
«Chalo: Santa Fe (Millonarios) está jugando sabrosito sabrosito, Jairo. Yo veo a este equipo bien paradito, las líneas estan bien sincronizadas y de no ser por la infame actuación de Panesso esto ya estaría dos a cero a favor del cuadro capitalino. Voz Comercial: Industrial de poleas, toda clase de poleas en hierro y aluminio…(se interrumpe la cuña, se escucha un bullicio) Orozco, Orozco, pero por Dios, Orozco… (silencio con bullicio de fondo)…. gol gol gol gol gol gol gol gol gol gol gol goool del Unión, Huila, Quindío, Junior, Nacional, etc».
Sus frecuentes yerros en las canchas del país inmortalizados gracias al inolvidable estilo del «Fútbol visitante» hicieron del central barranquillero Eduardo Orozco un símbolo de la vulnerabilidad de los equipos capitalinos en sus incursiones fuera de la ciudad. Todo esto gracias a que, como pocos, tuvo la oportunidad de militar en ambos bandos constituyendose así en un referente compartido de las gestas fallidas que Jairo Moncada y «Chalo» Gonzales llevaron a los oídos de fanáticos pegados al transistor en una tarde marchita de domingo. De Orozco se puede decir también que pese a ser de la cantera azul (eterno capitán de las inferiores), se le recuerda más por sus tardes con la roja, club en el que militó entre 1993 y 1996, previa participación en la zaga del Cóndor. Hizo también parte de la selección Bogotá sub23 de comienzos de los noventa junto al «Pocillo» Díaz, Juan Carlos Niño, Fabian Martínez y Jaime Leonardo Rodríguez, entre otros.
A Millonarios regresó en 1997 cuando la lesión de Osman López motivó su inscripción a última hora para la Copa Libertadores, torneo en el que desperdigó todo su talento y elegancia al defender –a su actuación contra Peñarol en el partido de primera fase en el Centenario no la ha podido borrar el paso del tiempo–. Su paso por Millonarios duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks; sus constantes imprecisiones precipitaron su salida una vez sentenciada la eleminación de los azules del torneo continental. Desubicado, buscó refugio en el Tolima grande, donde fue acogido primero por el Tolima y después por el Huila, último registro que se conserva de su trasegar..