Javier Chimá

No hay nadie que haya estado más tiempo sentado en el banco de suplentes esperando una oportunidad para ocupar el arco de un equipo, o al menos eso creemos. Chimá, eterno portero relevista del Junior, tuvo que gastar sus años de juventud viendo desfilar frente a su cara nombres como los de Juan Carlos Delménico, Esteban Pogany, Carlos Goyén, Lorenzo Carrabs entre otros, mientras que sus gotas de magia (escasas por cierto) se extinguían.

Suerte similar corrieron otro tipo de discípulos del estilo Leonidas De La Hoz o Calixto Chiquillo, pero Chimá, el pobre de Chimá, hizo carrera por atajar solamente en los entrenamientos y para el equipo suplente. Entonces, para distraerse un poco de semejante realidad tan macabra, sal

ía por las calles de la ciudad manejando un destartalado Volkswagen Escarabajo sin calefacción, único tesoro recaudado en tiempos donde los emergentes siempre cobraban menos de la mitad del premio por partido ganado.

Como los mejores cronistas episcopales que han vivido distintos cónclaves a lo largo del tiempo, Chimá tuvo el privilegio de estar tanto en el Romelio Martínez como en el Metropolitano, calentando su asiento, no apto para que algún abocado cliente hemorroidal ocupara ese lugar, porque, si se suman el durísimo calor barranquillero con el tiempo estimado de ocupación de Chimá en la silla, la temperatura del magma volcánico es apenas un lejano comparativo para con aquellas sensaciones que emergían del sitial que Chimá se encargó de llenar durante años y años.
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Unión La Cartagenera

El siempre sufrido Unión Magdalena, que en este 2005 casi es trasladado a Valledupar y después de dar varios tumbos terminó en la B, ya sabía de antemano lo que era jugar con diferente sede e hinchada. Muy al estilo del Cúcuta cuando jugaba en Girardot u Ocaña, los bananeros tuvieron como lugar de asiento a Cartagena, en el campeonato profesional de 1991.

Local, no en el Eduardo Santos, sí en el Pedro de Heredia, el llamado Unión La Cartagenera fue auspiciado durante ese año por la “Lotería La Cartagenera?

?? y entre las condiciones del contrato con el club estaba el cambiar de sede natural.

El equipo tuvo un campeonato irregular, sin ser malo. No le alcanzó entonces para llegar a los octogonales y se quedó en el noveno puesto de la clasificación. Dirigidos por Daniel Silguero y con el concurso de hombres como Héctor Ramón Sosa, Marcelo Ibáñez, Luis Norberto Gil, Jorge Rayo, Eugenes Cuadrado, Guillermo “Efectividad” Serrano y Teddy Orozco, este fue uno de los habituales ejemplos que indican que el cambio de lugar de origen, no siempre garantiza el éxito deportivo.
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Catherine Sanjuán

Tenía pinta de armadora, aunque de perfil subterráneo. Increíblemente y aunque sus compañeros de equipo en la famosa serie de televisión “De Pies a Cabeza” parecían ser más hábiles (Nano, Pablo, Batey y demás ignotos, como aquel defensa de gafas cuyo nombre no recuerdo , relegado a preparador físico y con serios problemas de dicción al pronunciar la letra “R”), Catherine Sanjuán, que caracterizaba a María José en esta exitosa serie, era la que más enganchaba y la dueña de la visión del equipo que dirigía El Gato Aguirre (Felipe Noguera).

Siendo una figurante más, se hizo conocida por ser hija de Néstor Sanjuán, delantero ochentero que estuvo por Millonarios y Once Caldas. Día a día su importancia dentro del conjunto era más relevante en términos futbolísticos (esos pases gol de María José evocaban al mejor Platini…Sánchez). Pero en té

rminos sociales la cosa cambiaba. Sus eternos silencios y la escasez de diálogos que tenía, competían con la elocuencia cuestionada de Willington Ortiz, refuerzo para esta serie televisiva, que solamente decía en sus intervenciones “Hola Gato”.

Metía goles, pero parecía muda. “Pecho frío” dirían algunos malintencionados que juzgaron su talento por la belleza, que era exclusiva de la hoy entrada en carnes Carolina Acevedo, en aquel entonces belleza más fulgurante de una recua de bagres que encabezaba Andrea Gómez.

