Los colombianos de Boca Juniors

Era uno de los equipos listo a ser favorito para ganar el título de 1993 en Argentina y en sus huestes, Boca Juniors ya sabía lo que era contar con el buen servicio colombiano, antes de la gloriosa era Bianchi: John Jairo Tréllez y Carlos Fernando Navarro Montoya fueron la magra cuota nacional de un conjunto que, aunque lleno de figuras, fracasó bajo la conducción de César Luis Menotti.

Arriba, de izquierda a derecha: Alejandro Mancuso, Luis Medero, John Jairo Tréllez, Carlos Fernando Navarro Montoya, Raúl Noriega, Carlos Mac Allister. Abajo, en el mismo orden: Diego Soñora, Sergio Martínez, Alejandro Farías, Alberto Márcico, Marcelo Tejera.
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¿Y qué pasó con Castañito?

La respuesta nos la tiene Danilo Gómez,en esta nota de Noticias a propósito de su paso a Racing de Avellaneda en 1989..

Ricardo “El Colorado” Henao

Lucas Jaramillo, el recordado pseudofutbolista, le dijo alguna vez a un periodista con el que estaba en desacuerdo que “para hablar de fútbol, había que ser jugador profesional, o haberlo jugado”. Con todos los dimes y diretes que se podrían escarbar en cuanto al profesionalismo del recién casado ex delantero de Santa Fe, y guiándonos por esa premisa, el único capaz de lanzar conceptos claros y precisos debe ser Ricardo Henao, que más allá de su faceta habitual como comunicador, supo vestirse de cortos en el profesionalismo.

Es que pocos saben que mientras el mozalbete alegre, pupilo de Javier Hernández Bonnet en el noticiero 24 horas, seducía las cámaras al lado de “las Arangos”, aprovechaba los fines de semana para irse a jugar con el Once Caldas el campeonato de 1989.

Como volante de marca enjundioso que fue, su juventud se delata en la imagen, donde porta la casaca blanca del bienamado Cristal Caldas, por su jovial sonrisa y el rubio en su pelo, muy inclinado a deducir que algún tinte se echaba. ¡Cosas de los jóvenes!

Pero contó con mala suerte en el campo deportivo pues aquel Caldas que dirigía el Chiche Dizz hizo una pobre campaña que lo dejó por fuera de las semifinales del torneo. Y para completar, el asesinato de Álvaro Ortega conspiró para que Henao tomara rumbos diferentes al que le marcaba el destino, que era jugar fútbol.

Ya se entiende por qué en el programa “Fuera de lugar” el “Gato” Pérez y él se la llevan tan bien. No hay Mejía, Peláez o Vélez que valgan. Solamente Henao y el “Gatico” son las voces autorizadas para hablar sobre fútbol en este país, según la maravillosa lógica vertida de la sabia y generosa escuela del pensamiento denominada “Lucasjaramillística”.
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Ángel David Comizzo

El “Flaco” o “Locomizzo” (de los peores apodos espetados alguna vez por Mario Alfonso Escobar, solo comparable con el de Jairo “Picardía” Castillo), se bajó en Cali para hacer historia en el América de 1993 que conducía Francisco Maturana. Y a fe que su huella quedó impresa, aunque no de la manera que él quería, tras su paso por canchas colombianas.

Repasemos: Wilmer Cabrera le metió dos autogoles en un mismo partido, Santa Fe aprovechó todas las ventajas que daba en los centros cruzados y le metió un inolvidable 5-2 en Cali, durante su debut atajó un penal al “Teacher” Berrío y luego se fue expulsado del campo por agresión, igual que en un juego en Ibagué contra Tolima y en otro contra Sporting Cristal en Copa Libertadores…

Su pelo, liso, brillante y sedoso como el de los comerciales de Pantene, se alborotaba cada vez que caía dentro de su portería, doblegado ante esa patética y común adversidad de verse derrotado con la camiseta de los “Diablos Rojos”.

En una entrevista a Clarín habló de su paso por Colombia y de una frustrada (por él) transferencia a Millonarios en 1988: «Fui por cinco meses al América para jugar la Copa Libertadores. Era un gran equipo y fue la base de la selección colombiana que goleó 5-0 a la Argentina. Ahí conocí a Pacho Maturana, un gran técnico y un gran tipo. Llegué a River, por la insistencia del Flaco Menotti, yo me iba a Millonarios de Bogotá; ya tenía todo arreglado. Pero apareció la diosa fortuna y una madrugada, a las cuatro arreglé mi incorporación con Santilli. Ese mismo día viajaba a Colombia…”

Su mejor partido en nuestro país está enmarcado entre los enfrentamientos bizarros de la historia de la Copa Libertadores: fue en El Campín, en un juego de desempate en posiciones de la fase inicial de grupos de Copa Libertadores entre América y Nacional. Ganaron los rojos 4-2 en un partidazo donde se lesionó de gravedad el célebre «Canino» Caicedo y Wilson Pérez le metió un gol de setenta metros a Omar Franco.

¡Ojo! ¡su mejor partido y le hicieron dos!
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Ramón Antonio Moreno

Delantero vallecaucano que ilusionara a la parcial cafetera entre 1993 y 1994 cuando conformó junto con Alex Comas una dupla que todavía se recuerda en el Centenario. Su éxito cuyabro facilitaría a comienzos de 1995 su llegada al Tolima como uno más en el camionado de figuras con el que regresó el Senador Camargo para gloria de las maltrechas arcas tolimenses. Cuando más cerca estaba de la consagración definitiva, una grave lesión se atravezó en su camino. Terminada su recuperación, la idea de ser último renglón de una lista conformada, entre otros, por «Ururú» Ararat, Freddy León, Jorge Villar y Hugo Arrieta no sedujo a Ramón quien, desorientado, decidió regresar a Armenia como flamante refuerzo del «Milagroso» para la temporada 1996-1997.

