Especiales del Bestiario: Dinastía Riosucio

El Bestiario del balón, siempre preocupado por rescatar la historia no oficial del fútbol colombiano, da inicio a una serie de especiales sobre equipos que por diferentes razones hoy no nos acompañan. El encargado de inaugurar la saga es el Deportes Dinastía Riosucio, club que en representación de este municipio caldense tuvo el honor de hacer parte del selecto club de 10 equipos que en 1991 inauguraron el torneo de ascenso conocido hasta 1997 como «Copa Concasa».

Fundado en 1989, su primera participación en el ascenso –bajo la dirección técnica de Heberto Carrillo– terminó con un decoroso quinto puesto y con dos valores que más adelante darían de qué hablar en el medio: Juan Carlos Henao y David «Cachaza» Hernández. Para 1992, el aceptable desempeño de la primera temporada dio paso a la debacle. El punto más algido de la temporada tuvo lugar el 19 de julio de 1992 cuando el Atlético Huila, con un potente ataque comandado por el gran «Teacher» Berrío, atendió al disminuido equipo caldense con un 10-0 que hasta hoy sigue siendo la goleada más abultada en la historia de la categoría. A este dato hay que añadirle que los dos enfrentamientos anteriores entre estos dos equipos, el 10 de mayo y el 28 de junio, habían terminado 5-0 y 6-1 respectivamente, siempre a favor de los opitas. Cabe aclarar también que el arco de Dinastía ya no estaba a cargo de Juan Carlos Henao, quien a comienzos de año fue llamado por el Once Caldas para ocupar el puesto de tercer arquero. Nada pudieron hacer José Rivas, José Reales y Arturo Candanosa, tres de los mártires de ese año, para ayudar a a salir al Dinastía del sótano de la B, locación que no abandonó durante todo el torneo.


Emblema que inmortalizó al Dinastía

Para finales del 92, el sueño de ver los grandes del fútbol colombiano desfilando por el Municipal de Riosucio había terminado de la peor forma. Sin embargo, a manera de consolación, el Municipal si vio desfilar en 1993 lo más selecto de la Copa Mustang cuando el Once Caldas fue su inquilino en el tiempo que le tomó al antiguo Fernando Londoño renacer como el Palogrande que hoy conocemos..

Andrés Cerquera

Hay jugadores como Bonner Mosquera que le han dado la vida a un equipo recibiendo a cambio la alegría de levantar una copa Tecate en el mejor de los casos. Hay jugadores como Andrés Cerquera que le han dedicado sus ratos libres a una institución y a cambio han recibido la oportunidad de levantar el trofeo de un torneo internacional de clubes avalado por la FIFA.

De nuestro homenajeado se comenzó a saber a comienzos de 1999 cuando hizo parte, junto con Andrés Chitiva, de la nómina de Montaña y Fandiño que se coronó campeón del tradicional Hexagonal del Olaya, «Amistad del sur». Meses más tarde reaparecería en el panorama haciendo parte de la nómina alterna con la que Millonarios disputó la Copa Merconorte de ese año bajo la batuta de Luis García. Un gol, el del descuento contra Barcelona de Guayaquil en Bogotá, fue su balance. Debemos aclarar a esta altura que por algún extraño motivo las apariciones de Andrés se limitaron este año a los partidos nocturnos que entre semana se disputaban con motivo de esta competición.

Para el año entrante la tendencia continuó. Mientras las apariciones de Cerquera en los partidos del torneo local se limitaban siempre a aforar el banco de suplentes y a intrascendentes apariciones en tiempos suplementarios, en la Merconorte era común verlo en la nómina titular y disputanto partidos completos. Pareciera como si García –con García, todo es posible– lo tuviera reservado únicamente para la Merconorte garantizandole así a este «internacional» el sagrado descanso del domingo (no se descarta entonces que Andrés oficiara de forma paralela como pastor). Pastor o delantero, el hecho es que estuvo en el gramado del Capwell de Guayaquil en el partido de vuelta que los azules disputaron contra Emelec. Y si que estuvo. Tanto, que en la fotografía del título, la misma que circuló por todo el mundo en la revista de la Conmebol, la que se exhibió en la sede administrativa del club, la copa, la única copa internacional de Millonarios y la única en los últimos 18 años, aparece en sus manos. ¿Y Bonner? Bien gracias. Sendos ataques de ira del de Condoto con arremetida incluida contra el cuadro forzaron la decisión de archivarlo.

Su fulgurante carrera se apagó a comienzos de 2002.