Aún se recuerda a Catherine Sanjuán, “María José” por bailar sola y contra una pared en el merendero de Tobi, precario lugar de reunión juvenil que evocaba subterfugiamente la indisciplina de los futbolistas, en este caso no al son del ron o el aguardiente, sino del Kool Aid o Fresco Royal y por ser el verdadero cerebro futbolístico de “Los Gatos”. Cerebro silencioso, pero cerebro al fin.
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Leonel y Leonela

En 1989 el Atlético Nacional le dio a Colombia su primer título en la Copa Libertadores. Con un equipo de sólo colombianos, los «puros criollos», generaron un fervor pocas veces visto en el país y, cómo no, en Antioquia.

Como siempre, el fervor del momento dio para todo tipo de excentricidades. Una de ellas (bueno, varias de ellas si se detallan los acompañantes a la derecha de Leonel) quedó registrada en la postal que hoy le presentamos a nuestros fieles y amables lectores.

En efecto, en los partidos que Nacional jugó como local en esa copa, Leonel Álvarez solía saltar a la cancha con su culebra Leonela al cuello. En el primer partido que disputaron como locales, Leonel decidió innovar y prefirió dejar a sus hijos en casa viendo el partido por la TV y llevarse a

la culebra. El partido lo ganaron y eso motivó a Pacho Maturana decirle a Leonel que de ahí en adelante ni se le ocurriera saltar el gramado si no estaba envuelto por el reptil. Obediente, Leonel siguió llevando a la culebra a cada partido que jugaban en el Atanasio reportandole siempre excelentes resultados. Eufórico de haber encontrado por fin la fórmula para robar, no trabajar y ganar, Pacho Maturana no cabía de la dicha. Esta, sin embargo, fue efímera. Al poco tiempo los jugadores descubrieron que de la mano con los triunfos, la culebra también traía lesiones: en todos los partidos en los que animaba la salida, minutos más tarde un jugador salía lesionado. Sin importarle la rabieta de Pacho Leonel prefirió evitarse más problemas con sus compañeros devolviendo a Leonela al acuario que, seguramente, adornaba la sala de su casa. .

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Williers Valencia

De baja estatura y prominente tórax, su presencia era la de un pichón que recién abandona el nido. Su impresionante saltabilidad que le permitía, no obstante sus 1.65, llegar sin problemas y siempre a tiempo donde “cagan las arañas” lo hizo acreedor al apodo de “el caucho”.

Este chocoano fue de esos arqueros sobre quienes los arcos del Campín ejercían algún tipo de influencia mística que permitía transformar un modesto cuidapalos de equipo de media tabla en la reencarnación de la «araña negra». Su presencia en el arco visitante del Campín era sinónimo no sólo de atajadas magistrales y por consiguiente, de una valla invicta durante los noventa minutos. También era sinónimo de una hinchada inyectada en sangre. Williers, como todos los de su estirpe, era un sensei en el difícil arte de simular lesiones, ganar tiempo y cuidar el cero a como diera lugar sin consideración alguna de los traumas y marcas que este exacerbante proceder dejaba en la psiquis de la parcial local.

El país conoció a Willie

rs a finales de la década de 1990 como suplente del Huila. Poco tiempo después, el país lo padecería como titular inamovible del Huila. Habiéndole dedicado sus mejores años a este modesto equipo, abandonó su nido y emprendió vuelo al sur a comienzos de 2002 con destino al Deportivo Pasto. Después de un intermitente desempeño en las primeras temporadas, Williers finalmente se consolidó en el arco pastuso. Llegó a un punto tan alto su desempeñó que a comienzos de 2004 el América preguntó por él. Lastimosamente, una serie de enredos administrativos truncaron lo que hubiera sido el pico más alto de su carrera. Esta frustrada transferencia sin duda lo marcó; no volvió a ser el mismo. Después de ser suplente de Jaime Brand Gómez en el Pasto durante buena parte de 2004, una nueva frustración truncaría su vuelo cuando a comienzos de este año, pese a ser anunciado como refuerzo, finalmente no aterrizó en el Boyacá Chicó. Se perdió su rastro hasta hace pocos meses cuando apareció súbitamente en el arco del Cúcuta Deportivo, club con el que disputa actualmente los cuadrangulares semifinales del torneo de ascenso. .

