pero que a fuerza de cariño y las enseñanzas del Vágner del Amor, se adoptan como propios.
Nuestro fútbol, cada vez más parecido a un sitcom gringo, no es ajeno a este fenómeno que en los inicios de la década del 90 cautivó nuestra atención gracias a la magia de la televisión.
Cómo olvidar a la espectacular Suzanne Sommers quien, después de su travesía orgiástica de Three’s Company, hacía las delicias de adolescentes excitados cuando la veíamos manejar con propiedad un hogar de 6 hijos, entre propios y extraños, junto al ya vetusto galán vaquero Patrick Duffy en la popularísima Step by step ( que extrañamente no estaba ambientada por la exitosa canción de los imberbes Nuevos chicos de la cuadra).
Duffy era el tosco y muy americano padre de tres adolescentes conflictivos (que por la sensatez de los libretistas gringos siempre resultaban más maduros que sus paralelos latinoamericanos) y, por azares del amor y el natural deseo carnal por Sommers, se convertía en padre adoptivo de un par de ñoños mamertones y una hueca pero sensual adolescente.
El grupo de colaboradores del Bestiario logró conocer que Duffy, cansado del mediocre estilo de vida americano y con el ánimo de revivir sus épocas de padre putativo de adolescentes rebeldes y problemáticos, decidió aceptar la oferta de dirigir a los huérfanos que quedaron del hogar que Néstor Otero decidió abandonar.
Se ha visto a Duffy bastante desmejorado al tener que lidiar con las broncas escolares del niño Gerardo Bedoya y con los problemas de sobrepeso del quinceañero Preciado. Por fortuna para él cuenta con la asistencia de su media naranja, que lo apoya y acompaña en cada capítulo, que aunque no sea una reina despampanante como Sommers, es al menos un Rey Galván.
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Podría decirse que la sub20 de Eduardo «soy más emo que Diemo» Lara que por estos días disputa el Juventud de América se está rajando en todas las materias salvo una. Y una que, a la hora del té, poco importa. O mejor, sólo le importa a los fanáticos más enfermos y a los de la línea «Esteban Cortazar». Nos referimos al diseño deportivo. En este campo ha tenido buena acogida entre la afición la llegada de Adidas como proveedor de los uniformes de la tricolor en reemplazo del emporio ítalo-panameño Lotto. Todo esto sin importar que, según confirmó Mario Bros, se trata de un diseño provisional y que el definitivo sólo se conocerá hasta marzo.
Provisional o definitivo llama mucho la atención el parecido de este uniforme con el que luciera otra selección juvenil, esta sí llamada a ser recordada por varias generaciones: la de Luis Alfonso Marroquín en el Mundial Juvenil de 1985. Para esa época, Colombia, que ya había usado uniformes Le Coq Sportif, comenzaba una relación intermitente con la casa alemana. Todo empezó en plena eliminatoria al Mundial de 1986, cuando el equipo de mayores desechó sobre la marcha los uniformes que con mucho esmero había concebido la diseñadora bogotana Maria Elvira Pardo para pasarse a los importados de las tres rayas. Luego de un desliz con Puma en la Copa América de 1987, Adidas regresó para vestir a los mayores en la eliminatoria y en el Mundial de 1990. Los juveniles, entretanto, apoyaron la industria nacional luciendo diseños de marcas orgullo del eje cafetero como Comba -por el giro del balón, no por los díscolos hermanos- y Torino.
El del arbitraje en Colombia es un género flexible. Esto lo saben sus protagonistas y también la atleta surafricana Caster Semeneya quien en los últimos años ha dado rienda suelta a su pasión por el pito en las canchas colombianas bajo la masculina identidad de Ímer Machado.
Movidos por las energías sinérgicas que emana el Vágner del amor –de vacaciones en un corralito de nuestra redacción- los integrantes de nuestra unidad investigativa han dado con una pieza clave que terminará de esclarecer el polémico caso de la atleta muchos creen que en realidad es atlet@.
Y tienen razón los que han dudado. Este hallazgo lo confirma. Estamos en condiciones de asegurar que desde hace ya varios años, Semeneya ha aprovechado su condición limítrofe para venir constantemente a Colombia a dirigir partidos de primera división, pues lo de ella, está claro, siempre ha sido el no tomar equipo, con irregulares resultados.
Pero más allá de las críticas a Caster por sus errores de apreciación,su porte y por su evidente muestra de no conocer la idiosincrasia local al aceptar presentes incómodos, como aquella camiseta que un intuitivo y coqueto Carmelo Valencia le ofrendara, nadie puede poner manto de duda sobre su condición atlética y despliegue físico en el terreno. Es tal su velocidad, que son frecuentes los pedidos por parte de los futbolistas, beodos la mayoría, del tipo “profe, bájele un poquito, tómela suave, mire que creímos que el nectar azul no daba guayabo”.
