
(imagen cortesía www.patriotasfc.com)
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El fútbol colombiano de primera división ha estado presente en muchos lugares de la geografía colombiana y extranjera: desde Barranquilla hasta Bogotá, en dos estadios al tiempo, pasando por lugares como Itagüi, Palmira, Jardín (Antioquia), Ocaña, Soacha e incluso Sincelejo. Pero ninguno ha tenido tan triste fortuna en su paso como hospedero de la máxima divisa del fútbol nacional como la ciudad de Tunja, capital del Departamento de Boyacá. En efecto, no ha habido intento de los dirigentes de “la tierrita” para que esta ciudad estuviese a la altura de urbes como Bogotá, Cali, Armenia o Pasto -ciudad gemela perdida de Tunja- que no haya terminado en un rotundo y a veces ridículo fracaso.
Con el surgimiento del gran ascenso, la Primera B, una serie de dirigentes boyacenses -entre ellos el empresario avícola Gabriel Camargo, sogamoseño de cuna- asumieron el deber de brindarle a los tunjanos un equipo competitivo en la B que luchara para hacerse a un lugar en la primera división. Este proyecto, denominado –cómo no- Lanceros Boyacá, se constituyó en la punta de lanza del fútbol boyacense a pesar que su nómina era más bien una colcha de retazos de jugadores prestados por equipos de todas partes del país.
El equipo estaba confeccionado y listo para debutar a comienzos de 1993. Hay que decir que pese a haber brindado espectáculo hasta el final, no despuntó gran cosa. En la final fue derrotado por el que sería el ganador de esa temporada, el Cortuluá. Ese año Lanceros terminó quinto detrás de auténticos deanes de la segunda división como la Fiorentina del Caquetá, el Palmira Fútbol Club y el Real Cartagena. Para la temporada siguiente, Lanceros sería tercero detrás de potencias como el Tolima o el hoy difunto Deportivo Antioquia. El progreso del equipo boyacense no se detuvo en 1995 cuando perdió el ascenso contra el Bucaramanga. Dado el buen rendimiento del cuadro boyacense se decidió darle más recursos y más oportunidad al deportista… de afuera del departamento. Uno tras otro, llegarían al cuadro lancero referentes como la Moña Galvis, Jorge Sandoval o el brasilero Evandro Schmidt, entre otros referentes dignos de homenaje bestial.

Evandro Schmidt, disfrutando los encantos termales de Paipa.
Sin embargo, las posibilidades de que Tunja fuera parte importante de la primera división se esfumaron ante el desastroso séptimo puesto logrado en la temporada 1995/96. Aun así, el senador Camargo siguió apoyando al equipo pese a que, fiel a su costumbre, al comienzo de cada temporada aseguraba no contar con recursos suficientes.
Fue en 1997 cuando Lanceros tuvo la gran oportunidad de ascender a la Primera y codearse con los grandes. Uno a uno, el cuadro de Boyacá destronó a Cooperamos Tolima, Atlético Huila, entre otros titanes, para llegar a competir a un cuadrangular final ante el Unicosta, el Pasto y el Atlético Córdoba de Cereté.
El primero de Junio de 1997, día de romería por la procesiones en Tunja, se vieron las caras en un estadio la Independencia el cuadro tunjano y el Unicosta. Ocho mil boyacenses agolpados en un escenario para con capacidad para cinco mil se unieron en una sola voz para alentar a Lanceros quien logró mantener la victoria por un buen tiempo hasta que un gol del ya homenajeado equipo de Kike Chapmann dejó claró nuevamente que Tunja y la primera A seguían caminos muy opuestos.
Después de ello, vendría la debacle: un décimo puesto en el Adecuación 1997 y un discretísimo sexto puesto en el torneo siguiente fueron los argumentos de peso para que el senador Camargo dijera no más, vendiera la ficha del equipo y se dedicara de lleno a su labor como Primer Caballero de la entonces Gobernadora Leonor Serrano. La ficha fue vendida a la Esuela de Fútbol Fair Play que dirigida por el técnico-jugador-pastor evangélico Silvano Espíndola, mostró un errático desempeño en las temporadas de 1999 y 2000. De la era «Fair Play» sólo quedó el fugaz paso por el equipo tunjano de un habilidoso jóven de apenas 14 años -estableciendo de paso un nuevo record- llamado Radamel Falcao García. Para la temporada 2001, los tunjanos se quedarían sin fútbol, gracias la partida de Fair Play a tierras chienses (de Chía), lo que generaría una larga temporada sin fútbol en el estadio La Independencia.
Sólo hasta 2003 un grupo de empresarios boyacenses liderados por la cadena de ferreterías G&J vieron de nuevo una gran oportunidad para el fútbol de ascenso en Tunja e inscribieron a Patriotas como el nuevo referente del fútbol boyacense en la primera B. Con figuras recicladas como Oyié Flavié o Eric Cantillo, entre otros astros, el nuevo cuadro de “la tierrita” consiguió colarse en el tercer lugar de la tabla general lo que le permitió disputar el cuadrangular final. En esta instancia, pese a haber luchado hasta el final fue precisamente en el minuto final del último partido contra Chicó que un gol de Luis Yanez despedazó las ilusiones boyacenses. Un año más tarde se repetiría la historia: pese a ser favorito de todos, Patriotas perdería con el expreso rojo de Cartagena en la Heróica, frustrandose –una vez más- la llegada de Tunja a la A.
Para 2005 soplarían nuevos vientos: con el incondicional apoyo de la Gobernación, el Chicó FC se iría a jugar a Tunja sus partidos convirtiéndose en el Boyacá Chicó FC (nombre que en si mismo constituye una grosera falacia). La mala campaña del cuadro ajedrezado generaría el disgusto de los boyacenses quienes se volcaron en masa a apoyar a Patriotas en la B (en el altiplano un grupo de cien personas bien puede ser considerado una horda). La campaña del 2005 se destacaría entonces por las bajas asistencias para ver a ambos equipos. Ese año, Patriotas vio como se esfumaba su posibilidad de entrar a la lucha final por el ascenso –por enésima vez-, gracias a un gol del Bajo Cauca, faltando quince minutos para terminar la fecha.
Hoy en día, los dos equipos andan en campañas tristes, con un Chicó “liderando” el descenso y un Patriotas que tiene más ganas que fútbol a pesar de ostentar un interesante invicto de 3 años sin perder en el césped de La independencia. De ésta manera, se cierra el capítulo de una de las plazas más desesperadas en buscar el tiquete a la Primera: la Noble, Hidalga y Señorial Ciudad de Tunja, Ciudad Universitaria, Cuna y Taller de la Libertad.
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