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Anderson Arend y José "CeClei" Santos

Estas exóticas piezas pertenecen a esa categoría de troncos que, sin razón o motivo aparente, quedaron grabados con hierro caliente en la memoria del hincha.

Llegaron a Millonarios para el segundo semestre de 1995. Pero ojo, no llegaron recomendados por un empresario, o como fruto de la gestión de algún dirigente que había viajado a tierras cariocas en busca de refuerzos. Nada de eso. Una buena mañana de julio llegaron por sus propios medios a probar suerte a la sede deportiva del equipo azul. Al respecto, la leyenda dice que ambos estaban recorriendo América desde la Patagonia hasta Alaska y cuando a mitad de camino se vieron cortos de fondos recordaron que en el colegio habían conformado alguna preselección de fútbol. Estos apuros los motivaron a buscar en las descuadernadas páginas amarillas del hostal en que se hospedaban la dirección de algún club de fútbol de quinta división. No contaban los compadres con que en Colombia no había quinta división, con que en Bogotá a duras penas había dos equipos para ir a probarse y, menos aun, con que en estos dos equipos basta con tener pasaporte de otro color para ganarse por derecho propio un lugar en la titular. Abrieron el directorio y como en orden alfabético Millonarios está primero que Santa Fe, el equipo albiazul salió favorecido. Llamaron, confirmaron la dirección exacta de la sede deportiva y, previa compra de los utensilios necesarios en el Spring Step más cercano al hostal, tomaron el bus que decía “UDCA, Cementerios” que los llevaría a la sede azul. Una vez llegaron, el cuerpo técnico de la época apenas vio los pasaportes de ambos decidió que una prueba futbolística sería una afrenta y acto seguido fueron admitidos en el plantel profesional. El tema económico no representó mayores complicaciones. Cuando el presidente les preguntó a qué aspiraban, ambos coincidieron en que dos meses de hostal, sendos pares de tenis, dos tarjetas telefónicas y una dotación de latas de atún para tres meses sería más que suficiente. Un poco extrañado pero sin sospechar nada, el presidente ordenó tramitar el contrato.

Fue así como de mochileros zarrapastrosos, Arend y CeClein pasaron a ser refuerzos de Millonarios para la temporada 1995. Cuando la revista Millos hizo la acostumb

rada reseña de las caras nuevas para el torneo que comenzaba, ambos aseguraron haber comenzado e las inferiores del Gremio de Porto Alegre. Pudieron haber dicho que en las del Manchester United, igual les hubieran creído.

Sin que ni siquiera ellos mismos se lo pudieran creer, saltaron a la cancha con la azul en un partido contra el Bucaramanga en el Campín que, dato curioso, fue el encargado de inaugurar las transmisiones regulares del fútbol profesional colombiano*. La conjunción de los dos astros que tan buena fortuna les había traído a estos dos aventureros se prolongó unos días más permitiéndole a CeClein (luciendo la no. 15 que sólo semanas antes había lucido el gran Arnoldo Iguarán en su último partido con Millonarios) reportarse en el marcador en ese partido que finalmente terminaría con un insípido 1-1. Pero la suerte no sería sólo para el pelinegro, el “monito” también se haría presente en el marcador con un potente remate fuera del área pocas semanas después en un partido contra el Tolima en Bogotá. Pasó el tiempo y el lugar de los brasileros en la titular fue ocupado por cañoneros de la talla de Héctor Baloyes, Alex Daza y Víctor Medina. Más que satisfechos y agradecidos con la vida , Anderson y CeClein se hicieron a los videos de sus goles y recortaron cuanto registro quedó de su aparición en canchas colombianas para poder documentar a su regreso a casa la que sin duda era la anécdota del paseo. Una vez recolectaron suficiente evidencia, tomaron un Berlinas con destino a Cartagena en donde se embarcarían hacia Panamá. “Pasense por El Salvador, allá fijo también les creen”, fue lo último que les dijo un oscuro empresario, que ya los había incluido en su cuerda, al despedirse de ellos en el tercer puente.