Aun así, no le ha tocado fácil a Caster en lo que tiene que ver con su socialización gremial. Bien conocidas, y no vamos a profundizar en esto, son las activides recreo-culturales de los réferis colombianos que incluyen incursiones fugaces al otro género con desfile incluido. Pues bien, al parecer son frecuentes las quejas de sus colegas por falta de juego limpio, pues para este tipo de eventos, en los que hay premio para el ganador, Semeneya, ahí sí, recurre a su faceta más femenina, con wonderbra, mascarilla de tomate chonto y exfoliación a base de fragmentos de roca volcánica. “Declárenla fuera de concurso, no es justo. Nos da sopa y seco en el manejo de pasarela”, aseguró un colegiado que prefirió mantener en reserva su nombre.
En medio de todo, el hallazgo más sorprendente de nuestra unidad tiene que ver con una presunta red de tráfico de orines. Cuenta la fuente que Semeneya, aprovechando que tiene acceso a los controles antidoping que tienen lugar en los estadios del país, suele llevar a los controles su propio frasquito y que, desprovist@ de pudor o vergüenza, suele pedirle a los jugadores sujetos al control “un chisguetico aquí también para un compa que es científico”. Las muestras, pensó bien, las utiliza luego en los controles a la que el/ella es sometid@ en las pistas del mundo. Precavid@, evita pedirle muestras-souvenir a jugadores desbordantes de testosterona como, póngale, Eyner Viveros. Su estrategia pasa más por recolectar orines de, diga usted, un Giovanni Hernández, para producir aún más incertidumbre entre los científicos que están en la tarea de decidir el asunto de su sexo convencid@ de que la duda en este caso es su aliada.
No sabemos en qué parará esto. Nuestro llamado es a la tolerancia y al respeto por la diferencia. Queremos, de corazón, y en esto son vitales las enseñanzas que, con inmenso afecto, nos ha impartido el Vágner del amor, lo mejor para Caster. Que se aclare de una buena vez su caso ante las autoridades del atletismo y que pese a que ya se conoce la verdad no se le impida seguir desarrollando esta otra faceta de su personalidad como lgbt de negro en los estadios del país.
No es un Franco Baresi bolivariano. Tampoco un Marco Materazzi. Es más, ni siquiera un Cerbeleón Cuesta. Aun así, Oswaldo Vizcarrondo, defensa venezolano muy del montón logró sobresalir como uno de los baluartes del Once Caldas campeón del segundo semestre. ¿Cómo lo hizo?
Después de arduas investigaciones y con base en información de informantes –el Loco Darío, uno de ellos- la Unidad Investigativa del Bestiario del balón logró develar el misterio Vizcarrondo. El primer y definitivo hallazgo tuvo que ver con su verdadera identidad. Y es que aunque porte un pasaporte bolivariano con el nombre de Oswaldo Vizcarrondo, en realidad se trata del cantautor autodidacta guatemalteco Ricardo Arjona.
¿Cómo hizo el siempre incomprendido pero no menos popular cantante para llegar a jugar fútbol profesional en Colombia? Lo primero es que hoy como están las cosas para llegar a la Liga Postobón –y, en consecuencia, para ser invitado de Quique Wolff en Corazón Andino- no hace falta mayor talento. Basta un poco de empeño, un buen editor que se encargue del videoclip promocional y poderle pegar al balón cuando menos con el borde interno. Pero aun con un nivel tan paupérrimo no todos logran sobresalir. ¿Cómo lo hizo Arjona?
El cantautor, que siempre albergó una secreta, pero intensa, pasión por el balón, recurrió a una estrategia muy efectiva. Un delantero que se negó sistemáticamente a revelar su nombre aseguró que no había el juez dado el pitazo inicial cuando el guatemalteco ya había empezado a susurrarle al oído de los atacantes rivales lo más selecto de su repertorio con la complicidad de “Neco” Martínez, Alexis Henríquez y otros compañeros de zaga quienes, a sottovoce, conformaban un coro improvisado.
Era insoportable. Comenzaban por Mujeres.Luego Jesús verbo no sustantivo, de ahí Historia de Taxi y remataban con Quesos, cosas, casa. Esas para el primer tiempo. Buen estratega, Arjona tenía un arma secreta. Si llegado el minuto veinte del segundo tiempo el partido estaba empatado, arrancaba con De vez en mes. Imagínese usted, uno desesperado, caliente en la cancha y la defensa cantando: “De vez en mes te haces artista, dejando un cuadro impresionista, debajo del edredón” ¿Qué venía después? Ah, sí: «De vez en mes un detergente, se roba el arte intermitente, de tu vientre y su creación, si es natural cuando eres dama que pintes rosas en la cama una vez de vez en mes…”¿Qué pasaba? Ante eso, muchos colegas, seamos francos, preferían hacerse echar.
