
Lucas Jaramillo, el recordado pseudofutbolista, le dijo alguna vez a un periodista con el que estaba en desacuerdo que “para hablar de fútbol, había que ser jugador profesional, o haberlo jugado”. Con todos los dimes y diretes que se podrían escarbar en cuanto al profesionalismo del recién casado ex delantero de Santa Fe, y guiándonos por esa premisa, el único capaz de lanzar conceptos claros y precisos debe ser Ricardo Henao, que más allá de su faceta habitual como comunicador, supo vestirse de cortos en el profesionalismo.

Es que pocos saben que mientras el mozalbete alegre, pupilo de Javier Hernández Bonnet en el noticiero 24 horas, seducía las cámaras al lado de “las Arangos”, aprovechaba los fines de semana para irse a jugar con el Once Caldas el campeonato de 1989.
Como volante de marca enjundioso que fue, su juventud se delata en la imagen, donde porta la casaca blanca del bienamado Cristal Caldas, por su jovial sonrisa y el rubio en su pelo, muy inclinado a deducir que algún tinte se echaba. ¡Cosas de los jóvenes!
Pero contó con mala suerte en el campo deportivo pues aquel Caldas que dirigía el Chiche Dizz hizo una pobre campaña que lo dejó por fuera de las semifinales del torneo. Y para completar, el asesinato de Álvaro Ortega conspiró para que Henao tomara rumbos diferentes al que le marcaba el destino, que era jugar fútbol.

Ya se entiende por qué en el programa “Fuera de lugar” el “Gato” Pérez y él se la llevan tan bien. No hay Mejía, Peláez o Vélez que valgan. Solamente Henao y el “Gatico” son las voces autorizadas para hablar sobre fútbol en este país, según la maravillosa lógica vertida de la sabia y generosa escuela del pensamiento denominada “Lucasjaramillística”.
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