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Millonarios Nanque cincuenta años

En 1996 Millonarios celebró sus cincuenta años y como parte de la celebración la directiva decidió que el uniforme de ese año no podía ser encomendado ni a Saeta ni a Torino, tradicionales proveedores del club azul.

Se escogió entonces a la firma argentina Nanque para que se hiciera cargo del traje conmemorativo. Así las cosas, desde finales del torneo nivelación 95 corrió el rumor de que el uniforme de los cincuenta años vendría del cono sur y con un diseño de vanguardia. La temporada 1995-1996 llegó y del dichoso diseño no había pistas.

La temporada terminó y la tal camiseta no apareció. Comenzó la Copa Mustang 96-97  y Millonarios estrenó un elegante uniforme Adidas,pero no era el tan mentado de los cincuenta años. Para el primer semestre de 1997 se vio a los arqueros utilizar un buzo Nanque y en algunos partidos a los jugadores con unas vistosas medias blancas de la misma marca. Se creyó entonces que por fin había desembarcado el esperado atuendo. P

Para el segundo semestre del año el ajuar finalmente se dejó ver; durante esos meses se pudo ver a los jugadores luciéndolo en los entrenamientos. Con un diseño muy común y corriente, lo único que llamaba la atención era el escudo que era el que se diseñó para la celebración de las bodas de oro. Sólo fue utilizado en algunos entrenamientos durante este semestre mientras en los partidos oficiales y amistosos Torino seguía siendo la casa encargada de la ropa de trabajo azul.

Al año siguiente, 1998, llegaría una nueva marca: Patrick y la camiseta de los cincuenta años, por motivos que hasta hoy se desconocen se quedó sin estrenar. Gracias a esto esta pieza exótica pronto adquirió la condición de uniforme de culto…

Nelson Tapia

Arquero de la selección chilena y de trayectoria importante en O’Higgins, Temuco, Universidad Católica, Vélez Sarsfield (jugó sólo dos partidos) Unión Española, Cobreloa y Santos que una vez retirado de la actividad profesional decidió venir unos meses a Barranquilla a descansar de tantos años de viajes, pretemporadas y concentraciones. Aprovechó también Nelson para estar una temporada consigo mismo, para reflexionar sobre su futuro después del fútbol y, de paso, en sus ratos libres, para tapar algunos partidos con el Junior.

De estos partidos se recuerda, además de una inocultable estampa de exfutbolista –su sola presencia hacía recordar a aquellos futbolistas que después de varios años vuelven a aparecer sobre un gramado en partidos de despedida de algún antiguo colega– una bermuda negra saltacharcos que le llegaba un poco más arriba del tobillo aportando algo de oscura gracia a un cuadro francamente lamentable.

Más preocupado por cuestiones existenciales que tarde o temprano afloran después de haberle dicho adiós a la actividad, los primeros partidos de Tapia con el Junior se caracterizaron por su falta de reflejos, sus aparatosas salidas a cortar centros y por haberse llevado de a tres y de a cuatro goles para el hogar de paso que lo acogió durante su breve estancia barranquillera. Con el paso de las semanas, mostró alguna leve mejoría –consecuencia lógica de la semana de retiro espiritual que antecedió ese domingo– en un clásico en Santa Marta contra Unión. Luego, el Medellín le encajó tres y dos semanas después del América se hizo presente en su cabaña con cuatro pepazos. “Es un tipo muy querido por todos» aseguró Peluffo antes de enviarlo al banco para el partido contra Cartagena. Esta decisión no fue del todo del agrado de Tapia y decidió dar por terminado su período de vacaciones en Colombia. Poco tiempo después aseguró que su paupérrimo rendimiento se debió a que el lugar en el que entrenaba el Junior estaba plagado de culebras que le impedían estirarse con la seguridad de que al caer no lo haría sobre algún desprevenido reptil.

