
Hace poco un usuario del foro, Dr Orlack para ser precisos, comentó que este oscuro volante ofensivo (ofensivo porque ofendía su forma de jugar) le dio su bautizo de sangre en las lides del alcohol cuando Raigoza, dadivoso, le brindó un trago de cerveza. Hay que anotar que el muchacho tenía tiernos ocho años de edad.
Pero bueno, ¿Cómo no regalar un trago cuando en la profesión que llevas, pegas tumbos y tumbos a cual más? Es que Jorge Raigoza estuvo por Medellín, Quindío y Millonarios emborrachando su propio mito de jugador discreto, tal vez resignado ante tipos que lo sobrepasaron en la pinta y la manera de jugar.
Por eso sus amigos en el fútbol se reducen a compañeros de banquillo tales como Gabriel Quimbaya o Alirio “Gualanday” Girón. Rechoncho, adiposo, bozo hirsuto, y colita de pelo encrespada, apenas pudo beber de las mieles de la primera división. Con el Quindío tuvo mayor regularidad pero él, más allá de su cuestionada capacidad para jugar fútbol, se vio seriamente perjudicado por las generosas economías de los clubes en los años ochenta. Por eso, cada temporada tenía que soportar a titulares agrandados y poco solidarios como, por poner apenas un ejemplo, Mario Videla.
Podrá contar a sus nietos que vivió en el banco de suplentes la coronación de Millonarios campeón en 1988. Sin embargo no tuvo la fortuna de Marcelo Trobbiani en el mundial de 1986, cuando Carlos Bilardo ingresó al ex Estudiantes Boca y Millonarios a falta de un minuto para que culminara la final. El hombre de grácil apellido sí estaba en la suplencia…pero con gesto adusto, en sudadera y tenis North Star.
Su última posibilidad de consagrarse, a pesar del calvario que supone llevar una gris carrera, se había escapado..