Consultado, el técnico Juan Carlos Osorio aseguró no saber nada al respecto. No obstante, otra fuente dentro del equipo nos confirmó lo que inmediatamente sospechamos al conocer el caso: la popular libretica del estratega risaraldense no era para anotar los movimientos técnico-tácticos de sus hombres. No. En ella estaba el setlist de cada partido, el cual variaba dependiendo del perfil sicológico que presentara la delantera rival. Por ejemplo: la tríada Mujeres-Primera vez-Solo era perfecta, según la fuente, para desconcentrar a la muy hormonal delantera de Millonarios conformada por Arrechea y Pajoy.
Pero no todo salió a pedir de boca del guatemalteco. Como ya se conoció, fue de los primero en abandonar el barco a finales del año pasado. Si bien argumentó diferencias económicas, la Unidad Investigativa del Bestiario del balón ha podido establecer que en realidad le están pasando factura.
Cuentan que la noche de celebración del título alguien cometió el error de prestarle “por un minuto” el micrófono. Alegre como estaba, desenfundó una guitarra plegable que mantenía oculta en su maletín y se despachó con absolutamente todo su repertorio. Resultado de esto fue la más amarga celebración que se recuerde en Manizales. Los directivos, que habían diseñado todo un plan asesorados por expertos norteamericanos para que Dayro Moreno permaneciera en el recinto donde tenía lugar la fiesta, no tuvieron más remedio que permitir su huida rumbo a Chicoral. Emerson Acuña, en su estilo, intento lanzarse de clavado, presa del desespero, desde una de las ventanas que por descuido alguien dejó abierta. Osorio, por su parte, comisionado por la junta directiva se cansó de anotarle en la libretica “suficiente Ricardo, para ya”. Nada sirvió.
Ya entrados en gastos, Arjona se desbocó. Se olvidó de conservar las apariencias para delirio de los tres o cuatro fanáticos suyos y del Once que estaban presentes en el recinto. Con ellos se quedó hasta el amanecer, sabedor de que sus días como defensa central del «blanco blanco» habían terminado. Pero, hombre sensible, tan encariñado estaba con el equipo que a través de estos fanáticos prolongó su vínculo con la institución: decidió cederle los derechos de sus canciones a la barra Holocausto Norte. Pero no solo eso. También liderará su adaptación a cánticos oficiales desde su nuevo cargo de asesor barrístico-musical.
Todo un incunable llegó a la mesa de redacción del Bestiario en instantes en los que los integrantes de la unidad investigativa estaban mordiendo mezcladores de tinto y cortándose las uñas con las teclas de la máquina Olivetti utilizada para levantar los textos que usted lee.
(Nota de la redacción: en el proceso de confección informativa se mandan las hojas escritas a máquina, que son transcritas en un computador de un local cercano a una céntrica universidad. Luego el diskette es entregado con los textos en word perfect a varios varios tecnólogos que suben el material a la página desde la moderna consola de un computador Sinclair ZX 81)
En un sobre lacrado aparecía un incunable: la entrada de occidental tercer piso de un fanático que estuvo el 19 de diciembre de 1979 la noche en la que el América de Cali de Carlos Gay, Aurelio Pascuttini, Alfonso Cañón y compañía derrotaba 2-0 al Unión Magdalena de Gasparoni (goles de Cañón y Lugo) y se coronaba por primera vez campeón del fútbol colombiano.
Tom «Pepino» Selleck quemaba las calles del barrio San Fernando en su Ferrari para llegar a tiempo a comer cholado y ver a su América
Imperdible la presencia de Tom Selleck, conocido en Cali como José «Pepino» Sangiovanni y que caracterizando a Magnum, acompañado de sus fieles dóberman Zeus y Apolo, presidía al América (Se decía que Higgins era el contador del club). En el ticket, Selleck (o Magnum, o Sangiovanni, como usted prefiera) les mandaba un saludo navideño a los hinchas, tan rojos como su Ferrari:
“La junta directiva, el personal administrativo y técnico deportivo desean a toda ferviente afición escarlata Feliz navidad y venturoso año 1.980”.
1979 sin embargo tuvo un hecho más importante para los entonces neonatos fundadores del Bestiario: la lesión de Willigton Ortiz producida por un ídolo de esta tribuna: Antonio “Gringo” Palacios.