Le faltó argüir que los gemidos de los caimanes apareándose a orillas del Magadalena no le permitían conciliar el sueño.
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Camiseta del DIM, colección Jorge Castillo

Al llegar al DIM, Jorge Castillo se tomó muy a pecho el tema de la “nueva administración”. Una de sus primeras decisiones fue la de rediseñar, por su cuenta, el tradicional uniforme del “poderoso” y encargarle la confección a la tradicional casa pereirana «Torino». El resultado, como todo en su gestión, fue poco más que nefasto: una camiseta en tonos chillones con hombros y cuello azul, una “M” en trazo de spray en el pecho en supuesta alusión a las «montañas de Antioquia» y un rojo en la parte inferior adornado con dos briosos corceles en franca lucha en el costado izquierdo. A este derroche de diseño hay que añadirle la pantaloneta y las medias en el mismo rojo pasión y un escudo que seguramente fue el resultado de un concurso celebrado entre los preescolares del Valle de Aburrá. La camiseta, para cerrar, fue estrenada en un no menos exótico partido nocturno contra la legendaria selección cubana.


Diego Serna Lopera, luciendo el diseño alterno. .

José Simhon

Ilusionista, prestidigitador y reconocido zar de los tapetes en Bogotá, José Simhon registra también un breve paso por los estadios colombianos bajo el nombre de Raúl Alejandro Naif.

De origen hebreo, el siempre sagaz mago tuvo a bien tomar todas las precauciones para que durante su incursión en el rentado criollo no se levantara la más mínima sospecha en relación con su verdadera identidad. Como primera medida, se hizo pasar no sólo como argentino sino que adujo también poseer nacionalidad palestina lo que lo obligaba a cumplir periódicamente con supuestos llamados –ya veremos luego qué había detrás– a la selección de su país. Con dos años de antelación, Simhon hizo también retirar de la radio, la televisión y de todas las sucursales de Konker cualquier publicidad en la que se apareciera su popular rostro o se hiciera cualquier tipo de alusión a él. Finalmente, recurrió a sendos trucos –valga decirlo, de principiantes– que le permitieron aparecer en varias fotos, en distintos escenarios y en diferentes momentos, luciendo camisetas de varios equipos del continente.

Habiendo abonado ya el terreno, Simhon apareció a comienzos de 2004 de la mano de un empresario que le mostró a la directiva santafereña sendos registros gráficos de un supuesto paso suyo por Deportivo Español en Argentina; Audax Italiano, Santiago Wanderers, Osorno y Puerto Montt de Chile; Victoria y Marathon de Honduras y, el gran gancho, la selección Palestina. Quiso el destino que la recién posesionada directiva roja anduviera en búsqueda de jugadores que por su pasado en selecciones nacionales estuvieran en condiciones de hacer mover el torniquete. Cuando surgió la posibilidad de Simhon no se tomaron siquiera la molestia de verificar su currículum. “No es de la selección Argentina, ni de la brasilera, es de una europea, de Palestina”. Afirmaron al unísono segundos antes de tramitar un jugoso contrato.

Fue así como a comienzos de ese año el popular mago pudo pasarle cuenta de cobro a un par de amigos –el mago Richard, Fabriani y Lorgia, suponemos– quienes se habían mantenido escépticos en relación con los proyectos de José y máximo habían sospechado que se trataría de un novedoso truco que lo ubicaría en la cancha del Campín durante algunos segundos de un partido de los albirrojos. En ningún momento se imaginaron que su debut con la roja no iba a estar mediado por ningún tipo de ilusionismo.

De su aventura balompédica hay que decir que Simhon no logró desligarse del todo de sus demás actividades. Así, las temporadas de descuentos en Konker siempre coincidían con supuestas lesiones o extrañas convocatorias a la selección Palestina. Eso si, durante este año José tuvo a bien cuidarse de no figurar en ningún tipo de publicidad con su tradicional identidad de mago y vendedor de tapetes. A lo sumo atendía en días de mucha congestión durante las rebajas. En esos días no estaba del todo exento de que algún desprevenido hincha santafereño “argentino de Santa Fe” a lo que el buen mago solía desviar la atención del aficionado haciendo aparecer un pony en algún arrume de tapetes cercano.