Gracias, enunabaldosa..

La prueba reina

La unidad investigativa del Bestiario del Balón encontró una de las imágenes más difíciles de registrar de nuestro fútbol en los ochenta: Carlos Fernando Navarro Montoya vestido como un colombiano más en aquel repechaje hacia el Mundial de México 1986 en el que Colombia perdió sus chances frente a Paraguay al caer 3-0 en Asunción y ganar 2-1 en Cali.

Navarro, hijo del argentino Ricardo Navarro, arquero del Caldas, defendió la portería colombiana en estos dos juegos. En esos tiempos el “Mono” se solazaba haciéndole “pistola” a los hinchas de Millonarios en los clásicos de la época contra Independiente Santa Fe y, tal vez desconfiando de sus condiciones, prefirió asegurar una foto para la posteridad, así fuera en una selección de pacotilla, antes que quedarse esperando una oportunidad en la inalcanzable Selección Argentina.

Y nosotros, como para que no se le olvide, desde esta ventana se lo recordaremos por siempre: aunque rajes de Colombia, eres un compatriota más, querido Carlos Fernando.

En la imagen. Arriba: Luis Murillo, Víctor Luna, Miguel Prince, Navarro Montoya, Jorge Ambuila, Alvaro Escobar. Abajo: John Edison Castaño, Anthony De Ávila, Carlos Valderrama, Alex Escobar, Willington Ortiz..

El zapote mecánico

Como en la imagen, el fútbol colombiano estuvo de espaldas durante años cuando escogió por motivos desconocidos este color naranja acaramelado para vestir a los integrantes de la Selección. Muy a pesar de las goleadas en contra y los constantes embates sufridos ante equipos poderosos como Brasil, Argentina o Uruguay, esta foto, que data de 1984, muestra el desespero argentino durante un amistoso jugado en Bogotá, que Colombia ganó 1-0 ante los gauchos, (gol de Prince) siendo este triunfo, el primero de una escasísima saga de victorias colombianas ante los argentinos cuya más nefasta expresión fue el 5-0 de septiembre de 1993.

En la imagen podemos reconocer rápidamente a los argentinos: Oscar Ruggeri, Jorge Rinaldi, Miguel Russo, Daniel Ponce y Ricardo Gareca. Del lado colombiano aparecen, de espaldas Miguel Prince (15), Gildardo Gómez (6), Pedro Sarmiento (5) y un lujo completo: Alfredo “El Pirata” Ferrer vestido con la camiseta de Colombia. Es el mechudo de la derecha que está al lado de Gareca.

Poco después las imágenes cambiarían: Mientras los argentinos rompían tablas de rating con la transmisión de la final de México ´86 entre Argentina y Alemania, en Colombia los 80 puntos de rating (la medición más alta de la historia) se los llevaba la oscura familia Olmedo, de la serie “Los Cuervos”..

Cambio de correo

Víctima del maldito SPAM, nuestro tradicional correo «[email protected]» ha dejado de existir. Ahora pueden contactarnos y enviar sus aportes a «[email protected]«.

La redacción .

Sueños del León

Silencio.No hagan ruido. El «León» se puede despertar..

Carlos Castro Varón

Tuvo la mala fortuna de ser homónimo de un goleador. Algo que no viene nada bien más cuando se es volante de marca, posición más propensa al trabajo efectivo quizás, pero silencioso. Para diferenciarse del goleador de Turbo, el «crédito de Arcambuco» debió recurrir en más de una ocasión a su segundo apellido: «Varón». Apellido que, por cierto, no desentonaba con sus modales en la cancha. Hay que decir que era guapo y rendidor, su estampa aún se recuerda en el antiguo San Bonifacio.

Este tolimense, que debutó en el Quindío, tuvo sus cinco minutos de fama entre 1995 y 1997 cuando se vio beneficiado por esa extraña fijación que por esos días le entró al Bolillo y que lo llevó a incluir en cada convocatoria un volante de marca del perfil del «Tyson» Hurtado o Gustavo del Toro. Sus días de becario en la selección lo catapultaron a la capital. Comenzando 1997 fue anunciado como nueva incorporación de Millonarios. Llegó a Bogotá, se enfundó la azul y entrenó durante varios días hasta que una rabieta del sendador Camargo lo obligó a tomar un Bolivariano de regreso a Ibagué.