Día triste para los seguidores de la leyenda que conmemoran los 40 años de su supuesto fallecimiento. No hay tristeza, en cambio, para sus seguidores bestiaristas que bien saben que él no estiró la pata el 18 de septiembre de 1970 en Londres, sino que se vino a Colombia a estirarla, pero para meter goles en Tolima, Santa Fe, Millonarios, Junior y Cúcuta. En este día, que pese a todo sigue siendo especial, para que hendrixianos bestiaristas y no bestiaristas lo recuerden, esta bella postal de, nunca mejor dicho, Hendrix in da house.
El rumor corrió en mayo: se preparaba una nueva versión de Rambo, la quinta. El revuelo duró hasta que el mismo Stallone salió a desmentirlo. «Que cómo se les ocurre, que olvídenlo, que jamás ha estado ni en proyecto y que yo ya estoy muy viejo, no sigan insistiendo comenzando porque la ARP ya no me cubre escenas de riesgo o que involucren elementos pirotécnicos». Eso fue lo que se supo.
Lo que no se reveló fue la verdadera historia detrás del fallido Rambo V. La verdad, según lo pudo establecer nuestra renovada unidad investigativa, es que la historia estuvo de un cacho. Su trama iba a estar inspirada en esta foto de 1992 a la que un día, por accidente, tuvieron acceso los productores de los largometrajes anteriores. Tras constatar que el señor de amarillo y cabellera «a lo Rambo» no era Stallone en alguna escapada al caribe colombiano sino el goleador argentino Héctor Ramón Sosa, decidieron aprovechar el good will que el gaucho ya tenía en nuestro medio para proponer una historia en la que Rambo, Stallone, no Sosa, vendría al fútbol colombiano a luchar con y sin balón para lograr la permanencia en la primera división del modesto Royal Cartagening. En la película, por ejemplo, se vería al actor parapetándose detrás de los famosos morritos que abundan en nuestros campos. Su aliado en la lucha sería Mondáface, un simpático niño que, con un traje de super héroe y una guitarra se encargaría de incitar a la pernicie a los arqueros y defensas rivales.
Cuando ya estaba todo listo, con Salvo Basile, faltaba más, a la cabeza de la producción en Colombia, surgió un obstáculo insalvable: nadie estaba dispuesto a pagarle ARP a Stallone. El argumento era contundente: ¿acaso alguna vez se la pagaron a Sosa?
El Bestiario del balón, fiel a su compromiso con la defensa de la familia, la tradición y la propiedad (?) hace un llamado para que pronto los gemelos hoy conocidos como Milan Baros y Samir Khedira puedan reencontrarse en el seno de su familia original. De paso, invita a las autoridades competentes a confirmar el parentesco en primer grado de consanguinidad del futbolista colombiano que responde al nombre de Fabián Vargas con estos dos hermanos.
Actualización (05/07/10 20:44 PM): Gracias al aporte de nuestro comentarista Cachavacha avanzamos en la desenredada de esta madeja de ADN transcontinental. Como lo pueden apreciar en la imagen, es clarísimo que ya no se debe hablar de los gemelos Baros-Khedira, sino de los trillizos Baros-Khedira-¡¡Molina!!. El fenotipo no miente, cuando creíamos que el vínculo con Colombia de este par de talentosos hermanos se limitaba a Fabián Vargas, ahora nos encontramos con que Mao Molina es Colombia en la familia Baros-Kedhira. Ya entendemos el porqué de sus cada vez más frecuentes perdidas del mapa: tiene que sacar tiempo para su familia paralela.
Nunca ha sido cosa del Bestiario del balón inmiscuirse en asuntos judiciales. Pero esta vez no tenemos alternativa. Pasmados estamos al darnos cuenta de la burla a la justicia por parte de Josef Fritzl, «el Monstruo de Austria» al escapar de su lugar de reclusión para aparecer sin que nadie lo notara, sólo un integrante -anónimo, por supuesto- de nuestra unidad investigativa, como director técnico de Suiza en el Mundial de Suráfrica 2010 bajo la falsa identidad de Ottmar Hitzfeld. Es por esto que, ante la pasividad y el silencio de los buenos, usamos nuestra tribuna para poner en evidencia a tan sanguinario criminal.
De paso, reconocemos el olfato -malicia indígena, tal vez- de nuestro crédito Johan Volanthen quien, según nos cuenta la fuente que insiste en no revelar su nombre, fue el único del plantel que detectó la verdadera identidad de su entrenador y días antes de viajar a Suráfrica prefirió automarginarse del equipo temeroso de terminar pasando largos años encerrado en un camerino sometido a todo tipo de vejámenes. Dice la fuente que Volanthen comenzó a dudar de la identidad del adiestrador que los llevaría al Mundial cuando vio en su tobillo derecho un brazalete electrónico igual (de inoperante) a los que utiliza el INPEC de su país natal.