En conclusión, el siempre generoso rentado colombiano le ofreció a Simhon la oportunidad de marcar dos goles (uno contra el DIM, otro contra el Caldas)en partidos de alta competencia. El arqueo final de su incursión da cuenta también de varias botellas de Vodka que debieron hacerle llegar sus escépticos colegas una vez constataron hasta la saciedad que lo suyo no era un truco pesado y entendieron de una buena vez que el nunca bien valorado rentado criollo –y, sobre todo, la directiva cardenal– suelen ofrecer más comodidades y facilidades a quien se muestre interesado en vivir “the Mustang Cup experience” que el mismísimo Konker de la Caracas a los clientes interesados en un tapete persa. Pareciera como si en ambos casos aplicara el popular «¡Apúrense que estoy botado!¡Y yes y otra vez yesssssss!»..

Lucho Grau

N. de la D. Para el Bestiario es un motivo de inmensa alegría contar a partir de la fecha entre nuestros colaboradores con Andrés Salcedo. Gran periodista, incomparable locutor y ante todo, maravillosa persona.

EL ALARIDO DE LA JUNGLA (Reflexiones antropológicas en torno a Lucho Grau)

Dicen quienes los han enfrentado en el campo de batalla, que los gurkhas, los fieros guerreros de las montañas nepalesas, antes de hundir su puñal en la yugular de la víctima, lo aturden con un horrísono alarido que parece brotar de una grieta ancestral no cerrada de todo, que es como una fuga no reparable en la tubería genética, por la que aflora, resumido en un grito, lo más primitivo y primario de la especie humana.

Con una división de combatientes gurkhas en sus filas, el ejército británico ha logrado importantes victorias militares. La última de ellas, en los playones cenagosos de las islas Malvinas.

Los equipos de fútbol reproducen el modelo combativo del ejército británico: por este flanco, atacar con un escuadrón de soldados que hablan inglés de Oxford y se perfuman antes de cargar los cañones; por el centro, barrer las colinas con la meticulosa y aplomada soldadesca de Su Majestad; y, en la retaguardia, sembrar el miedo con el alarido de los últimos cazadores de la caverna.

Los gurkhas del fútbol también se limitan a obedecer la voz del instinto más antiguo, que se escapa por la grieta ya mencionada y les ordena salir a cazar, a depredar, a saltarle a la yugular al primer ser viviente que tenga el infortunio de cruzarse en su camino. A paralizarlo con un alarido, transformado, por la propia bioquímica del juego, en un codazo, en un patadón, en un escupitajo.

Claro, su formación militar es diferente a la de los temibles guerreros de Nepal. Se graduaron de matones en los ajustes de cuenta que son los partidos de fútbol callejero en nuestras ciudades.

A esos buscapleitos de barrio, el fútbol profesional les dio licencia para portar armas y les impuso las primeras insignias castrenses, con lo que, en la práctica, los autorizó para delinquir en público. Y en la tribuna y en el campo, se revivieron los viejos rituales del circo romano. El crujir de huesos pasó a ser parte de espectáculo, como en tiempos de Nerón.

En el fondo, a todos nos gustan esos matones que van sembrado selva por el campo durante los 90 minutos que dura un partido de fútbol, que, sin ellos, sería tan aburrido como una película donde todos tengan el alma buena.

Pero, bueno. Se supone que esta columna debía estar dedicada a uno de los personajes arriba descritos. Un deshumanizado guardián de la madriguera cromañona, que no desentonaría, ni en una horda de sádicos gurkhas, ni en ningún cruce de caminos de la Edad de Piedra: mi paisano Lucho Grau.

Aunque me comprometí con el director de este espacio a escribirle una nota llena de sarcástico veneno sobre Lucho, mi instinto cavernario me lo ha impedido. Lucho fue nuestro gurkha. Salió de nuestra guarida con el garrote en la mano, el brillo asesino en los ojos, un puñal en el sobaco y clavos retorcidos en los guayos. Y con el grito de la fiera primitiva pugnando por salir de su garganta.

¿Cómo podría explicar mi negativa a ridiculizar a Lucho, para que ustedes me entiendan y me disculpen?. Quizá si les cuento –o les recuerdo- un triste episodio de nuestra tragicómica historia latinoamericana.

