
El decano de los suplentes colombianos. Un suplente a carta cabal. Si se hiciera un sondeo rápido entre 100 aficionados y se les pidiera que escribieran lo primero que se les viene a la cabeza al escuchar la palabra arquero suplente, 98 responderían Eduardo Niño.
El país supo de él en el suramericano juvenil de 1985 en el que comenzó su trasegar por los bancos de Suramérica y el mundo como suplente de Higuita. Más adelante, en el mundial de la Unión Soviética tendría una de las contadas oportunidades en su carrera de aparecer en la foto de los titulares: por disposición de Marroquín, Niño fue el titular en ese certamen siendo autor de uno de los madrazos de mayor recordación entre la teleaudiencia colombiana. Fue en la goleada 6-0 contra Brasil después del cuarto gol. Al año siguiente, 1986, Niño comenzaría su dilatada trayectoria en el calentamiento de sillas siendo suplente de Navarro Montoya en Santa Fe. Después, un paréntesis para ser titular de la selección juvenil campeona del suramericano de 1987 repitiendo titularidad en el mundial de Chile del mismo año. Para 1987 ya se había consolidado como titular de Santa Fe y como suplente de Higuita en la selección. Desde el banco fue testigo del preolímpico de Bolivia, de las Copas América de Argentina y Brasil, de la eliminatoria a Italia 90 y de Italia 90. Una sóla oportunidad tuvo Eduardo de saltar a la cancha con la selección; fue en un bizarro partido contra Canadá en Armenia en 1988. 3-0 el resultado final y muy pocas oportunidades para el lucimiento de Eduardo para quien el partido fue uno más de los vistos con la paciencia del santo Job desde el banco sólo que de cortos y recostado contra uno de los verticales.
En el segundo semestre de 1990 vendría el América, cementerio por excelencia de jóvenes promesas. Para esa época Eduardo aún no había definido su vocación bajo el arco: sempiterno suplente en la selección pero titular en Santa Fe y después en América. En 1991 se acentuó esta disyuntiva. Titular todo el año con América y suplente, otra vez, de Higuita en la Copa América de Chile. El dilema para el buen “Yayo” solo se vendría a resolver en 1992 cuando la llegada de Angel David Comizzo al América motivada por una grave lesión suya en la espalda lo enviaría primero a la clínica, después a la cama y finalmente a la banca. En 1992 se acabaría la selección para Eduardo con lo que su marcada vocación como eterno suplente vendría a consolidarse únicamente en el América (con una brevísima incursión en el Botafogo a donde fue con el único interés de comprobar de primera mano la tan mentada comodidad de los bancos de suplentes del país carioca) Primero de Comizzo, después de Córdoba, más delante de Diego Gómez. Eduardo pronto se acostumbraría a ver llegar nuevos cancerberos al arco rojo “sería un honor ser suplente de x o y arquero”, se le escuchó decir siempre con la tranquilidad del que ha encontrado su misión en la vida. Cuando se anunció la traída de Córdoba los directivos algo apenados tantearon a Eduardo y sorprendidos recibieron esta respuesta “todo bien, yo estoy feliz donde estoy”. Sobra decir que en las siguientes consultas a Niño la pregunta fue otra: “¿Eduardo, de quién siempre ha soñado ser suplente?”. Esta excentricidad dio para todo tipo de mitos urbanos. Los encargados del mantenimiento del Pascual aseguran que durante esos años directivos del América, en franca señal de agradecimiento, habían instalado en el banco americano una cómoda silla ergonomica, masajeadora y con control de temperatura marca Pikolin sólo para Eduardo. Otras fuentes aseguran haber sido testigos en más de una ocasión este peculiar diálogo entre Niño y el técnico del momento: “Eduardo, el titular anda como mal. Usted va a tapar el domingo”. A lo que Niño respondía: “ay no profe, deje así, yo como estoy estoy bien, más bien dele otra oportunidad, va a ver que no lo hace quedar mal”.
La suplencia del América le duraría a Eduardo hasta mediados de 1999. Para el segundo semestre de ese año aportaría su falta de ritmo de competencia para el descenso del Unión Magdalena. Como premio, cosas que sólo pasan en nuestro rentado, Niño llegaría al año siguiente a Millonarios como arquero titular. Mostrando un evidente desconocimiento de la posición, Eduardo hizo hasta lo imposible para regresar a su lugar en el mundo: el banco de suplentes. No contaba, no obstante, con que detrás suyo estaba otro suplentazo: Andrés “Roque” Lopez. Lo que padeció la parcial embajadora con los desatinos de sus porteros ese año no tiene nombre. Ambos parecían enfrascados en una tenaz batalla por la suplencia que finalmente ganaría “Roque” Lopez. Para el 2001 Eduardo reclamaría antigüedad y exigió volver al banco y que López asumiera una titularidad que pronto se le acabaría gracias a sendos y vergonzosos yerros. En el segundo semestre llegaría Rafael Dudamel para dicha de Eduardo quien siempre había expresado su deseo de ser su suplente. Dudamel partiría después del primer partido de ese fatídico semestre de Kosanovic, Franco y Gutiérrez de Piñeres. Sin más alternativas a la mano, Niño debió regresar a la titular del oscuro equipo que terminaría siendo dirigido por Germán Gutiérrez de Piñeres. El buen corazón de Eduardo terminaría siendo el chivo expiatorio de la mala energía acumulada durante ese fatídico semestre y a mediados 2002 estuvo cerca de sucumbir. Advertido, Niño decidió alejarse de una buena vez del mar de angustia que es un banco de suplentes. Millonarios lo acogería entonces como entrenador de arqueros.
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