En Ibagué, tierra bestiarista, permaneció hasta finales de ese mismo 1997. A comienzos de 1998 rodó a Neiva de donde partiría, un año más tarde a Pasto, ciudad en la que permanecería hasta 2001 cuando, presumimos, se lo tragó el Galeras pues ningún registro se conserva de su trasegar después de esta fecha.
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Decapitados por la guillotina

Una de muchas batallas campales que se han librado en los estadios del país tuvo lugar a mediados de 1976 cuando Millonarios y Junior disputaron la final del torneo apertura. El partido de ida, en Barranquilla, terminó con un inobjetable 4-1 a favor de los tiburones. El de vuelta, en Bogotá, se saldó con victoria azul 3-1. De acuerdo con la reglamentación vigente para la época, este resultado obligó al ábitro Ómar Delgado a decretar un alargue de 30 minutos. Fue durante este tiempo suplementario que Miguel Ángel Converti se hizo presente con un 4-1 que desencadenó una gresca memorable. Cuenta el corresponsal que en medio de la zambra –que obligó la intervención de las fuerzas del orden–, tanto azules como costeños y Policía, todos dieron su vuelta olímpica. Días más tarde, la Dimayor decidió que el campeón del Apertura se decidiría por un sorteo televisado que terminaría favoreciendo a los de Curramba.

Pero el rifirrafe no terminó cuando cayó la moneda. Este se prolongó en los micrófonos de Radio Cadena Nacional; para más señas, en el espacio del programa «La guillotina» que sirvió de marco para el enfrentamiento entre el Alberto Piedrahita Pacheco, «El padrino», (no el padre, el mismo que hoy todavía funciona) y Édgar Perea (no el abuelo, el mismo que hoy todavía disvaría). La pérdida de estas dos figuras por parte de RCN mereció este artículo de la revista «Antena» que llega a ustedes por cortesía de nuestros amigos del Museo Vintage..

Parodiario

Uno de los sitios amigos del Bestiario es Parodiario, un excelente proyecto de humor político, parodia y sátira de todas las raleas que, igual que este espacio, está en la lista negra del Ministerio de Desarrollo. Al entrar, presenten esta tarjeta..

Marcelo "Pato" Guerra

A la hora de escribir la historia de los refuerzos de madera que han anclado en los equipos capitalinos bastaría un sólo formato en el que «Arsenio Benítez» o «Silverio Ramón Penayo» podrían llenar el mismo espacio en blanco sin alterar el hilo narrativo del texto. Ambas son historias con un sorprendente discurrir paralelo: no hay que olvidar, por ejemplo, que los ya citados Benítez y Penayo fueron casi contemporáneos, como también lo fueron Cotera y Tomic o Catagena y Lobinho. Dos caminos tan paralelos tenían que tener un punto de encuentro y este tiene nombre propio: Marcelo «Pato» Guerra.

Al llegar a Millonarios en el segundo semestre de 2000 hubo un dato de su frondosa hoja de vida (Wanderers, Progreso, Peñarol, Aucas, de nuevo Peñarol): la anterior escala del «Pato» había sido en «Juventud de las piedras», de la segunda división charrúa. Al salir a flote este dato, muchos temieron que el nuevo refuerzo azul fuera, en efecto, de piedra. A otros, más optimistas, los reconfortó que «El pato» no viniera de «Juventud leñadora».

Un gol de tiro libre al Huila y uno en el parque estadio no fueron suficientes para garantizar la continuidad del tibio mediapunta uruguayo. Así, cuando muchos creían que «El pato» había emprendido su regreso a la República Oriental, una hábil gambeta de su vivaz empresario lo dejó instalado en Santa Fe, como gran refuerzo de los rojos para el segundo semestre del año. En Santa Fe, Marcelo sólo aportó argumentos para demostrar cuán acertada fue la decisión de los directivos azules al dejarlo ir. Hay que decirlo, eso sí, Guerra hizo historia al tiempo que aportó su granito de arena en el siempre noble propósito de construir lazos de hermandad entre las hinchadas; nunca un refuerzo foráneo había concretado la gesta de fracasar en ambas orillas el mismo año. «El pato» lo logró y por eso hoy es un personaje con una popularidad que muchos envidian en la capital.

A finales de 2000 regresó a su país natal en donde trasegó por el siempre glorioso Tanque Sisley, Rentistas y Sudamérica. Marcado –e inspirado– por la genial movida de su empresario cuando lo puso en Santa Fe, regresó a Colombia a finales de 2005 con la idea en mente de conseguir como empresario la dicha que en la cancha le fue negada.


Exclusiva del Bestiario: «El pato» con Yohner Toro haciendo sus primeros pinitos como empresario..