Aburridos y berracos porque la mayor parte del dinero que los Estados Unidos enviaban como ayuda a la República Dominicana, gobernada por el corrupto y sanguinario dictador Trujillo, fuera a parar a las cuentas bancarias de su familia, unos senadores le preguntaron al entonces vicepresidente Richard Nixon (que tampoco le hacía ascos a las trampas y golpes bajos): ¿Es que no se ha dado cuenta de que Trujillo es un hijueputa?. Y Nixon, como yo ahora – perdón, otra vez, director- les respondió:
Ajá, sí, pero es nuestro hijueputa.
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Chedy Devenish y Alex de Alba

Contribución de Savio

Inolvidable pareja de centrales oriundos del departamento del Atlántico surgidos de la entraña del difunto Sporting de Barranquilla. Ambos hicieron parte, en calidad de bienes mostrencos suponemos, de la negociación que en 1992 llevaría al cuadro barranquillero a la heroica.

Quizás lo único que los mantuvo en la titular del Sporting entre 1989 y 1991 y del Real en 1992 fue su entrega -hay que reconocérsela-, porque como jugadores eran muy limitados técnicamente, lentos y con notables muestras de torpeza en sus movimientos. Por momentos evocaban escenas de filmes como American Ninja.

Un jugador que debe tener muy «gratos» recuerdos de Alex De Alba es Jorge Orosman “Polilla” Da Silva. En un partido que Real disputaba con América en el «Peter de Heredia» el pobre Polilla recibió un descomunal codazo por parte de Alba. Cuenta la leyenda que nunca aparecieron los dientes del jugador afectado.
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Tuluá de azul Umbro

A comienzos de 2002 Tuluá firmó con Umbro para que la firma inglesa se encargara de su indumentaria con miras a la Copa Libertadores de ese año. Mientras se definía el tema del patrocinio con cervecería Corona (tema carnudo que trataremos próximamente) y de los colores que llevaría el uniforme alterno, la gente de Umbro decidió enviar este uniforme para el partido contra América en Cali por la segunda fecha del apertura. Ni cortos ni perezosos, los de Umbro aprovecharon la coyuntura para estampar el logo de su empresa en el espacio que le correspondería al patrocinador principal.

No fue esta, empero, la primera vez que Tulúa utilizó el azul. Ya en 1995 éste había sido el color de su uniforme alterno. .

Eduardo Niño

El decano de los suplentes colombianos. Un suplente a carta cabal. Si se hiciera un sondeo rápido entre 100 aficionados y se les pidiera que escribieran lo primero que se les viene a la cabeza al escuchar la palabra arquero suplente, 98 responderían Eduardo Niño.

El país supo de él en el suramericano juvenil de 1985 en el que comenzó su trasegar por los bancos de Suramérica y el mundo como suplente de Higuita. Más adelante, en el mundial de la Unión Soviética tendría una de las contadas oportunidades en su carrera de aparecer en la foto de los titulares: por disposición de Marroquín, Niño fue el titular en ese certamen siendo autor de uno de los madrazos de mayor recordación entre la teleaudiencia colombiana. Fue en la goleada 6-0 contra Brasil después del cuarto gol. Al año siguiente, 1986, Niño comenzaría su dilatada trayectoria en el calentamiento de sillas siendo suplente de Navarro Montoya en Santa Fe. Después, un paréntesis para ser titular de la selección juvenil campeona del suramericano de 1987 repitiendo titularidad en el mundial de Chile del mismo año. Para 1987 ya se había consolidado como titular de Santa Fe y como suplente de Higuita en la selección. Desde el banco fue testigo del preolímpico de Bolivia, de las Copas América de Argentina y Brasil, de la eliminatoria a Italia 90 y de Italia 90. Una sóla oportunidad tuvo Eduardo de saltar a la cancha con la selección; fue en un bizarro partido contra Canadá en Armenia en 1988. 3-0 el resultado final y muy pocas oportunidades para el lucimiento de Eduardo para quien el partido fue uno más de los vistos con la paciencia del santo Job desde el banco sólo que de cortos y recostado contra uno de los verticales.