*Este partido fue transmitido a todo el país por ambos canales (UNO y A) cuando estos eran los únicos canales de televisión abierta en el país con cobertura nacional. La transmisión simultánea se debió a que RCN y Caracol, que estrenaban en ese partido los derechos, no habían logrado ponerse de acuerdo sobre cómo se iban a alternar las transmisiones. Esto puede ser la explicación de porque recientes encuestas le dan a Arend y a CeClein un grado de recordación entre la gente superior al de personajes legendarios como el “Tuto” Barrios o el Guri-Guri.
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Especiales del bestiario: Selección Colombia juegos ODESUR`86

Aparecen, arriba de izquierda a derecha: Hernan Torres, Ceferino Peña, Wiston Girón, James Rodríguez. Abajo: Nestor Pizza, Víctor González Scott, Orlando Maturana, Dorian Zuluaga y Jorge Luis Bernal (D.T).

Contribución: YoSoyElCarlos

En nuestra mediocre historia futbolística al menos hemos tenido la suerte de ver en nuestra selección especimenes que ni en Argentina o Brasil tendrían cabida. Lastimosamente para ellos, se deben contentar con degustar a Zico, Falcao, Maradona, Batistuta, Crespo o Ronaldo, nombres que solo inspiran admiración, mientras que nosotros podemos alegrar una velada de amigos recordando, al calor (¿) de unas cervezas, nombres insignes como el de Eugenes Cuadrado en la selección de Ochoa en las eliminatorias del 86, el Kiko Barrios en la Copa América del 83 o Arley Dinas en las eliminatorias del 2002.

El ejemplo más desopilante fue la selección Colombia que participó en los juegos Odesur de Diciembre de 1986, clasificatorio para los Panamericanos de Indianápolis de 1987. En plena época de Octogonales, fue imposible convencer a los equipos clasificados en llevar a lo mejor que había disponible en el rentado (lástima que no pudimos llevar al Pirata Ferrer!), así que se procedió a la sabia decisión de convocar a lo más granado de los equipos eliminados como Unión, Tolima o Cúcuta.

La nómina base de esa colcha era la siguiente: Hernán Torres en el arco (institución como arquero del Tolima); Alfredo Gonzalez (lateral desapercibido en el Unión). El Chino Gonzalez Scott (ya mencionado aquí), Miguel el Fercho Gonzalez (del Cúcuta, llamado así porque tenía el cabello igual al personaje del Gallito Ramirez; era un patabrava que después del Torneo robó en el Huachipato de Chile) y Seferino Peña (otra institución en Tolima, d

espués ascendió con el Huila en el 92); James Rodríguez (de la recordada selección de Marroquín, pintaba bien pero se quedó en promesas), David Gruesso (salido del América, perdido para siempre en el olvido), Dorian Zuluaga (ya reseñado con sobrados méritos) y Cesar Calero (tuvo una carrera normal en Unión y Junior); el Pony Maturana y Winston Girón (¿?). Viendo esta abigarrada nómina, en realidad no me explico porqué no llevaron a la Piña Mendoza, al Galpón Estrada, a Nestor San Juan o al Paolo Rodríguez, porque perfil sí tenían para integrar este seleccionado.

El DT de esta constelación era Jorge Luis Bernal, también del Tolima y hasta entonces desconocido en el ámbito nacional (bueno, después también siguió casi igual de desconocido.). A pesar de todo, quedaron subcampeones con una buena dosis de huevos, pura garra, corazón y arepa (como las mesas de fritangas), lo que valió para ir a los Panamericanos al año siguiente con un equipo reforzado con jugadores de la talla y clase del Willy Rodríguez. Sin embargo, la suerte se les agotó y quedamos eliminados por México, Guatemala y Paraguay.

De esta curiosa selección no sobresalieron muchos jugadores. Solo Maturana y en algo Calero tuvieron una carrera más o menos decente. El resto es material digno de ser mencionado íntegro en este blog. Al menos pueden decirle a sus nietos «Mijo, yo estuve en la Selección Colombia.».