En el Quindío, Ramón se vio obligado a enfrentarse cara a cara con Leonardo Fabio Moreno, otro delantero vallecaucano que surgió al tiempo con él y que gracias a lo sonoro de su nombre dejó a nuestro homenajeado relegado siempre a un segundísimo plano. La cosa llegó a tal punto que Ramón Antonio debió recurrir a ayuda profesional para poder lidiar con eso de ser «el otro Moreno, no el cantante». En el Quindío, Ramón se vio obligado a cantar los goles de Leonardo Fabio y muy lejos estuvo del Ramón Moreno que en 1994 sacudió a todo el departamento, desde Barcelona hasta Circasia, pasando por Calarcá y Quimbaya.

Después del fallido regreso al Centenario, de vuelta al Murillo toro vía Calarcá-La Línea-Cajamarca. Esporádicas apariciones en la red le aseguraron a Ramón un renglón en la nómina del cuadro pijao hasta 2001 cuando se le presentó una seductora oferta del Centauros de Villavicencio. La aventura llanera tuvo un saldo favorable para Ramón: ascenso del equipo, gol en el partido decisivo y la soñada transferencia a la liga salvadoreña en diciembre como refuerzo del Arcense. Recién desempacado, aseguró que «el extranjero debe marcar diferencia «. Tanta sería la diferencia que alcanzó a marcar que para finales de 2003 fue premiado con el fichaje del Delfín Sporting de Ecuador en un traspaso que fuera ampliamente registrado por la prensa deportiva nacional, siempre pendiente de los logros de los «colombianos en el exterior». Hay que decir que este es también el último registro que se tiene de su andareguear.

Al llegar al Salvador afirmó haber pasado también por el Nacional, por el Medellín y por Qatar. No aclara, muy audaz, en calidad de qué. .

Eduardo Esteban Basigalup

Si en Bogotá se quiere hablar de arqueros malos que vinieron del extranjero, salvando a Juan Francisco Hirigoyen, al que no le alcanzó con ponerse los guantes y pararse debajo de los 7´32 y 2´44 para parecer portero de fútbol, los nombres se reducen dramáticamente a tres o cuatro pelagatos, entre ellos el de este estandarte del bigote, la panza y las “planchas de la guanábana” mentadas por nuestros locutores y comentaristas.

Su look, similar al que hizo famoso “Tancredo Plata” aquel tolimense procaz y millonario interpretado por Norberto López en “Sábados Felices”, de verdad le quitaba credibilidad. Es que nadie se hizo muchas ilusiones cuando Basigalup desembarcó desde Buenos Aires, donde jugaba en Ferrocarril Oeste, al verle ese frondoso mostacho.

En el campo las cosas no cambiaron y un camionado de goles bobos se comió Basigalup, hecho que no le permitió a los azules ganar el título de 1986. Pero su bozo, casi un talismán que seguramente imitó de colegas suyos en Argentina como Ricardo Lavolpe o Miguel Ángel Wirzt (que vino al Cúcuta), le dio el pasaje hacia Cali, donde integró en 1987 la plantilla llena de figuras como él, Obdulio Trasante y Alfredo “Coco” Mendoza, que fracasaron con Óscar Tabárez y Julio Comesaña.

La última vez que oímos de él, era asistente técnico de Héctor Cúper, con quien hizo una gran amistad cuando los dos jugaban para Huracán.
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Si por acá llueve…

Como es bien sabido, este espacio se nutre de lo más selecto de nuestro nunca bien ponderado rentado. Sin embargo, y a propósito de nuestra fijación con los desatinos de la marca alemana, la exagerada forma con la que Adidas se hizo presente en este uniforme de The Strongest de Bolivia bien merece una excepción. .

Clarísima, evidentísima e inmediatísima en grado superlativo

El analista arbitral Antonio Chávez emula a Javier Giraldo Neira –rey del sinónimo– en su análisis arbitral de una jornada más del octogonal final de 1990. Lo acompaña en el análisis Cesar Augusto Londoño, encargado por esos días de la sección deportiva del noticiero TVHoy. Al final, bonus track para seguir nutriendo el tema de hinchas y mascotas precarias..

Nacional-Turbana 1991

Con motivo de la sanción impuesta promediando 1990 por la Confederación Suramericana a Colombia como consecuencia de los malos modales de «algunos desadaptados», América y Nacional se vieron en la obligación de buscar una sede alterna para sus partidos de la Copa Libertadores de 1991. Por motivos que no nos corresponde entrar a profundizar, se escogió al inefable «Orange Bowl» de Miami (la verdadera casa de la selección: no hay estadio en el planeta que haya visto más veces a la tricolor).

Nacional, por ese entonces patrocinado por SAM, sorprendió al lucir en los partidos disputados en el Orange Bowl el patrocinio de la empresa bananera Turbana, dejando en Medellín al simpático 727 del logo de la aerolínea paisa. Lo curioso del evento fue que el patrocinio de Turbana sólo se le vio a los verdes en los partidos disputados en la capital del sol, regresando al amparo del Grupo Santodomingo en los partidos del torneo local y en los disputados en Venezuela contra Táchira y Marítimo, rivales de los colombianos en la primera fase. .

Gran concurso

Adivine el nombre del caballo de Faustino y gánese un viaje con todos los gastos pagos al festival nacional de estudiantinas de Tuluá..