En el segundo semestre de 1990 vendría el América, cementerio por excelencia de jóvenes promesas. Para esa época Eduardo aún no había definido su vocación bajo el arco: sempiterno suplente en la selección pero titular en Santa Fe y después en América. En 1991 se acentuó esta disyuntiva. Titular todo el año con América y suplente, otra vez, de Higuita en la Copa América de Chile. El dilema para el buen “Yayo” solo se vendría a resolver en 1992 cuando la llegada de Angel David Comizzo al América motivada por una grave lesión suya en la espalda lo enviaría primero a la clínica, después a la cama y finalmente a la banca. En 1992 se acabaría la selección para Eduardo con lo que su marcada vocación como eterno suplente vendría a consolidarse únicamente en el América (con una brevísima incursión en el Botafogo a donde fue con el único interés de comprobar de primera mano la tan mentada comodidad de los bancos de suplentes del país carioca) Primero de Comizzo, después de Córdoba, más delante de Diego Gómez. Eduardo pronto se acostumbraría a ver llegar nuevos cancerberos al arco rojo “sería un honor ser suplente de x o y arquero”, se le escuchó decir siempre con la tranquilidad del que ha encontrado su misión en la vida. Cuando se anunció la traída de Córdoba los directivos algo apenados tantearon a Eduardo y sorprendidos recibieron esta respuesta “todo bien, yo estoy feliz donde estoy”. Sobra decir que en las siguientes consultas a Niño la pregunta fue otra: “¿Eduardo, de quién siempre ha soñado ser suplente?”. Esta excentricidad dio para todo tipo de mitos urbanos. Los encargados del mantenimiento del Pascual aseguran que durante esos años directivos del América, en franca señal de agradecimiento, habían instalado en el banco americano una cómoda silla ergonomica, masajeadora y con control de temperatura marca Pikolin sólo para Eduardo. Otras fuentes aseguran haber sido testigos en más de una ocasión este peculiar diálogo entre Niño y el técnico del momento: “Eduardo, el titular anda como mal. Usted va a tapar el domingo”. A lo que Niño respondía: “ay no profe, deje así, yo como estoy estoy bien, más bien dele otra oportunidad, va a ver que no lo hace quedar mal”.

La suplencia del América le duraría a Eduardo hasta mediados de 1999. Para el segundo semestre de ese año aportaría su falta de ritmo de competencia para el descenso del Unión Magdalena. Como premio, cosas que sólo pasan en nuestro rentado, Niño llegaría al año siguiente a Millonarios como arquero titular. Mostrando un evidente desconocimiento de la posición, Eduardo hizo hasta lo imposible para regresar a su lugar en el mundo: el banco de suplentes. No contaba, no obstante, con que detrás suyo estaba otro suplentazo: Andrés “Roque” Lopez. Lo que padeció la parcial embajadora con los desatinos de sus porteros ese año no tiene nombre. Ambos parecían enfrascados en una tenaz batalla por la suplencia que finalmente ganaría “Roque” Lopez. Para el 2001 Eduardo reclamaría antigüedad y exigió volver al banco y que López asumiera una titularidad que pronto se le acabaría gracias a sendos y vergonzosos yerros. En el segundo semestre llegaría Rafael Dudamel para dicha de Eduardo quien siempre había expresado su deseo de ser su suplente. Dudamel partiría después del primer partido de ese fatídico semestre de Kosanovic, Franco y Gutiérrez de Piñeres. Sin más alternativas a la mano, Niño debió regresar a la titular del oscuro equipo que terminaría siendo dirigido por Germán Gutiérrez de Piñeres. El buen corazón de Eduardo terminaría siendo el chivo expiatorio de la mala energía acumulada durante ese fatídico semestre y a mediados 2002 estuvo cerca de sucumbir. Advertido, Niño decidió alejarse de una buena vez del mar de angustia que es un banco de suplentes. Millonarios lo acogería entonces como entrenador de arqueros.
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