
Cosa común en los partidos de recreo era la facilidad con que las reglas de juego variaban de acuerdo con los caprichos del más fuerte o del que más público femenino arrastraba. Cosa común en el rentado colombiano es la facilidad con que las reglas de juego varían de acuerdo con el talento que para las siempre culebreras lides de la lagartería ostenten sus directivos.
Prueba de esto fue lo sucedido a finales de 2001 cuando el intenso lobby de los directivos del Bucaramanga –equipo que debía descender ese año– tuvo como recompensa la decisión de la asamblea de la Dimayor de ampliar de 16 a 18 el número de equipos de la primera división. Esta decisión, a primera vista inofensiva, tuvo como corolario la realización, en Cartagena, de un muy pintoresco triangular entre el Bucaramanga, el Cúcuta y el Unión Magdalena para definir quienes obtendrían los dos nuevos cupos. Pese a su regular campaña en el torneo de ascenso de ese año, Cúcúta y Unión fueron invitados a la fanfarria cartagenera por su condición de miembros de la División Mayor. Llanto y crujir de dientes se escuchó desde Armenia, ciudad en la que el Quindío supo ganarse a pulso el ascenso directo, cuando se tuvo noticia del aguinaldo con que habían sido agasajados dos de sus rivales de ese año.
Estamos convencidos de que más valdría una crónica del triangular paralelo que en los más connotados escenarios de la pernicia cartagenera sostuvieron los directivos de estos tres equipos al son que les tocaba la plana mayor de la Dimayor, también presente en «La Heroica». Desafortunadamente, no poseemos material suficiente para documentar esta gesta, razón por la que debemos limitarnos a lo deportivo.
Debemos entonces decir que en el primer partido Unión derrotó al equipo de los Pachón con sendas anotaciones de Zárate y Maturana, que en el segundo le repitió la dosis a los «Leopardos» esta vez con goles del gran Amir Buelvas y que en el clásico de los Santanderes Leonel Rocco fue el héroe de la tarde al darle la victoria por la vía de los penales al Bucaramanga después de un lánguido 0-0 contra su eterno rival. De esta forma ,y sin necesidad de marcar un sólo gol, los «Bucaros» aprovecharon este purgatorio improvisado para salvarse de ese infierno de viajes por carretera, canchas sin camerinos y árbitros con resaca que es nuestra nunca bien valorada primera B profesional. El Cúcuta, por su parte, durante varios años maldijo el no haber podido echarle mano a este chisgononón. No podemos decir que no se volverá a repetir..










