
El “Flaco” o “Locomizzo” (de los peores apodos espetados alguna vez por Mario Alfonso Escobar, solo comparable con el de Jairo “Picardía” Castillo), se bajó en Cali para hacer historia en el América de 1993 que conducía Francisco Maturana. Y a fe que su huella quedó impresa, aunque no de la manera que él quería, tras su paso por canchas colombianas.
Repasemos: Wilmer Cabrera le metió dos autogoles en un mismo partido, Santa Fe aprovechó todas las ventajas que daba en los centros cruzados y le metió un inolvidable 5-2 en Cali, durante su debut atajó un penal al “Teacher” Berrío y luego se fue expulsado del campo por agresión, igual que en un juego en Ibagué contra Tolima y en otro contra Sporting Cristal en Copa Libertadores…
Su pelo, liso, brillante y sedoso como el de los comerciales de Pantene, se alborotaba cada vez que caía dentro de su portería, doblegado ante esa patética y común adversidad de verse derrotado con la camiseta de los “Diablos Rojos”.
En una entrevista a Clarín habló de su paso por Colombia y de una frustrada (por él) transferencia a Millonarios en 1988: «Fui por cinco meses al América para jugar la Copa Libertadores. Era un gran equipo y fue la base de la selección colombiana que goleó 5-0 a la Argentina. Ahí conocí a Pacho Maturana, un gran técnico y un gran tipo. Llegué a River, por la insistencia del Flaco Menotti, yo me iba a Millonarios de Bogotá; ya tenía todo arreglado. Pero apareció la diosa fortuna y una madrugada, a las cuatro arreglé mi incorporación con Santilli. Ese mismo día viajaba a Colombia…”
Su mejor partido en nuestro país está enmarcado entre los enfrentamientos bizarros de la historia de la Copa Libertadores: fue en El Campín, en un juego de desempate en posiciones de la fase inicial de grupos de Copa Libertadores entre América y Nacional. Ganaron los rojos 4-2 en un partidazo donde se lesionó de gravedad el célebre «Canino» Caicedo y Wilson Pérez le metió un gol de setenta metros a Omar Franco.
¡Ojo! ¡su mejor partido y le hicieron dos!
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