P.D. Después de arduas negociaciones el equipo de abogados del Bestiario no logró llegar a un acuerdo con los representantes de ODESUR y de la Federación Colombiana de Fútbol para hacerse con los derechos de la foto de esta memorable escuadra. Por este motivo, Bestiario se ha visto obligado a recurrir a este singular recurso fotográfico (inspirado en el album Panini del mundial 2002) para poder llevar a sus fieles lectores el registro gráfico de esta selección.

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El "Tren" bávaro

En 1993 el país futbolístico se vio sacudido por la noticia de la llegada del «Tren» Valencia al Bayern Munich. Inflado a más no poder nuestro vetusto orgullo patrio, el suceso dio para todo tipo de desmanes. La foto que hoy les presentamos y con la que inauguramos nuestra sección «Joyas de la prensa» apareció por esa época en varios medios de circulación nacional y se cuenta entre las demostraciones más sensatas de la euforia que invadió a nuestra prensa, que nunca ha sido amiga de la euforia desmedida.

No sabemos si por un remanente de vergüenza el crédito se lo daban al Bayern Munich.Aunque díficil de creer, el Bestiario tiene claro que la prensa es la fuente de la verdad por lo que le damos el crédito al departamento de prensa del club alemán.

Agradecemos a Link por rescatar esta perla del cruel olvido..

Calendario Bestiario del balón 2006

Respetuosamente nos permitimos ofrecer a nuestros amables lectores el calendario oficial del bestiario para el año que se avecina por sólo $10,000. Con lo más selecto de nuestro archivo y una frase célebre para inspirarnos cada mes.

Interesados hacer click acá para llenar el formulario de preventa..

Francisco Cassiani

Recio defensa central, pasó a la historia por su apodo: «Pacho pistolas». Hermano menor de Giovannis, también defensa central de algún suceso en el América y en el Nacional, el país futbolero lo conoció a comienzos de la década de 1990 cuando se ganó, a pulso o a bala, no importa, un lugar en la zaga juniorista después de haber sembrado sus primeros pinitos en el Cúcuta y en el Envigado.

Su apodo se debe a su costumbre de asistir a los entrenamientos con un arma al cinto para, una vez terminaba el entreno, descargar, con o sin motivo, el proveedor mediante sendos disparos al aire que, sumados a su tosca presencia, sembraban el terror y el pánico entre el pueblo barranquillero. Gracias a ese exótico gusto de Bolillo Gómez por los centrales guapos, braveros y poco talentosos (tipo “Chaca” Palacios) Pacho tuvo la oportunidad de “mojar” selección Colombia en no pocas ocasiones entre 1995 y 1998. Fue uno más de los jugadores que como “Tyson” Hurtado, gracias a la benevolencia y a la falta total de rigor del Bolillo en las convocatorias, llegaron a donde, de otro modo y en otro contexto, no hubieran llegado ni con los favores de San Guchito.

Este cuarto de hora le valió para ser transferido a Rosario Central en 1998 ayudado también por esa extraña conexión entre el glorioso canalla y el equipo barranquillero que ha permitido un constante intercambio de jugadores entre ambas escuadras (Gaona, Fawcett). En el sur, de acuerdo con los colegas de enunabaldosa, cumplió sin sobresalir. Después de Central vino el declive. Fue a Chile, a Wanderers, en donde dejó huella gracias al autogol que selló la caída de su equipo 6-0 contra la U de Chile. Empacó maletas y tomó rumbo al norte, a Perú donde reforzó al Alianza Atlético en 2001 en la final del torneo apertura. Después de disputar siete partidos en tierras incas, regresó a Colombia como refuerzo del Pereira. Desafortunadamente, ya nada era igual, Bolillo ya no estaba y comenzaron a escasear los técnicos que se dejaban seducir por centrales braveros como los de su estirpe. Terminó su carrera en el Atlético Huila sin lograr reverdecer nunca más los laureles de aquella época dorada de revólveres y “Bolillos”.

Dato adicional: Comenzando su carrera, estuvo en la formación del Cúcuta que prefirió retirarse antes de de sufrir una ignominiosa goleada cuando ya perdía 5-0 en El Campín contra Millonarios en 1988.

Con la colaboración de Muerte al Julgo
y La Rompieron..