
Clásico centrodelantero gratamente recordado por las fanáticas y de no muy grata recordación por los fanáticos azules. Con una importante trayectoria en divisiones inferiores y registrando –cosa curiosa en el medio– un breve paso por el equipo de las Fuerzas Armadas mientras prestaba su servicio militar, Jaramillo apareció en el panorama a comienzos de 1999 en el Millonarios de Jorge Luis Pinto. Después de un primer semestre con esporádicas apariciones en las postrimerías de los partidos, la desinteresada confianza que sobre él depositara el sucesor de Pinto, Luis García, le permitió consolidarse a finales de ese año como una de las gratas revelaciones azules junto a Andrés Pérez y a Andrés Chitiva.
La temporada 2000 con sólo siete celebraciones –cinco por torneo, dos por merconorte– no fue suficiente para confirmar lo mostrado en 1999. Pese a esto su cotización entre la fanaticada femenina de Millonarios seguía disparada. Los fanaticos, por su parte, comenzaban a mostrar algunas reservas. El año siguiente comenzó mal para Jaramillo: una grave lesión lo envío directo al quirófano. Al finalizar el año reaparecería convirtiendo en Guayaquil el gol de Millonarios en el 1-1 contra Emelec por la final de la Merconorte. Recuperado de su lesión, mostrando algo del nivel que había mostrado en aquel 1999 algunos optimistas creyeron que ahora si había llegado la hora del rubio delantero bogotano. El 2002 comenzó bastante bien para Jaramillo. Cuatro goles en las primeras fechas del torneo con el tragicómico Millonarios de Kosanovic, Franco y Gutierrez de Piñeres generaron más de un conflicto conyugal entre la fanaticada. La debacle azul de ese año obligó a más de un jugador a buscar nuevos rumbos. El destino de Juan Carlos fue Emelec, aprovechando la grata recordación que de él se tenía en el puerto por lo de la final de la Merconorte. En Guayaquil tuvo un rendimiento aceptable pero no suficiente para garantizar su permanencia. Su regreso al año siguiente a Bogotá marcó el comienzo de su debacle. Luciendo una cabellera rubia y larga hizo delirar una vez más al público femenino, el masculino, por su parte, optó por bautizarlo “Señorita Bogotá”. Con tan sonoro remoquete a cuestas Jaramillo tampoco contó con muchas oportunidades en el Millonarios de Peluffo. Las que pocas que tuvo, hay que decirlo, las dilapidó sin piedad. Un gol en el último partido del primer torneo contra Junior fue el balance de su regreso a casa.
Después de este fallido regreso, sendos semestres sin éxito en los clubes bogotanos: Santafe (segundo de 2003), de nuevo en Millonarios (primero de 2004) y en el recién ascendido Chicó (segundo de 2004). Contra todo pronóstico, el 2005 sería un buen año para Jaramillo. En el modelaje y en los comerciales de televisión finalmente encontraría su lugar bajo el sol.
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